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LA DODECADA
MARAVILLOSA
1922 - 1943
(II)
Juan Pampero

   A esta dodécada maravillosa la tenía medio retrasada. Casi olvidada por mejor decir. La prueba de ello es que hice un solo ejemplar. Es hora pues de retomarla recordándole a mis sufridos lectores que se trata de reflejar, en letras de tangos y canciones de aquel período, la Argentina Maravillosa que se vivía, nostalgia y añoranzas de nuestros liberales y marxistas de anteayer, de ayer y de hoy que son gobierno. Para el Pueblo fueron añoralgias. Esta Maravilla, pocas veces vista en el Planeta Tierra, Sistema Solar y Galaxias Vecinas, fue destruida, sin conmiseración por la Revolución Nacionalista de 1943, llena de militares asesinos, nazis y fascistas (*). Tres años después de destruida la Patria de Mitre y Sarmiento, asume la Presidencia de la Nación el que después sería el Tirano Prófugo y luego el Tirano Sangriento. El sería el encargado de terminar de destruir la obra inconmensurable que nos legó la Degeneración del 80. Un acto verdaderamente criminal.

   Tal vez, por vivir en esta Maravilla, los bates arrabaleros escribirían tangos como los que siguen y que pintan cabalmente la felicidad en que vivía la gente, cuando los balances del Banco Central Inglés de la República Argentina, en manos del jovencito  Prebisch cerraban al pelo porque era como una sociedad anónima, aunque el viejo Gómez, en su tango, anduviese preguntando dónde había un mango. Bueno: digamos que como ahora. Epoca de política de faltriquera gordinflona y bolsillos de la gente secos; de la libertad del zorro en el gallinero con la puerta cerrada para que no se le vayan las gallinas; de una libertad tan grande y generosa que hasta uno tiene la gracia en la desgracia de morirse de hambre o de ser un desventurado. Lentamente la patria de Urquiza, de Roca padre y Julito su hijo, Alvear, Justo, de Ortiz y el viejito Castillo, de la británica Alicia Moreau de Justo en la Junta Consultiva, Alfredo Palacios, Norteamérico Ghioldi, Lonardi, Barramburro y Rojas se va recuperando.

   Vamos a los tangos entonces. A los dos los cantó Carlos Gardel y al segundo también don Aldo Campoamor. Y dígoles esto porque no va a faltar el buey corneta que diga que no son de la época: yo aparte de matrero en estas cosas soy buey fulero en el pescante. Que a unos les doy con el clavo y a otros con la cantramilla, para que al marchar los torcidos lo hagan derecho. Son auténticos cantos de vida y esperanza, como la Epoca Dorada que les toco vivir.

YIRA, YIRA

Cuando la suerte que es grela,
fallando y fallando, te largue parao…
Cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao…
Cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol…
Cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar…
La indiferencia del mundo,
que es sordo y es mudo,
recién sentirás.
Verás que todo en mentira.
Verás que nada es amor.
Que al mundo nada le importa
yira, yira…
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás…
Buscando un pecho fraterno,
para morir abrazao…
Cuando te dejen tirao,
después de cinchar,
Cuando te dejen tirao,
lo mismo que a mí…
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar…
Te acordarás de este otario
que un día cansado,
se puso a ladrar.
Verás que todo es mentira.

Verás que nada es amor.
Que al mundo nada le importa,
yira, yira…
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.

..

COMO ABRAZAO
A UN RENCOR

..

“¡Está listo!”…, sentenciaron las comadres.
Y el varón, ya difunto en el presagio,
en el último momento de su vida rante,
dejó al mundo el testamento,
de estas amargas palabras
piantadas de su pobre corazón:
Esta noche para siempre
terminaron mis hazañas.
Un chamuyo misterioso,
me acorrala el corazón.
Alguien chaila en los rincones,
Otros dicen con pesar una oración.
Y anda un algo cerca el catre
olfateándome el cajón.
Los recuerdos más fuleros
me destrozan la zabeca.
Una infancia sin juguetes,
un pasado con hambrunas
y ni un cachito de honor.
El dolor de unas cadenas
que aún me queman las muñecas,
y una mina que arrodilla
mi nobleza de varón.
Yo quiero morir conmigo,
¡sin confesión y sin Dios!
Crucificado en mis penas
como abrazado a un rencor.
Nada le debo a la vida.
Nada le debo al amor.
Aquella me dio amarguras
y el amor una traición.

NOTAS:

   El 4 de junio de 1943 se produjo la Revolución Nacionalista, golpe de estado que perpetraron los militares nazis, fascistas y asesinos que destrozaron para siempre a la Patria. La Argentina ya no sería la patria de la “gente educada” como quería Sarmiento y Mitre. Echémosle un vistazo para ver todo el desastre que hicieron.

   Tres años antes, en 1943, final de la Epoca Dorada, el número de establecimientos industriales –contando los que estaban en construcción-, sumaban 39.054.; a fines de 1945 habían crecido a 86.440. La cantidad de obreros ocupados en esa actividad subió, en el mismo lapso, de 430.143 a 770.541. Este incremento se notó en la aparición de nuevos sindicatos y en el aumento de los obreros sindicalizados.

   La participación de la industria manufacturera en el producto bruto interno pasó del 14,8% (1943) al 22,5% (1945), mientras que la agricultura descendió del 15,3% al 9,2% respectivamente.

   La industria concentraba sus establecimientos –en número e importancia mayor- en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires: el 56,6% de las fábricas y talleres y el 61,3% de los trabajadores ya encandilados por los sofismas del Tirano Sangriento desde la Secretaría de Trabajo y Previsión (Diego Dávila, El 17 de octubre, Col. Polémica, Nro. 74, Buenos Aires, CEAL, 1971).

   En 1946 llegaría a la Presidencia de la Nación el Tirano Prófugo y hoy Tirano Difunto junto con la puta de su mujer, para terminar de destrozar la patria, hasta que en 1955 fue liberada para volver a la gloriosa Línea Mayo-Caseros de donde nunca debimos alejarnos. Hoy estamos en ella y nos gobiernan los eternos enemigos de la Revolución del 4 de junio, de Perón en el 45 y de Perón en 1974 cuando pasaron a la clandestinidad. ¡Demos gracias al cielo por esta suerte inaudita!

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