25. Teo. sacramentos de la misión. El matrimonio en la Iglesia contemporánea.
25. Teo. sacramentos de la misión  

EL MATRIMONIO EN LA IGLESIA CONTEMPORÁNEA.

La revolución Francesa aceptó para el matrimonio el consentimiento. El sacramento no tendría valor civil, no sería reconocido más que como una cuestión privada entre los esposos. Sin embargo, la afirmación de la Iglesia durante el siglo XIX a este respecto fue tajante, indicando que en el matrimonio cristiano se dan las dos cosas a la vez: contrato y sacramento, no debiendo repetir ninguno.

La Iglesia va ratificando y aclarando el papel del sacerdote, es un papel activo porque pide el consentimiento, preside la celebración en la que los ministros son los esposos, que son los que realmente realizan el sacramento del matrimonio. La identidad entre contrato y sacramento plantea nuevos interrogantes ante la llegada del matrimonio civil, las parejas de hecho u otras fórmulas arropadas en contextos de neopaganismo. En estos supuestos el consentimiento cristiano implica el contrato. Pero los no creyentes no deben tener impuesta la sacramentalidad. En este caso sí hay contrato, con reconocimiento civil, pero no sacramento.

La Iglesia considera, no obstante y desde la perspectiva del Concilio Vaticano II, que el matrimonio civil sin sacramento, está presente el amor de Dios a los hombres, exteriorizado como amor entre los esposos. Hay algo positivo en ese compromiso entre no creyentes. No así en otras fórmulas, donde el compromiso es un lujo, o el matrimonio tiene que ver más con una suma de egoísmos que de auténtico amor.

Es cierto que la familia nuclear hoy está sujeta a cambios. Del matrimonio patriarcal y centralista, de varias generaciones bajo un mismo techo, propio de siglos anteriores, se ha llegado fruto de la revolución industrial, al matrimonio formado por padres e hijos, con una igualdad entre los esposos, y una reducción de la natalidad en Occidente. Evidentemente la igualdad de los esposos es un avance social y político, sin ninguna duda; el problema está en la función productiva y fecunda del matrimonio, que queda reducida en algunos casos a la mínima expresión. La función educativa, productiva de la familia, queda regulada por las empresas y el Estado, que actúan para proteger, al menos teóricamente, a la familia. La familia está más protegida, pero ha perdido gran parte de su función humanizadora, que es preciso recuperar. No puede ser un pequeño espacio de intimidad, debe ser algo más.

Lo esencial del Matrimonio en el Concilio Vaticano II está recogido en la GS números 47 al 52, donde habla de la familia. Esta familia tiene una función claramente socio-jurídica. Los fines del matrimonio son los hijos y su educación, y la socialización de los mismos, se construye desde una comunidad de vida y amor, de encuentro entre las personas. Una segunda función del matrimonio es el amor conyugal, en el que se insiste. Se revaloriza la sexualidad, rompiendo con la desconfianza que tradicionalmente ha habido sobre este tema, es central el amor entre los esposos. La tercera función es la procreación, que no se opone al amor conyugal, sino que lo refuerza y lo abre a la fecundidad.

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