Confrontación

Con el solo hecho de musitar tu nombre,
invoco una presencia, aparece una sonrisa,
se congela mi piel y el desequilibrio me invita
a encadenar otra vez una imagen indecisa.
Y con la misma melodía cada amanecer,
torturo mi alma y enfrento mi agonía.

Tu aroma y el otoño llegaron sin previo aviso,
perturban mi conciencia, destrozan mi mente,
acarician mi soledad y se muestran indiferentes
al enfermo terminal, al árbol perenne.
Y una lluvia repentina acompaña al ocaso
que no borra tus huellas y deja algún rastro.

Si lo complicado de mi sentir es confuso,
te conmino a tocar la llaga, a leer mi mano.
Encontrarás un sentimiento profundo,
que no quiere morir, que no es aceptado.
Analiza mi pasado, actualiza mi presente,
y en tu intimidad florecerá lo evidente.

La complacencia puede ser contradicción
en la figura inflexible del caballero arrogante
que muestra tenacidad en la persecución
de la cercanía del que sufre por amor.
Aunque la vicisitud no sea tan prudente,
el afecto embellece, la soledad desaparece.

Y como árbol que se rinde a su vejez,
caigo sin remedio ante la nueva petición,
que sólo alarga mi incansable padecer,
de ver y tener a quien no desea mi corazón.
Pero la trampa sigue puesta para dos,
y no se define quien es presa o cazador.

Cuál inválido, decadente y triste perdedor,
yace mi propia estima sin saber a donde ir.
Se ha cansado inútilmente en tratar de revivir,
ese bello sentimiento que un día apareció.
Y mira con franqueza su incierto porvenir,
por querer que otro corresponda a su pasión.

Sin ningún derecho y con igual resignación,
contemplo el reflejo de ese otro acompañante,
que con ecuanimidad y sin menor preocupación
vive su hedonismo, y me pregunto a cada instante,
cuál es el motivo de mi irracional complicación
de necesitar algo más que compañía regocijante.

De aquí la razón de mi cruel confrontación,
entre el sentimiento deseado y el amor herido,
entre la aventura anhelada y el miedo heredado,
entre la autoestima baja y la conducta ufana,
entre la competencia absurda y la convivencia sana,
y entre compartir contigo felicidad o egoísmo.

Raquel Amaro Miranda. (Octubre, 1998)


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