THUPA AMARU, EL ULTIMO INKA DEL TAHUANTINSUYO.

SU HUELLA BIOGRÁFICA, SU TUMBA
Y SU DESCENDENCIA

Edmundo Guillén Guillén

Thupa Amaru fue el último monarca nativo del Perú Autónomo, el último defensor del reducto patriota de Vilcabamba, agreste región selvática desde donde los Inkas libraron una desigual guerra contra los conquistadores españoles, en una heroica gesta que habría de culminar cruentamente en 1572.
Thupa Amaru fue uno de los cinco hijos de Manko Inca Yupanki, aquel valeroso líder que en 1536 inició la magna guerra de reconquista. Y Thupa Amaru tuvo por madre a la qoya (reina) Sisa Toqto Oqllo.
Según testimonios confiables, habría nacido en la ciudad del Cuzco o en una las residencias reales, probablemente entre los años 1530 y 1534.
Un testigo presencial mencionaría haberlo visto niño aún en el fuerte de Tambo -el actual Ollantaytambo- y que a mediados de 1537 su padre, el Inka, lo llevó consigo en su retirada a la estratégica a la agreste región de Vilcabamba.
Sin embargo, en los testimonios sobre la descendencia Sayri Thupa, otro de los hijos de Manko Inka, se menciona que Thupa Amaru nació en Vilcabamba y que era aún muy joven cuando lo decapitaron. El cronista Guaman Poma, refiere que se inmoló siendo "muchacho", opinión seguida por el destacado peruanista John Hemming.

De acuerdo con ello, su nacimiento habría sido más tardío. Respecto a su infancia, que debió ser azarosa como la de los otros hijos del Inka, han quedado solamente algunas referencias aisladas y confusas.
Para entreverla debemos seguir los pasos a Manko Inka Yupanki, quien después tener sitiado el Cuzco durante casi un año y en la imposibilidad de recuperar el control de esa ciudad, decidió mover sus huestes a Tambo, en los primeros meses de 1537.
A mediados de ese mismo año, acosado por tropas enemigas, el líder patriota se retiró por el valle de Amaybamba a la agreste región de Vilcabamba, en compañía de sus familiares y los restos de su ejército.
Acampando en el pueblo de Vitcos, el Inka fue sorprendido por un ejército español comandado por el capitán almagrista Rodrigo de Orgóñez, huyendo a duras penas por los glaciares de la cordillera de Vilcabamba, resguardado por el fiel Intip Apun o Capitán del Sol Wila Oma.
Toda esta azarosa jornada la debió vivir el niño Thupa Amaru, salvando de ser cogido por el enemigo, suerte que no cupo a otros nobles incaicos.
El victorioso Orgóñez regresó al Cusco a mediados de agosto de ese año, conduciendo como prisioneros a Titu Kusi Yupanki -hijo del Inka- y otros familiares. Mostró también como trofeos muchos cuerpos embalsamados, entre ellos las momias de los Inkas. El bachiller Luis de Morales, refiere que el cuerpo momificado de Wayna Qhapaq lo entregaron a su hijo Paullu y que fue enterrado con otros en un lugar secreto, hasta ahora desconocido.
Fueron años de terribles avatares. Manko Inka prefirió esa vida de penurias, pero con honor, a las comodidades y reconocimientos que los españoles otorgaban a otros nobles que los aceptaban como nuevos dueños del Perú.
A mediados de 1539, tropas españolas al mando de Gonzalo Pizarro, reforzadas por un numeroso contingente de aliados nativos, invadieron Vilcabamba, apresando en la batalla de Machupucara a la qoya Cura Oqllo y a dos hijos del Inka, cuyos nombres se desconocen.
Las fuentes no consignan referencia ninguna sobre el destino que tuvieron esos niños, pero sí informan con detalle el trágico final que le cupo a la reina. Ella fue vejada y cruelmente asesinada en el valle de Yucay, arrojándose su cuerpo al río Urubamba, en indigna represalia de los Pizarro por los estragos que causaba la tenaz resistencia patriota.
Manko Inka Yupanki, en estos los fatídicos años de 1538 y 1539, siguió la guerra desde el cuartel general de Vilcabamba. Las heroicas campañas lideradas por sus lugartenientes, por esos imponderables de la guerra, terminaron todas trágicamente. Tizo Yupanki en el Collasuyo y Wila Oma en el Contisuyo, cayeron prisioneros.
El Inka logró una victoria en la zona de Orongoy y su capitán Illa Thupa batalló con relativo éxito en la región huanuqueña; pero no se pudo luchar frontalmente contra el potencial bélico de los españoles, que contaron con importantes aliados en algunas las etnias nativas.
Al cabo, Manco Inka no tuvo otra alternativa que replegarse al interior del estratégico bastión patriota de Vilcabamba, entre los glaciares de la cordillera y los caudales de los ríos Apurímac y el Urubamba.
Paralelamente, en esos años se desataron en el Perú las guerras civiles entre los conquistadores. En 1538 los Pizarro derrotaron y mataron en el Cuzco a Diego de Almagro. Luego, en 1541, los almagristas ajusticiaron en Lima a Francisco Pizarro.
La coyuntura se presentó propicia para la intervención real y en 1542 tropas al mando del licenciado Vaca de Castro derrotaron al hijo de Almagro, llamado también Diego, quien terminó sus días decapitado como su padre.
Seguidamente y por disposición real, Vaca de Castro abrió negociaciones diplomáticas con Manco Inka, las que se suspendieron en 1543, al estallar la rebelión de los encomenderos acaudillada por Gonzalo Pizarro.

THUPA AMARU: SUCESOR DE MANKO INKA

Manko Inka quiso aprovechar esa circunstancia, y se aprestaba a marchar sobre el Cuzco cuando fue víctima de una conspiración española. Había asilado en Vilcabamba a los últimos almagristas, quienes lo traicionaron de la manera más vil. Manco Inka murió asesinado en 1545, tragedia política que desvió el curso de la historia del Perú. La sucesión no pudo ser dilucidada de inmediato, pues el Inka dejó sólo hijos menores: Thupa Amaru, Titu Kusi Yupanki, Sayri Thupa, Qhapaq Yupanki y Thupa Wallpa. De momento, la regencia fue asumida por el capitán Atoq Supa.
El rebelde Gonzalo Pizarro fue derrotado y decapitado por el enviado real Pedro Gasca en 1548. Se reiniciaron entonces las negociaciones con los Inkas de Vilcabamba. A la sazón, el príncipe Sayri Thupa, aún adolescente, dirigía la guerra de guerrillas. Por ello, los españoles lo creyeron sucesor del Inka asesinado, y se propusieron sacarlo de Vilcabamba, con el doble juego de la amenaza y la prebenda.
Pero las negociaciones tuvieron otras varias interrupciones, primero por el regreso del licenciado Gasca a España en 1549, luego por la muerte del virrey Antonio de Mendoza en 1552 y después por una nueva rebelión de encomenderos, que encabezó Francisco Hernández Girón entre 1553 y 1554.
En 1556 el virrey Marqués de Cañete volvió la atención sobre el tema, amenazando con hacer la guerra a Vilcabamba si no prosperaban las negociaciones. Lo que logró con ello fue que Sayri Thupa -el presunto Inka- saliese pacíficamente de Vilcabamba, concediéndole a cambio de la rica encomienda del valle de Yucay. La versión oficial de su hermano Titu Kusi Yupanki, señala que la corte incaica autorizó en 1557 esa salida, sólo para seguir el juego político del virrey.
Así burladas, las autoridades españolas reconocieron a Sayri Thupa como Inka dándole el nombre de Manko Qhapak Yupanqui; y como a tal le otorgaron el título de Adelantado, además de la posesión de la encomienda de Yucay, que había pertenecido a Wayna Qhapaq y después al gobernador Francisco Pizarro.
Recién el 20 de junio de 1559, en virtud del tenor de una carta que le remitiera Titu Kusi Yupanki, el virrey tomó plena conciencia de su fiasco político, ya que en ese documento se mencionaba que el sucesor, "por derecha línea", era Thupa Amaru y no Sayri Thupa, quien había sido solamente su lugarteniente para hacer la guerra, como Intip Apun, "pontífice o capitán del Sol".
Esa novedad precipitó oscuros hechos, y en 1561 el infortunado príncipe Sayri Thupa murió asesinado en el valle de Yucay, dejando como única heredera a su hija Beatriz, habida en la pincesa Kusi Warkay.

GUERRA RELIGIOSA ANTICRISTIANA

Con este trágico antecedente, Titu Kusi Yupanki -al parecer el mayor de los hijos de Manco Inka- asumió el gobierno de Vilcabamba y la corte, para preservar de algún atentado la vida de Thupa Amaru, hizo correr el rumor que el joven Inka sufría una deficiencia mental, que era "uti", "alocado y bobo" y que por esta circunstancia su hermano Titu Kusi Yupanki, detentaba el gobierno político y religioso del reducto patriota de Vilcabamba.
Cuando el gobierno colonial parecía haberse consolidado en el Perú, en 1565 vino a descubrirse de pura casualidad que los Inkas estaban preparando una gran conspiración militar y religiosa. Primero, para un alzamiento general desde la provincia de Quito hasta la de los Charcas; y segundo, para emprender una especie de guerra santa o anticristiana contra los españoles. El objetivo era claro: "recuperar su reino", vale decir, la soberanía del Tawantinsuyo.
Un informe del canónigo Cristóbal de Albornoz dice que el principal promotor de esa conspiración era el propio Thupa Amaru, que había logrado el apoyo de las “iglesias” andinas. Ese movimiento religioso anticristiano ha sido impropiamente llamado "takiy ongoy", por el ritual de bailes y canciones de lamentos que eran usuales en la invocación a las deidades tradicionales.

REACCION DEL GOBIERNO VIRREINAL

Conocido el peligro, el gobierno colonial reaccionó de inmediato. En lo religioso, las autoridades eclesiásticas emprendieron la contraofensiva con una legión de “extirpadores de idolatrías”, figurando entre ellos el canónigo Cristóbal de Albornoz encargado de operar en la región del Cuzco. Enarbolando siempre la amenaza de una guerra total contra el Inka, el 24 de agosto de 1566 consiguió diplomáticamente que Titu Kusi Yupanki firmara en nombre de sus hermanos una "paz perpetua" con el gobierno español, por cuya "capitulación" el Inka se comprometía a suspender sus acciones bélicas, a recibir a dos frailes misioneros en Vilcabamba y a ser vasallo del rey español con derecho sucesorio, a cambio de una renta vitalicia y de que su hijo Quispe Titu contrajese matrimonio con su prima la princesa Beatriz, heredera de la rica encomienda del valle de Yucay, paso estratégico de los patriotas del Cuzco hacia la región de Vilcabamba.

Pero poco después esa "paz perpetua" quedó en el papel, sin posibilidad de ponerse en práctica. Mientras Titu Kusi Yupanki ganaba tiempo para preparar una mejor resistencia a los españoles, éstos a su vez efectuaban aprestos de guerra para invadir el reducto de Vilcabamba. El Inka terminó percatándose de ese peligro, por lo que decidió ganarse la confianza del enemigo aceptando hacerse cristiano. Era un recurso extremo, pero lo aceptó en 1568, bautizándose en el pueblo de Rayangalla. Con ello, dejó el cargo de Intip Apun, que pasó a manos de su hermano Thupa Amaru.

MUERTE DE TITU KUSI YUPANKI

La llegada del virrey don Francisco de Toledo al Perú en 1569, habría de resultar funesta para los Inkas. La corte de Vilcabamba, al tomar conocimiento de los planes bélicos del enemigo, se dividió en dos facciones. Mientras unos pocos proponían una paz estratégica para salvar a Vilcabamba de su destrucción total, los más radicales capitanes, entre ellos Qori Paukar y Colla Thupa, propusieron la guerra hasta sus últimas consecuencias, comnprometiéndose a inmolar sus vidas en defensa del último reducto autónomo del Tawantinsuyo.
Se desconoce cuál habría sido la decisión final de Titu Kusi Yupanki, porque entre marzo y junio de 1571 este Inka murió intempestivamente, entre el misterio y la intriga, quizá víctima de los capitanes radicales o según éstos, envenenado por el agustino Diego Ortiz que habría entrado en Vilcabamba con esa misión expresa, ordenada por el virrey Toledo.

THUPA AMARU Y LA DEFENSA
DE VILCABAMBA

Para entonces el virrey se encontraba en la ciudad del Cuzco, dispuesto ya a desconocer la Capitulación de 1566 pues su único propósito respecto a los Inkas de Vilcabamba era aniquilarlos, “a sangre y fuego”.
En el torpe afán de justificar lo que llamaba una "guerra justa", escribió una carta descomedida al Titu Kusi Yupanki, lanzándole un virtual ultimátum: "que si no salía a bien lo sacaría a por la fuerza de las armas".
Pero la carta llegó a Vilcabamba cuando el nuevo Inka era Thupa Amaru, quien al conocer la amenaza del virrey, rompió todo trato con los españoles, cerró las fronteras del Vilcabamba y designó a Wallpa Yupanki capitán general de su pequeño y aguerrido ejército.

THUPA AMARO DESCONOCE
LA “PAZ PERPETUA” DE 1566

El nuevo Inka, asumiendo su responsabilidad histórica y contrariando la política pacifista y conciliadora de Titu Kusi Yupanki, decidió en acuerdo unánime con sus capitanes la defensa del reducto de Vilcabamba, hasta las últimas consecuencias, ofreciendo el sacrificio de sus vidas y sucumbir bajo el signo inexorable de la guerra.
Al tomar esa radical decisión, Thupa Amaru desconoció de hecho la "paz perpetua" de 1566. Y de inmediato ordenó guarnecer los puentes sobre el río Apurímac y el de Chukichaca sobre el actual Urubamba.

GUERRA A "SANGRE Y FUEGO"
CONTRA LOS INKAS

El virrey Toledo, informado de la actitud de Thupa Amaru y poniendo como pretexto la muerte del español Atilano de Anaya, que se atrevió a cruzar el puente de Chukichaca sin licencia del Inka, declaró oficialmente la "guerra a sangre y fuego". Había organizado de antemano el ejército más poderoso de su tiempo, obligando a muchos mestizos y a las etnias colaboracionistas a participar en la ofensiva general sobre el reducto patriota.
Finalizando mayo de 1572, ese poderoso ejército, al mando del teniente general Martín Hurtado de Arbieto, inició la invasión de Vilcabamba, cruzando el puente de Chukichaca, al mismo tiempo que tropas jefaturadas por los capitanes Luis Toledo de Pimentel y Gaspar de Sotelo lo hacían por los puentes de Curampa y Usampi, sobre el río Apurimac.

RESISTENCIA INKA
EN EL VALLE DE VITCOS

La crónica del mercedario Martín de Murúa y versiones de testigos presenciales, relatan patéticamente lo que fue la heroica resistencia patriota en el valle de Vitcos. Primero en el fuerte de Condormarca y después en los pasos de Chukillusca, Quinuaraqay, Turkimayo y Cayaochaca, sitio este último donde se libró la más sangrienta batalla de la guerra.
Fue en ella donde los incaicos, impotentes para contener la potencia de fuego de los españoles, buscaron temerariamente la lucha mano a mano, afrontando temerariamente a pecho descubierto el fuego de los arcabuces.
Los testigos oculares recuerdan que en esa acción murieron heroicamente, entre otros, el capitán Maras Inka y el caudillo cayambe Parinango.
Al cabo, después de varias horas de encarnizado combate, los capitanes Aukailli y Quispe Yupanki superados en número y armamento, no tuvieron otra alternativa que replegarse a los fuertes del valle de Pampakona.

RESISTENCIA INKA EN EL VALLE DE
PAMPAKONA Y FRUSTRADA CELADA
DE WAYNAPUCARA

La ofensiva final contra la ciudad de Vilcabamba, se inició desde Pampakona el 16 de junio de ese año. Pedro Sarmiento de Gamboa, cronista que participó en esa campaña como alférez real del ejército, relata que los Inkas defendieron el valle palmo a palmo, hasta el sangriento encuentro de Anonay (en el actual sitio de Vista Alegre) y que después Thupa Amaru y sus capitanes se parapetaron en el fuerte de Waynapucara, con el intento de sorprender y aniquilar al enemigo en los desfiladeros de la montaña.
Por desgracia para los patriotas, los españoles fueron advertidos de esa celada, logrando tomar las alturas de la montaña desde donde atacaron sorpresivamente al Inka el 22 de ese mes de junio.
El pequeño ejército del Inka intentó contener el avance de los enemigos presentando tenaz resistencia en la antigua fortaleza de Machupucara, distante tres leguas de la ciudad del Vilcabamba. Pero finalmente superado en número y armas, Thupa Amaru tuvo que continuar su repliegue, hasta llegar a a la ciudad de Vilcabamba.
Entre tanto los españoles, tras ocupar la fortaleza de Machupucara, acamparon el día 23 a dos leguas de Vilcabamba, en el pueblo de Markanay.

RETIRADA INKA A LOS PILLKOSUNI

Thupa Amaru, considerando imposible la defensa de sede principal del reducto patriota, tuvo que ordenar dramáticamente su evacuación y el incendio de las residencias y depósitos, siguiendo la táctica de la tierra arrasada.
En el afán de despistar a los españoles y cubrir su retirada a la tierra de los Pillkosuni, el Inka dispersó a sus capitanes y familiares en distintas direcciones. El final de esa estratagema sería por demás trágico.
El capitán Kallupiña, que escapaba con el hijo del Inka, fue interceptado por el enemigo, cuando iba camino a la tierra de los Manaríes. Una crónica detalla que un hijo del Inka, que huía a la tierra de los Pillkusuni por el camino de Pamapakona, fue apresado por el factor Pérez de Fonseca en el valle de Concharco. Thupa Wallpa y Qhapaq Yupanki, hermanos del Inka, junto con otros integrantes de la familia real, cayeron prisioneros en el valle de los Panquises. El príncipe Quispe Titu y su mujer, que estaba “en días de parir", fueron cogidos en las montañas de Ututo. Otros miembros de la familia real en el valle de los Paquies o Panquises, distante catorce leguas de Vilcabamba. En Zapacati cayeron los portadores de los tesoros religiosos incaicos. Y Wallpa Yupanki, que con una pequeña escolta seguía de cerca al Inka, cayó en las montañas de Ututo.

OCUPACIÓN ESPAÑOLA DE LA CIUDAD
DE VILCABAMBA, LA ÚLTIMA CAPITAL
Y BASTIÓN DEL TAWANTINSUYO

En la mañana del 24 de junio, día de San Juan Bautista y de la gran festividad Inka del Inti Raymi o fiesta del Sol, los españoles entraron triunfalmente en Vilcabamba, tomando posesión de la ciudad en nombre del rey de España. No cabe duda que escogieron expresamente esa fecha, por su alto valor simbólico.
Los españoles encontraron la ciudad silente, como un espectro del pasado imperio, con sus cuatrocientas casas abandonadas, las grandes residencias, el templo del Sol y los depósitos incendiados.
Según el testimonio oficial del teniente general Martín Hurtado de Arbieto, correspondió a Pedro Sarmiento de Gamboa, en su calidad de alférez real, clavar "en medio de la plaza una cruz (+), tomando posesión de esta urbe en nombre del rey de España”. Inmediatamente después, Hurtado de Arbieto, siguiendo las instrucciones del virrey Toledo, ofreció dar en matrimonio a la princesa Beatriz, hija de Sayri Thupa, al que prendiese al Inka.

EL PRENDIMIENTO DE THUPA AMARU

Se prosiguió entonces la persecución del Inka, al que seguían aún algunos de sus capitanes y familiares. Finalmente, las tropas del capitán Martín de Loyola fueron las que le dieron alcance, a cincuenta leguas de Vilcabamba. Informantes de crédito consignan que Thupa Amaru fue traicionado por un curaca de los Manaríes, que delató su presencia al enemigo cuando estaba a punto de embarcarse en el río Picha, rumbo a su confluencia con el Urubamba, teniendo en mente refugiarse entre los Pillkosuni. Así pues, no es verdad que Thupa Amaru se rindiese, como llegó a afirmar Garcilaso de la Vega.
En los últimos días de agosto de ese año, el Inka, con profundo dolor, vio por última vez la heroica ciudad que fuera bastión de la postrera resistencia patriota. La auténtica Vilcabamba fue abandonada por los españoles, que detuvieron su marcha el 4 de setiembre, para fundar en Oyara, a la vera del río Vitcos, una ciudad occidental a la que dieron el ostentoso nombre de San Francisco de la Victoria de Vilcabamba, destinándola para capital de una nueva gobernación.
Tres semanas después, el 21 de setiembre, los españoles hicieron su ingreso triunfal en la ciudad del Cuzco, llevando en cadenas a su real prisionero, ante la mirada compungida de los pobladores nativos. Relatan las crónicas que Thupa Amaru caminaba, no con la angustia de un rey vencido, sino con la gallarda altivez del hombre que había cumplido con dignidad y heroismo su destino histórico.
En doloroso cortejo seguían al Inka, la Qoya Guasua Chumpi, sus tiernos hijos, sus hermanos, sus demás familiares y sus capitanes, todos con sus rostros imponentes, aunque taciturnos. Cerraban el séquito los cuerpos embalsamados de Manko Inka Yupanki y Titu Kusi Yupanki, mostrándose como espléndido trofeo el ídolo Punchao, Dios del Día, en cuyo interior se guardaba el polvo de los corazones de los Inkas. Como macabro botín se veía también al ídolo de la Mamapacha o Madre de la Tierra.
El cronista Marúa refiere que a Thupa Amaru se le vio ingresar en la ciudad “con una cadena de oro al pescuezo”, jalado por su captor el capitán Loyola. Y añade que cuando se le conminó a saludar al virrey, que lo observaba desde una ventana, repuso con altivez que él no saludaba un yanakuna, dando a entender que Toledo era sólo un sirviente del rey español.

MUERTE DE THUPA AMARU, EL ULTIMO
INKA DEL TAWANTINSUYO O PERU INKA


El Inka fue encerrado en Qolcampata, que habia sido palacio de Wayna Qhapaq, mientras duró un sumario juicio político. Al cabo, el virrey Toledo, cumpliendo la voluntad del rey, lo condenó a morir decapitado en la plaza del Cuzco, irónicamente en el mismo escenario en el cual los Inkas habían celebrado sus grandes hazañas y glorias militares.
Baltazar de Ocampo, otro testigo presencial, cuenta que Thupa Amaru “marchó al cadalso vestido de terciopelo carmesí, manta y camiseta, llauto y borla o mascapaycha en la frente, cabalgado en una mula cubierta por una gualdrapa de terciopelo negro” y que “subió al tabladillo con serena dignidad, donde paternalmente se despidió después de sus tiernos hijos que subieron al tabladillo”.
Según otros testimonios, el Inka tuvo que calmar el llanto sobrecogedor de la multitud que se congregó a despedirlo: alzó el brazo derecho y con la mano abierta lo llevó a la altura del oído, luego lo bajó lentamente hasta ponerlo en el muslo derecho y como si hubiera sido un símbolo cabalístico, su efecto fue tal que de inmediato se calmó la desgarradora "grita y vocerío" de la multitud.
La ejecución del Inka se llevó a cabo el 23 de setiembre y tuvo los caracteres de toda una apoteosis de dolor y de gloria, para memorable recordación. Fue como la escenificación de una tragedia griega, donde el destino termina por consumir al hombre. Refiere la crónica que una gran multitud de gente acudió a la plaza para ver a su Inka por primera y última vez, participando con sus lamentaciones en la trágica inmolación.
Fue un indio de la nación Cañari el que ofició de verdugo. De un solo tajo cortó la egregia cabeza del Inka ante el llanto y consternación general de la muchedumbre. Luego fue decapitado Wallpa Yupanki, el capitán general o Intip Apun Inka y después fueron ahorcados varios capitanes patriotas, entre ellos el famoso Qori Paukar.
El cuerpo del Inka fue velado en la casa de su hermana Kusi Warkay, viuda de Sayri Thupa y los funerales se hicieron en la catedral del Cuzco, con inusitada solemnidad y con la asistencia del virrey que cínicamente vistió de luto riguroso. Se cuenta que Toledo, como Pizarro en Cajamarca, gimoteó también sobre el cuerpo de su infortunada víctima.

EL ENTIERRO Y LA TUMBA
DE THUPA AMARU INKA

Refiere Gabriel de Oviedo que terminadas las honras fúnebres, el cuerpo de Thupa Amaru fue entregado a los religiosos dominicos, para que en cumplimiento de la última voluntad del Inka, fuese enterrado en el templo del convento de Santo Domingo, que fuera construido sobre los muros del templo del Sol o Qorikancha. Allí había sido sepultado poco antes su hermano Sayri Thupa.
Baltazar de Ocampo anota que la cabeza del Inka, expuesta prolongadamente en una alcayata “para escarnio público”, en vez de descomponerse con los días se fue poniendo más hermosa y perfumada, provocando que la población nativa se prosternase ante ella. El virrey no tuvo entonces otra salida que poner fin a esa exhibición y homenaje, ordenando que la cabeza fuera puesta junto al cuerpo.
Según varios testimonios confiables, el Inka fue enterrado en la "capilla mayor de la iglesia del convento de Santo Domingo". Hasta se precisa el sitio exacto: "entrando por el lado de la Epístola a mano derecha", en la bóveda que había sido construida por la princesa Kusi Warkay, viuda del príncipe Sayri Thupa.
Sobre qué fue de estos restos, existe una historia muy interesante, algo incierta y poco conocida, de los tiempos de la revolución del segundo Thupa Amaru.
Una relación fechada el 20 de mayo de 1780, señala que don Vicente José García Betancur entró a esa bóveda para identificar el cuerpo del Thupa Amaru Inka, de quyien se decía descendiente. En esa visita se presentó acompañado del "R.P. Vicario, un capitán, fray Andrés Aragón y otros religiosos de dicho convento, de fray Tomás de la Orden de N.P. San Juan de Dios, del capitán Francisco de la Serna y Larrauri Regidor perpetuo de la ciudad y de don Caetano Echegaray y Garramuno"
En esa relación Betancur dejó consignadas las siguientes líneas: "Hallamos un cadáver en un ataúd tendido, de estatura gigantesca con los brazos tendidos a las rodillas, el vestido anaranjado y zapatos gordos de ocico con tacones altos y la cabeza separada de su cuerpo aunque arrimada a él, abierta la boca, contados los dientes y muelas de arriba, íntegros, el paladar fresco y la quijada debajo entera, que se separó por nosotros, por lo que y ser bóveda de los yngas según el número de este libro, se cree es del ynga don Felipe Túpac Amaro este cadáver y da margen a ello, estar con un unco negro de los que usan los indios todavía, pues, aunque en medio tiene cal a los dos lados están sin ella y también, estar junto a él dos ollas con las tripas que se ven todas achicharradas. Los muslos estaban enteros y los brazos, pero al tocarlos se destruían con los vestidos".
El mismo Betancur dice que los religiosos “aseguraron que no recordaban que esta bóveda hubiera sido abierta en su tiempo", y que tampoco tenían noticias de su existencia, y añade que en dicha bóveda se vieron también "varios cadáveres de mujeres con el pelo en la cabeza y zapatos enteros negros picados a lo antiguo".
Esa sumaria descripción no resultó del todo convincente para los testigos de vista, que cautelosamente concluyeron por decir solamente que se creía que ese cuerpo era del Inka Thupa Amaru, por el color del vestido, la cabeza separada del cuerpo y las dos ollas con las vísceras del difunto.
¿Ese cadáver, cuyas características aparecen claramente indicadas, corresponde realmente al de Thupa Amaru? Aquí surge la duda histórica, porque ningún testigo presencial de su ejecución y de su enterramiento hizo alusión a un físico extraordinario en el Inka. De haber tenido la "estatura gigantesca" citada para el cadáver hallado por Betancur, habría llamado la atención de sus contemporáneos y el detalle hubiese sido consignado. De otro lado, los testigos de 1780 no podían confirmar si la cabeza "arrimada" al cuerpo había sido cercenada, aunque constataron que correspondía a un hombre joven. Pero resulta del todo desconcertante la presencia de las dos ollas con las vísceras del muerto, ritual funerario Inka, exclusivamente, que no se concilia con el rito cristiano de los entierros.
Queda por verificar la autenticidad de la relación de don Vicente José García, en cuya causa contra José Gabriel Thupa Amaru aparecen muchos documentos apócrifos. De nuestra parte, por ésas y otras dudas razonables, suspendimos en 1990 el proyecto que teníamos con el fallecido R.P. dominico Aymón de la Cruz de exhumar los cuerpos enterrados en la llamada "bóveda de los yngas".
Es preciso ampliar la investigación, pues tampoco se puede descartar del todo la presumible existencia de algún documento que mencione una “estatura gigantesca” del Inka, aunque en un dibujo de Guaman Poma de Ayala y en la crónica del mercedario Martín de Murúa, aparece con una talla menor que la de su captor el capitán Martín de Loyola.
De lo que no tenemos duda, es que el Inka Thupa Amaru está enterrado en el templo del convento de Santo Domingo. Documentos publicados por el R.P. Ambrosio Morales, parecen indicar que están en una bóveda que. según el indicado R.P. Aymón de la Cruz, no fue abierta durante la restauración de la iglesia, luego de que fuera afectada por un gran terremoto. Los padres dominicos, celosos del patrimonio histórico que preservan, se opusieron en esa ocasión a la apertura de dicha bóveda, hasta tanto no se hiciesen mayores y más prolijas investigaciones. Pero todos están persuadidos de que esa enigmática cripta del templo de Santo Domingo está ligada con el entierro de los Inkas y sus familias.
Hemos procurado descubrir documentos que esclarezcan el caso, pero no hemos encontrado hasta la fecha nuevos y suficientes elementos de juicio para establecer la cabal identidad del cuerpo de Thupa Amaru Inka, ni de los de Sayri Thupa y doña María Kusi Warkay.
Tampoco se ha podido hallar aún documentos que hablen sobre los familiares de los Inkas enterrados en esa cripta real y no sabemos a ciencia cierta si, atendiendo su voluntad testamentaria, se trasladó a esa bóveda el cadáver de doña Beatriz, la viuda del capitán Loyola, fallecida en la ciudad de Lima el año 1600.
Asimismo, buscamos mayores informaciones para solicitar la exhumación del cuerpo de Paullu Inka, enterrado en la iglesia de San Cristóbal del Cusco. Nuestro objetivo es en todo caso, ampliar el conocimiento que hoy tenemos sobre el ritual del entierro de los llamados “Inkas cristianos”.

DESCENDENCIA DE THUPA AMARU INKA

Según varios testimonios, Thupa Amaru dejó tres hijas: “Juana Pillcoguaco, Magdalena Mamaguaco e Isabel ..., un hijo varón cuyo nombre se desconoce y otro póstumo llamado simplemente don Martín...”.
La historia de doña Magdalena fue azarosa. Según la probanza que mandó hacer en el Cuzco, el 17 de setiembre de 1617 y en enero de 1618, nació en Vilcabamba probablemente en 1568 ó 1569 y fue "hija legítima" de Thupa Amaru Inka, habida en la Qoya Pillcoguaco, hija de Inquil Thupa del linaje de Yawar Waqa Inka. En esta misma probanza, consigna que siendo niña aún, fue traída prisionera con su padre a la ciudad del Cuzco, en setiembre de 1572 y que después fue subida al cadalso para despedirse de su padre el Inka ante el llanto popular.
Dicho documento consigna también que, por disposición del virrey Toledo, doña Magdalena Pillcoguaco fue entregada en custodia a doña Teresa de Vargas, viuda del capitán Tomás Vásquez, con quien se crió y después con doña Inés de Vargas, mujer de don Pedro Costilla de Noceda, vecino y regidor del Cuzco, hasta que a pedido de su tía doña María Kusi Warkay y con autorización del obispo Sebastián de Lantaún, se fue a vivir con ella como hija de Thupa Amaru.
Aunque se desconocen los detalles de su adolescencia, sabemos que de su relación con don Felipe Manari -un hijodalgo vizcaíno- tuvo una hija natural, que se llamó María Manari Ñusta Oqllo, la misma que años después tuvo una hija natural de don Nicolás Pinelo, un caballero de notoria posición, tesorero de la hacienda real. Por una información fechada el 9 de marzo de 1618, se conoce que doña Magdalena Mamaguaco y María Manari Ñusta Oqllo, hicieron solemne "donación, renunciación, cesión y traspaso" de sus derechos en favor de su nieta e hija, Feliciana Pinelo, entre ellos todos los beneficios que les correspondía como descendientes de Thupa Amaru Inka.
Después de esta donación, doña Magdalena Mamaguaco se resignó a una modesta existencia, que debió sobrellevar con austera dignidad y respeto de sus parientes de los otros linajes incas del Cuzco.
Respecto a Doña Juana Pillcoguaco, conducida también prisionera con su padre Thupa Amaru al Cuzco, fue criada y alimentada por doña Teresa Ordoñes u Orgoñez y a la muerte de ésta fue a vivir con su hija doña Feliciana de Silva, casada en segundas nupcias con Manuel Criado de Castilla, corregidor de la provincia de Canas y Canchis.
Según el testimonio de Tristán de Silva, doña Juana se casó en esa provincia con don Diego Felipe Condorcanki, hombre de "noble estirpe". Pero históricamente se constata que en este tiempo, un Diego Felipe Condorcanki, personaje de la misma provincia, estaba casado con doña María Coayrotari, padres nada menos que del cronista collagua Joan Santa Cruz Pachacuti Yamki Salqamaywa. Sin entrar en otros detalles sobre este punto, dejamos esta incógnita a los historiadores que investigan la genealogía de José Gabriel Condorcanqui Thupa Amaru, inmolado heroicamente en 1781.
De doña Isabel, cuyo nombre nativo se desconoce, solamente se sabe que en 1572 fue desterrada a Lima por el virrey Toledo y que fue criada por el arzobispo Jerónimo de Loayza, muriendo a los diez años de edad, conforme consignan varios testimonios coatáneos.
Mayores dudas existen sobre la suerte de los dos hijos del Inka. Del primero, cuyo nombre se ignora, se sabe escasamente que a mediados de 1572 fue apresado por el factor Pérez de Fonseca, a cuarenta leguas de Vilcabamba, en el valle de Concharco, tierra de los Manaríes cuando huía a los Pillkusuni bajo la protección del capitán Callupiña. El cronista Garcilaso de la Vega refiere que el infortunado niñó fue después desterrado a la ciudad de Lima, donde se dice que murió dentro de los dos años siguientes.
Finalmente, del hijo póstumo del Inka, llamado Martín, se sabe por versión del dominico fray Gabriel de Oviedo, que el virrey Toledo lo desterró a la ciudad de Lima, cuando tenía recién "tres meses de nacido", con cuatro o cinco niños hijos de los Inkas de Vilcabamba. Por una información que cordialmente nos ofreció el gran peruanista John H. Rowe, vinimos a conocer que la madre de Martín, habría sido doña Guasua Chumpi, que resultaría ser la Qoya apresada con Thupa Amaru Inka en el río Picha.
De esa manera y trágicamente terminaría la sucesión masculina de los Inkas. Fuera de las especulaciones sobre la presunta existencia de otro hijo de Thupa Amaru, sostenida por sus pretensos descendientes, como don José Vicente García Betancour y otros, hasta que haya nuevos elementos de juicio nos ceñimos, como hasta ahora, a documentos confiables que hemos tenido la oportunidad de confrontar.
Es importante advertir que los datos expuestos sobre la descendencia del Inka, son solamente una parte de la copiosa documentación existente en los repositorios de los archivos españoles y peruanos, donde se puede rastrear la huella genealógica de los antiguos Inkas y rehacer la ascendencia de los Inkas modernos del Cuzco, algunos de los cuales he conocido en la parroquia de San Blas, en el pueblo de San Jerónimo y en San Sebastián. Asimismo, existe valiosa información sobre la descendencia Inka en los libros parroquiales: de nacimientos, matrimonios y de defunciones y particularmente en los archivos notariales del Cuzco. Como de la misma manera será interesante, investigar en los archivos parroquiales de Lima las defunciones y tumbas de los hijos de Thupa Amaru, que murieron en esta ciudad, de Quispi Tito -hijo de Titu Kusi Yupanki en la Qoya Chimpu Sisa- y de doña Beatriz, hija de Sayri Thupa y viuda de don Martín García de Loyola, que murió en Lima en 1600 y que está enterrada en la capilla mayor del monasterio de Santo Domingo, lugar que sus albaceas escogieron "según su calidad".
Como corolario de esta nota histórica diremos que la vida y muerte de Thupa Amaru, unida inseparablemente a la historia épica del Perú, prueba a la vez y definitivamente, que el imperio Inka no acabó en el tambo de Cajamarca como falsamente aún se sostiene en los textos escolares peruanos, sino que el Tawantinsuyo cayó abatido recién al cabo de cuarenta años de heroica resistencia, con la ocupación de la ciudad de Vilcabamba y la decapitación de Thupa Amaru en 1572, tragedia por la que el Perú Inka, históricamente, perdió su soberanía política, que habría de recuperar después de casi tres centurias y cuatro grandes intentos, en 1824, con apoyo de aliados extranjeros.

NOTA FINAL: Entre los peruanistas que tratan sobre este tema polémico -aunque con distintos puntos de vista- destacan los historiadores Manuel Ballesteros-Gaibrois, John Hemmig, John Rowe, Nathan Wachtel, Luis Andrade Reimiers, Piere Duviols entre otros y últimamente, los peruanos Luis Guzmán Palomino, con su trabajo “Los Incas: Hurin contra Hanan y Guerra de Panakas” y Manuel Portal Cabellos en su estudio "Oro y tragedia de los incas", aparte de las valiosas investigaciones de Waldemar Espinosa Soriano y José Antonio del Busto.


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Historia épica de cómo los Incas lucharon en defensa de la soberanía del Perú o Tawantinsuyo de 1536 a 1572
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