En el cerro Casar, en dirección a Utrera, se encuentran los
restos de la ciudad celtíbera de Salpensa, más tarde municipio romano
que llegó incluso a acuñar moneda propia.
Por las inmediaciones de lo que hoy es el casco urbano de El
Coronil se supone que estuvo también la ciudad de Callet o Calla, de los
túrdulos en opinión del historiador Ceán.
Al parecer, debido a la mala relación entre las poblaciones
Salpensa y Callet, éstos últimos construyen una atalaya de vigilancia
para controlar a los salpensanos en época celtíbera. Dicha atalaya -a
pesar de que hay constancia de que han habido asentamientos en la zona
durante el calcolítico, edad del bronce, bronce final y protohistoria-
es la primera construcción que se erige en el cerro originario de la
actual Villa. Dicha atalaya será aprovechada por los romanos y
musulmanes para posibles pequeños núcleos urbanos o fortificaciones.
Será después la reconquista de la zona, el día 25 de abril de
1381, cuando el rey Juan I de Castilla firme una Carta Puebla en favor
del Adelantado de Andalucía -y dueño de estas tierras- Don Ruy Pérez de
Esquivel para que repoblase "el cortijo del Coronil" con 15 vecinos.
Así, se reconstruye o acondiciona lo que hoy es el
Castillo de la Villa para albergar en él las 15 familias.
En 1419 la Villa pasa a ser propiedad de la casa de los Ribera en
la persona de Per Afán de Ribera, que a su vez poseía las tierras de
las Aguzaderas, uniéndose más tarde estos dos donadíos para formar
únicamente el de El Coronil.
El siglo XVI supondrá para el pueblo un período de auge y
prosperidad al desaparecer la cercana amenaza del reino de los árabes y
al haber recibido las personas que se establecieron en El Coronil,
durante el tiempo de amenaza, tierras y privilegios sobre los impuestos
como premio de los Señores al colaborar su asentamiento a la
cristianización de la zona y evitar que se considerara una tierra de
nadie, contribuyendo de esta forma al fin de la reconquista.
Se comenzó a incrementar notablemente la cantidad de tierras
destinadas a cultivos, principalmente trigo, cebada y olivos, que
favorecidos por la innegable fertilidad de las tierras, hicieron que se
diera permiso para la celebración de dos ferias anuales. El Coronil se
estaba convirtiendo en un sitio muy próspero, pasando de censar 32
familias en 1500 a 100 tan solo 50 años después.
Pero el siglo XVII, con sus sequías, inundaciones, epidemias,
escasa gestión del Concejo, etc. va
a ser un freno importante a la inercia que estaba consiguiendo la
población. Se puede hablar como de excepción, el que apenas afectasen
las distintas epidemias que asolaron la práctica totalidad del sur de
España gracias a las medidas tomadas por el Concejo municipal de tapiar
las calles que daban al campo y estricto control de la entrada y salida
de personas y mercancía al pueblo. Otro factor que según los
contemporáneos influyó a evitar las pestes fue la intercesión de
San Roque, cuya devoción aumentó de forma muy notable, haciéndose unos
panecillos con su nombre que eran llevados a los pueblos de los
alrededores por su milagrosidad.
San Roque, tras muchas trabas, se
estableció como Patrón de El Coronil en agradecimiento.
En la segunda mitad de este siglo XVII, más benévola, y gracias
a la fertilidad y potencial de las tierras de siembra, El Coronil va a
crecer y enriquecerse considerablemente, al igual que durante todo el
siglo XVIII.
En el siglo XIX hay que hablar de los conflictos que hubieron
entre los duquistas y terreros, los primeros defendiendo la propiedad
establecida sobre las tierras, y los segundos, reclamando para el
concejo los baldíos,
comunales y fincas que se habían apropiado los Duques paulatinamente. En
las negociaciones
participaron activamente los curas Noriega y Zambrano. El proceso acabará con las
Desamortizaciones, que hacen cambiar de propietario las tierras, pasando
la mayoría de ellas a sus arrendatarios tradicionales.
Ya finalizados los problemas por la propiedad de las tierras, El
Coronil seguirá con su auge demográfico, de extensión del casco urbano,
económico e industrial en el sigo XX. Durante la primera mitad del siglo
habrá, acompañada de un ascenso de la natalidad, una importante
inmigración debido a la fuerza económica del pueblo y su influencia en
la zona. Se llegó a contar con unos 9600 habitantes en 1950, si bien
esta cifra irá decreciendo desde entonces al mismo ritmo con el que
había ido subiendo, entre otras causas por el cese de la siembra de
pipa
blanca, que tanto había beneficiado a la economía local a corto
plazo. En la segunda mitad
del siglo se mejoran las infraestructuras y servicios del casco
urbano como en la mayoría de pueblos andaluces y españoles durante
el periodo franquista, la transición y democracia. Ya a finales del XX
se crean nuevas urbanizaciones de viviendas sociales, solucionando el
problema de determinadas zonas de la localidad en las que vivían
familias muy numerosas en condiciones inadecuadas y las procedentes de
la inmigración de los 40. Hoy El Coronil tiene una población
aproximada de 5000 habitantes y cuenta como principal proyecto de
desarrollo, con la creación de un Polígono Industrial que se prevé
prometedor por la estratégica situación geográfica del pueblo y nuevas
urbanizaciones principalmente de iniciativa privada.