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Beisbol y Medicina

FORMANDO A UN DEPORTISTA  
(3ra parte serie)

Por Braulio Arteaga

Un buen entrenador debe comprender las necesidades y los sentimientos de sus jugadores, muchas veces él proporciona al niño su primera experiencia frente al deporte. Y es importante que esa experiencia sea positiva porque de esto depende que el niño continúe practicando y disfrutando de los beneficios del béisbol. El deporte, cualquiera que sea su especialidad, ayuda a forjar la personalidad de un joven para toda su vida. 

Lamentablemente, hoy la cultura americana de los deportes se ha convertido en un negocio para hacer dinero. Se ha perdido el romanticismo y tal vez la mística de años atrás. La actitud competitiva y de mucha tensión lleva al deportista profesional a ganar a todo costo, y esto crea en los niños un ambiente poco saludable. Ejemplos malsanos tenemos en el consumo de drogas prohibidas, el atleta profesional debe convertirse en un buen ejemplo para la sociedad, es importante recordar que la actitud de éstos profesionales y su comportamiento va a incidir directamente en millones de jóvenes.

Los padres deben tener un papel activo ayudando al niño a desarrollar la honradez en el deporte, deben darle apoyo emocional, deben asistir a los juegos, formarse una imagen real de las expectativas de su muchacho, deben estimular el diálogo para que el joven cuente sus experiencias con el entrenador y con los otros miembros del equipo, deben ayudar a su hijo a que aprenda a manejar las decepciones, enseñarle a aprender a ganar y a perder. No dejarle toda la responsabilidad al entrenador. 

El niño debe aprender que el comportamiento irrespetuoso no es aceptable, debe aprender que tener éxito no es lo mismo que ganar y que fracasar no es lo mismo que perder.

El representante está obligado a analizar el comportamiento y la actitud del entrenador, ya sea para darle apoyo o para recriminarle.

Como en la mayoría de los aspectos de la crianza, el participar activamente y dialogar con sus hijos sobre sus vidas es muy importante. Estar orgullosos de sus logros, compartir cuando ganan o cuando pierden, hablar con ellos acerca de lo que ha sucedido, ayuda a los niños a desarrollar destrezas y desarrollar la capacidad para lograr éxitos en un futuro. Las lecciones aprendidas por los niños mientras participan en los deportes darán forma a los valores y al comportamiento en su vida adulta.

Por estos años en América latina hay muchas escuelas de béisbol para niños que tienen como objetivo ayudarlos a desarrollar destrezas físicas, a hacer ejercicios, a socializarse, a divertirse sanamente, a aprender a jugar formando parte de un equipo, a aprender a jugar limpiamente y a lograr mejorar la autoestima de dichos jóvenes. La posibilidad de muchos de estos jóvenes es sin embargo obstruida por fracasos en la organización de eventos deportivos, en la mala canalización del dinero aportado a las asociaciones, mala administración por parte de estas o por ausencia total de financiamiento. Pero el problema más grave es que un alto porcentaje de esos niños no tienen un padre que los guíe, ni siquiera un padre que los alimente y represente. Son niños que por suerte ellos mismos se acercan al deporte.

Con este artículo finalizamos una serie de tres, que le dedicamos a niños, entrenadores y representantes que se preocupan por el béisbol y quienes están conscientes que con el deporte se logra un cuerpo sano con una mente sana.

Hablando con algunos entrenadores de equipos de béisbol menor apreciamos que en común tenían las siguientes características: Planificación de practicas en un horario fijo, preferiblemente entre 7 a 10 am y entre 4 a 6 pm. Inculcar disciplina para que los jugadores sean puntuales. Recordarle a los representantes que cuando inscriben al niño participen ellos también, y no lo dejen abandonado a la disposición del entrenador, éste tiene muchos jóvenes que atender, todos con personalidades diferentes.

Cuando un niño se uniforma por primera vez y salta al terreno de juego es comparable a cuando realizamos la primera comunión, esto no lo vamos a olvidar jamás por el resto de nuestras vidas.

Permítanme relatarles mi experiencia personal. Por los años sesenta en Caracas, no existían tantos equipos o escuelas de béisbol como hoy en día. Los niños que formaban parte de alguno de esos pocos equipos eran considerados como algo excepcional, porque habían logrado eso luego de haber sido seleccionados entre miles. A mi me invitaron a una practica de selección con uno de esos clubes, no dormí bien esa semana esperando el famoso día de práctica donde debía mostrar mis cualidades beisbolístìcas. Grande fue la frustración cuando al llegar al campo de entrenamiento conseguí a miles de muchachitos que tenían las mismas intenciones que yo.

El terreno lo convirtieron en cinco mini estadios, en cada uno de los cuales enfrentaban a dos equipos, me toco jugar como a las cinco de la tarde, jugué un inning, me colocaron en primera base donde realicé dos intervenciones, fui al bate en una oportunidad y me poncharon. Cuando los entrenadores seleccionaron a veinte chicos donde no figuraba yo, partí hacia mi casa con el ánimo por el suelo, así comenzó mi peregrinar por varios campos de béisbol infantil hasta que seis meses después logré quedar en uno de esos equipos. El día que me entregaron el uniforme fue inolvidable, lo veía, lo tocaba, lo olía, me lo medí como seis veces, y poco faltó para que lo utilizara de pijama. En fin algo tan inolvidable que quizás en alguna ocasión escriba sobre eso.

Braulio Arteaga

Médico
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