NORBERTO BOBBIO FILÓSOFO "Cada
vez sabemos menos" El filósofo italiano Norberto Bobbio (Turín, 1909), uno de los grandes pensadores de este siglo, sigue defendiendo el individualismo frente al Estado. A sus noventa años hace un repaso por este siglo que, en su opinión, se ha caractizado por la violencia. Sin embargo, para el pensador italiano, la constitución de los tribunales por crímenes de guerra ha sido un enorme paso para la protección del individuo, pero de un modo totalmente independiente del Estado al que pertenezca. Bobbio se define como militante de la razón y afirma que, pese a que el hombre moderno ha asimilado millones de hechos de los que los antiguos no tenían conocimiento, el mundo de hoy nos resulta cada vez más incomprensible, menos transparente.
OTTO
KALLSCHEUER arbitrariedades,
en el oscurecimiento de la claridad interior, en cuyo
lugar amenaza de nuevo el mito".
Respuesta.
¡Dios mío! ¡Qué estilo más ampuloso! Este
texto fue escrito por usted en 1943 como crítica a la jerga de la
antonomasia en Heidegger y Jaspers. Al final abogaba usted por un
"nuevo personalismo" como alternativa al existencialismo
"apolítico". Bueno,
entonces, cuando ya había comenzado la lucha de liberación antifascista,
el tema de los humanos se presentaba dramáticamente a favor del orden
neofascista. La situación actual es completamente distinta, aunque exista
un peligro de que vuelva a plantearse. El final de nuestro siglo, un siglo
en cuya primera mitad hemos vivido tanta violencia, guerra y destrucción,
indica un nuevo giro hacia la violencia desde el final de la guerra fría,
y no sólo en conflictos internacionales. También, dentro de nuestras
sociedades, asistimos a un aumento insospechado de la violencia. ¿Qué
opina de los análisis que entienden el aumento de la criminalidad y la
intolerancia como el resultado del individualismo en avance permanente? La
disolución de los lazos tradicionales destruye el "sentido
comunitario" y la confianza social interna...
No,
en contra de los comunitaristas, me mantengo en la interpretación
individualista según la cual la democracia liberal se apoya en la
prevalencia del individuo. El único avance real que puedo observar en
todo este siglo, el reconocimiento universal de los derechos humanos, se
refiere a los derechos del individuo, no como parte de esta o aquella
sociedad o ciudadano de aquel u otro Estado. ¿Y
qué dice usted respecto a la demanda de derechos culturales o religiosos
para determinadas sociedades?
Es
que pertenecemos simultáneamente a comunidades totalmente distintas. A
veces, la comunidad religiosa y la étnica coinciden, pero a menudo esto
no ocurre así, y uno pertenece a una comunidad religiosa que no coincide
con la religión de su pueblo, o al contrario. Y se vuelve a hablar de la
defensa de los derechos de los pueblos. Pero ¿existe un pueblo como tal
cuya existencia frente a los individuos sea prioritaria? El pueblo es una
abstracción a la que sólo se puede enfrentar el individuo como ente
individual. El núcleo de las convicciones, esperanzas e ideales comunes
que acertadamente se han dado en denominar religión de los ciudadanos o
"religión civil de la humanidad" radica en que finalmente se
reconocerá al individuo como tal portador de los derechos fundamentales. He
desarrollado mis conceptos en los años treinta y cuarenta. En aquella época,
por un lado estaba la persona, el individuo, y en el otro, la masa, o como
se decía: el Estado de masas, lo statomassa.
Y sé exactamente de qué se trata; sólo tengo que pensar en la situación
que se producía cuando participábamos en las multitudinarias marchas de
masas. Por ejemplo, la de Roma, cuando el Ducce [Mussolini] se dirigió a
la masa desde el balcón del Palazzo Venezia. La masa impetuosa que le
aclamaba gritando "¡sí!" o "¡no, nunca!", ¡eso era
la masa! ¿Qué hubiera ocurrido si uno sólo se hubiera atrevido a
contradecir a la masa? No hubiera podido siquiera hacer oír su voz. El
valor que hace frente al Estado, que quiere serlo todo, es el individuo. Y
el derecho irrenunciable del individuo frente a cualquier tipo de
multitud, masa o comunidad pertenece, desde el final del fascismo, a mis
categorías éticas y políticas fundamentales. En
su libro La edad de los derechos
humanos hace suyo el pensamiento de un jus
cosmopoliticum, el derecho cosmopolita de Kant.
Exacto.
Con la constitución de los tribunales por crímenes de guerra, los
derechos humanos son reconocidos por primera vez en la historia en el
sentido de jus causae: como
derecho para la apertura de un proceso, para la protección de un
individuo, pero de modo totalmente independiente del Estado al que
pertenezca. Así pues, por primera vez, estos derechos se consideran
derechos de vigencia universal, por lo que incluso prevalecen ante el
Estado. Ésta es, con certeza, sólo una posible tendencia de evolución
de las relaciones jurídicas internacionales; no obstante, veo en ella el
único avance posible. Usted
ha destacado repetidas veces el nuevo hecho histórico: el que, por
primera vez desde hace dos o tres siglos, todas las confesiones cristianas
están de acuerdo con el pensamiento laico en lo relativo a derechos
humanos. Incluso la Iglesia católica.
El
papa Juan Pablo II ha invocado la libertad de religión en su viaje a la
India en el mes de noviembre como derecho básico de todas las personas,
sin importar el territorio en el que vivan o el Estado al que pertenezcan.
En este sentido, se puede denominar a los derechos humanos como la religión
de los ciudadanos de la humanidad. Naturalmente,
esta nueva coincidencia entre el personalismo universal y el cristiano sólo
llega a un determinado punto. Sólo recuerdo la cuestión del aborto.
Incluso
cuando los derechos humanos se aceptan por la jerarquía eclesiástica
después de un largo periodo histórico de desconfianza eclesiástica
persiste una diferencia en cuanto a prioridades: para el pensamiento de la
Ilustración, sin duda el primero de los derechos humanos era la
libertad... ...
Según Kant, en primer lugar, la libertad "de hacer uso público de
su razón en todo momento".
...
Mientras que, sin duda, para la jerarquía cristiana, en primer lugar se
encuentra la defensa de la vida, "regalo de Dios", y ello también
se refiere a la vida no nacida.
En
una polémica en Alemania alrededor del filósofo Peter Sloterdijk, que
quería provocar tanto al humanismo ilustrado como el pensamiento católico
del derecho natural con el tema de las futuras "antropotécnicas"
genéticas, la izquierda ilustrada se encontró también del lado del
cristianismo en un enfrentamiento contra ideas neoheidnischianas de la
experimentación humana. ¿La tradición monoteísta pertenece al código
genético de la Ilustración? ¿Podemos
avanzar hasta el punto de transformar completamente al hombre, clonar a
los hombres del futuro o programarlos? Se trata de un tema antiquísimo de
utopía. Ya en el Estado del Sol
, de Tommaso Campanella, se establece con precisión cuándo se pueden
aparear hombres y mujeres, y quién se puede aparear con quién, según
las peculiaridades del organismo de cada uno. ¿Existe,
pues, un concepto de la norma humana autoimpuesta en la religión civil de
la Ilustración? El papa Juan Pablo II ha afirmado que el nihilismo
antihumano está anclado en el "drama de la separación entre
creencia y razón" de la edad moderna.
Si
me pregunta por criterios en razón de los cuales podamos decidir en qué
punto tenemos que parar la investigación científica y cuándo debemos
continuar, no tengo ninguna respuesta. En lo que se refiere a la encíclica
Fides et ratio , el Papa se
muestra preocupado por las filosofías del racionalismo, pero curiosamente
no le inquieta el verdadero oponente, ¡el avance tecnológico! Si hemos
de preocuparnos por el futuro de la humanidad debemos ocuparnos del
conocimiento científico, no de las filosofías. Éstas son absolutamente
irrelevantes. El que aquí se defienda una "débil corriente de
pensamiento" de acuerdo con Heidegger o allí otra con tendencias
nietzscheanas, no me preocupa. Siempre han existido esas disputas filosóficas;
sólo tiene usted que recordar la gran lucha entre empiristas y
racionalistas. ¡Lo que hoy pudiera representar un peligro para la
humanidad es la evolución científica y tecnológica! En primer lugar, ya
hace tiempo que ha superado todos los límites, su velocidad no tiene
freno. En segundo lugar, es imparable. Ya no hay columnas de Hércules más
allá de las cuales tuvo que naufragar la curiosa Odisea. Y en tercer
lugar, el avance científico-tecnológico es irreversible. No hay marcha
atrás: ¡una vez que se ha inventado la bomba atómica, no se puede
ignorar este invento! ¡Una vez que se ha descubierto el código genético
del hombre, ya no se puede echar marcha atrás en el conocimiento! ¡Y
todo ello da miedo! ¿Qué puede decir la Iglesia a todas estas
innovaciones? La secularización de nuestra imagen universal descansa
sobre la evolución científica. La Ilustración irreversible no comienza
con Kant, sino con Galileo, y no tiene nada que ver con la filosofía o
con la teología, sino con la evolución científica. La lucha de Roma con
Lutero y Calvino se prolonga durante siglos, pero a Galileo hasta el Papa
tuvo que darle la razón. ...
Por mucho que últimamente se haya llegado a un compromiso entre católicos
y luteranos en lo relacionado con la doctrina de la exculpación. ...
Claro: si son las obras, o únicamente la fe, las que proporcionan al
hombre la salvación eterna. ¡Cómo es posible que el mundo se rompiera
la cabeza durante siglos por la exclusividad de la gracia divina! Muchos
teólogos protestantes bautizaron este compromiso como "rebajas en
Roma".
En
tales casos, siempre hay que volver a Voltaire. Cuántas veces ridiculizó
estas batallas en las cuales un cristiano quiere que los sacerdotes se
vistan de rojo y otro sólo admite sotanas negras. Voltaire, el ilustrado
por excelencia, deja claro que la gran mayoría de estas confrontaciones
dogmáticas giran en torno a cuestiones sin importancia. Sin embargo,
cuando la religión interviene en conflictos políticos y las partes se
atienen "al dogma", el libro sagrado, la publicación divina,
aparece de inmediato el problema de la violencia: en Argelia, los fanáticos
de la religión asesinan de la manera más repugnante a cientos de
personas. Por ese motivo opino que el dicho de las personas religiosas
"si no hay Dios, todo está permitido" debería formularse al
contrario: sólo si hay Dios, todo está permitido. Si hay Dios, y Dios es
todopoderoso, Él lo puede todo, y creo en Él y le obedezco, todo será
factible: si hay Dios, ¡a Abraham se le permite matar a su hijo! ¡Cuántos
crímenes se han cometido en nombre de Dios a lo largo de la historia de
la humanidad: Dios lo quiere! "Deus
lo vult", gritaban los cruzados... Ése
es el lado opuesto del nihilismo; si Dios existe y yo estoy del lado de
Dios, toda crueldad es posible. Incluso
usted, que es un ilustrado reconocido, habla de "una religiosidad sin
Dios". Yo,
que nunca me he sentido más mortal que en este momento -por decirlo así,
ya estoy muerto-, siempre he tenido un concepto de mí mismo como
militante de la razón, no como hombre de creencia. Pero precisamente como
hombre de la razón conozco los límites de ésta, que sólo puede
aclararnos una mínima parte de la oscuridad que nos rodea. La isla de la
razón,
de Kant, encerrada en un "vasto y tormentoso océano"... ...
Una isla rodeada de misterio. Sé que estamos rodeados de misterio. A eso
es a lo que yo llamo el sentido religioso del hombre, la sensación de que
estamos rodeados por un misterio impenetrable. Hoy día tenemos el apoyo
de las ciencias para comprender el sistema solar y las galaxias: hemos
asimilado miles, millones de hechos de los que los antiguos no tenían
conocimiento. No obstante, el mundo nos resulta cada vez más
incomprensible, menos transparente. Cuanto más sabemos, más conscientes
somos de nuestra ignorancia. Toda la historia de la ciencia se compone, al
fin y al cabo, de tímidas hipótesis. Por ello hablo del sentido
religioso del hombre: de una postura religiosa frente a lo inabarcable, lo
indescifrable, de lo infinito. Aunque no sea posible transformar este
sentido en una doctrina, un catecismo, un sistema. El
problema no radica en las hipótesis que, como dice Popper, se pueden
"dejar morir". Otra cosa es cuando se ha llegado a la fisión
nuclear, a la "antropotécnica". El sentido religioso del
misterio del que usted habla, ¿no podría constituir la inhibición
necesaria al avance tecnológico? No,
dudo de que el remedio se halle imprescindiblemente en la fe religiosa. Al
fin y al cabo, no existe una sola religión, sino cientos de ellas, y hoy
día el fanatismo interreligioso, el terrorismo contra los seguidores de
otras corrientes religiosas, vuelve a tomar dimensiones amenazadoras en
todo el mundo. Deje que lea una cita del libro que más me ha impresionado
este año pasado, Errata en el
balance de la vida, de George Steiners. Dice: "La respuesta a la
pregunta que se plantea ante la tortura y linchamiento de un niño
malnutrido en Auschwitz: ¿dónde estaba Dios? Dios es este niño",
es un ejemplo más o menos desagradable del pathos
antropomórfico. Exigimos un testigo de nuestra pequeña basura, aunque se
proceda duramente contra ella. Ante la enfermedad, ante el espanto psíquico
o material, cuando nuestros niños aparecen muertos ante nuestros ojos,
gritamos. El que esos gritos caigan en el vacío... casi no se puede
soportar". El
Papa puede condenar la guerra, pero no puede sentenciar un terremoto. Sólo
un brujo podría hacerlo. ¿Existe alguien que pueda dar respuesta al
eterno padecimiento de las epidemias, catástrofes naturales,
inundaciones, erupciones de volcanes, etcétera, que no dependen de
nosotros? Pero ¿quién responde a un malum
passionis, a la mala acción sin resultado que es un malum
actionis sin consecuencia? |