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NUESTRO PERMANENTE HOMENAJE
Augusto Roa Bastos 



(Asunción, Paraguay, 13 de junio de 1917 - 26 de abril de 2005).
En Buenos Aires escribió la mayor parte de su obra literaria. Consideró a la Argentina su “segunda patria”, país que debió abandonar después de 1976. Se radicó en Francia, donde enseñó literatura y guaraní. En 1996 regresó definitivamente a Paraguay. Publicó varios libros de poemas: El ruiseñor de la aurora; El naranjal ardiente y Nocturno paraguayo. En 1953 publicó El trueno entre las hojas, diecisiete cuentos con los que comenzó a ganar notoriedad literaria. En 1960 su novela Hijo de hombre es distinguida con varios premios internacionales. Su consagración llegó en 1974 con Yo el Supremo. En 1989 ganó el Premio Cervantes. Sus últimas novelas fueron: Vigilia del almirante (1992), El fiscal (1993), Contravida (1994) y Madama Sui (1995). 

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CONTRAVIDA (fragmento)

Aquella noche de muchos días y siete años de mi vida llené de luciérnagas el frasco que usaba de farol para garrapatear furtivamente mis papeles. De venida por el terraplén del pueblo a la fábrica había recogido un montón de muäs en el bolso que hice con mi camisa.


La oscuridad del cuarto parpadeaba en las muäs que agonizaban en la limeta blanca y transparente.
Yo podía escribir hasta el alba, antes de que mi padre se levantara.
El fulgor tenue y fosfórico de los lámpiros no duraba más de dos horas. Morían de asfixia, amontonados en la limeta, a pesar de que les soplaba mi aliento por la boca de la botella.
Ya por entonces me preguntaba si era inevitable y necesario que la escritura tuviera que nacer de la muerte de la naturaleza viviente.
La luz de las luciérnagas muertas transformada en palotes de alguien que comenzaba a escribir.
No sentía arrepentimiento. Yo estaba entrando en el mundo sin noticias, sin recuerdos. Hacía lo que veía hacer. Estudiaba la soledad. Copiaba.
Inventaba el fuego y la ceniza.
Los lámpiros pronto morían. Las borras azules de sus cadáveres no servían ya para escribir. Todo lo más, para pensar qué lejos está uno de su deseo. El deseo sólo es deseo mientras no se cumple.
Hay deseos que duran toda la vida. ¿Quién puede esperar que esos deseos se cumplan?

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