El “Biathanatos”

 

 

A De Quincey debo mi primer noticia del Biathanatos. Este tratado fue compuesto a principios del siglo XVII por el gran poeta John Donne, que dejó el manuscrito a Sir Robert Carr, sin otra prohibición que la de darlo “ a la prensa o al fuego”. En 1644, el hijo primogénito del poeta dio el viejo manuscrito a la prensa, “para defenderle del fuego”.Abarca unas doscientas páginas;.De Quincey las compendió así: El suicidio es una de las formas del homicidio; los canonistas distinguen el homicidio voluntario del homicidio justificable; en buena lógica, también cabe aplicar al suicidio esa distinción. De igual manera que no todo homicida es un asesino, no todo suicida es culpable de pecado mortal. En efecto, tal es la tesis aparente del Biathanatos...pero creí percibir un argumento implícito o esotérico bajo el argumento notorio. El declarado fin del Biathanatos es paliar el suicidio; el fundamental, indicar que Cristo se suicidó.
El capítulo que habla de Cristo no es efusivo. Se limita a invocar dos lugares de la Escritura: la frase “doy mi vida por las ovejas” (Juan, 10:15) y la curiosa locución “doy el espíritu”, que usan los cuatro evangelistas para decir “murió”. De esos lugares, que confirma e l versículo “Nadie me quita la vida, yo la doy” (Juan, 10:18), infiere que el suplicio de la cruz no mató a Jesucristo. Murió de muerte voluntaria, sugiere Donne, y ello quiere decir que los elementos y el orbe y las generaciones de los hombres y Egipto y Roma y Babilonia y Judá fueron sacados de la nada para destruirlo. Quizá el hierro fue creado para los clavos y las espinas para la corona de escarnio y la sangre y el agua para la herida .Esa idea barroca se entrevé detrás del Biathanatos. La de un dios que fabrica el universo para fabricar su patíbulo. 

                                                                                                                    Jorge Luis Borges

De Obras Completas, Emecé Editores, Buenos Aires 1974.

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