HOMENAJES

 

 

En la nota preliminar a Teatro del Pueblo, Hernández dice:”...El empujón definitivo que me arrastró a esgrimir mi poesía en forma de arma combativa me lo dieron los traidores, con su traición, aquel iluminado 18 de julio (1936). Intuí, sentí venir contra mi vida, como un gran aire, la gran tragedia, la tremenda experiencia poética que se avecinaba en España, y me metí, pueblo adentro, más hondo de lo que estoy metido desde que me parieran, dispuesto a defenderlo firmemente de los provocadores de la invasión.” 

En cartas a Josefina, desde el frente y más tarde desde la cárcel, Miguel escribe:

“Me acuerdo mucho de tu boca; no te puedes figurar lo que me acuerdo de ella y siento todavía pena al acordarme de que se quedó sola...”                    
                                         
“Tienes que llegar a comprender que con la guerra que nos han traído a casa defendemos sencillamente el porvenir de los hijos que tenemos que tener... Y no solamente de nuestros hijos sino de todos los hijos que nacerán en el mundo.”

“Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles te mando estas coplillas (Nanas de la Cebolla) que le he hecho ya que para mí no hay otro quehacer que escribiros a vosotros o desesperarme...” “¡Pobre cuerpo! Entre sarna, piojos, chinches y toda clase de animales, sin libertad, sin ti, Josefina, y sin ti, Manolillo de mi alma, no sabe a ratos que postura tomar; al fin, toma la de la esperanza que no se pierde nunca.” (12 de setiembre de 1939)


Llegaste a mí directamente del Levante. Me traías,
pastor de cabras, tu inocencia arrugada,
la escolástica de viejas páginas, un olor
a Fray Luis, a azahares, a estiércol quemado
sobre los montes

                                                       Pablo Neruda


Me contaba_refiere Neruda_que en las largas siestas de su pastoreo ponía el oído sobre el vientre de las cabras paridas y me decía cómo podía escucharse el rumor de la leche que llegaba a las tetas.” (Viajes, 1955)

Vicente Aleixandre narra esta anécdota: “Algunas veces él (Miguel) y Pablo (Neruda) y Delia (su mujer) y yo salíamos por el vecino campo de la Moncloa, y al regresar hacia casa, ya en el parque, «¿Dónde está Miguel?» preguntaba alguno. Oíamos sus voces, y estaba echado de bruces sobre un arroyo pequeño, bebiendo; nos saludaba desde un árbol al que había gateado y donde levantaba sus brazos cobrizos en el sol de Poniente.” (Los Encuentros)

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