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COARTADAS
Ella era una que creía
incluso en el vuelo de las cometas juveniles
y yo, burlón, dudaba.
Ella era una condenada siempre en sí misma
para que respetaran su presente
palpitando inconformista tras ver lo que vio
junto al territorio vedado por la indiferencia,
y era uno de esos premios que suele brindar la vida
como un beso en los labios.
Yo, hundido en la habitualidad de aquella boca
vivía inmerso en mí: el espejo devolvía un rostro
apacible, una apariencia de protesta
paralizada.
Después adiviné su hartazgo
de actuar contra los molinos y a menudo perder;
después ella semejaba una mula cansada
balanceándose espléndida entre lujuria y olvido
con su paraguas azul,
su pan de cada día,
la luna y diez estrellas extintas
desparramadas dentro de sus ojos saltones.
Como en otro espejo cóncavo
fui entonces el desafiante que ella había sido
y azorado la descubrí emerger mudada
en el escéptico que nunca acepté ser pero era.
Ella fugitiva escapaba oblicua y sin gaviotas
olvidando el momento en que deseaba pan y no tenía,
mientras yo escribía desvalido mirando arder
con cada palabra las noches
donde el fuego y la sangre se unían en su cueva estéril
al revelar desgarrado en infinitas despedidas
cuanto ambos perdimos vanamente.
Ella confesó vencida: estuve
con muchos hombres y la curvatura del mundo
atraviesa como una lanza mi alma
Yo quiero cambiarte ese mundo! (rogué)
Déjame hacerlo.
Su sonrisa nació cruelmente: sigue, ingenuo,
mintiéndote utopías;
a mí me basta la tibieza de no soñar.
Sentí que ella huía como agua oscura
de mis manos desoladas, sentí su silencio insoportable
reprochando nuestras agazapadas y pequeñas
decepciones
de gente manifiestamente pequeña. Yo también
quería irme pero ignoraba cómo ni adónde.
Ella dijo absorta: soy como la luna;
olvidé tantas caras que mañana por la mañana
seguramente me olvidaré de la tuya.
Cuando al día siguiente calló la tormenta
y el aire, mi aire, se quedó sin ella,
dejé fluir el peso de una lágrima
y sólo murmuré al rocío:
De la mía, no.
(Frente al mar, en Alicante, España) |
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Alberto
Daneri. Nació en Buenos Aires. Ha publicado:La Búsqueda
(teatro,1964) Primer Premio Municipal; Premio Fondo Nacional de las Artes; Premio Argentores; Carta abierta a un confundido (ensayo histórico
-político, 1975); A vuelo de poeta (antología poética, 1978); Teatro de soledad: La Búsqueda, Uno del montón, Juego de cuatro o el antiamor, Matar las preguntas, La cita (1983); Matanzas y melancolía (cuentos, 1986); Hijos de la niebla (teatro, 1995) Mención de Honor en España del Premio Tirso de Molina,1994; Primera Mención Facultad de Psicología, UBA; El mar llora de amor; Poemas de Sombra (poesía, México, 1999).
El poema transcripto es inédito. |