GATA |
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A Liliana Después de tantas azoteas y regazos, intemperie y ternura concluye aquí mi itinerario de gata que no supo encontrar su casa, su rincón de hábitos, su dueño para siempre: su gato. Es honesto y duro confesarlo ante alguien que me perdona sin escucharme, con padrenuestros y avemarías que no me sirven más que para echarme de nuevo, junto a una calidez cercana. Ser gata es tan desgraciado como ser persona; enamorarse del apego, no de un ser, enamorarse de cierta certidumbre mentida que reemplaza a lo verídico que reciben siempre los perros. Inmóvil, los ojos abiertos a mi verdad felina y sabedora olfateo un ayer que olvido, un mañana que trizará el tiempo y me estiro largo a largo, cierta de estar sola y acariciada. Los demás deslizan manos o palabras sobre mi yacencia y los dejo hacer, ajena a sus inquietudes o indiferencia gata al fin, gata definitiva, gata como todas las gatas. EMMA DE CARTOSIO (1928) |
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