EL GATO QUE VA SOLO (fragmento)

 

Este dibujo representa el Gato que iba solo, paseando por la Húmeda Selva, sin más compañía que su salvaje presencia, meneando su cola salvaje.No hay en el dibujo nada más, salvo algunos hongos. Tenían que crecer allí, porque la Selva era muy húmeda. Ese bulto que se ve en una rama baja no es ningún pájaro. Es el musgo que crecía en ella, por ser tan húmeda la Húmeda Selva.
Debajo del principal dibujo he representado la Cómoda Caverna en que vivieron el Hombre y la Mujer cuando llegó el Nene. Era su Caverna de verano, y frente a ella sembraron trigo. El Hombre va montado en el Caballo, en busca de la Vaca para traerla de nuevo a la Caverna y ordeñarla. Está con el brazo en alto para llamar al Perro, que ha cruzado el río a nado en busca de conejos.


...-¡Ah!- dijo el Gato-. Entonces, el ratón no me hará daño si me lo como, ¿verdad?
-No- dijo la Mujer, que seguía trenzándose y recogiéndose el cabello -; cómetelo en seguida y te lo agradeceré.
El Gato dió un brinco y cogió al ratón chiquito, y la Mujer dijo:
-Mil gracias. Ni siquiera el Primer Amigo sabe coger tan prestamente los ratones como tú. De veras que eres listo.
Y en aquel preciso instante, hijo mío, el Cacharro de la leche, que estaba junto al fuego, se partió por la mitad - ¡zas! -, recordando lo que había convenido la Mujer con el Gato; y cuando la Mujer saltó del escabel, sucedió que el Gato lamía la leche tibia y blanca que había quedado en uno de los trozos.
-¡Oh Enemiga mía y Esposa de mi Enemigo y Madre de mi Enemigo! -dijo el Gato-. Soy yo; has pronunciado ya tres palabras en alabanza mía, y ahora puedo beber siempre, tres veces al día, la leche tibia y blanca. Pero soy todavía el Gato que va solo y todos los lugares le dan lo mismo.
Entonces la Mujer se echó a reir y dió al Gato otro cuenco de tibia y blanca leche, diciendo:
-¡Oh Gato! Eres tan avisado como el Hombre; acuérdate de que no cerraste ningún trato con el Hombre ni el Perro, y no sé lo que harán cuando regresen.
-¿Y a mí qué me importa? -dijo el Gato-. Mientras tenga sitio en la Caverna, junto al fuego, y leche tibia y blanca tres veces al día, nada se me da lo que el Hombre y el Perro puedan hacer.
Aquella noche, cuando el Hombre y el Perro entraron en la Caverna, la Mujer les refirió toda la historia de lo ocurrido con el Gato, mientras éste estaba junto a la lumbre y se sonreía.
-Sí -dijo el Hombre-, pero no olvides que no ha cerrado ningún trato conmigo, ni con mis descendientes que se estimen. Cogió entonces sus dos botas de cuero y su pequeña hacha de piedra (y suman tres), y luego un leño y una destral (y suman cinco), y los puso en fila diciendo:
-Ahora vamos a cerrar nuestro trato. Si no coges siempre los ratones cuando estés en la Caverna, te arrojaré estas cinco cosas en cuanto te vea, y lo mismo harán todos mis descendientes que se estimen.
-¡Ah! -exclamó la Mujer-. Este Gato es muy avisado, pero no lo es tanto como el Hombre, mi marido.
El Gato contó las cinco cosas -que parecían muy duras y llenas de protuberancias- y dijo:
-Atraparé siempre ratones en la Caverna, pero sigo siendo todavía el Gato que va solo y todos los lugares le dan lo mismo. 
-No te darán lo mismo cuando yo esté cerca -repuso el Hombre-. Si no hubieses dicho esto último, hubiera apartado estas cosas para siempre; pero ahora te arrojaré mis botas y mi pequeña hacha de piedra (y suman tres) siempre que dé contigo. Y lo mismo harán todos mis descendientes que se estimen. 
Entonces dijo el Perro:
-Espera un poco. Tampoco conmigo has cerrado ningún trato, ni con mis descendientes que se estimen. -Y le mostró los dientes diciendo-: Si no te portas bien con el Nene cuando yo esté en la Caverna, te perseguiré siempre hasta alcanzarte y morderte. Y lo mismo harán todos mis descendientes que se estimen. 
-¡Ah! -dijo la Mujer al oírlo-. Este Gato es muy avisado, pero aun lo es más el Perro.
El Gato contó los colmillos del Perro (que parecían, en verdad, muy afilados) y dijo:
-Cuando esté en la Caverna me portaré siempre bien con el Niño mientras no me tire demasiado de la cola. Pero soy todavía el Gato que va solo y todos los lugares le dan lo mismo.
-No te darán lo mismo si yo estoy cerca -repuso el Perro-. Si no hubieses dicho esto último, yo hubiera cerrado la boca para siempre; pero desde ahora, cuando te encuentre te perseguiré hasta que te subas a un árbol. Y lo mismo harán mis descendientes que se estimen.
Entonces el Hombre arrojó contra el Gato sus dos botas y su pequeña hacha de pedernal (y suman tres cosas), y el Gato salió corriendo de la Caverna, y el Perro lo persiguió hasta obligarle a encaramarse a un árbol. Y desde aquel día, de cada cinco hombres hay siempre tres que, cuando encuentran al Gato, le arrojan algo, y todos los perros dignos de este nombre lo persiguen hasta que se refugia en la copa de un árbol.
Pero, por su parte, también el Gato cumple lo convenido. Mata los ratones y se muestra cariñoso con los nenes mientras no le tiren demasiado de la cola. Mas, cumplidos sus deberes, cuando sale la Luna y llega la noche, vuelve de cuando en cuando a ser el Gato que va solo y todos los lugares le dan lo mismo. Entonces se marcha a los Húmedos Bosques, o se sube a los Húmedos Árboles, o camina por los Tejados Húmedos y solitarios, meneando su cola salvaje, sin más compañía que su salvaje presencia. 


Junto a la lumbre, el Gato sabe ronronear,
o se sube a una rama, y se queda allí, inerte;
juega con un bramante, con un viejo tapón,
mas no por alegrarme: es él quien se divierte.
En cambio, el perro Binkie me gusta mucho más,
pues su conducta no es jamás ambigua:
Binkie como el Primer Amigo vuelve a ser,
y yo soy como el Hombre de la Caverna antigua.

Juega el gato a ser Viernes (aquél del Robinsón)
y humedece una pata a su manera,
y va por el alféizar de la ventana: allí
ha de quedar la huella que Crusoe descubriera.
Luego eriza la cola, con un leve mayar,
y se rasca y no atiende a lo que digo;
en cambio, a cualquier hora Binkie quiere jugar
y es muy de veras mi Primer Amigo.

Más de una vez el gato la cabeza apoyó
en mis rodillas, como si mucho nos quisiera;
pero, apenas me acuesto, ya el gato se marchó,
y decide en el patio pasar la noche entera,
hasta ver otro día alborear,
y así su falsedad conozco. Mas conmigo
descansa y ronca Binkie por la noche, a mis pies,
y es mi Primer Amigo.

RUDYARD KIPLING (1865 - 1936)


Fijando Vértigos agradece a Librería Huemul su gentil colaboración.

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