Olga Orozco

 

Christoph Detlev Brigge

                                      La muerte de Christoph Detlev vivía
                                      ahora en Ulsgaard, desde hacía largo,
                                      largo tiempo, y hablaba a todos y exigía.

                              Rainer María Rilke: Los Cuadernos de
                              Malte Laurids Brigge.

Esta mansión de Ulsgaard se colmó con la muerte de Christoph Detlev Brigge.
Tan sólo con su muerte.
No bebió su veneno a grandes cucharadas
ni le llegó hasta el pecho emboscada en la sombra creciente de los pinos.
Él llevaba su muerte entre la sangre:
galerías ardientes en donde los espejos proclamaron la reina prometida.
Y un día vino a él como la esposa loca.
Sesenta días y sesenta noches testimonian la boda colérica en Ulsgaard:
una endecha de amor que llega al alarido,
un cortejo de perros y de criados desgarrando la niebla de las gasas nupciales,
una marea cuya hirviente ira derribó los objetos que aún sobrevivían
   pegados como lapas a la piel de un destino.
¿A quién no convocaron las campanas para los esponsales?
¿Quién no temió morir llevado por la muerte de Christoph Detlev Brigge?
Esta mansión lo sabe.
De unos a otros muros resonaba la marcha de aquellos desposados;
recinto tras recinto retrocedía el tiempo apagando sus galas,
hasta llegar al último,
aquel en que la vida, lo mismo que una amante desechada, escondió entre
   las manos los cristales de su rostro trizado.
Ya todo fue cumplido.
En esta mansión vaga solamente la muerte de Christoph Detlev Brigge
  envuelta en estandartes imperiales. 


de "Las Muertes" (Ed. Losada, Buenos Aires, 1973)

 

 

fijando vértigos 2007 ® Todos los derechos reservados

 
Hosted by www.Geocities.ws

1