de la Carpeta de poesía: Seis son una jauría 
(Ediciones Marcha Poética, Buenos Aires, 2006)

Barleand  
Carabelli 
Carbone 
Corti 
Mandrini 
Silber

                                                       La poesía hace explotar el lenguaje cotidiano
                                                                                                  Gastón Bachelard

                                                          El poema es la única noticia que permanece
                                                                                                              Ezra Pound


Morada lluvia de los ángeles

¿Dónde aguardan las pátinas del llanto,
las esquirlas del dolor,
el corcoveo?

Dónde buscar las gotas del recuerdo
esta médula perdida en el absurdo,
los abrigos,
el color de esta ventana

¿Es que llueve en la mesa de los ángeles
las pupilas del desgarro
o es la oscura parodia de algún niño
en las huérfanas penumbras de la tarde?

Norberto Barleand  (Buenos Aires 1942)




Ángeles

Era la puta más hermosa y más perdida
que vagaba por la Cuarenta y dos.
Ese enorme burdel
la cobijaba junto a su amante negro
un mantenido
que jamás salió en defensa suya
porque la tos lo tenía paralizado.
Él nunca supo que era el mantenido
de la puta más hermosa y más perdida
a la que castigaba por las dudas
tan lejos de sumas y de restas
que ambos
como aquellos pintores parisinos
como los músicos del Renacimiento
o los poetas de la calle Cuatro
se conformaban con tan poco
que de no ser por ella tan puta y tan perdida
y él tan negro y malogrado
se podría haber pensado
en ángeles
vagando equivocados
por las sucias veredas de la Cuarenta y dos.

Julio Caravelli  (Buenos Aires 1940)



El Perseguidor

Esta noche de verano es plácida
riego el jardín
y miro las estrellas
esas mismas estrellas que miraba
                                                   de niño
acostándome en el baldío
que había frente a mi casa.

Esta noche
al igual que aquellas noches
                              en Lomas del Mirador
también
persigo al silencio.

Carlos Carbone (Buenos Aires 1959)




Labio del cañaveral

Machetes de soledad
parten el aire cargado.
Cien soles de fuego duro
se hunden en los contornos
de sal y cueros bronceados.

         Canta el azúcar torcaz
         una canción muy temprana
           ¡Que yo la vida te doy
         por una paloma blanca!

Labio del cañaveral
por la luna malherido.
La oscuridad es un pozo
de dulcísimos arrullos
se va estirando sangrienta
por el verdor casi mudo.

          Calla el azúcar torcaz
          una canción ya cansada
          ¡Que yo la vida te doy
          por una paloma blanca!

Norberto Corti (Buenos Aires 1940)




Amanecer

Tumba su animal de alcohol el Rutabar;
se sale del paisaje el difunto
mientras la mortal claridad.
Durante la luz, nada.
Ya lo dijo Violeta -la copera-
y el del Scania lo dijo
y el del Mercedes lo repitió:
"el Rutabar es sólo de noche
porque es la noche".
Y que nadie se atreva a perturbar
su mudez de día su helado silencio,
ni a despertar a su pálida gentuza
detenida como foto afuera de las horas
a la espera de otro encendido tumulto
otra nueva velada de ardiente oscuridad.

Marcos Silber (Buenos Aires 1934)



Los fenómenos de la belleza

Durante largo vuelo silencioso
el viejo ruiseñor
el de plumaje esquivo y cielo imprevisto,
anduvo eligiendo, ciego o vidente, aunque trémulo
como ante un repentino grano de uva azul o de diamante,
la rama de un árbol desde la cual cantar,
y finalmente se detuvo en aquélla,
la muy oscura como luz de azufre del infierno,
donde se balanceaba (¿o levitaba?)
un ahorcado.

Y
cantó.


Eugenio Mandrini
(Buenos Aires 1936)

 

 

 

 

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