Yolí Fidanza

 

Lou Andreas Salomé

Vivencia de Rilke

Tuyo el grave lenguaje y la pactada soledad.
La orfebrería que adorna lo indecible.
La Pobreza. La Muerte. El Libro de Horas.

Tuyo el retorno del ángel, a la tristeza de Roma
a la eterna risa de las fuentes.
Tuyo y mío el cielo escandinavo
el lecho ardiente tendido
sobre la sábana helada.
El hechizo del dragón que se torna princesa.
Los íconos, los símbolos que deletreamos juntos.
Tuya la voz en el consejo audaz:
      Deja que lo terrible y lo bello te acontezca
La semilla germinando en la tierra del himnista de Dios.

Para tu legado las sublimes Elegías
y para la fugacidad de mi memoria
aquellas tus palabras mías:

      Fuiste la más maternal de mis mujeres.
      Un amigo me fuiste como son los hombres
      pero al mirarte, hembra eras
      y las más de las veces eras un niño.

Amiga. Mujer. Niña. Nunca Ángel.
Recuerda Rainer, abril fue nuestro mes.
En primavera ocurren todas las estaciones
el aire níveo, la irradiación que abrasa,
en nosotros todos los climas fueron.
Así la muerte extinga mi mirada, sigo viéndolo.

 

Vivencia de amor

No pudimos ser dos.
No fuimos uno.
Siempre
tú y yo

un
ángel.

Desde tus brazos, la tierra.
Desde sus alas, mis sueños,
desaliñados, excesivos.

No pudimos ser dos.
No fuimos uno.
Siempre
tú y yo
y
un
ángel.

Todo ángel es terrible.


del poemario "Juegos de la memoria  Mujer y siglo" (Vinciguerra, Buenos Aires, 1999)

 

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