Guido Guinicelli   (c. 1230 - 1276)


POEMA  (Selección y traducción de Oreste Frattoni)


Al cor gentil rempaira sempre amore

come l'ausello in selva a la verdura;
né fe' amor anti che gentil core,
né gentil core anti ch'amor, natura.



En el corazón gentil se refugia siempre Amor
como un pájaro en el verde del bosque;
la Naturaleza no creó Amor antes que el corazón gentil,
ni corazón gentil antes que Amor.
Apenas existió el sol
existió el esplendor luminoso,
pero no antes que el sol;
y Amor se instala en la gentileza
tan propiamente
como el calor en la claridad del fuego.


*

(...) Amor está en el corazón gentil por la misma razón
por la que el fuego, encima de la antorcha,
resplandece a su gusto, claro, sutil:
es tan orgulloso que no estaría de otro modo.
Dado que la malvada naturaleza
es contraria al Amor -como al fuego caliente
el agua, por su frialdad-,
Amor se instala en el corazón gentil
por ser un lugar afín a éste;
como el imán en las minas de hierro.

El sol hiere el barro todo el día:
si este queda vil, el sol en cambio no pierde su calor;
dice un hombre altivo: “Soy gentil por mi raza”;
a él lo comparo con el barro y al sol con el valor gentil.
Porque uno no debe confiar
en que haya gentileza fuera del corazón,
en la dignidad de heredero:
si él no recibe virtud del gentil corazón
es como agua que transmite rayos,
y el cielo conserva en sí las estrellas y su esplendor.

Dios creador resplandece en la Inteligencia
celeste más que el sol en nuestros ojos:
ella, que entiende los hechos de Dios sin velos,
empieza a obedecerlo a Él, haciendo girar el cielo.
Y como, a lo primero
que Dios creó, sigue un justo cumplimiento,
así la hermosa mujer,
cuando ilumina los ojos
del hombre gentil, produce en él la verdadera voluntad,
que no cesa nunca de obedecerla.(...)


*

Quien viera a Lucía llevar un capuchón de ardilla
en la cabeza y qué bien le sienta,
no hay hombre desde aquí a los Abruzzi
capaz de no enamorarse de ella con todo el corazón

se parece a una monjita o a la hija de un hidalgo
de Alemania o de Francia, verdaderamente,
y no se agita tanto la cola truncada 
de una serpiente, como lo hace mi corazón.

¡Oh, tomarla a la fuerza, aun si no quiere,
y besarle la boca y el hermoso rostro
y los ojos, que son dos llamas de fuego!
Pero me arrepiento, pues he pensado
que esto podría acarrear daños
y quizá los disgustaría a todos no poco.


de Poesía Medieval italiana (Centro Editor de América Latina, Buenos Aires,1970)


Oreste Frattoni. Traductor. Profesor universitario, ya fallecido.


 

 

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