"UN BOLICHE COMO
TANTOS"...........
Olegario Martínez García, demás
datos de filiación distribuidos en su hispana
topografía, utilizaba como era de prever, su característica
ampulosidad para
referirse con orgullo a su pequeña patria. Altanero, agrandaba hasta
el cielo
viñas y rías, ostras y peces y hasta los peregrinos olores del
camino a su San-
tiago, con la Plaza del Obradoiro, la Catedral y su marcial
Botafumeiro. A su
costado, sumiso hasta las manos, apetizado en su sillita, gastado por
soles,
huellas y vientos de aquellos buenos aires de otras pampas, don
Prudencio,
de reojo, con un rictus de cómica ironía, lo atisbaba; asentía como
al descuido,
instándolo a continuar su periplo aristotélico. A todo esto, desde
el fondo del
boliche, acodado en el plata gris tachonado de la barra, un joven
pelilargo
encervezado hasta la gárgara, con sonrisa de felino, le asestó con
desparpajo:
—"Ya, ya, gallego ¿y qué hacés aquí, tan lejos del
Olimpo?" Rojo don Olegario,
rojo hasta la raíz, respondió con sobresalto: —"¡Maleducado!,
deberías respetar
tus ascendencias ¿qué de dónde crees que vienes? ¡Rascacuervos!.....
¡Habías
sido atrevido!"..... —"No se altere, don gallego", le
arrimó el tala viejo. —"Al
mocito le falta vida y le sobran penitencias, vvéale sinó de uñas
largas y sucias
como ganso e chiquero. No le haga caso, hombre y siga tirando del
olvido que
así descarga el freno. Al terruño lo hacemos tripa, se nos viene a
la garganta y
de cuando en vez necesitamos escupirlo despacito". Y mientras
armaba un ci-
garrillo y consumía su letargo, se apagó de a poco y volvió a poner
oídos al
viandante que al tranquito y sin apuro retomó su derrotero. Tras la
esgrima,
ante la corte de atentos partiquinos que se fueron arrimando,
desfilaron los
recuerdos de la Galicia de los siglos. Don Martínez en su salsa hacía
maravillas,
manejó hambres y claveles; toros y la estirpe; piedras y soles de la
Madre
desangrada. Contó de aquella, la Pita, María, que se enfrentó al
pirata Drake
para defender a su tierra y que allí desde una aldea de cerca la Coruña,
dieron
al mundo luz don Camilo José Cela y doña Rosalía de Castro, dos
mastines del
valor y la palabra. Nos habló de la Santa Tecla y de las chozas de
los Celtas
y de los hórreos de Combarro y de la Batalla del Clavijo y de
Santiago Matamo-
ros y del Palacio de Justicia y del Hostal de los Reyes Católicos y
del Pórtico
de la Gloria. De los Tres Cabezazos y la Isla de la Toja y del Burro y
la Catedral
Desamparada y del oro y sus altares y de toda su morriña y las mil y
una histo-
rias del maldito desarraigo. Y así que fue agotando el Olegario, el
Martínez y el
García; calló la voz, seca de tanto envío. Conocidos que son los
que sabemos
y una vez acabado el repertorio, por bolicheras concesiones, un patoso
indefi-
nido pidió al viejo alguna anécdota de su pasado de caminos. No se
lo hizo
repetir el convidado y muy de a poco, de su equipaje millonario, fue
desempol-
vando rebeldías, con expresión queda, recatada, comenzó a hilvanar
huellones
y trigos y distancias, pequeña grandeza del hombre acostumbrado a la
soledad
del cielo y al valor de la palabra. Largo habló de sus andanzas, de
lejos desen-
terró la patria; contó de historias, algunas que no fueron y otras
que sí habrán
sido, trenzó gauchos, indios e inmigrantes con guapos, forajidos y
ladrones y
aquella, la política del patrón y del "dolor", con ésta
de la corrupción y el desen-
fado y fueron así desfilando entre honras, carcajadas y verdades, épocas
de
esplendor y otras de aplastante "mishiadura". ¿Qué es sino
nuestra interminable
geografía?; qué sinó peñascos, risotadas, inmolación,
renunciamiento, picardías,
peripecias, menoscabos, congojas, júbilos y lágrimas. Esto a todo,
el joven de
la barra, confuso, incoherente, zozobraba en sus no y sus sí la
enardecida, tor-
mentosa, tranquilidad de sus fantasmas.
Había cambiado el escenario de la
estampa: antes fue el andante caballero que
se manifestó en toda su arrogancia; luego divagó entre los surcos
sus andancias
el raído vestigio de la patria. Más después, el juvenil galán de
los alcoholes, nos
mostró su realidad desconcertante. A la postre, despacito, se fueron
apagando
y apagando las nostalgias, cuando de pronto de las asombradas sombras
del a-
vergonzado cafetín de los olvidos, avanzó como algo casi mágico.
Perezosa, arro-
lladora, la acariciante voz de un tango, tiempo a tiempo, lo fue todo.
ARRASADO
Seco
de ángeles
aristas
tinieblas.
Solo
Espantosa
conjugación
de Libertad.
HOLOCAUSTO
"Las imbatibles columnas de
los candelabros
sostienen todo dolor todo tormento"
Marcos Silber
Hondas
penumbras de la Nada
repiten
empecinados
desconsuelos.
Niños entonan réquiem
de amor judío
cantan lejanos ghetos
campos sin destino.
Desangran ángeles flagelados.
Crueles fuegos de Dios.
de
"Avatares" Poetismos, relatares y versires (2006)
Jorge Cambiaso nació en 1933.
Publicó Casa natal (1999); Celebración de los bosques
y nada más que la vida (2001); De ausencias y fantasmas (2002);
La casa de los
mil amores (2002); Avatares (Ediciones El mono armado,
Buenos Aires, 2006) e integra la
Summa Poética de Ed. Vinciguerra con una selección del libro inédito
Repertorio de sombras.
Obtuvo diversos premios en Poesía y en Prosa breve. Fue invitado
y participó en la "V Feria del
libro en Español", organizada por el Banco Interamericano de
Desarrollo, Washington en 2003.
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