Norma Mazur
 

 

Atardecer silencioso
la flor atrae al pájaro hacia su boca
El aire disfruta del momento
deslizándose entre ambos, displicente

Una pluma juega
dejándose caer lento
muy lento

El perfume de la flor embriaga
remontándose hacia el pico vacilante
e inquieto del pájaro

Atardecer silencioso
Bebo del cáliz y despliego mis alas.
                                            15- 07- 2002
Poema leído por Norma Mazur, en el último encuentro literario de la Fundación Gracia, el 16 de junio del 2003. El 14 de julio de ese mismo año, Norma Mazur despliega sus alas. Bebió hasta el fin su cáliz, y nos leyó un mes antes el poema transcripto.
 

 

EL CAMBIO
“Nunca me lo hubiera imaginado. ¡De verdad! ¿Te lo juro por ésta!”
Juana apoyó sus dedos índices cruzados sobre los labios y los besó. Estaba sentada en la pieza cocina dormitorio y sala, todo en una. Piso de tierra apisonada, paredes blanqueadas a la cal, techo de paja reseca y anudada. Un fogón a leña le servía para preparar la comida y el mate que nunca faltaba. Una que otra gallina deambulaba a su alrededor buscando migas de pan perdidas entre el polvo. La perra, con quien Juana conversaba, era una ovejera vieja que se acostaba a sus pies como felpudo esperando la conversación de cada tarde porque a cada frase de Juana, Mireya, la perra, movía una oreja o meneaba la cola o la miraba con ojos inquisidores, negros como la noche, como la muerte.
“Si me lo hubieran contado habría dicho que es puro cuento pero el Flaco me lo aseguró. Me lo juró y recontrajuró: Desde ahora, se acabó.”
La perra gruñó un poco, se reacomodó metiendo el hocico entre sus patas delanteras como diciendo: Es una estupidez.
“¡Ah! ¿No me crees? Pues es así. Se acabó. Vos porque no estendés de las cosas de la tecnológica esa. La bio esa, bio que se yo de la q ue todos hablan. Y en el boliche del pueblo lo dijeron. El Flaco me contó. Cuando en la tele mostraron como lo hacen, todos se callaron. Silencio. Hasta los que siempre están borrachos se guardaron de hablar.”
Juana puso a calentar el agua. El mate estaba medio frío. Al levantarse tropezó con la perra que protestó un poco y aprovechó la movida para salir a dar una vuelta alrededor del rancho. Era una tarde apacible, perfecta para quedarse mirando el horizonte. El cielo aparecía a pinceladas rosas y blancas, tenues, transparentes sobre el celeste agua. Y el campo, recorrido en filas ordenadas por los brotes del maíz recién plantado, semejaba la urdimbre de un telar, verde, amarillo, marrón. Poncho de pasto y tierra, de tallos y hojas dibujando el paisaje.
“Yo no se pero si el Flaco dice que se acabó, se acabó.”
Mireya había vuelto a acostarse a sus pies y escuchaba atentamente.
“¿Sabés lo que más me da bronca? que eran los únicos ratos en que yo era feliz, feliz. ¡No! No te macaneo. Vos sabés lo duro que es estar aquí, en medio de esta nada, campo, gallina, viento, laburo. Terminás de barrer y ya está todo con polvo otra vez. La tierra se te mete hasta el cuadril. Y si no, mírame. ¡Mírame te digo!”
Y Mireya la miró. Juana le pasó la mano por la cabeza acariciándola con dulzura. Mireya le lamió la mano devolviéndole el mimo.
“Y en invierno peor porque las noches son tan largas que te da ganas de desaparecer hasta nunca. Y si ahora ni siquiera nos quedan esos ratos felices... Cuando el Flaco está bien, vos lo conocés, es un dulce de leche. Me hace reir. Imita a los de la Tele y me enseña para que yo parezca una de esas de las películas extranjeras.¿No me viste acaso cuando me escondo detrás de la cortina del baño y primero tiro una zapatilla, después la otra. El Flaco pone la radio con una música bárbara, la de la FM porque esa sí que es linda para soñar y se tira en la cama con la musculosa y me pide que me saque la ropa despacito, como en la Tele. Entonces siento que el pecho se me llena de suspiros y...”
El sol comenzaba a acostarse sobre los pastos. Una bandada de pájaros estremeció el aire con su revoloteo. Después, el silencio volvió a apoderarse del lugar. Mireya irguió sus orejas orientándolas hacia el murmullo de la tarde. Juana siguió hablándole.
“Una se anima a aparecer desde atrás de la cortina, medio desnuda, medio vestida. Una se juega a ser una puta y el Flaco está ahí, tirado, con la boca medio abierta como diciendo: ¿Dale piba, acércate más que te morfo! Y una... Una se mueve para atrás y para delante y el Flaco se suda todo, de calentón que es... Pero ahora no va más. Ahora la cosa se volvió individual. La cosa... Vos sabés... La cosa entre los dos ahora la hace uno solo.
El Flaco me lo explicó clarito. No sé si por eso del SIDA o vaya uno a saber que otra cosa fue que ni siquiera con el forro. No señor. Ves Mireya, vos no tenés esos problemas. Para vos siempre fue igual, en cambio, para nosotras, todo cambió. Ahora uno tiene que ir al Laboratorio en la ciudad. Te sacan un cachito. ¿De dónde lo sacarán? Que se yo. ¿Será de ahí, como cuando te haces el Paparulo? Bueno, no sé de donde pero te sacan el cachito y después te vas y los del laboratorio te hacen un crío igualito a vos, sin error, igualito. El Flaco me aseguró que con las ovejas sale bárbaro. Y él tiene ganas de tener uno igualito a él, así que me dijo que no me necesita más, salvo si le dan ganas, pero que no quiere correr el riesgo. Así es más limpito... Limpito. ¿Te das cuenta? Un crío es algo más que una copia. Es... Es una copia de a dos... Siempre fue así... Yo no soy una oveja y el Flaco no es un carnero... ¿Adónde vamos a parar con toda esta bio tecnológica? ¿Por qué no hacen copia de otras cosas en lugar de copiar a la gente? Si la vida sigue cambiando así, la verdad, no sé si vale la pena seguir viviendo.”
Juana dejó el mate en la mesa. Se levantó, prendió la luz de la pieza, agregó unos leños al fogón y puso a calentar la olla con el puchero para la cena.
                                                                                                    (Cuento inédito)

Norma Mazur nació en Buenos Aires. Una ininterrumpida actividad literaria le permitió transitar la narrativa, la poesía, el teatro y el ensayo. Su obra fue publicada en revistas y periódicos nacionales y extranjeros y ha sido seleccionada para participar en diversas Antologías: Anuario de Poetas Argentinos, selección 89; Después del silencio, por la que recibió Mención a la creatividad (1993); Fragmentos de vida, Mención a la creatividad (1994).En 1997 publicó La Mirada (poemas) . En cuanto al género teatral, varias de sus obras han sido estrenadas. En el libro “Desde la butaca” se incluyeron dos de sus obras breves: Sociedad sin fines de lucro y Kadish. Es autora de los guiones teatrales En el mar hay una torre y Feliz cumpleaños vida. Su obra de teatro infantil Anacrón y la Clepsidra obtuvo mención del Fondo Nacional de las Artes en la Bienal de Dramaturgia 1991/92. Ensayos: Sefarad; Imaginación y Símbolo en las ciencias y las artes. Su último libro: Lazos y Nudos (cuentos) Ed. Milá, Bs As.2003)

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