“A ELECTRA LE SIENTA BIEN EL CINE:
UN ACERCAMIENTO A LA TRAGEDIA GRIEGA SIN SALIR DEL
AULA” (publicado en Capsa 2 (2001) 81 - 96)
Alejandro
Valverde García
IES Juan López Morillas. Jódar (Jaén)
Desde
hace algunos años se han multiplicado los esfuerzos para diseñar un
acercamiento a la cultura clásica a través de los medios audiovisuales, y, dentro
de éstos, de forma especial a través del cine. Así, prestigiosas universidades
norteamericanas han empezado a publicar en sus revistas de Filología diversos
artículos que tratan la mitología grecolatina partiendo de películas de
distintos géneros y épocas, o bien que entresacan escenas, frases famosas y mil
y un detalles de la Antigüedad presentes en los films estrenados hasta la
fecha.
En
nuestro panorama editorial los dos libros esenciales para la aplicación
didáctica del cine de romanos y griegos se deben a Fernando Lillo Redonet, y
también Rafael De España publicó hace dos años El Peplum: la Antigüedad en el
cine, un libro que es ya de consulta obligada para todo aquel cinéfilo y amante
del Mundo Antiguo que se precie.
Muchos
docentes hemos venido constatando el reiterado buen resultado de la
visualización de películas de tema clásico por parte de nuestros alumnos y su
posterior debate, no sólo en lo que a conocimientos y motivación se refiere
–que ya es mucho conseguir-, sino también por el aumento notable de su
capacidad de síntesis y de expresión de sus propias ideas.
En
lo que toca al teatro no cabe duda de que la experiencia más fructífera
consiste en poder acudir a una representación, y mucho mejor si ésta tiene
lugar en el incomparable marco de un recinto arqueológico griego o romano. Son
dignos de elogio los esfuerzos de distintos organismos e instituciones para
potenciar cada vez más este tipo de actividades dirigidas especialmente a
escolares, sin embargo lo que ocurre normalmente es que un centro no puede
organizar más que un viaje cada año para asistir a estos festivales. Lo que sí
está al alcance de nuestras manos es conseguir una buena selección de
adaptaciones cinematográficas de obras teatrales e incorporarla al currículo de
nuestra asignatura.
Las
opciones son muy variadas. Un ciclo de cine programado por las tardes sería lo
ideal, pero muchas veces se queda en pura utopía o termina con unos índices de
audiencia cercanos al cuarteto, de forma que la solución más factible y
práctica es proyectar los films seleccionados en el horario lectivo, no por
ello reduciendo los contenidos de la unidad didáctica donde se inserten.
A
la proyección de cada película puede preceder una introducción a cargo del
profesor. Resulta útil repartir a cada alumno una fotocopia que contenga la
ficha técnica, un guión de trabajo (a fin de que, desde el primer momento se
tenga clara la metodología que se va a seguir) y propuestas de actividades que
posteriormente realizarán de forma individual o por grupos con portavoces. Todo
este trabajo en el que los alumnos se ven implicados y estimulados debe
orientarlo el profesor atendiendo a los aspectos que de cada película quiera
aprovechar.
Nos
proponemos ahora, en primer lugar, recordar rápidamente algunas imágenes para
ver qué es lo que nos ha transmitido el cine sobre Literatura Griega y, en
segundo lugar, centrarnos en el caso concreto de la Electra de Eurípides adaptada al cine en 1962 por Michael
Cacoyannis.
Las
clases de Griego, según nos cuenta Federico Fellini en Amarcord (1974), no gustaban más que al propio profesor, y eso que
quedan patentes sus titánicos esfuerzos por llevar a la práctica una buena
adaptación curricular.
Pero
no todo es tan negativo. Curiosamente, aunque son mucho más numerosas las
películas históricas y de aventuras de romanos que las de griegos, en lo que
atañe a mitología y a literatura hay muchos más ejemplos inspirados en la
tradición helénica. Uno de los temas más recurrentes en el cine ha sido el de
las peripecias de Ulises y el de la caída de Troya, si bien es verdad que pocas
veces se trata de adaptaciones fieles de la Odisea
o de la Ilíada de Homero. Ante
nuestros ojos nace la literatura occidental en la figura de un aedo anciano y
ciego que, con acompañamiento musical, recita en el palacio de Ítaca un poema
épico. Algunos siglos más tarde estas composiciones de marcado carácter oral se
fijarán por escrito para evitar su degeneración y su pérdida.
En
cuanto a la poesía épica de época helenística contamos con una de las más
brillantes películas de tema mitológico inspirada en Las Argonáuticas de Apolonio de Rodas. Don Chaffey rodó Jasón y los argonautas (1963) en pleno
declive del género que los críticos franceses bautizaron como peplum, y aunque está también lejos de
ser copia fiel de su original –cosa que los guionistas ni se llegaron a
plantear- tiene el poder de captar la atención del espectador constantemente
gracias al derroche de imaginación del mago de los efectos especiales del momento,
Ray Harryhausen.
Hesíodo,
por su parte, no tiene tanta suerte en el celuloide. Ni sus hexámetros de tono
didáctico ni sus largas genealogías divinas se prestan al lenguaje
cinematográfico. Pero siempre hay excepciones: en 1997 Manoel de Oliveira
decide que en su película Inquietud
la actriz griega Irene Papas recite los versos 116 y siguientes de la Teogonía nada menos que en su versión
original.
De
Poesía Lírica no encontraremos, lógicamente, más que algunas referencias
aisladas. Así, en la secuencia inicial de La
batalla de Maratón (1959, Jacques Tourneur) vemos una recreación de los
Juegos Olímpicos, en cuyo seno nacen, por ejemplo, los epinicios de Píndaro. Y
si de epigramas se trata podemos incluso traducir el de Semónides que aparece
en El león de Esparta (1962, Rudolph
Maté), la mejor película de tema histórico sobre Grecia.
No
cabe duda de que es el género dramático el que con más facilidad se ha llevado
a la pantalla. La razón es obvia si tenemos en cuenta que este tipo de
composiciones literarias se concibieron para la representación por parte tanto
de los actores como del coro, cuyas intervenciones cantadas, separando las
partes recitadas, son fundamentales en el esquema de cualquier obra. El gran
maestro en este campo es el director griego Michael Cacoyannis, quien ha
cosechado desde los años 60 innumerables éxitos por todo el mundo con sus
montajes teatrales de las grandes tragedias griegas antiguas, atreviéndose a
adaptarlas con igual fortuna al cine, a la ópera y al ballet. El trío Hécuba–Helena–Menelao
en el clímax de Las troyanas (1971)
es un buen ejemplo de la inmortalidad del teatro antiguo en nuestros días.
La
comedia griega, a pesar de las adaptaciones de la Lisístrata o de Los
Acarnienses de Aristófanes, no cuenta con buenas versiones
cinematográficas. Woody Allen en Poderosa
Afrodita (1995) lo que hace es inventarse una especie de drama satírico al
mezclar el tono trágico de los personajes de Edipo rey con los comentarios siempre ácidos y burlones del coro y
del corifeo. La película fundamental para entender la esencia de la comedia
grecolatina sigue siendo, por tanto, el gran musical Golfus de Roma (1966), rodado por Richard Lester en las afueras de
Madrid aprovechando los decorados de La
caída del imperio romano.
Si
dejamos a un lado la poesía nos encontraremos muy pocos films que nos
transmitan el inmenso legado literario helénico en géneros como la
historiografía, la filosofía, la novela o la oratoria. En Alejandro Magno (1956, Robert Rossen) se nos presenta a Demóstenes y
a Esquines enzarzados en filípica discusión, y a Sócrates lo podemos ver en dos
telefilms rodados uno en 1970 por Roberto Rossellini y el otro en 1988 por
Marco Ferreri. La escasa difusión de estos caprichos de autor hace que sean
difíciles de localizar. Sin embargo merece la pena el estudio comparativo de
estas producciones y de sus modelos literarios correspondientes para valorar el
grado de fidelidad al texto original, en este caso el diálogo platónico. Por
último, la visión que nos ofrece Robert Rossen de Aristóteles como preceptor de
Alejandro Magno en la película antes mencionada está llena de tópicos y no
aporta gran cosa.
Los
grandes problemas de la transmisión textual pueden ilustrarse con la escena del
incendio de la Biblioteca de Alejandría que nos presenta Joseph L. Mankiewicz
en Cleopatra (1963), que nos puede
hacer reflexionar sobre la inutilidad de las guerras y sobre la irreparable
pérdida de gran parte de la labor filológica de época helenística. Y en El nombre de la rosa (1986, Jean-Jacques
Annaud) veremos con todo lujo de detalles el trabajo de los copistas monacales
y las atrocidades de la censura por parte de la Inquisición en época medieval.
La Electra de Cacoyannis
Pasemos ahora a tratar una de las mejores
adaptaciones que el cine ha podido ofrecer sobre una tragedia griega: la Electra de Cacoyannis.
En 1961 el director
griego Yorgos Tzavellas estrena su personal adaptación cinematográfica de la
tragedia de Sófocles Antígona,
protagonizada por Manos Katrakis y por Irene Papas, una actriz conocida ya en
Hollywood pero cuyo salto a la fama internacional estaba por llegar.
Animado
por el éxito de esta película, otro director griego, Michael Cacoyannis decide
adaptar la Electra de Eurípides al
año siguiente, contando con Irene Papas para el papel protagonista. El aplauso
unánime de crítica y público fue inmediato y la consagración de la actriz como
la gran dama del teatro trágico se convirtió en realidad.
La
fórmula del éxito de Cacoyannis reside fundamentalmente en su inmejorable
equipo de trabajo. La música de Theodorakis, la presencia de la Papas, la
cámara de Antonakis y la fotografía de Lassally volverán a reunirse en 1964
para la creación de Zorba el griego,
film basado en la novela de Nikos Katzanzakis y ganadora de tres Oscar. Por
otro lado, su gran empeño por acercar las tragedias griegas antiguas al público
de su tiempo le lleva a completar su trilogía de Eurípides con otras dos
adaptaciones, Las troyanas (1971) e Ifigenia (1977).
El
mito de Electra es quizá el que se ha llevado al cine en más ocasiones. Baste
citar, entre sus mejores adaptaciones, Elektra
(1910, John Stuart Blackton), A Electra
le sienta bien el luto, (1947, Dudley Nichols) o Sandra (1965, Luchino Visconti).
En
cuanto a los tres grandes autores trágicos griegos de la Antigüedad, es
Eurípides la fuente habitual de inspiración para los cineastas. A todas las
películas ya mencionadas cabe añadir dos versiones de la tragedia de Medea: la
de Pier Paolo Pasolini (1969) y Gritos de
pasión (1978, Jules Dassin). En segundo lugar encontramos adaptaciones de
obras de Sófocles como la Antígona
antes citada o dos films sobre Edipo que se rodaron en 1967: Edipo, el hijo de la fortuna, de
Pasolini y Oedipus the King de Philip
Saville.
Centrándonos
en el estudio de la adaptación de Cacoyannis, son varios los aspectos que
podemos destacar. Así, de entre los personajes, el de Electra es lógicamente el más rico en matices. Hay en ella una
dualidad insostenible: por un lado, el odio que siente hacia su madre le hace
ser fría en su relación con los demás personajes y planear su venganza
convenciendo a su hermano, pero, por otro lado, se vislumbra el arrepentimiento
antes y después de dar muerte a su madre. Su dolor e infelicidad, provocados
aparentemente por la actitud siempre injusta y caprichosa de Clitemnestra
provoca en el espectador la compasión y hasta la justificación del crimen, más
aún cuando todos los personajes parecen aplaudir esta determinación, pero el
vacío que experimenta al final muestra claramente que su sufrimiento no se ha
aplacado, ni mucho menos, con la venganza.
Orestes, un carácter bien perfilado
como adolescente de personalidad inmadura, parece estar resuelto a dar
cumplimiento al oráculo de Apolo y matar al amante de su madre pero tiene sus
reservas en lo que al matricidio se refiere. Su misión es la de ser la mano
asesina que cumple los deseos de su hermana y, sobre todo, la de propiciar un
suspense en el desarrollo de la acción mediante un extenso episodio en el que
ocultará su identidad.
Clitemnestra es el contrapunto a
Electra y se caracteriza por la doblez. La soberbia va a marcar cada una de sus
intervenciones, incluso en las que no habla. Su mirada altiva y criminal se
asemeja a la de su hija pero, frente a frente, en el agón final comprobamos
que, mientras su hija expresa lo que hay en su corazón, ella es incapaz de
reconocer sus faltas. A pesar de la amabilidad aparente de sus palabras y de su
fingida ansia de reconciliación, sus ojos son el espejo de sus verdaderos
sentimientos. Sus primeras palabras en la película anuncian su horrenda muerte
a manos de sus propios hijos.
Hay también dos
personajes secundarios que desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de
la acción dramática. El primero es el
labrador de Micenas con quien han desposado a la fuerza a Electra. A pesar
de la humillación que para ella supone este matrimonio, este hombre sencillo y
trabajador va a proporcionarle paz en medio de sus angustias, llegando a
respetar su virginidad. Se convierte así en el personaje más entrañable y
probablemente el más feliz. En segundo lugar, encontramos al tutor de Orestes, un anciano que va a
encargarse de revelar la verdadera identidad de Orestes en una emocionante
escena de anagnórisis que nos recuerda, por el detalle de la cicatriz de la
niñez, el reconocimiento de Ulises por parte de su anciana sirvienta Euriclea
en la Odisea.
Menor
relevancia presentan Egisto -casi
siempre a la sombra de su amante Clitemnestra-, Pílades, fiel “alter ego” de Orestes, el mensajero o el propio Agamenón,
personaje mudo.
La
función relevante del coro en las
tragedias griegas antiguas queda patente por sus constantes intervenciones, ya
sean cantadas o recitadas. Su función es arropar y acompañar hasta el final a
la protagonista. El director ha tratado con un gusto esquisito la puesta en
escena (distribución y desplazamientos corales, enfoques de detalles y primeros
planos resaltando las miradas).
El
vestuario muestra con gran claridad la diferencia entre el campesinado y los
notables de palacio. Electra y Orestes están separados también por este
detalle. La escena de la boda de Electra juega con dos elementos: los cabellos
largos y el vestido blanco propios de una novia de época micénica dan paso al
pelo corto y túnica negra como muestras de duelo. Los adornos recargados, el
ropaje y el maquillaje de Clitemnestra, contrastan especialmente en el agón
final con los harapos de su hija. La pobreza se ve repetidamente como una
maldición, aunque los valores humanos –dice Orestes- no se dan
proporcionalmente a las riquezas, sino más bien al contrario.
Los
escenarios naturales elegidos por Cacoyannis nos acercan a lo que podía ser una
representación teatral al aire libre en la Grecia Antigua. No hay detalles
preciosistas. Incluso el palacio, frío y sombrío, se nos muestra normalmente
desde el exterior. Sólo veremos interiores en las escenas del asesinato de
Agamenón (baño del palacio), de la acogida de Electra, del reconocimiento de
Orestes y del asesinato de Clitemnestra (todo ello en la cabaña del labrador).
La
banda sonora original, compuesta por el célebre Mikis Theodorakis, se inspira
en la música griega antigua acentuando lo trágico de la trama. Sobre ella hay
ruidos constantes, como el de los golpes de espada sobre el escudo de Agamenón
producidos por Orestes niño. Este ruido resurgirá en adelante como presagio de
los asesinatos de Egisto y Clitemnestra. Por otro lado, la música folklórica
popular se nos presenta en dos intervenciones corales y en la festiva danza de
enmascarados en honor de Dionisos.
En
cuanto al guión de la película, obra del propio Cacoyannis, debemos decir que a
la belleza de los diálogos de Eurípides se han sumado otros detalles que
enriquecen la obra o que vienen exigidos por el propio lenguaje cinematográfico.
Así, todo el comienzo del film, que no aparece en el texto original, se ha
concebido a modo de prólogo para poner al espectador al corriente de los
antecedentes del drama.
Las
recurrencias de imágenes hacen que el principio y el fin de la película se enlacen
dando unidad temática a la obra: así, la llegada en silencio de Agamenón al
palacio y su muerte (alternando imágenes del asesinato con el vuelo de aves
negras y con las convulsiones de Electra) anuncian el triste final de
Clitemnestra (reapareciendo las aves y la desesperación exagerada de las
campesinas) con un final silencioso en el que, sin despedirse, los matricidas
se separan y se alejan sin rumbo fijo.
Todos los puntos que
hemos comentado han surgido de la reflexión de un grupo de alumnos que
trabajaron en el aula esta película. Dependiendo de los objetivos que nos
marquemos nuestra actividad podrá enfocarse de muy diversas formas.
Hemos
seleccionado la Electra de Cacoyannis por tratarse de una de las mejores
adaptaciones con las que podemos contar. De hecho el mismo año de su estreno
obtuvo el Premio del Jurado a la mejor transposición cinematográfica del
Festival de Cannes, una nominación al Oscar a la mejor película de habla no
inglesa y diversos reconocimientos en los Festivales de Tesalónica, Edimburgo o
Acapulco, y en 1963 la Corona de Plata “David O. Selznick” del Festival
Internacional de Cine de Berlín. Se cuenta que el profesor de Griego de Oxford
Hugh Lloyd-Jones declaró: “Electra es sin duda la mejor película de un clásico
que yo haya visto jamás. Cacoyannis tiene un toque de genialidad. Ha conservado
el espíritu de la obra de Eurípides y lo ha traducido a términos
cinematográficos. De hecho, puede que hasta lo haya superado”.
En
fin, como el abanico de grandes obras es muy amplio, busque, compare y si
encuentra una mejor úsela.
FICHA
TÉCNICA
Título original: Hlektra Fotografía:
Walter Lassally (BN).
Dirección: Michael Cacoyannis. Maquillaje: N. Varveris.
Producción: 1961, Gran Bretaña -
Grecia Ayudante de Edición:
L. Antonakis.
(Finos Films, Atenas), 110 min. Ayudante de Continuidad: T.
Vlassis.
Jefe de Producción: Yannis
Petropoulakis. Ayudante de
Cámara: Yorgos Antonakis.
Guión: Michael Cacoyannis. Interpretación:
Irene Papas, Aleka Katseli,
Música: Mikis Theodorakis. Yannis
Fertis, Theano Ioannidou, Notis
Ingeniero de Sonido: Mikes Damalas. Peryalis, Takis Emmanouel, Phoebus Rha-
Ayudante de Sonido: D. Kasimatis. zi, Manos
Katrakis, Eleni Karpeta, Kitty
Dirección artística: Spyros
Vassilis. Arseni,
Eleni Makri, Eleni Marinou, Anna
Ayudantes de Dirección: Bassilis
Mariolis. Stavridou, Elli
Trigonopoulou, Rita Lago-
y Th. Christides. poulou,
Liza Koundouri, Elsie Pitta.
Premios:
v
Festival de Cannes (1962): Premio del Jurado a la
mejor trasposición cinematográfica.
v
III Semana de Cine griego de Tesalónica (1962):
Premio a la mejor película, mejor director y mejor actriz (I. Papas).
v
Premio de Críticos cinematográficos de Grecia (1962)
a la mejor película, director, actriz (I. Papas), actriz secundaria (A. Katseli),
mejor actor secundario (N. Peryalis) y banda sonora original.
v
Festival de Cine de Edimburgo (1962): Diploma de
Mérito.
v
Festival de Cine de Acapulco (1962): Premio Especial.
v
Premio de la Unión de Juventud Internacional (1962).
v
Premio del alto jurado técnico del cine francés al
mejor sonido (1962).
v
Nominación al Oscar (1962) a la mejor película de
habla no inglesa.
v
Festival Internacional de Cine de Berlín (1963):
Corona de Plata “David O. Selznick”.
v
Premio Femina (Bruselas, 1963).
v
Premio de Prensa y Crítica cinematográfica (Amberes,
1964).