"Las Troyanas de Cacoyannis como recurso
didáctico para la reflexión sobre la convivencia y la paz"
(publicado
en Perspectiva Cep 2 (2000) 87 - 94)
IES Juuan López Morillas. Jódar (Jaén)
Sin lugar a
dudas, dentro de los temas transversales que se contemplan en la programación
de nuestras asignaturas hay uno de especial envergadura dada su vital
importancia para el correcto funcionamiento del centro y por la penosa pero
innegable actualidad que tiene su desconocimiento e incluso su violación. Nos
referimos a la educación para la paz, esto es, a la puesta en marcha de
actividades que proporcionen mecanismos adecuados para una recta valoración de
los derechos humanos y de los principios básicos de convivencia en las
relaciones interpersonales, ardua tarea si somos sensibles ante la creciente
deshumanización que está en el trasfondo de algunos planteamientos pedagógicos
y que afecta a determinadas áreas del currículo escolar.
Insertada en la
Programación de Griego presentamos a continuación una experiencia docente que
facilita el estudio y la sensibilización ante los desastres y la inutilidad de
toda guerra. Se trata de la proyección en el aula de la película Las Troyanas, adaptación del director
griego Michael Cacoyannis de la obra homónima de Eurípides. A ésta le sigue un
debate donde docentes y discentes exponen sus propias conclusiones personales.
Esta actividad
requiere de una labor previa de documentación que permita abordar de forma
provechosa el análisis de la película y de la tragedia que la inspira.
Lógicamente,
atendiendo a la capacidad e interés del alumnado, nuestro trabajo se verá
enriquecido con la traducción y comentario de distintos pasajes del texto
griego original. Los enfoques pueden ser múltiples dependiendo de cuál sea la
asignatura donde desarrollemos la actividad. Podemos insertarla en las
Optativas de Griego y Literatura Universal de Bachillerato o en Cultura Clásica
y Ética de 4º de ESO. De igual forma, puede incluirse en la programación de
Inglés, dado que esta película no se ha comercializado en vídeo a nivel
nacional y sólo se puede obtener en versión original con subtítulos en
castellano emitida por La2.
Es amplia la
filmografía de que disponemos sobre adaptaciones cinematográficas de tragedias
griegas[1]
y, repasándola, hay dos hechos que llaman a primera vista la atención. En
primer lugar, que, salvo unas pocas excepciones[2],
se ha llevado a la pantalla preferentemente obras de Eurípides. En segundo
lugar, tres de estas películas tienen el sello personal de Michael Cacoyannis,
director de fama mundial gracias a su Zorba
el griego (1964).
La primera de
estas tres adaptaciones de Eurípides fue Electra,
rodada en Grecia el año 1962. De su calidad artística hablan por sí solos los
galardones que obtuvo: Premio del Festival de Cannes a la mejor adaptación
cinematográfica, Oso de Plata en el Festival de Berlín y Premio Fémina del de
Bélgica, además de encontrarse entre las nominadas al Oscar como mejor película
extranjera.
El papel
protagonista de Electra recayó en una
de las actrices predilectas de Cacoyannis, Irene Papas, quien consiguió con
este trabajo su lanzamiento a la fama internacional y su consagración
definitiva en el cine[3].
Fruto de esta
colaboración entre director y actriz aparecerá en 1977 Ifigenia, que tomaba como modelo nuevamente una obra de Eurípides
enlazada temáticamente con la primera. También con esta producción llegará a
las puertas del Oscar de ese año en la misma categoría de mejor película de
habla no inglesa.
Completando
esta trilogía fílmica de temática troyana protagonizada por personajes
femeninos, Cacoyannis dirigió en 1971 su personal adaptación de Las Troyanas sobre la traducción inglesa
de la prestigiosa Edith Hamilton. El texto mantenía toda la fuerza y el
patetismo de la obra de Eurípides y había sido previamente puesto en escena en
Broadway en 1963. Cacoyannis saboreó las mieles del éxito con su versión
teatral, gozando del aplauso unánime de público y crítica, y esperaba repetir adaptándola
al cine.
Durante los
siete años que duró la dictadura de los coroneles en Grecia (1967-1974) muchos
intelectuales y artistas tuvieron que refugiarse en distintos países europeos y
cada uno de ellos hizo manifiesta, de una u otra manera, su lucha por la
libertad. Cacoyannis fue una de estas personalidades y su mayor aportación para
esta causa fue precisamente Las Troyanas.
Con él también tuvieron que huir de su país natal el compositor Mikis
Theodorakis -a quien encargó la banda sonora de la película- y la propia Irene
Papas -para la que había reservado el papel de la hermosa y cínica Helena-.
Como se puede
deducir, el director no eligió esta obra de forma aleatoria sino que buscó en
el repertorio clásico aquella obra que se ajustase mejor al tiempo y
circunstancia que le tocaba vivir. Su preferencia por Eurípides frente a
Esquilo o a Sófocles se debía a que se sentía más identificado con su estilo,
más realista y familiar, y con su concepción estética[4].
No debemos
olvidar que Eurípides, marcado por la terrible guerra civil entre atenienses y
espartanos, no dudó en criticar la política de su tiempo. No se podía exigir
responsabilidades de las matanzas al destino o a la voluntad de los dioses,
sino a los mismos hombres, a sus pasiones desenfrenadas y a su afán de
dominación.
Frente a la
cruel política imperialista encabezada por sus conciudadanos atenienses,
Eurípides se atrevió a representar en Las Troyanas todas las injusticias
personalizadas en un grupo de mujeres que esperan saber cuál es el destino que
les espera en suelo griego. Se verán obligadas a abandonar su patria para
servir como esclavas para aquellos que han asesinado a sus maridos e hijos. Un
episodio que tradicionalmente se celebraba como la gran victoria nacional, es
decir, la famosa guerra de Troya, se convertía así en una vergonzosa e injusta
actuación represiva sobre los vencidos.
Como era de
esperar, esta obra fue relegada al tercer puesto en la competición dramática de
ese año (415 a.JC.) y su autor no fue elogiado. Pero no era el único que hacía
oír su voz en Atenas. También Aristófanes, con sus graciosas comedias de
evasión, teñía de un pesimismo sutil los parlamentos de sus actores
aprovechando cualquier ocasión para denunciar a personajes públicos que
abusaban sin piedad de su autoridad y ofreciendo siempre ideas para la paz,
aunque fueran tan utópicas y risibles
como la huelga sexual de Lisístrata[5].
La tragedia, en
opinión de Michael Cacoyannis, es siempre actual ya que penetra el alma del
hombre de cualquier época expresando el eterno conflicto entre éste y sus
demonios internos y externos. No hace falta que el espectador crea en mitos ni
en divinidades. A través de los personajes dramáticos podrá descubrir la
verdadera naturaleza de la condición humana[6].
Uno de los primeros
problemas con los que se tuvo que enfrentar nuestro director a la hora de
concebir la película fue quer Las
Troyanas no poseía una intriga ni una acción semejantes a las de Electra, sino que, más bien, la obra se
presentaba como una extensa elegía compuesta por la yuxtaposición de monólogos
y escenas de diálogo[7]
que corría el riesgo de convertirse en un monótono lamento[8].
Sin embargo, ya Eurípides había puesto en marcha todos los recursos dramáticos
de que disponía para evitar esto a toda costa. Cacoyannis, por su parte,
consigue crear un notable dinamismo en dos planos diferentes.
De una parte
encontramos un dinamismo interior presente en el texto original. Así, fiel a la
composición sinfónica del drama euripideo, las escenas van presentándonos, in crescendo, un progresivo mal que
comienza en desesperanza para llegar finalmente al horror y la ferocidad más
inhumana. Además, el anuncio adelantado de las muertes que más tarde tendrán
lugar aumenta la sensación de suspense. Tal es la función que tienen los
repetidos avisos velados dados a la reina sobre el funesto destino de su hija
Políxena.
El clímax se
alcanza indudablemente en el enfrentamiento de la reina Hécuba con Helena,
causante de todas las desgracias de los troyanos, siendo el culmen de los dolores
el lamento de la primera ante el cadáver de su nieto Astianacte, que ha sido
arrojado desde las murallas de la ciudad para asegurar a los griegos que su
descendencia no continuará.
Cacoyannis no
concibe la declamación de forma mesurada o contenida como podía verse en Electra. Antes bien, se da vía libre a
todo tipo de gritos, lamentos y clamores desgarradores capaces de ensordecer
las profundidades del alma[9].
Algunos críticos cinematográficos siguen empeñados en interpretar esto como
defectos de sobreinterpretación, especialmente en el caso de la composición de
Katharine Hepburn como Hécuba y de Vanessa Redgrave como Andrómaca[10].
No obstante, es evidente que lo mejor de la película es precisamente el trabajo
de un brillante y excepcional plantel de actores, donde cabe alabar los
distintos registros de Geneviève Bujold en el papel de la contradictoria
profetisa Casandra, la sensualidad y temperamento de Irene Papas -premiada por
la National Board of Review
norteamericana como mejor actriz del año por esta interpretación- y la creación
de Brian Blessed de Taltibio, el entrañable mensajero que se debate entre la
lealtad al ejército griego y la humanidad hacia el coro de las mujeres.
La segunda
forma de dinamismo que consigue Cacoyannis tiene que ver básicamente con su
concepto estético de la filmación. Para recrear el ambiente que necesitaba
localizó los exteriores en nuestro país, concretamente en un árido y desolador
paraje de Atienza, Guadalajara. A pesar de contar con un presupuesto holgado,
llama la atención lo austero y naturalista de la producción, con una
esquematización absoluta en decorados y vestuario. Con este telón de fondo y
sin forzar jamás la expresión trágica, el director filma las escenas libremente
para dar un cuerpo cinematográfico a la obra teatral.
Los movimientos
vertiginosos de la cámara siguiendo a Casandra dentro de la gruta, antorcha en
mano, entonando el frenético himeneo o la escena del baño de Helena ante un
enfurecido grupo de troyanas que no dudan en apedrearla son buena muestra de
este dinamismo externo[11].
Cacoyannis tiene en cuenta incluso la versión tradicional a la hora de
presentar a Helena desnuda. No se trata de una invención o de un capricho, ya
que, si bien Eurípides no hace referencia a este detalle, se contaba que Menelao
al ver el seno desnudo de su esposa había arrojado al suelo la espada
deponiendo su cólera[12].
Hay por último
dos detalles que estructuran también la narración cinematográfica y que actúan
de hilo conductor. En primer lugar está el personaje de Hécuba, presente a lo
largo del film. La escena inicial y final con la reina postrada rostro en
tierra da la sensación de una composición en anillo perfectamente cerrada. En
segundo lugar contamos con las intervenciones del coro de troyanas, con
alternancia consecutiva de primeros planos y planos en detalle, que sirven de
nexo entre los distintos episodios tal y como Eurípides los había concebido[13].
Analizando la
película y comparándola con su modelo teatral vemos el inmenso respeto en lo
referente a su estructura formal, aunque con ciertas libertades. El prólogo
dramático original, por ejemplo, consistía en un diálogo entre Atenea y
Poseidón, pero Cacoyannis, a fin de evitar referencias innecesarias de tipo
sobrenatural o divino, lo sustituye por una sucesión de planos sobre la
destrucción de Troya que, una vez paralizados en blanco y negro, son comentados
por una voz masculina en off. Así la función del prólogo no se pierde ya que se
logra poner en antecedentes a los espectadores para que puedan calibrar la magnitud
de la violencia griega en suelo extranjero. De hecho, la cámara nos conduce
hacia las mujeres y los niños, indefensos frente a la brutalidad del ejército
aqueo.
A partir de ese
momento el escenario va a ser el mismo hasta el final: un terreno abrupto y
desolador con algunas ruinas dispersas aún humeantes de las que empiezan a
surgir siluetas femeninas vestidas de negro. Es el coro de mujeres troyanas
que, presente a lo largo de toda la película, lamenta las desgracias propias y
las de su reina. De este modo, tras la monodia inicial de Hécuba, la esposa del
rey Príamo, asistimos a la entrada (párodos) de los dos semicoros que
entablarán con ella un diálogo.
Aquí es
especialmente notable la dificultad para el registro trágico de Katharine
Hepburn, quien salió airosa del trance pero no volverá a repetir con papeles
semejantes. En repetidas ocasiones manifestó a los periodistas que el estilo
austero de Cacoyannis y su forma de entender algunas escenas no le convencían y
había discrepancias durante el rodaje. Por esta razón no se encontraba cómoda y
le desesperaba especialmente la cadencia y el quietismo de su personaje, de una
pasividad y resignación a la que no estaba acostumbrada.
El primer
episodio consta de dos partes bien diferenciadas. La primera es un diálogo
epirremático entre Hécuba y el mensajero de los griegos, mientras que la
segunda se centra en Casandra, hija de la reina, que aparece corriendo
enloquecidamente por la gruta mientras entona un atípico canto de bodas. La
maldición de Apolo que recae sobre ella hace que nadie crea en sus profecías,
razón por la que su madre la trata como si de una demente se tratase. El
personaje de Casandra permite a Geneviève Bujold llenar de matices y tonos
opuestos su actuación, cambiando constantemente de registro de forma que pasa
radicalmente del trance místico a la serenidad y de la exaltación frenética al
enmudecimiento final. La escena termina con un triste canto procesional que
Mikis Theodorakis pone en boca del coro de las troyanas y con la recitación también
coral de un estásimo en el que se hace referencia al famoso caballo de madera.
Ambos elementos nos trasladan inmediatamente a la concepción original de la
tragedia griega, en cuya representación la música y el canto coral jugaban un
papel esencial.
En el segundo
episodio vemos a Andrómaca con su pequeño hijo Astianacte -interpretado por el
español Alberto Sanz- montados en un carro junto a las armas del fallecido
Héctor, hijo también de Hécuba. Andrómaca, de su fiel esposa, ha pasado a ser
una joven viuda resignada con su destino. Como si el cinismo no tuviera límites
es ahora destinada como esclava para atender, lecho incluido, a Neoptólemo, el
hijo de Aquiles, quien había asesinado a su marido. Pero lo realmente inhumano
es que los generales griegos han decidido que también su pequeño debe morir.
Taltibio, el heraldo, no sabe como comunicárselo y tiene que decírselo a gritos
para contener su propia indignación, su impotencia contenida y puede que hasta
sus lágrimas[14]. Con una
puesta en escena marcadamente teatral contemplamos primero una reacción de
histeria colectiva que da paso, a continuación, a una callada aceptación de la
crueldad inevitable. Vanessa Redgrave, cuya interpretación no resulta en líneas
generales demasiado convincente, protagoniza en ese momento una de las escenas
más emotivas del film cuando se despide de Astianacte.
El tercer
episodio se abre con Menelao y sus soldados que acuden a caballo al campamento
troyano para sofocar violentamente la revuelta de las mujeres. Éstas, llevadas
de su incontrolable odio hacia Helena, piden a gritos su muerte. Aquí la
tensión dramática se reparte entre Irene Papas, como la infiel y dominadora
esposa de Menelao, y Katharine Hepburn, mientras que Patrick Magee compone con
acierto al pusilánime y débil general griego que se debate silenciosamente
entre creer y perdonar a su mujer o hacer caso a la reina y a las demás
troyanas.
Vincent Canby,
un prestigioso reportero del New York Times, destacó en su día que la Hepburn
daba lo mejor de sí misma en este momento de clímax puesto que tenía enfrente a
una antagonista de su altura. A pesar de los diferentes estilos interpretativos
de estas dos grandes actrices, Cacoyannis logró conciliarlos y sacarles partido
creando así un choque de poderosa oposición que llena la pantalla de forma
desbordante cuando ambas, cara a cara, cruzan sus miradas.
Salta a la
vista también el cuidado puesto en el vestuario, obra de Annalisa Rocca, que
realza el juego antagónico. Las troyanas, con la reina a la cabeza, llevan
mantos oscuros y sucios. Sus cabellos, cortados en señal de duelo, están
normalmente cubiertos. Helena, sin embargo, aparece enjoyada y con un vestido
blanco de pronunciado escote que le deja la espalda al aire. El pelo lo lleva
recogido, pero cuando finge el intento de suicidio éste se suelta y da paso a
una larga y oscura melena que añade un toque de sensualidad.
Para Michael
Cacoyannis Helena no es más que el pretexto fácil que los griegos se han
buscado para hacerse con el oro de Troya. Así lo expone en tres escenas
diferentes del largometraje. Pero las causas de la guerra resultan superfluas a
estas alturas. Lo realmente importante es que quede patente la condena radical
a toda intervención militar contra los estratos sociales más indefensos, como
en este caso las mujeres y los niños. Menelao con su cobardía representa la
vergonzosa debilidad de los vencedores, mientras que Hécuba hace frente con
entereza y nobleza a la condena de exilio y esclavitud que pesa sobre su
cabeza.
La última parte de la película
contiene un broche final magnífico. Se trata del treno que Hécuba entona ante
el cuerpo ya sin vida de su nieto Astianacte, que ha sido despeñado desde lo
alto de las murallas en cumplimiento de la orden dada por el ejército aqueo. El
lamento se subraya con un canto coral donde descubrimos la voz inconfundible de
Maria Farantouri, cantante a la que Theodorakis consideraba ideal para
interpretar sus temas más desgarradores.
Tras las honras
fúnebres Taltibio impide que la reina ponga fin a su vida arrojándose a las
llamas y en la escena final asistimos al silencioso éxodo de las troyanas con
la mirada perdida en el vacío caminando con paso firme hacia las naves griegas
mientras empieza a oírse una melodía atonal, acorde con el desconsuelo reinante
en la escena, que da paso a los títulos de crédito.
La reflexión
última nos conduce inevitablemente a plantearnos si tanto dolor es necesario.
Si abrimos un turno de debate y oímos las distintas conclusiones personales,
además de enriquecernos podremos comprobar que la proyección de Las Troyanas no nos ha dejado
indiferentes. Su mensaje antibelicista está presente en cada uno de los
elementos que configuran el film, ya sea en la interpretación de los diferentes
personajes, con su riqueza de matices, en la escenografía o en la música.
Si es real el
poder purificador del alma que Aristóteles reconocía en las antiguas tragedias
griegas, nuestra reflexión dará un paso adelante promoviendo en nosotros
valores y hábitos que favorezcan la armonía y la paz tanto a nivel personal
como social.
FICHA ARTÍSTICA:
Título original: The Trojan
Women.
Nacionalidad: USA-Gran Bretaña.
Duración: 110 minutos.
Año de estreno: 1971.
Dirección: Michael Cacoyannis.
Ayudantes de dirección: Stavros Konstantarakos, José Mª Ochoa y
Roberto Cirla.
Edición: Michael Cacoyannis.
Guión: Michael Cacoyannis, sobre la traducción inglesa de Edith
Hamilton de Las Troyanas de
Eurípides.
Producción: Michael Cacoyannis y Anis Nohra (Cinerama Releasing).
Director de producción: Paco Lara.
Productor ejecutivo: Joseph
Shaftel Productions.
Supervisor de producción: Carlo Lastricati.
Ayudante de producción: Derek Haine.
Distribuídora: MCA.
Fotografía: Alfio Contini (Eastmancolor).
Montaje: Russell Woolnough.
Dirección artística: Nicholas Georgiadis.
Efectos especiales: Basilio Cortijo.
Vestuario: Annalisa Rocca.
Música: Mikis Theodorakis (composición y dirección), con la
colaboración de Maria Farantouri (voz).
Sonido: Mikes Damalas (grabación) y Alfred Cox (edición).
Reparto: Katharine Hepburn, Irene Papas, Vanessa Redgrave, Geneviève
Bujold, Brian Blessed, Patrick Magee, Alberto Sanz.
[1]VALVERDEE GARCÍA, Alejandro, "Filmografía
sobre la Grecia Antigua y la trasposición de tragedias y mitos griegos a la
actualidad", Thamyris 1 (1997)
6-11. Artículo disponible a través de Internet (www.thamyris.uma.es).
[2]De Sófoccles cabe resaltar las adaptaciones de
Antígona (Antígona, 1961, Yorgos
Tzavellas) y Edipo rey (Edipo, el hijo de
la fortuna, 1967, Pier Paolo Pasolini).
[3]VALVERDEE GARCÍA, Alejandro, "La Literatura
Griega con Irene Papas", Andalucía
Educativa (en espera de publicación).
[4]GOUDELISS, Tassos, "Drame Antique et cinema
grec", en DEMÓPOULOS, Michel, Le
Cinema Grec (Centro Georges Pompidou, 1995, Paris), 84.
[5]VALVERDEE GARCÍA, Alejandro, "Propuestas de
paz en la Grecia Antigua", Thamyris
3 (1999)9. Artículo disponible a través de Internet (www.thamyris.uma.es).
[8]MELERO BBELLIDO, Antonio. Eurípides. Cuatro tragedias y un drama satírico (Akal, 1990,
Madrid) 101.