Carta de un Palestino

Tengo 18 años, el pelo negro, los ojos claros y llevo la cólera en la
sangre. Soy palestino, ciudadano de una tierra hipotecada, una tierra
arrebatada a mis abuelos, una tierra soñada. He nacido en una tienda, en un
campamento donde el viento produce la migraña de la espera y de las
ilusiones.

Me llamo Mahmoud, como el poeta, pero no soy ni poeta ni filósofo para
cultivar la paciencia y la sabiduría. Llevo la rabia escrita en los ojos y
no me atrae creer en las cosas que no veo. Yo creo lo que veo. Y lo que el
mundo me muestra es feo. La injusticia ha elegido una máscara, la de la
fealdad, del polvo y de las balas que silban por encima de nuestras cabezas
.

Nos hablan de Oslo. Es un país o una paloma? No tengo ni la menor idea. Un
sueño quizá. Pero, ¿qué vida, qué sueño, qué locura puedo permitirme? Tengo
18 años y una pesada memoria a mis espaldas, cincuenta y dos años de
desgracia. Quisiera reír y danzar, cantar y estudiar, sufrir mal de amores,
pelearme sobre el color del cielo y sus reflejos en el mar. Quiera vestir a
la moda y escuchar la música de mi tiempo. Quisiera discutir con mi novia
porque me pone celoso y escribirle poemas de amor. Pero yo no vivo el tiempo
del amor. En Ramallah vivimos rodeados de colonias desde donde apuntan los
fusiles.

Quisiera que mi madre fuera feliz y llevara un vestido azul que tirara su
túnica negra. Quisiera que mi padre no perdiera el sueño por no saber si el
ejército isralí le dejará pasar para ir al trabajo. Quisiera que mis dos
hermanas se quitaran el velo y fueran a la Universidad, con ánimo tranquilo
y espíritu confiado en el porvenir. En cuanto a mis hermanos, quisiera
simplemente volver a verles. A Alí ya no le veré nunca más. Ya lo sé, fue
una bala perdida. No, fue una ráfaga de metralleta bien cargada la que le
mató. Mi madre está de luto. Mi padre no se afeita. El aire resulta
irrespirable. Nos asfixiamos. Nos asaltan pesadillas. Y no queremos oír los
discursos de Arafat. Los otros dos hermanos están en la cárcel, al otro lado
de la colina, en una cárcel israelí. Están cansandos de esperar.

¿Qué hacer de mis jornadas llenas de polvo y de miseria? ¿Qué hacer de mis
noches vacías de sueños y de estrellas? ¿Adónde llevaré este cuerpo que
crece demasiado deprisa, estos ojos sin lágrimas, esta rabia que no sabe en
dónde concentrarse? ¿Contra quién se dirigiría? ¿Contra el ocupante, contra
los colonos o contra nuestros políticos que siguen impertérritos sin darnos
nada para vivir?

Soy palestino y no tengo más que piedras al alcance de mi cólera. El tiempo
pasa y nos ignora. La vida, la vida verdadera, está en otra parte, lejos de
estas colinas, lejos de estos olivos, lejos de nuestra casita.

Pero, ¿qué casa? Una choza en donde nos amontonamos. Se trata de nuestra
espera, de nuestro destino. Cuando llueve, el lodo despide mal olor. En
verano, el polvo gris se suspende en nuestras pestañas. Mi casa está en mi
mente. Es grande y antigua. Los muros son gruesos. La terraza da sobre una
bella mezquita. Mi casa es  una imagen que llevo adherida en la frente. Dejo
las ventanas abiertas. La puerta también. Es la casa del silencio y de la
serenidad. No soy yo quien lo digo, lo dice mi padre. Habla de la casa de
sus padres, que a menudo he imaginado rodeada de árboles. Abandono este
sueño y borro las imágenes que se apelotonan en mi cabeza. Oigo el lloro de
un bebé. Cuando pienso en la vida que le espera, bajo los ojos y miro un
gato que juega con un gorrión muerto.

Dentro de dos años tendré veinte años. Al parecer, es la mejor edad. No para
nosotros. Nosotros no tenemos edad. Tenemos un destino lleno de incógnitas.
No soy un hombre joven con un porvenir en el horizonte. Ni siquiera estoy
seguro de que una bala no venga a buscarme en la calle donde tiro piedras.

Soy un hijo de los campamentos y no quisiera envejecer entre piedras y
detritus. No envejeceré. Con una honda detendré el tiempo, ahuyentaré a los
pájaros, haré retroceder la fila de policías palestinos y avanzaré hacia los
soldados israelíes que disparan sobre nosotros porque no tenemos derecho a
vivir.

Hosted by www.Geocities.ws

1