EL VALLE DE LA QUIETUD
Edgar Allan Poe EL VALLE DE LA QUIETUD Hubo aqu�, anta�o, un valle callado y sonriente donde nadie habitaba. Parti�ronse las gentes a la guerra, dejando a los luceros de ojos dulces, que velaran, de noche, desde azuladas torres las flores y en el centro del valle cada d�a la roja luz del sol yac�a indolente. Mas ya qui�n lo visite advertir�a la inquietud de ese valle melanc�lico. No hay en �l nada quieto sino el aire que ampara aquella soledad de maravilla. �Ah! Ning�n viento mece aquellos �rboles que palpitan al modo de los helados mares en torno de las H�bricas brumosas. �Ah! Ning�n viento arrastra aquellas nubes, que crujen levemente por el cielo intranquilo, turbadas desde el alba hasta la noche sobre las violetas que all� yacen, como ojos humanos de mil suertes, sobre ondulantes lirios, que lloran en las tumbas ignoradas. Ondulan, y de sus fragantes cimas cae eterno roc�o, gota a gota. Lloran, y por sus tallos delicados, como alj�far van l�grimas perennes.