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Teodoro Llorente




EN EL CAMPO


versos de los diez a los ocho años

El campo! ¡Un perro fiel y una escopeta!
¡Horizonte sin termino delante!
¡Los ojos, para verlo, del poeta!
¡Para provarlo, el alma del amante!
¡Ni senderos, ni limites, ni guia!
¡A mis errantes pasos campo abierto!
¡Campo abierta a mi suelta fantasia
Que en desierto trueca el arido desierto!
No temais, codornices de estos pardos;
En el nido a mis pies dormid en calma.
Siguiendo van mis pasos desciudados
Una sombra, ¡ la sombra de mi alma!
Una alma, que busco y entreveo,
Y desaparece al punto vagarosa;
A la que va constante mi deseo
Como la abeja al caliz de la rosa.
Imagen que mi espiritu adivina
ó finjen mis anhelos burladores;
Hada, ninfa, o mujer, vision divina
De los que siento yo locos amores.
¡O luz del sol, que en la enramada umbria
Filtrándolas, tus rafagas destelladas!
Tú enciendes tu ardorosa fantasia,
Que tus cabellos de oro mira en ellas.
¿Po que , flor engañosa del granado,
Tus petalos deplegas carmesíes?
Para fingir su labio perfumado
Parece que entreabriendote sonries.
¿De donde, oh brisa, la fragancia tomas
Que dulce exhalas?¿Eres un suspiro?
Aspiro de su aliento los aromas
Cuando tu soplo embalsamado aspiro.
¿No son sus vestiduras y sus velos
Nubes doradas, vuestros leves tules?
¡Oh! ¡me parece al contemplar los cielos,
Que llenan su extensión ojos azules!
¿Por que, flotando incierta sobre al aura,
Huyendo vas, de mí siempre delante,
De mí, que te amo cual Petrarca a Laura,
Y como a Bëatriz adoró el Dante?
La soledad te place, y te evaporas
Del bullicioso mundo en el estruendo;
Mas ¡ay! si en estos dulces campos de moras,
Por qué vano te voy siempre siguiendo?
No temas: á través de este follaje,
Nada pudieran ver ojos profanos;
Dejame asir las orlas de tu traje,
Que huyeron tantas veces de mis manos.
Deja que te rasgue la encantada gasa
Que me roba tus mágicos hechizos;
Que en la luz de tus ojos, que me abrasa,
Absorba del amor los bebedizos.
Deja que amantes y avidos mis ojos
Tus encantos sin velo una vez vean;
Que mire sonreir tus labios rojos;
De verdad una vez mis sueños sean.
Un repliegue, de tu manto desprendido,
Roza mi sien, y en torno a mi giras;
Y vienes y suspiras a mi oido,
Y te vas, y a lo lejos aun suspiras.
Y corro a donde escucho tu suspiro,
Y responde burlona carcajada;
Y atento escucho y extasiado miro,
Y nada logro ver, y no iogo nada.
Si es tu imagen un rayo de la luna,
Si es tu suspiro el aura entre las ramas,
Fantasma de mis sueños importuna:
¿Por qué me llamas? di: ¿por qué me llamas?
¡Soñado encanto de mis horas tristes!
A tu voz mi alma armonica responde.
¡Oh! ¡no eres ilusión! Si aquí no existes,
En su hondo seno el corazon te esconde.
Eres la luz sagrada que ilumina
Los ensueños fantásticos del vate;
Impluso celestial, fuerza divina,
Que misteriosa en nuestro pecho late.
¡Oh, mi amor! De tu luz resplandeciente
Sólo llegan al mundo de los reflejos;
Nadie imprimio sus labios en tu frente:
¡Feliz yo que te pude ver de lejos!


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EN LA FUENTE
Romance lugareño

La penumbra del ocaso
Desciende ya de la sierra,
Y a las oraciones llama
El esquilón de la aldea.
En lo más hondo del valle
Vierte un manantial sus perlas;
Musica le dan los mirlos,
Sombra le da la arboleda.
Por agua viene una moza,
El cantaro en la cabeza;
Su faz de rosas da envidia
A la misma primavera.
Pone el cántaro á la fuente
Y en dura roca se sienta;
Los dulces mirlos le cantan,
Los arboles la sombrean.
Ya esta lleno el cantarito,
Ya esta lleno de agua fresca;
La bella no lo recoge:
¿En que pensara la bella?
Un labrador con su yunta
Cruza la proxima senda:
-"¿Que haces en la fuente, niña? ¿No ves que la noche cierra?
-Para mi pobre hermanito
Busco nido en la maleza,
Pues he prometido darselo
Si mañana va a la escuela".
Por la fuente el pastor pasa,
El pastor con sus obejas:
-"¿Qué haces, niña?El sol se ha pueesto,
Y los lobos andan cerca.
-Mi madre, mi pobre madre,
Es anciana y esta emferma;
Para darle aliento y vida,
Busco aromaticas yerbas".
El cura con su brevario
Hacia el pueblo da la vuelta:
-"¿Que haces, niña?La campana
Te esta llamando a la iglesia.
-Flores no tiene la Virgen,
Y mañana, padre, hay fiesta;
Para su altar hacer quiero
Dos guirnaldas de violetas".
Ya el labrador con su yunta,
Ya el pastor con sus obejas,
Ya el cura con su breviario,
A paso lento se alejan.
Ya con gallarda soltura,
Saltando de peña en peña,
Baja el valle con sus perros
El cazador de la selva.
-"!Dios te guarde, niña hermosa! -!Cazador, Dios te proteja!
-¿Por quien vienes a la fuenta?
¿Por quien bajas de la sierra?
-¿No lo dice mi alegria?
-¿No lo dice mi vergüenza?
-Soy quien ansioso te busco.
- Soy quien ansiosa te espera". Y tiernamente se abrazan
El cazador y la bella,
Y mudos callan los mirlos,
Y obscura la noche cierra.



LA LUZ

Poeta, pulsa la lira
Y alza la sien soñadora;
Abre los ojos, y admira;
Abre el corazon, y adora.
Con alas de aguila hiende
Los espacios, y desciende
Sobre ti la inspiración;
Yo soy aquel rayo de oro
Que hería el mármol sonoro
De la estatua de Memnón.
Soy la Luz, soy el destello
Que de Dios brilla en la fuente.
¿Ves esos cielos profundos,
Esos astros, esos mundos?
Todos existen por mí.
Dios, que crearlos quieria,
Miro a la extensión sombria,
Dijo una palabra, y fuí.
Vestido el caos de nieblas
Y agitandose entre brumas,
Batía en mar de tinieblas
Negras olas sin espumas.
Yo, contra el mosntruo funesto
Flamigero dardo sesto,
Y en rapida dispersión,
Desgarradas por mis flechas,
Las sombras, girones hechas,
Barre el airado aquilón.
Rotos los funebres velos,
Corónanse de albas lumbres,
Y en los transparentes cielos
Alzan los montes sus cumbres.
Sereno a sus pies dilata
El mar sus olas de plata
Que nadie pudo medir;
Y al son de ignorada lira
El coro de estrellas gira
En esferas de zafir
Desde entonces la alborada,
Incendiando el horizonte,
Baña con su luz rosada
La frente adusta del monte;
Desde entonces también arde
El cielo al morir la tarde
Tinto en sangriento arrebol,
Pues, por luminar del mundo,
En el espacio profundo
Puse la antorcha del sol.
.Yo a la luna misteriosa
Doy la claridad tranquila
Que en secreto bebe ansiosa
La soñadora pupila.
Yo a las nocturnas estrellas
Vesti con sus luces bella,
Y piadosa darles se
Esos resplandores santos
Que os revelan en encantos
Del amor y de la fe.
Tú, que al ocaso y la aurora,
Sin fatiga y sin enojos,
Cual aguila triunfadora,
Clavas en el sol los ojos,
Canta la luz. Los risueños
Siglos de los dulces sueños,
Por Dios, el vate inmortal
El númen dieron, que guia
En la inmensidad vacia
Mi regio carro triunfal.
Canta, canta, hijo de Apolo,
Canta el alba soñolienta
Que en los cristales del Polo
Vierte luz que no calienta;
El astro que es vuestro estio
Entre perlas de rocio
Dora la palida mies,
Y el rojo sol africano
Tostador del polvo vano
Que arrastra el simún después.
Canat la noche estrellada,
Canta el luminoso dia,
Canta, la tarde bañada
En dulce melancolia;
Canta las pintadas flores,
A las que vario en colores
Pretso brillante matiz;
Canta las parleras aves,
Que anuncian con trinos suaves
Del sol la vuelta feliz.
Canta, canta a las hermosas,
Si a tanto tu voz se atreve;
Las de megillas de rosas,
Las de garganta de nieve;
Canta con ojos amantes,
Que destellan deslumbrantes
Vida, fe, dicha y amor,
porque en ellos puse ufano,
Por hechiza soberano,
Un rayo de mi fulgor.
Y si este mundo no basta
A tus ansias de poeta,
El vuelo tiende entusiasta;
Pasa audaz para vulgar meta.
De los astros sube al coro;
Sobre sus orbitas de oro
Ven, de mis huellas, en pos,
Y en la celeste morada
Bebe de la luz increada
Que irradia el rostro de Dios.
Veras, con impulso blando,
Entre hermosos arraboles,
A tus pies lentos girando;
Mundos, estrellas y soles;
Y alli las esferas todas
Cantan las santas bodas
De tu espíritu inmortal
Con la luz, que hoy a tu mente
Revela cofusamente
Tu ambicionado ideal.




LA SOMBRA

Oh pensativo poeta!
Deja la importuna lira,
Y eleva a Dios la secreta
Voz que en tu interior suspira.
Yo, sobre todas las frentes
Inspiradas ó dolientes,
Las alas siempre tendí:
La Sombra soy, y los sueños
Coronados de beleños
Van siempre detras de mi.
Yo adormezco en dulce calma
Los parpados fatigados,
Y abró a los ojos del alma
Horizontes encantados;
A homero, la brilladora
Llama muestro, que devora
Los alcazares de Ilion;
Y rasgando eternas nubes
Las guerras que los querubes
Revelo al Ciego de Albión.
Soy para el hombre el reposo,
Soy el placido sosiego,
Que del vivir fatigoso
Rompe el círculo de fuego.
Huyo de la luz, y habito
En el espacio infinito
Do nadie me arrojará;
Ardan miles de lumbreras;
Yo de todas las esferas
Seré siempre el más allá.
Cuendo el ave vuela al nido,
Y la flor el caliz cierra,
Y el descanso y el olvido
Y la paz ama la tierra;
Cuando el labrador cansado
Se inclina sobre el arado
Que su diestra encalleció,
Y oye triste la lejana
Vibracíon de la campana,
Entonces deciendo yo.
Desciendo al morir el dia,
Dormida en el blando coche
En donde el silencio guia
Los caballos de la noche;
Va esparciendo el torno mio
Sus lagrimas el rocio,
Y con triste majestad
Marcha detras la tiniebla,
Que inunda el espacio y puebla
De encantos la intensidad.
Y alla en los bosques umbrios
Llenos de rumores vagos,
Y en las nieblas de los rios,
Y en las brumas de los lagos,
Vestida de leve gasa,
Triste y misteriosa pasa
La sombra de una mujer,
Hada, silfide u odina,
Imagen siempre divina
Que el amor hace nacer.
El amor que a la importuna
Luz del sol que no alza la frente,
Y a quien doy la blanca luna
Por callado confidente.
Mi ala palida le abriga;
Su paso enconde, y amiga
Tiendo el vuelo protector
Cuando, con su puro aliento,
En el más feliz momento
La antorcha apaga el rubor.
Tú, vate, que nada ignoras
De lo que ocultan mis celos;
Tu, que en las nocturnas horas
Abiertos miras los cielos,
En mi silencio profundo
La que no comprende el mundo
Exhala queja febril,
Como sus goces y penas
Cantan en noches serenas
Los ruiseñores de Abril.
anta la senda frondosa,
Que para darme guarida
Entreteje misteriosa
Las ramas do el ave anida;
Canat la florida alfombra
Tendida a su humeda sombra,
Y la gruta de gristal
En cuyo fondo sombrio
Gota a gota cae del rio
El límpido manatial.
Canta los valles que guarda
Del sol la verde colina,
Que protectora la parda
Frente de rocas inclina;
Canat la pajiza choza
Donde fresca sombra goza
El cansado cazador,
Cuando, con su can sediento,
Huye del arido aliento
Del verano abrasador.
Canata la humilde violeta
Entre las hojas oculta,
Y la perla que discreta
En los mares se sepulta;
Canta los dulces hechizos
Que vela con blondos rizos
la vergonzosa beldad;
Canta lo que bello asombra
Al mundo, y busca la sombra
Un velo a su honestidad.
Canta, y hallaras abiertas
En las horas de misterio
Las maravillosas puertas
De mi halagador imperio;
En sus soledades vastas,
los prodigios podrás ver,
Que, impotentes, o risueños,
En lo mejos de tus sueños
No llegaste a comprender.
Todo lo que el alma ansía,
Y apetece la esperanza,
Y finge la fantasia,
Y en el mundo no se alcaza,
Yo te lo dare !Oh poeta!,
Si tu inspiración inquieta
De mis huellas vuela en pos
Hasta el remoto palacio
Donde lleno el vasto espacio
Y oculto la faz de Dios.



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