CRÍTICA A LA PRÁCTICA PROFESIONAL DEL FÚTBOL EN VENEZUELA

(Parte l)

Por Guayú De Falkón
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El desarrollo de los encuentros de fútbol en estadios que parecen desiertos, sin un público consumidor de fútbol, sin hinchas de clubes, sin la asistencia de fanáticos ni tampoco de seguidores de los futbolistas, es algo que parece no preocupar a los dirigentes del fútbol nacional; aunque éstos escuchen las voces de millones de venezolanos que gritan eufóricos, desde el asiento del salón de estar y del bar de su casa, o desde la barra de una tasca o desde la mesa de un restaurante, cada vez que Brasil participa en un torneo internacional. La selección brasileña es el equipo de fútbol nacional con el que se identifica el venezolano en las disputas de los torneos internacionales.


A nadie le importa que el venezolano sea el mayor hincha del fútbol brasileño. Hombres y Mujeres gritan desaforados por Ronaldo, por Rivaldo y por Roberto Carlos y apuestan por ellos. Son muchos más los hinchas que asisten por Tv. a un partido de fútbol de un mundial, que los que asisten por la misma Tv. a un partido por la final de las grandes Ligas del Béisbol. Entre los espectadores de telespectáculos, el fútbol profesional de alta competencia tiene la más alta sintonía; pero en la asistencia a los estadios, el béisbol supera al fútbol.


¿Crecerá la asistencia a los estadios de fútbol? Dependerá en primer término si aumenta la calidad de los actores profesionales del fútbol y del espectáculo en general; y eso se materializará en el momento en que, al igual que en el béisbol, los clubes de fútbol nacionales produzcan juegos y figuras de corte internacional, tal como lo hace el béisbol. El público colmará los estadios y se construirán unos nuevos y más grandes, sólo cuando la selección nacional de fútbol y los demás clubes profesionales nos den triunfos internacionales, como el béisbol lo hace en las series del caribe; y también cuando los clubes exporten tantos futbolistas como hoy se exportan jugadores de béisbol.


Cuando a un niño de corta edad le preguntan por fútbol, habla de Maradona, de Ronaldo y de Brasil. Estos son sus modelos, y sólo por verlos a éllos o a jugadores de calidad similar, pedirá a sus padres que lo lleven a un estadio de fútbol. Si los clubes profesionales de fútbol no ofrecen un espectáculo como el que a diario modela la Tv. en la mente de los espectadores, nunca habrá una concurrencia masiva que grite y apoye a todos los clubes de fútbol criollo, y los estadios seguirán como hasta ahora ocurre durante los cotejos de fútbol profesional: en su mayoría, vacíos; con la excepción de los que alguna vez en su vida lo han practicado, que son los que hoy asisten a los estadios de fútbol.


Después que los comentaristas nacionales de fútbol, desde la Tv., la prensa escrita y la radio, han modelado el consumo del buen fútbol, mostrando, escribiendo y hablando de las maravillas de los jugadores del Real Madrid, del River Plate, de la selección de Italia, de Argentina y de Brasil, no pueden pretender que la inmensa mayoría de los venezolanos, que han aprendido a gozar del buenos partidos y excelentes jugadores, esté dispuesto a pagar en taquilla para presenciar la pobre actuación de un equipo de fútbol nacional que, practica un fútbol propio de aficionados, sólo porque son venezolanos.


Después que el venezolano tiene años viendo lo que es el fútbol de gran factura, gracias a los medios de comunicación y al petróleo, que permitieron al público masivo asistir a través de la pantalla chica a las más grandes competencias del fútbol internacional, no se le puede criticar que se niegue a asistir a un estadio para ver como jugadores de fútbol profesional se equivocan a cada rato al pasar el balón al compañero durante el juego; profesionales que patean el balón fuera del arco cuando están solos frente a la portería contraria; profesionales del balompié que hacen piruetas torpes y acaban con la pérdida del balón por tratar de lucirse ante el público; profesionales que acaparan la pelota, y cuando están desesperados, a punto de que el contrario se los quite, lo sueltan a la carrera comprometiendo al jugador que lo recibe; y, como sucede la mayoría de las veces, perdiéndolo.


Nadie quiere ir a ver a unos defensas que al ser sobrepasados por el contrario, le hacen zancadillas o lo golpean, de manera más brutal que como lo haría un jugador uruguayo (señalados como los más rudos dentro del fútbol); sin importarle que una lesión pueda acabar con el físico y la carrera profesional del jugador contrario; y además perjudican a su propio equipo con penales en contra, con tarjetas amarillas y expulsiones.
El público se niega asistir al estadio para presenciar a mediocampistas que regatean demás, perdiendo la oportunidad de dar un buen pase sorpresa o mover el balón a otro lado del campo; volantes maromeros que pierden tiempo haciendo malabares, y al final, de tanto dar vueltas sobre si mismos, pierden el balón o lo entregan mal cuando los presiona el contrario. A nadie le gusta ver a un creador de juego dar pases profundos a los delanteros tan errados que, el balón cae a mucha distancia de éstos, y en los pies del contrario; ó patean el balón hacia adelante, tan fuerte, que los delanteros para alcanzarlo, tendrían que correr con un cohete o un motor fuera de borda sujeto a la espalda.


Quién querría pagar en taquilla una entrada para asistir a un estadio de fútbol a presenciar el juego de unos delanteros que tienen miedo de penetrar en el área contraria, que temen a los golpes que normalmente se dan los jugadores en un partido de fútbol, y que reciben en su mayoría los delanteros; que no saben disparar al arco en carrera ni con balón detenido; que no saben hacer paredes ni tienen dominio del balón para correr con él pegado a sus botines; que no poseen recursos técnicos ni aprendidos, ni de creación propia, para resolver dentro del área en posiciones incómodas cuando el balón cae en sus pies; que fallan a boca de jarro los disparos a la portería, tiros que, lanzados por los botines de un profesional de verdad, terminarían en goles.


Quién desea pagar una entrada a un estadio para ver a profesionales de fútbol que se cansan de tanto recrearse a sí mismos, practicando un fútbol de aficionados. Nadie se hará hincha de un club donde sus jugadores carecen del dominio técnico del deporte que ejercen profesionalmente, que carecen de la mística que necesitan los integrantes de un equipo que juega fútbol, un deporte colectivo, donde la compenetración entre jugadores y técnicos es un requisito indispensable para ganar partidos y torneos.


Nadie va a gritar y agitar las banderas de un club, en el que sus jugadores sólo piensan en destacar de manera individual. Quién va a asistir a un estadio a mirar cómo los jugadores, durante el juego, se empeñan en no dejar que el mejor maneje el balón, y así impedir que otro que no sea él destaque ante el público, el entrenador y los directivos del club.


Qué venezolano modelado en el juego del fútbol por los grandes clubes y las grandes figuras del deporte rey, va a ir con ganas a un estadio a ver jugadores que se quiebran al caminar como si fueran unas estrellas, sin tener con qué, ni saber cómo hacerlo, y se dan postín dentro del campo de juego, que corren como si hicieran un favor, que no marcan al contrario cuando específicamente esa es su función de trabajo dentro del campo; que se cansan por no saber cómo ubicarse en su posición durante el juego. Y hacen todo esto, aún, a costa de perder el partido, sin importarles para nada el resultado.


Por qué el aficionado al fútbol tiene que apoyar y soportar a unos entrenadores que, en complicidad con periodistas mentirosos de oficio, se mienten así mismos, y engañan a jugadores y directivos de los respectivos clubes; y más aún, se burlan de la confianza que depositan en éllos, los que de una u otra forma contribuyen a financiar la comedia de fútbol profesional que producen. Y con todo esto, tienen la desfachatez de pretender convencer al público que producen un fútbol profesional de calidad, un gran espectáculo; y que es posible sólo gracias a ellos.
El fútbol profesional venezolano, con la excepción de tres o cuatro clubes, no es más que la extensión de la práctica económica de las fundaciones, y nada más. Un espacio donde se justifica un gasto de dinero y se reparte empleo improductivo, la mayoría de las veces sin control de nadie. Nunca se ha pretendido ir más allá de ahí. Es y ha sido otra de las maneras cómo se depreda una partida presupuestaria donde los fondos son donativos o provienen de organismos públicos. En nombre del desarrollo del fútbol se ha derrochado dinero de empresas del estado, de gobernaciones, alcaldías, y de románticos y cándidos empresarios privados.


¿Cómo se financian de los clubes? En Venezuela, los gastos de la mayoría de los clubes de fútbol profesional son subvencionados por particulares, instituciones públicas, o empresas privadas. El pago de los gastos de utilería, viajes, alimentación, sueldos, etc., necesario para estar en las competencias, es subvencionado. La mayoría de esos gastos se soportan a través de fundaciones, creadas de manera exclusiva sólo para sostener financieramente a los clubes; y como en las demás fundaciones, allí pasa de todo.


Los gastos de la mayoría de los clubes no son cubiertos por el dinero de la taquilla; o sea, por la comercialización del espectáculo entre un público consumidor de fútbol. Y no puede serlo porque nadie consume espectáculos de mala calidad, como el que pretenden comercializar la mayoría de los clubes de fútbol profesional criollo. Y los venezolanos, si bien es cierto no tienen el fútbol como su primer deporte de práctica, si conocen el buen fútbol, son los más grandes hinchas del fútbol brasileño, aprecian uno de los mejores fútbol del mundo. No son tan idiotas para dejarse engañar por entrenadores, jugadores y dirigentes que desconocen cómo producir un fútbol de calidad profesional que satisfaga a los venezolanos. Si lo supieran lo habrían hecho o lo hicieran. El fútbol nunca será producido de manera mágica, solamente por los buenos deseos de los que lo manejan. Y a todo lo anterior, se suma el peso de la inmensa cantidad de marañas, disputas, e intereses económicos y políticos que se manejan en torno al deporte del fútbol, lo que hace más difícil su despegue.


La mayoría de los clubes profesionales de fútbol venezolanos carecen de una gerencia técnica y empresarial que posibilite en el tiempo un fútbol autofinanciado. Y todo parece indicar, a primera instancia, que se hace lo imposible para que el fútbol no salga de donde está. Se corrobora lo anterior a través de las prácticas gerenciales y técnicas con que se dirigen los clubes. Allí se manejan criterios completamente ajenos al balompié; imponiendo unas maneras de hacer las cosas que impiden la asistencia de una hinchada al estadio para apoyar un club de fútbol.


En la mayoría de los clubes, entrenadores, gerentes, juntas directivas y jugadores, hacen muchas cosas como les da la gana, fuera y dentro del campo de fútbol. Nadie controla eso, porque como el dinero no sale de hinchas que pagan una entrada en la taquilla del estadio, ni de socios que cancelan mes a mes una cuota para mantener económicamente al club, no existe quién reclame la calidad del producto futbolístico, y en los clubes nadie tiene que responder por los resultados a nadie más que a ellos mismos. La sociedad de cómplices es igual a la que se desarrolló en muchas instituciones públicas y privadas, a la hora de ejecutar una partida de gastos y tomar decisiones.


Los criterios para adjudicar los puestos de trabajo a los jugadores, en los clubes financiados en su mayor parte por entidades públicas o por fundaciones, son ajenos a la gerencia sana del deporte profesional. Y esto tiene que cambiar si el fútbol venezolano quiere sobrevivir en tiempos de la globalización. En los clubes financiados a través de fundaciones o entidades públicas, o en los que el aporte financiero público constituye el mayor aporte del presupuesto, juegan los hijos de los amigos del gobernador, del dirigente que administra el club, los que jalan por partida doble, los que dan parte de su sueldo al entrenador o al preparador físico, y los que a veces comparten el sueldo o el producto de su transacción con el gerente y los directivos. Y de eso, hablan por si solos los escándalos que se han hecho públicos en torno a ese tema.


Un sueldo que se paga por jugar como se les da la gana se puede compartir con otros, porque el dinero con que se paga no le duele a nadie. En la mayoría de los clubes de fútbol profesional venezolanos no se pagan sueldos. Allí no se paga por trabajo, no se cancela un salario por jugar fútbol profesional; allí se otorgan becas a los sujetos que resultan premiados. Estos obtienen un ingreso económico divirtiéndose así mismos, jugando fútbol como a éllos y al entrenador les da la gana. Juegan por recrearse. No para mantener una empresa de fútbol. Al final de cuentas, el dinero es aportado sin condiciones de ningún tipo, sólo con promesas, bajo ninguna penalización. Nadie fiscaliza la inversión en fútbol, no hay ningún control. Administradores y dirigentes hacen con el dinero público y con los aportes privados lo que les viene en gana. Unos por ignorancia total de lo que representa la empresa del deporte del fútbol, y otros porque no les importa para nada el fútbol, sino que lo utilizan para obtener prebendas sociales, políticas y económicas, a expensas de los clubes de fútbol profesional.


Nos presentan como fútbol profesional un parapeto de mala muerte, al que nadie puede criticar ni aportar, porque los que manejan el fútbol profesional venezolano se han encargado de establecer la sociedad de cómplices que hasta ahora se ha beneficiado del balompié profesional que tenemos. Muchos de los comentaristas deportivos especializados, son también culpables de la actual situación del fútbol profesional. Estos cobran sueldos por presentar al público un balompié profesional que, la mayoría de las veces, no pasa de ser una caimanera de aficionados. Y estamos en época de cambios. Ahora, con la aplicación de la norma constitucional de la información veraz, el aficionado al fútbol profesional tiene el pleno derecho a exigir la salida de los medios de comunicación de todos aquellos "profesionales" que cobran por engañarnos.


La información sobre el estado y los pormenores del fútbol profesional, ha estado intervenida desde hace tiempo por periodistas que sólo han engañado al público, a los aficionados y a las autoridades, para dejar la dirección del deporte rey en las manos de hombres que hasta ahora nada importante han hecho; ni lo masificaron, ni impulsaron la industria del fútbol. Las canchas para su práctica masiva han disminuido, y no se ha construido ningún estadio de fútbol con una capacidad que permita promover torneos internacionales para mejorar la calidad de los clubes, impulsar la industria del fútbol y aumentar los aprendizajes de los jugadores. Y son miles de millones los que se han gastado en nombre del "desarrollo" del fútbol profesional venezolano.


La mayoría de la plantillas de jugadores y técnicos de los clubes profesionales venezolanos, están integradas por becarios; todos beneficiados por la directiva o por el poderío político y económico de los financistas privados o públicos de los clubes; que saben tanto de la industria del fútbol como de viajes espaciales: nada.


El plantel de la mayoría de los clubes, está integrado por jugadores aficionados al fútbol profesional. Deficientes inclusive para la práctica aficionada del mismo. Y son los beneficiados de las jugosas becas que reparte nuestro fútbol profesional, desde bolívares 300.000,00 hasta llegar a varios millones por mes, sin sumar los traspasos y las comisiones respectivas.


Sería sano que los dirigentes deportivos de la V República revisen las cuentas de la Federación Venezolana de Fútbol y la de todos los clubes que se mantienen o reciben aportes públicos. Con el cuento chino del "desarrollo" del fútbol criollo, se ha impedido de manera sistemática la transmisión del conocimiento necesario para que el fútbol profesional venezolano por fin despegue.


El estudio de los pormenores del balompié profesional criollo nos deja ver que, la política futbolística que ha llevado adelante la Federación Venezolana de Fútbol, por acción u omisión responde a intereses más allá de nuestras fronteras.


Después de hacer una introspección objetiva en la historia oficial del fútbol profesional venezolano, deducimos que: Tal como está, o mejor dicho, así como la Federación Venezolana de Fútbol tiene a nuestro balompié profesional; así es como le interesa mantenerlo a la Confederación Sudamericana de Fútbol. Esta situación ha hecho fácil y continua la participación en el concierto del fútbol mundial a tres países de América Latina: A Brasil, Argentina y Uruguay.
Estos países, durante décadas han sido los grandes beneficiados de la existencia de un fútbol profesional venezolano casi aficionado, de bajo nivel técnico y competitivo, con jugadores que tienen escasas horas de práctica aficionada del mismo, compitiendo de igual a igual, románticamente, y de la manera más desigual que pueda existir, con tres monstruos del fútbol mundial.

Más de tres décadas de aplastantes derrotas propinadas por estos países al balompié profesional criollo no han permitido el nacimiento de una industria ni de una afición por el fútbol. En un mundo de competencias, donde se exaltan los triunfos, nadie ni apuesta ni invierte para conseguir derrotas, excepto los que viven de ellas: la gran mayoría de dirigentes, entrenadores y jugadores del fútbol profesional criollo. Esto ha sido silenciado por comentaristas deportivos becados por la máxima gerencia del fútbol profesional. Periodistas del deporte han construido la imagen y promovido públicamente a los dirigentes de la Federación Venezolana de Fútbol; y al mismo tiempo han ocultado sus desaciertos y desafueros. Existe una cierta "prensa deportiva" que no es más que un sicariato de riegatintas, y son los grandes cómplices de la actual situación.


El desastre del fútbol profesional, su gerencia y sus vicios arrastrados por décadas tendrán que desaparecer con la muerte de la IV República; por ahora, aguardamos que la práctica del fútbol profesional en la V República arranque con fuerza, cambie de rumbo, y mejore con la llegada al estamento político de nuevos hombres y de nuevas maneras de hacer y promover las cosas. Lo anterior, se espera que acontezca en los próximos meses. La renovación de la política y la gerencia en las altas esferas del deporte del balompié profesional venezolano, es una necesidad; y es esperada con ansias por la gran mayoría de los que trabajan alrededor del fútbol profesional existente, y por todos los que somos aficionados al espectáculo deportivo que brinda el fútbol profesional. ©


Bárbula 10 de febrero de 2000


Este artículo es la primera parte de un trabajo que consta de cuatro capítulos. Procura presentar la realidad alrededor del fútbol profesional, ayudar a la reflexión y a la búsqueda de soluciones. El fútbol es una de las más grandes industrias del deporte mundial, va más allá del simple ejercicio físico que representa correr tras un balón, patearlo y hacer goles. El fútbol profesional de alta competencia es el deporte rey de la globalización y el deporte universal del hombre del Tercer Milenio. Si no producimos nuestra parte, si no participamos activamente en la industria del fútbol profesional, seremos solamente unos de los tantos consumidores pasivos de su espectáculo; y a través de su disfrute y consumo como teleespectador, cada uno de nosotros, sin darnos cuenta, seguirá traspasando el ingreso económico de nuestro país a los empresarios que lo producen fuera de nuestras fronteras, sin nada a cambio. Si el camino que hoy recorre el fútbol profesional venezolano no cambia de rumbo, en un mundo globalizado por las comunicaciones y las empresas económicas transnacionales (una de las cuales el fútbol profesional), los venezolanos seremos día a día y año tras año, cultural y económicamente, una nación más dependiente y más pobre.

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