El sostén local del terrorismo fascista
de la globalización neoliberal salvaje contra Venezuela

Por Guayú De Falkón
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Hasta hace algunos años atrás era relativamente más fácil que ahora, responder desde la cima del poder nacional a las crisis internas de los países pobres y dependientes. Bastaba con identificar los intereses de los distintos actores nacionales en pugna para entender como encontrar una salida a los antagonismos. Una vez identificados los problemas que se originaban por los intereses de los grupos de poder nacionales, se buscaba apaciguar la situación de ingobernabilidad y caos llamando a diálogos y concertaciones como se realiza hoy en Venezuela. Pero sucede que desde hace tiempo, los problemas internos dejaron de originarse por los intereses en pugna de los grupos de poder nacionales solamente, y pasaron a ser expresiones de una situación nueva, externa, relacionada con los intereses de grupos de poder nacionales, pero en contra de los intereses generales de la nación misma. Estos ya no se resuelven con una mesa de diálogo ni con una concertación.

Por todo lo anterior, se hace necesario enfrentar los problemas que por esta nueva razón se generan de manera radicalmente distinta. Ni el diálogo ni la concertación interna son suficientes para apaciguar los ánimos; menos si los mismos provienen de los grupos poderosos de los diferentes países dependientes y pobres, atendiendo a “razones” ideológicas de la globalización neoliberal salvaje que impera en casi todas las regiones del planeta. “Razones” que aún cuando los postulados “económicos” y “científicos” sobre los cuales se vendió el modelo se han derrumbado, cabalgan sobre la defensa ideológica e irracional del paquete de recetas que lleva adelante una élite económica y militar, salvaje y fascista, que se hizo del poder en el centro del capitalismo global: EE.UU.

¿A qué responden las élites económicas, políticas, militares y culturales que se resisten a los cambios en Venezuela? ¿Qué defienden los grupos de poder venezolanos que conspiran contra el gobierno? ¿Por qué se resisten a llegar a acuerdos de paz, aún, cuando el gobierno no sólo mantiene firme el poder y gobierna contra la voluntad de los viejos grupos de privilegiados, sino que cuenta con el respaldo de mayoría de la población?

La respuesta es simple. Se resisten al diálogo y la concertación porque las viejas élites de los países pobres y dependientes en su mayoría pasaron a integrar el grupo de incluidos de la sociedad global. Ya no son nacionales. Hace tiempo que dejaron de ser argentinos, bolivianos, brasileños, costarricenses, panameños, mexicanos, colombianos, venezolanos, etc., latinoamericanos. Hoy son ciudadanos de la globalización, son primermundistas. Tienen gustos culturales, estéticos, e intereses políticos, económicos y militares comunes con los que viven en los centros del poder del capitalismo mundial. Gustan hablar en inglés, pasar vacaciones en Disney, comer en Mc Donald, tomar Coca Cola, beber Whisky, estar conectados en la red, etc. Defienden la libertad y la democracia, tal como la “entienden” los gobernantes de los EE.UU.: por encima de todo, inclusive en contra de sus propios países de origen.

Hasta ahora estábamos acostumbrados a mirar el Primer Mundo como el territorio de los países desarrollados industrialmente. Pero desde hace años, quizás hace varias décadas, el territorio del Primer Mundo avanzó sobre el planeta creando archipiélagos de regiones, provincias, municipios y departamentos, habitadas por una red de primermundistas convictos y confesos, capaces de atentar criminalmente contra sus antiguos con-nacionales para satisfacer las necesidades e intereses del centro del poder imperial contemporáneo. Hoy sus intereses responden a la cultura que han internalizado. Una vez que los primermundistas reciben la orden de acabar con los nacionales, no existe mesa de diálogo ni Presidente de la OEA que los satisfaga.

No hay porque extrañarse que Juan Fernández y la “gente del petróleo”, la clase media marchista, los dueños de los medios de comunicación, la élite religiosa, las cúpulas de los gremios universitarios, los gremios de profesionales, las ONGs neoliberales, etc., se resistan a aceptar la democracia participativa y protagónica que promueve y defiende con la Constitución el gobierno bolivariano. Tampoco hay porque extrañarse que atenten contra PDVSA y traten de paralizar la economía nacional con acciones de sabotaje y terrorismo. Hace tiempo que dejaron de ser nacionales. No son venezolanos. Nacieron en Venezuela y lo consideran un accidente. Practican el racismo y odian Venezuela.

Es un grave error político darles un tratamiento de nacionales a quienes se agrupan en la Coordinadora “Democrática” solamente porque cargan una cédula venezolana. Nunca aceptarán respetar las leyes y normas de un país como el nuestro; un país pobre y dependiente. Cuantas veces puedan violarán todas las reglas. El problema de ingobernabilidad que presentan las viejas élites nacionales de los países pobres y dependientes, ante la primera amenaza de cambios o pérdida de privilegios, sólo se resuelve con su derrota política, económica, cultural y militar, como quintacolumnas primermundistas. Pero ello lleva implícito un riesgo: recibir un castigo directo del gendarme del imperio del capitalismo, por atentar contra los “derechos humanos”, la libertad de expresión y demás libertades públicas de sus ciudadanos.

Cuando llaman a aplicar la carta democrática de la OEA y convocan a sectores de la población a derrocar a Chávez, lo hacen como no-nacionales, como quintacolumnas primermundistas

Todo lo expuesto anteriormente, muestra la imperiosa necesidad de globalizar la lucha de los pueblos explotados y oprimidos víctimas de la globalización salvaje en marcha. Para triunfar y contrarrestar la red de intereses de la globalización neoliberal y su arremetida salvaje y fascista, estamos obligados a integrarnos cultural, política, económica y militarmente. Los revolucionarios contemporáneos estamos obligados a militar en la Red de intereses Globales por la Justicia y la Libertad de Todos los Pueblos del Planeta. Esta necesidad se ha convertido en una verdad absoluta. Tenemos que dejar a un lado la defensa a ultranza de las verdades relativas que se defienden en nombre de la diversidad. No podemos continuar enfrentando a la potente suma de los intereses absolutos del capitalismo global, con una débil suma de intereses relativos de los explotados, oprimidos y víctimas de la globalización neoliberal salvaje y fascista.

24 de febrero de 2003
 
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