M-28 Y UTOPIA
¿GENERACION DE RELEVO?
En la UCV después de cuatro décadas

Por Guayú de Falkón
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Meses atrás, en el artículo “Terror en la UC”, reflexionando sobre el curso que seguiría el movimiento estudiantil luego de La Toma del Consejo Universitario de la UCV, concluimos con las siguientes interrogaciones: “¿Asistimos al despertar del movimiento estudiantil o es sólo una acción refleja de su estado moribundo? El tiempo y los estudiantes nos darán las respuestas. ¿Perros que ladran? ¿Gritos de dolor o de cambio? Amanecerá y veremos...”

Esas interrogantes después de siete meses siguen vigentes. Según nuestra visión, significan por encima del grado de conciencia desarrollada por los tomistas, la expresión de la desesperanza de una cultura revolucionaria que perdió vigencia e hizo carne en los espacios universitarios latinoamericanos. El mundo en el que nació el modelo anacrónico de revolución aún imperante en las Alma Mater venezolanas, cambió sin esperar a nadie para que comprendiera el fenómeno. Los portadores de ese modelo, hoy son impotentes para comprender la realidad, pues no disponen de las herramientas del conocimiento necesarias para inteligir los sucesos y los procesos en marcha. Cuando los comprendan serán de verdad revolucionarios.

La acción más importante del movimiento de protesta estudiantil ucevista, la impulsa la necesidad de enfrentar las expulsiones masivas acordadas por las autoridades de la UCV, expresión concreta de los intereses de clase que con su inmadura acción política desataron. Además de los motivos que esgrimen para emprender el reclamo y su accionar, los integrantes del M-28, que representan en estos momentos la punta de lanza del descontento y la lucha contra la injusticia social del movimiento juvenil del país, se mueven todavía bajo muchas concepciones estáticas sobre la acción revolucionaria; modelos de aprendizajes de la liturgia radical latinoamericana que, lejos de ser portadores de acciones transformadoras, fosilizaron el concepto de revolución hasta el punto en que, en pleno Tercer Milenio, la mayoría de los escasos revolucionarios existentes, aún no entienden la importancia del rol que juega en el proceso de cambios la ciencia revolucionaria.

Los “revolucionarios” que tenemos todavía no entienden que ciencia revolucionaria significa conocimiento desarrollado hacia la subversión. Muy pocos “revolucionarios” universitarios entienden que subversión significa salto hacia adelante, brincar lo existente y dejarlo atrás, reemplazándolo por otro elemento o producto intelectual racional, material o social concreto; o sea, tangible, y a la vez que supere cuantitativa y cualitativamente lo inútil, lo sustituido o lo necesario de reemplazar.

Y es lógico que los integrantes del M-28 y muchos otros como ellos, esto no lo entiendan. La mayoría de sus integrantes no pueden hacerlo. Es esto, por encima de otras consideraciones, la mayor razón de peso y lo que verdaderamente hace necesaria la transformación universitaria; y no, la indiscutible redención de los excluidos sociales, la diversidad, horizontalidad, la pertinencia social, y otros argumentos que movilizaron la protesta del estudiantado con pasión durante La Toma del Consejo Universitario.

Es la inutilidad y lo irracional de la academia existente, lo que hace necesaria no sólo su transformación, sino su eliminación, para permitir el nacimiento de una nueva herramienta social para la producción y transmisión de los conocimientos científicos, indispensables para producir y reproducir la sociedad venezolana con un aumento de la calidad de vida.

Utopía, el movimiento estudiantil más numeroso de los grupos participantes en la toma del Consejo Universitario de la UCV, que esgrime los argumentos de la horizontalidad, la no-violencia, la diversidad y la dirección colectiva, está bajo la conducción de un dirigente que, en medio de la toma del consejo universitario, de manera unilateral, pasando por encima del respeto y la decisión del colectivo que con gran alarde dice defender, invitó al mayor enemigo de la acción de protesta emprendida (léase el rector de la UCV), para que dirigiera el Proceso de Transformación Universitaria que su movimiento impulsaba. Utopía se mueve con los aprendizajes de la diversidad (algo que nadie entiende, qué aporta en concreto para ayudar a la revolución contra la injusticia social y la expoliación de las castas dominantes).

Mientras la diversidad se dilata una eternidad en discusiones horizontales para tomar decisiones y actuar, sus enemigos de clase actúan sin discusiones, bajo un mando jerárquico absoluto, al momento de aplastarlos. Para la expulsión del máximo líder de Utopía, los no-diversos, sus enemigos, el Consejo Universitario y el Rector (a este último ingenuamente se le ofreció la conducción del proceso que lo llevaría a su propia tumba), no discutieron; sino que decidieron, sin perorata, salir de él y de sesenta y nueve (69) estudiantes más.

Lo más triste de todo esto, es que luego de esa experiencia, Utopía continúa reclamando el estandarte de la diversidad y horizontalidad de manera absurda y extremista. En un volante que emitieron, realizado con los argumentos de la estupidez ilustrada aprendida en la UCV, trataron de sacar del juego político universitario al M-28 (que agrupa a la mayoría de los colectivos presentes en la Toma del Consejo Universitario), lanzando contra quienes ayer fueron sus aliados, acusaciones, improperios y argumentos absurdos, que representan ante los ojos de los hombres críticos, las mayores causas que hacen necesaria la eliminación de la academia universitaria existente. El manifiesto en cuestión, es un absurdo de lo absurdo. Utopía representa la expresión viva, hecha carne, de la necesidad de cambios radicales en la academia. Son portadores de mucho de lo que hay que eliminar de raíz como aprendizajes en la educación superior.

Lo que han aprendido en la UCV de sus profesores, los estudiantes del M-28 y Utopía, es un “conocimiento” pobre e ignorante en su mayoría, muy útil para la vida de nuestros abuelos cincuenta años atrás, pero que hoy, no sirve para producir de manera capitalista ni menos para hacer la revolución social. Ese “conocimiento” existente en la UCV y demás academias, no sirve a nadie que quiera ser productivo material o socialmente; parte de ese inservible conocimiento científico “progresista” lo transmiten algunos “sabios” de la revolución, docentes universitarios, quienes obtuvieron reconocimiento de la oligarquía y su academia como “revolucionarios consecuentes”. Estos últimos, son instrumentos al servicio del poder empresarial y oligárquico que tienen aplastadas bajo sus botas a las universidades públicas; se encargan de entretener a la juventud inquieta por la injusticia social, con juegos infantiles revolucionarios (juegos que dejan muchas víctimas como saldo de la frustración y los enfrentamientos con el poder).

La juventud inquieta y sensibilizada por la injusticia social existente, por si misma, no puede comprender que la subversión no tiene que ver necesariamente con enfrentamientos, atentados, la toma del poder, la violencia, ni la entrega de la vida por los pobres, los clásicos motivos con que se relaciona de manera vulgar y estúpida el concepto de subversión revolucionaria. Las situaciones extremas, emergen durante el proceso subversivo por la resistencia y reacción de lo viejo que niega el paso a lo nuevo, y no por la intencionalidad y la violencia de los revolucionarios. La convulsión revolucionaria es producto de la potencia de lo nuevo y superior, ante la resistencia al cambio de lo viejo y caduco. No es subversivo el cambio de los actores sociales para continuar haciendo lo mismo que los desplazados, sino una vulgar disputa por el poder; conquistarlo no es en sí mismo un acto revolucionario.

La práctica de la diversidad y la dirección colectiva en el movimiento estudiantil, los moviliza en un permanente antagonismo por el protagonismo individual y grupal, lo que en la práctica termina en movilizaciones reaccionarias, en acciones contrarias al punto de vista de la evolución positiva de los argumentos y motivaciones del estudiantado autodenominado revolucionario, que lo impulsa a luchar por lo que creen justo, nuevo y mejor.

Los sucesos de junio, eran gritos de dolor más que de cambio. Las acciones que nos hicieron creer en el despertar del movimiento estudiantil, son la expresión de la muerte de una cultura revolucionaria caduca que, se resiste a dejar el protagonismo y el privilegio de la conducción de la revolución social. Es posible que el M-28, en el tiempo y con todos sus errores, por la real disposición a la praxis social que asumieron sus integrantes, si comprenden la necesidad de apropiarse de los conocimientos de la ciencia, y aprenden a usarlos de manera revolucionaria y subversiva, en lo más profundo de su significación, contribuirán con esa acción, y a partir de ellos, al nacimiento del movimiento estudiantil revolucionario que tanta falta hace: una generación de relevo con argumentos nacidos de su praxis con gran significación para la transformación social.


Caracas noviembre 2001

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