La organización para avanzar en la revolución bolivariana

Por Guayú de Falkón

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La organización política popular dentro de la revolución bolivariana camina entre la inficacia e ineficiancia de la vieja estructura organizativa social y partidista existente, los diversos intentos fallidos de organizar las fuerzas populares revolucionarias realizados por la superestructura de gobierno y el dirigentismo vanguardista, y el caos e incertidumbre que impone a la organización política y social la dinámica de la globalización y el neoliberalismo ya instalado en el país.  El neoliberalismo se resiste a ser desalojado, contraatacando desde todos los ámbitos de la sociedad -sistema educativo, organización social, administración pública, sistema judicial, desempleo estructural, seguridad social, inversiones transnacionales, deuda externa e interna pública, medios de comunicación social, reservas monetarias internacionales, desacato de reglas y normas-, y aunque parezca increible, el neoliberalismo contraataca la revolución bolivariana con sutiles dagas ocultas que apuñalean a traición la revolución bolivariana desde la propia Constitución de 1999 (artículos 113, 301 y 303 entre otros).

 

Tras la Batalla de Santa Inés el momento político se presenta a las fuerzas progresistas y populares como una oportunidad para el avance, una oportunidad para incidir en el rumbo futuro de la revolución, rumbo que hoy representa el futuro y el destino del pueblo venezolano y latinoamericano; esta vez, ya no siguiendo como fieles la intuición y los planes del gobierno nacionalista de solidaridad con los excluidos que lidera el Presidente Hugo Chávez, sino aliado a él,  acompañándolo en el poder, sumando al esfuerzo solidario de su gobierno un poderoso movimiento orgánico del pueblo revolucionario bolivariano.

 

Hay que pasar de un gobierno nacionalista de solidaridad con el pueblo a un gobierno del pueblo, a un gobierno popular.  Esto requiere la subversión de la realidad política y orgánica.  Subvertir el camino de la reversión de los avances políticos que nos conducen por una vía extraña, ruta que casi no percibimos, a la explotación y dominación imperial eterna. Subvertir la organización política actual que sólo persigue nuestra dominacióin y exclusión de la toma de decisiones políticas, económicas, sociales, culturales y militares.

 

Tenemos que saltar la condición de pueblo oprimido que soporta la mayor carga de la revolución bolivariana -asesinatos, represión policial, guerra mediática, desempleo, burocracia, despotismo, traición y hambre- defendiéndola sin poder real para cambiar o impedir nuestra actual posición. Para modificarla tenemos que pasar a la condición de pueblo organizado, un pueblo que soporte la carga del combate contra la oligarquía y el imperialismo con verdadero poder de decisión. Tenemos que luchar por nuestra participación protagónica en la toma de decisiones de todas las instancias del poder político, económico, social, cultural y militar que acarrean consecuencias sobre nuestra vida y nuesto futuro.

 

Para pasar a la etapa de poder popular sin perecer en el intento, es necesario construir una poderosa organización política popular que materialice en sus elementos constitutivos las premisas máximas de la Constitución de 1999, sus rectificaciones, más los elementos que permitan al pueblo venezolano asumir retos superiores. Sin la construcción del instrumento político revolucionario de las fuerzas progresistas populares bolivarianas, no se avanzará para ningún otro lado que no sea continuar soportando la desigual redistribución del producto de los aciertos, como también continuar soportando el mayor peso de los desaciertos del gobierno de solidaridad del Presidente Hugo Chávez, por ahora conductor indiscutido de la revolución bolivariana. 

 

La corrupción generalizada presente en todo el Estado, el rescate pleno de las riquezas naturales, la recuperación y el control total de PDVSA no serán una completa realidad sin la profundización de la revolución bolivariana; mucho menos sin la participación del pueblo en la toma de decisiones políticas y económicas en todas las instancias de gobierno, organizado en una entidad política diferente y superior a todas las que hoy suplantan al pueblo en nombre de su representación política legal, e ilegítima que ejercen algunos.

 

Para  avanzar y consolidar los logros sociales de la revolución bolivariana, se hace necesario expandir la sinergia de la democracia participativa hacia latinoamérica, la única vía con mayor oportunidad para consolidar los logros y asegurar nuestro futuro. Es condición imperativa poner en movimiento todas las ideas y proyectos politicos, sociales, culturales, económicos y militares realizados por individu@s y colectivos, para ser discutidos y evaluados con miras a formar parte de los contenidos de ese esfuerzo orgánico popular revolucionario superior.

 

Hasta ahora, uno de los grandes escollos en el camino de la organización revolucionaria es lo orgánico aprendido, ya inútil y nunca renovado.  Las ideas de organización popular que reinan no superan discursivos decretos formales no sustentables en el tiempo.  La vieja idea de dirección a través de un presidente, secretario y tesorero fue reemplazada por una coordinación de coordinadores horizontal cuyos contenidos conceptuales son difusos e incomprensibles. Al igual que ayer, la falta de conocimientos para ejercer las funciones específicas de los miembros de una organización causan estragos en todos los niveles. 

 

De todos los experimentos organizacionales realizados en la revolución bolivariana, el modelo de organización popular más eficaz ha sido la UBE y la patrulla, organización electoral popular decretada desde la superestructura política, de dirección vertical y exigencia casi militar que cumplen las directrices que emite el Comando Maisanta; directrices en su mayoría indiscutibles y no modificables.  Esta condición ha suscitado confrontaciones entre el Comando Maisanta, UBEs y patrulleros por la designación de candidatos a gobernaciones, alcaldías y parroquias de manera inconsulta, hecho que ha sublevado la obediencia de las bases populares a las directrices del gobierno bolivariano.

 

Los partidos y movimientos políticos que integran el gobierno y controlan parte del poder en la revolución bolivariana, violan todos los principios constitucionales sobre la participación política.  A lo interno y externo de la organización.  En su interior no practican lo que hacia afuera dicen impulsar y defender: la democracia participativa. Impiden las elecciones libres y transparentes, se niegan a la renovación generacional, niegan la apertura a la discusión de nuevas ideas.  A lo externo, tienen capturado al viejo estilo burocrático parte del poder del Estado, desde la administración pública secuestran todos los puestos de dirección de participación popular.  Conforman junto a los restos del puntofijismo un gran dique, una sólida barrera que impide a las fuerzas progresistas del pueblo bolivariano gobernar y tomar decisiones políticas al lado de Hugo Chávez.

 

 

La organización revolucionaria del siglo XXI

 

En el pasado reciente los pueblos perdieron sus organizaciones políticas por varias razones, entre ellas, pérdida de vigencia de los argumentos revolucionarios, abandono de la investigación científica, falta de creatividad para renovar los proyectos políticos y construir nuevas propuestas de cambios sociales, políticos, culturales y económicos; y también, por la arremetida de los aprendizajes orgnizacionales y los valores neoliberales, los cuales, cabalgando sobre los medios de comunicación social y el sistema educativo penetraron la sociedad sin oposición, acabando con la vieja eficacia organizacional y política popular.  Sin olvidar sumar a lo anterior la eficiencia de la campaña mediática neoliberal contra los partidos, la propiedad pública y el Estado que se llevó a cabo de manera ininterrumpida por décadas; discurso que a 3 años de vigencia de la revolución bolivariana todavía forma parte del sermón propagandístico neoliberal, aún presente en la educación pública y privada profesional y universitaria sin un discurso opuesto o diferente que lo confronte con fuerza.

 

El Caracazo y las insurrecciones cívico militares del 92 dejaron al descubierto la incapacidad e inutilidad de la organización política popular para contener al neoliberalismo salvaje.  Una insurección popular anárquica y dos insurrecciones armadas son la muestra palpable de la ineficiencia del trabajo político y social  realizado hasta esa fecha por los revolucionarios y sus oganizaciones  políticas.

 

Esa misma incapacidad política, hoy renovada y ampliada desde el poder burocrático del gobierno bolivariano, se impone para decidir los "representantes" populares ante el poder regional y municipal.

 

Del lado del contrario, fuera del ámbito del poder estatal, otro tanto de incapacidad política y discrecionalidad causa estragos.  Un dirigentismo popular vanguardista por medio de gritos, discursos, acusaciones, señalamientos, consignas, pancartas e incesante trajinar, sin movilización ni conducción popular significativa, pretende atribuirse la representación genuina de las fuerzas populares, por el solo hecho de contar con capacidad discursiva, valentía temeraria (capacidad suicida) y constante presencia en los espacios de participación popular con cero o escasos seguidores; eso sí, llenos de propuestas sin conexión con la realidad, muchas irracionales, las cuales anulan ideas y propuestas que, pudiendo ser acertadas o interesantes de discutir, no cuentan con la capacidad de presentarlas, hacerlas circular, comprender o imponerlas.

 

Superar la situación de minusvalía orgánica y deficiancia política de las fuerzas populares, implica hacer un esfuerzo por descubrir cuánto de enemigo de la revolución representa cada uno de nosotros, cuánto de neoliberal llevamos a todos lados, cuánto de lo aprendido y usado para hacer la revolución que utilizamos ya no sirve, cuánto contribuimos a nuestra propia derrota con nuestro desconocimiento e incapacidad involuntaria. Dar este primer paso contribuirá a encontrar solución a muchos de los problemas de los revolucionarios.

Un instrumento político popular revolucionario en tiempos de globalización está obligado a superar la organización, planificación, dirección, producción y movilización de las corporaciones transnacionales, también conocidas como empresas multinacionales. La organización revolucionaria que el pueblo necesita para avanzar en los retos futuros tiene que operar mejor que una empresa transnacional.  Hoy, son las corporaciones transnacionales las que planifican y dirigen casi toda la vida humana.  Por lo tanto, la organización revolucionaria está obligada a superarlas en todos los aspectos si queremos sacudirnos de sus garras.  Los integrantes de la organización revolucionaria del siglo XXI tienen que sobrepasar la calidad de los sujetos de la corporación transnacional, superarlos en conocimientos, creatividad, habilidades y destrezas, ética y objetivos sociales e individuales.

 

No se pueden combatir mísiles teledirigidos con arcos y flechas.  Mucho menos se puede combatir al capital transnacional dirigido y organizado por la ciencia, con la pandilla de un caudillo local lleno de deseos seguido por media docena de incondicionales dirigidos por la mística, el esoterismo y la necesidad.  No se puede combatir a las transnacionales de la comunicación e información con minúsculos y ridículos medios alternativos, ni tampoco con programaciones arbitrarias ajenas a la realidad local, nacional, regional y global.

 

Los resultados obtenidos por las Misiones Sociales de la revolución bolivariana, sólo son posibles por la decisión política de los gobiernos de Cuba y Venezuela, más la disposición de recursos económicos y humanos -dinero, insumos, infraestructura material y profesionales- organizados bajo un plan político con la participación de PDVSA y el Complejo Cientifico Médico y Biológico cubano, ambas corporaciones transnacionales.

Resolver los problemas que confrontan los revolucionarios pasa por superar la organización de la globalización neoliberal en lo local, nacional, regional y global.

 

Hay que aprender a planificar, aprender a distribuir el trabajo de acuerdo a las capacidades reales de l@s individu@s, sus experiencias, liderazgo, creatividad, capacidad física, disponibilidad de tiempo, habilidades, destrezas y recursos propios o ajenos disponibles.  En una organización revolucionaria los deseos solos no liberan.  El trabajo revolucionario orgánico del presente es acción en red y en equipo.  Aprender a trabajar en red y en equipo es también aprender a construirlos.

 

Un grupo conformado por un caudillo y una docena de incondicionales que cunplen sus órdenes, deseos y caprichos, no es modelo de equipo alguno; cuando mucho constituye una banda o pandilla.

 

Un grupo que secuestra y se reparte el poder y los beneficios de las instituciones a su cargo tampoco es un equipo; es un grupo de oportunistas, una pandilla o una banda de depredadores.  Un grupo humano de dirección cuyo coordinador ni aprueba ni acepta nada que no domine o comprenda mejor o igual que sus coordinados, tampoco es un equipo; es el rebaño de un pastor.  Un grupo de dirección donde el coordinador general reparte el trabajo y decide las funciones específicas a realizar por sus coordinados, no es un equipo; es una vulgar organización vertical moderna casi inútil.

 

Un equipo revolucionario es un grupo de hombres y mujeres que se reparten el trabajo de acuerdo a sus habilidades y destrezas individuales, recursos propios y ajenos  a su cargo posibles de ser usados, áreas de influencia social de cada quien, conocimientos específicos o profesionales, liderazgo profesional y social, disponibilidad de tiempo para dedicar al equipo; Realizan todas sus acciones bajo normas éticas acordes con el proyecto revolucionario que promueve la organización revolucionaria a la que pertenecen; Estudian y diagnostican la realidad antes de actuar; Atacan los problemas jerarquizando la discusión y las tareas;  Atienden los argumentos expresados por los demás; Accionan conforme a una planificación previamente acordada. 

 

A lo interno del equipo cada quien se responsabiliza de su propio trabajo.   A lo externo, todos asumen los aciertos y fracasos del equipo, se aprende de ellos, se sistematiza lo aprendido -producción de conocimiento-, se procesa toda la información clasificando los resultados, se usa lo aprendido y la experiencia acumulada para superar obstáculos y desarrollar nuevos objetivos -organización inteligente-.

 

En un equipo, el trabajo del coordinador general consiste en contribuir, permitir y posibilitar la eficacia y eficiencia de la labor específica de cada integrante para lograr el éxito de los objetivos.  El coordinador general no le realiza el trabajo a nadie,  sólo contribuye con quien presenta problemas para cumplir con la tarea asignada o busca quien la realice, dentro o fuera del equipo.  El vocero público de un equipo u organización es aquel integrante asignado de manera específica para esa tarea.  Su vocería tiene que superar lo mero discursivo e informativo, asumiendo compromisos dentro de límites preestablecidos sin arrastrar la organización o el equipo a una misión imposible o en extremo delicada.  El vocero tiene que ser la voz fiel de la opinión general y las propuestas de la organización u equipo al que pertenece.

 

La organización revolucionaria popular requiere reunir en su seno el máximo de conocimientos para acertar en la tarea de transformar la sociedad y mejorar la calidad de vida de la población.  Tiene el reto de reunir la infraestructura y los recursos económicos y humanos para sustentar la batalla contra la globalización neoliberal y las transnacionales, los enemigos de los pueblos a derrotar.  Por otro lado, la acción política de la nueva organización revolucionaria, tiene que detener el fraccionamiento social y político de origen neoliberal que recorre el movimiento popular.  La meta principal de los revolucionarios no puede admitir caminos duales ni visiones diversas en la consecución del objetivo principal.  La meta general es una sola, transparente y definitiva: liberarnos de la explotación, dominación y enajenación.  En la búsqueda de esta meta, quien reclame seguir su propio camino en nombre de la diversidad, apuesta por la globalización neoliberal y el imperialismo y se convierte en un aliado de los enemigos de los pueblos.  Las transnacionales de la globalización capitalista neoliberal son poderosas, entre otras razones, por no tener divergencias ni contradicción alguna en sus objetivos máximos: explotar y dominar a los pueblos con el mínimo costo y el mayor beneficio.

 

La organización popular revolucionaria no puede actuar sin reglas ni normas que regulen sus acciones.  La ética de su actuación es el sello de calidad de la sociedad que se propone ayudar a construir junto a todo el pueblo.  El esfuerzo en practicar nuevos valores sociales tiene que ser objetivo principal de la acción politica entre la población.  Combinar la dirección jerárquica, la dirección de mando gobernado, la relación horizontal, vertical y en redes de los integrantes de la organización popular revolucionaria, diseñando acciones de acompañamiento a la diversidad de modalidades de participación social protagónica, con fines y objetivos interesados en el triunfo de la revolución, contribuirá  para superar los traumas del pasado y todavía presentes que impiden mejorar la conducción y organización política, e impiden también aumentar la participación popular en la lucha revolucionaria.

 

La exigencia orgánica y política revolucionaria del presente pone condiciones que cumplir para el logro los propósitos revolucionarios.  Una de las condiciones inmediatas para los revolucionarios es la posesión y uso diestro de instrumentos de comunicación de punta, elementos hoy imprescindibles para realizar la revolución, entre ellos, el mensaje de texto de la telefonía celular -instrumento que jugó gran papel en el triunfo del pueblo bolivariano el 13 de abril de 2002-, el correo electrónico y las páginas web.  Otras herramientas de comunicación adicionales para especialistas o comunicadores revolucionarios son las presentaciones y la edición por computadora, los videos, los CDs, los micros en MP3 y formatos digitales, programación de TV, radio comunitaria y publicaciones alternativas.

 

El hecho que los medios de comunicación social se hayan convertido en el cuarto o quinto poder de opresión y explotación de la sociedad humana, hace imprescindible incorporar sus aprendizajes y el conocimiento que existe sobre ellos como un elemento de suma importancia en la consecución de los objetivos revolucionarios. Toda organización revolucionaria tiene que incorporar en su planificación revolucionaria una estrategia comunicacional para la convocatoria, organización, agitación, promoción y debate de ideas y propuestas de transformación social.

 

La organización revolucionaria del siglo XXI requiere un gran esfuerzo en el área de formación política, requiere desplegar entre otros muchos temas el aprendizaje de habilidades destrezas organizacionales y comunicacionales, el manejo y comprensión de problemas sociales, económicos y geopolíticos, el conocimiento general de las organizaciones banderas de la globalización neoliberal, el conocimiento y manejo de un compendio sobre el impacto del  neoliberalismo en todas las esferas de la vida humana, habilidades para el manejo numérico y estadístico de las mediciones de la pobreza creciente de las mayorías y del enriquecimiento creciente de las minorías. 

 

Por último, es necesario enseñar y entrenar a los revolucionarios en la habilidad para razonar, en el ejercicio de la duda metótica, la reflexión profunda, en prestar atención a los hechos, sucesos, circunstancias, fenómenos y procesos para la creación subversiva; esta última, llamada salto cualitativo o cambio de fase, momento de acción significativa para producir cambios dialécticos, momento que requiere de la intuición responsable y de la acción revolucionaria conciente, momento de no dejar escapar la oportunidad que se presenta ante nuestros ojos, y los ojos de la razón, para cambiar la realidad.

 

Caracas 23 de septiembre de 2004

 

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