CAPITULO
7: UN DIA DECISIVO
Duo salió de la habitación de Wufei a toda prisa. Debía
encontrar a los demás para avisar sobre todo lo que estaba pasando. De
inmediato, cuando dobló hacia el pasillo, se topó con Relena. Casi chocaron de frente, pero no alcanzaron.
- ¡Relena, qué bueno que apareces!-
dijo con su acostumbrada felicidad- ahora salía a buscar a Quatre y Trowa.
- Heero me llamó y me dijo que
ustedes me pondrían al tanto- contestó seriamente.
- ¿Heero?- arrugó su linda frente-
¡Ah! Él se fue al espacio, te llamó desde el trasbordador- junto sus piernas en
un salto- bien, vamos a dentro para que veas tú misma lo que sucede.
Relena entró al cuarto y vio a
Dorothy amarrada a la silla. No podía creerlo cuando Duo le contó.
- ¡Pero Dorothy, por qué!- estalló
antes de que Duo terminara su relato- ¡qué estabas pensando!
- Reina Relena, yo sólo trataba de
ayudarla- dijo con voz melosa- usted es la persona más importante del universo.
- Pero, no entiendo, ¿cómo ibas a
ayudarme?
- Reina Relena, debe darse cuenta
que esta paz no es duradera y prefiero hacérselo notar yo antes que otra
persona, por eso decidí quedarme- dijo con voz solemne- los grupos subversivos
están en todos lados y usted debe armarse para la lucha. Cualquiera puede
unirse a esos grupos. Yo lo hice y no me fue difícil, mi misión era lograr más
adeptos a nuestra causa de arme. Así...
Mientras la espía hablaba Duo se
escabullía hacia la salida. Tenía que ir a buscar a los otros, a eso había
salido cuando se topó con Relena. Sin embargo, ésta se dio cuenta de los
movimientos de su odiado rival y reaccionó
lo más rápido posible.
- Duo espera, ¿vas a buscar a Trowa
y Quatre, no es cierto?- dice con disimulo, cortando la segunda confesión de
Dorothy.
- Sí- responde volteándose con la
mano en el umbral de la puerta.
- Trowa y Quatre están haciendo el
examen de historia, ¿recuerdas? Ese que deberíamos estar haciendo nosotros.
Duo se quedó de una pieza ¡El
examen!, y él había estudiado, cosa que nunca hacía. La mirada de desilusión en
el rostro de Duo era legible ante los ojos de los otros, aunque, de igual
forma, éste no aguantó más:
- ¡AY, NOOOOOOO, NO PUEDE SEEEEER!-
se golpea el rostro con la palma de la mano.
- ¡No puedo creer que te interese ese estúpido examen!- lo
regañó Wufei.
- ¡Pero si ese examen es muy
importante! ¡Dura más de 2 horas y trata del profesor Gerard K. Onell sobre la
teoría de las colonias espaciales!- mueve las manos de un lado para otro- la emigración espacial propuesta por Zeon
Zum Daikun, la teoría...
- Vaya Duo, parece que estudiaste- le dedica una sonrisa
torcida.
Duo lleva sus manos
casi a la altura de su barbilla y comienza a juguetear con la yema de sus dedos índices.
- Eeeeeeeh, sólo un poco...- contesta mirando todavía sus
dedos juguetones.
- Jajajaja- Wufei corta la risa en seco- está bien, pero no
es parte de nuestra misión, por eso ve no más donde los otros y tráelos aquí.
- No lo creo, eso es muy difícil.
Nadie puede salir en pleno examen. Es mejor que los esperemos, así no llamamos
la atención- interrumpió Relena- Mientras tanto, podemos prepararnos para esa
hora.
Wufei quedó en silencio, luego Duo
habló:
- Es cierto- se dio vuelta con
rapidez. Su cabello largo golpeó su rostro en una caricia.
Quedaron así, al término del examen
irían a buscar a Trowa y Quatre, ahora prepararían todo para las 15:00 hrs.
- Duo, yo iré a buscarlos a ellos-
dijo sonando lo más razonable posible- ustedes vayan al salón- el piloto ya iba
a protestar, cuando Relena se adelantó- yo debo avisar al Director de nuestras
operaciones, y pediré su completa disposición para todo lo que necesitemos. La
dirección queda cerca del salón así que no habrá problemas.
Los chicos escoltaron a Dorothy
hacia la sala de computadoras, mientras Relena tomaba la dirección contraria.
Relena habló con el Director y este
se mostró muy servicial a todas las demandas de su Reina. Le pasó las llaves
electrónicas de las salas, que ella había pedido, en especial las del salón de
música. Ni siquiera preguntó el motivo de la utilización de ese lugar y tampoco
por la petición de ambas llaves, cuando entrando a una sala podía entrar a la
otra, y es que el Director no sabía todo lo que estaba en la mente de ella.
Ésta decidió ir almorzar al comedor, mientras esperaba a los pilotos de los
Gundam 03 y 04 salir del examen. Eran las 12:00 hrs. y el tiempo se pasó
volando. Media hora después, se encaminó al salón de los chicos y los encontró
en la salida.
Los llevó a un lugar aparte antes de que las admiradoras de
Quatre comenzaran su molestosa persecución.
- ¿Pasa algo Relena?- preguntó Quatre un poco alarmado.
- No, nada chicos, sólo quería
hacerles un obsequio por su... ya saben... noviazgo- les dijo con una sonrisa
dulce.
Las mejillas de porcelana de Quatre
se tiñeron de un rubor delicioso. Trowa lo quedó mirando con deseo. Relena no
perdió ni un segundo de la escena.
- Miren chicos, como sé que a
ustedes les gusta la música, me he conseguido el salón de música para ustedes
solitos. Tomen, esta es la llave, y
puedes tocar todos los instrumentos que quieran de la despensa- les hizo un
guiño cómplice.
Los chicos se ruborizaron al mismo
tiempo, luego aceptaron con gusto la oferta. Tenían el descanso de colación y
aprovecharían de comer almuerzo juntos sin que nadie los interrumpiera. Quatre
dio las gracias a Relena. Tomó la llave y a Trowa, y se dirigió con los
paquetes de almuerzo hacia el salón de música.
Relena quedó viendo como los chicos
se alejaban. Una gran sonrisa de satisfacción se notó en su rostro. Dio media
vuelta y, con paso lento, se dirigió al salón E-10. Debía darles tiempo, sólo
así daría resultado su plan. Todo dependía de los deseos acumulados de esos
dos. Ellos no podían resistir un momento a solas, sin dar rienda suelta a todo
lo reprimido durante tanto tiempo. Relena lo sabía, desde ese día que los dejó
solos por unos momentos en el despacho del director, mientras ella salía a
entregar su informe a la profesora, después de que utilizaran el comunicador. A
ella se le quedaron unos papeles de la bibliografía del trabajo a entregar y se
devolvió al despacho. Cual no sería su sorpresa, al ver a Quatre y Trowa satisfaciendo
sus deseos. Los chicos estaban teniendo sexo en el escritorio del director.
Esa vez Relena se quedó mirando
algunos minutos antes de dejarlos solos. Ella se fascinó con la escena, pero no
debía intrusear más de la cuenta. Salió del despacho, preguntándose cómo pudo
permanecer viendo sin que ellos se dieran cuenta. Sin embargo, gracias a esto
tenía una doble oportunidad: venganza primero, y esperanza después.
No sabía si daría resultado, muchas
cosas podían fallar, pero debía arriesgarse, después de todo, la suerte era un
factor que siempre tuvo de su lado, excepto con Heero. Esta vez debía ser
diferente y lo sería.
Acarició la segunda llave del salón
de música.
- Wufei, tu caerás en los brazos de
Duo. Sólo te falta un empujoncito y yo te lo daré con la ayuda de Trowa y
Quatre- pensó en voz alta esbozando una sonrisa.
Los chicos llegaron al salón de
música y les fascinó el hecho de tener toda esa libertad para ellos solos. De
inmediato Quatre se lanzó al piano y comenzó a tocar. Trowa sacó una flauta
traversa y lo acompañó.
El sonido de la melodiosa música se
proyectaba por el enorme salón. La luz en los ventanales caía delicadamente en
rayos blancos sobre las lozas. Un brillo en los cristales en forma de cruz,
mostraba el origen de ese camino. El camino final venido desde afuera, de un
espacio en la Colonia. La música cobró su propio lugar en las acciones humanas
de ese día: Relena entregaba la segunda llave a Wufei.
La música terminó de proyectarse por todo el enorme salón
dividido en dos. Se podría decir que existían dos salas en éste, y ambas tenían
su propia entrada, la línea divisoria la hacía un panel corredizo a prueba de
ruidos. Esto era porque la sala poseía dos secciones: en una estaban los
instrumentos donde ensayaba la orquesta y el coro del Instituto; y al otro
lado, estaba la tradicional sala de música con pupitres de los alumnos. Era de
aquí la segunda llave.
Trowa y Quatre estaban en el lado de los músicos. El piano
se encontraba al medio de la sala. Al lado derecho estaba la pared corrediza,
semi abierta; al lado izquierdo estaban los estantes con instrumentos de todas
clases. Más allá estaba los pedestales del coro, del maestro, la silla de los
músicos y el pizarrón, el cual, todavía tenía escrito el pentagrama.
Y estaban tocando inspiradamente, hasta que un gruñido estomacal los interrumpió. Quatre
dejó de tocar, miró a Trowa y se echó a reír.
- Es mejor que almorcemos, luego seguimos.
- Sí- contestó Trowa.
Quatre tomó las cajitas de almuerzo
de encima del piano y comenzó a caminar hacia la otra sala. En eso la voz de su
amor lo detuvo.
- Almorcemos aquí- Trowa cierra la
tapa del piano de cola.
- ¿Cómo? ¿Pero estaremos más cómodos
allá en el escritorio?
- Sí, pero desde aquí tenemos mejor
vista- redirigió su mirada hacia el ventanal. Quatre siguió su vista.
- Desde aquí también vemos la Torre
de Marfil- acotó el rubio.
- Tienes razón, pero no tanto como de aquí- de un salto subió encima del
piano.
- ¿Eh?- movido por la curiosidad se
acercó al piano.
Subió también al lado de Trowa y vio
el espectáculo que su amado le decía.
El esplendor de la Torre de Marfil
dejó boquiabierto al chico ángel, ya que con la altura ganada por el piano, se
podía ver parte su base y sus hermosos
jardines llenos de fuentes. También alrededor de ella, estaban los tubos
transportadores que funcionaban como ascensores y el tono cristalino de ellos
se reflejaban en la blancura brillante de la Torre, la cual le daba el nombre
de Torre de Marfil. Esta llegaba hasta la cima de la cúpula de la Colonia.
- Sí, tienes razón Trowa, este es el
lugar perfecto para comer.
Tomaron sus almuerzos, destaparon las cajitas y admiraron
juntos el precioso adorno hecho por los ingredientes de la exquisita comida.
Las bolitas de Kibbe frito, lucían apetitosas acompañadas con esa ensalada
verde. Las habían preparado en el salón de repostería y cocina, ahí las alumnas
podían cocinar lo que quisieran, previo permiso. Los chicos se llevaron los
ingredientes y Quatre cocinó con
asistencia de Trowa. El rubio añoraba la comida árabe, a la cual, estaba
acostumbrado y decidió hacer esas bolitas de carne rellenas con pino llamadas
Kibbe. Trowa hizo la ensalada.
Comieron con afán, mirando el
paisaje y conversando. El chico de ojos verdes claro hablaba sin reparo,
mientras Trowa estaba concentrado en su almuerzo, pronto arrasó con todo lo de
su cajita. Luego contestó con un “aja” a la platica de su compañero y siguió
chupando el tenedor. Bajó la vista para fijarse, sin querer, en la cajita de su
acompañante, la cual seguía tan apetitosa como al principio. Quatre tenía casi
intacto su almuerzo.
- Toma- le ofreció su dulce chico.
El Kibbe lucía apetitoso ensartado
en el tenedor. Trowa lo miró con labios arrugados, pero rechazó la oferta. No
quería comerle el almuerzo a su querido.
- Vamos, cómetelo- suplicó Quatre
acercándose a él e insistiendo con el tenedor.
Trowa se hizo para atrás, abrió la
boca para hablar y rechazar una vez más la apetitosa oferta, pero sólo dio la
oportunidad para que el otro le encajara
la bolita en su boca. No tuvo más remedio que comérsela y así pasó con
las siguientes, hasta darle un alto a Quatre, pero éste no se dio problema y le
dijo que “comería con él”.
Supo de las intenciones
de éste, cuando comenzó a acercarse a su rostro. Trowa sintió golpear su pecho
con fuerza al recibir el contacto de esos dulces labios, fundiéndose con él. El
sabor salado del Kibbe se mezcló en un exótico sabor casi agridulce. En el
paladar, la bolita se deshacía con deliciosa lentitud al mismo tiempo del
profundo beso.
El hambre ya había desaparecido del
estómago, mente de los chicos, sólo existía un tipo de hambre diferente, otro
también compartido. Lo sabían, por eso se estiraron en el piano para seguir
besándose con apetito renovado. Las manos comenzaron a deslizarse por los
contornos de sus cuerpos. Movieron las piernas para acomodarse. Aprovecharon
para frotar sus piernas desnudas...
El trabajo era muy fácil con el
uniforme del Instituto. Trowa sólo deslizó su mano bajo la falda y quitó muy
fácilmente el obstáculo. Comenzó a masajear la entrepierna de Quatre, mientras
este último emitía sus primeros jadeos. Los labios aceitosos de ambos seguían
tratando de limpiarse afanosamente, con la dulce saliva. Los dedos buscaban los
botones de la chaquetita sin mangas, para encontrar los respectivos pechos
falsos, que quitó con deseo. El codo de Quatre topó la cajita del almuerzo y
ésta se deslizó hasta el borde del piano. El chico vio el peligro latente equilibrándose
en el borde y se acomodó para
alcanzarlo. También logró manobriar, de tal manera que Trowa siguiera con lo
suyo sin darse cuenta. Tomó ambas cajas haciendo varios movimientos y se
dispuso a colocarlos en el asiento del pianista. Se puso boca abajo y se
deslizó hacia el extremo del piano para llegar a su destino. Trowa levantó la
falda de su querido hasta la cintura y comenzó a besarle el trasero. Lamía los
glúteos de su pareja con apetito, siguiendo el trayecto del cuerpo, ya que éste se corría
misteriosamente hacia delante. La tapa de las teclas cayó.
El sonido llamó la atención de quien abría la puerta de la
sala contigua, usando la segunda llave. Entró sigilosamente y entrecerró la
puerta. Parecía que alguien estaba quejándose. Se deslizó por el aula buscando
el origen de ese sonido tan peculiar.
Quatre logró su cometido con mucha dificultad entre gemidos
de placer. Volvió a posicionarse encima del piano con la ayuda de sus manos
apoyada, primero en la tapa de las teclas y luego en el borde del piano. Ahora
tenían todo el espacio para ellos, aunque Trowa ya le tenía ganado mucho
espacio en su cuerpo. El dulce piloto Gundam estaba semi desnudo y seguía
siendo devorado por un hambriento Trowa, pero recobró terreno al tomar a su
amado para besarlo en sus labios y cuello.
Se liberaron de las últimas prendas de vestir. Enlazados,
Trowa seguía encima de su pareja. Un temor apareció en la mente de Quatre, pero
se desvaneció cuando recordó que las puertas estaban aseguradas con llaves,
sacado este temor, se dejó llevar por la pasión.
Trowa chupaba el pene de su querido con avidez, para luego
masajearlo con su mano. Unas preámbulas
gotas escaparon del deseado miembro, junto con un exquisito gemido de
placer de su dueño.
- ¡Trowaaaaa!- emitió con sensualidad.
Aquél siguió con su tarea y estuvo a punto de limpiar esas
gotas de semen con su boca, pero fue detenido por Quatre, quien quejumbroso lo
guió para que empapara sus dedos con él.
- Úsalo mi amor- le dijo.
Sin perder tiempo, introdujo su dedo mojado con ese líquido
en el ano de su amante. Movió ese dedo, luego otro, introduciéndolos una y otra
vez dentro de su querido, dándole un placer sin límites. Mientras hacías esto,
siguió lamiendo el estómago y pene de él.
- Ha, ha...¡Síííí, mi amoooor, asííííí! Haaa... haaa- se
quejaba Quatre.
Trowa avanzó hacia arriba y beso a
su pequeña flor árabe con calidez, bebiendo de ese preciado néctar sin
compasión, hasta que ya no aguantó más. Retiró sus dos dedos del interior. Se
acomodó en la entrepierna. Levantó las piernas
con sus manos y las colocó en sus hombros.
Quatre
tenía el rostro teñido de rubor, su respiración agitada cuando sintió la
penetración de Trowa. Dio un grito de placer y sus manos trataron de encontrar
un lugar de donde aferrarse. Lo encontró al borde del piano en su cabecera.
Los quejidos comenzaron a
intensificarse por todo el salón, no sólo en la sala donde estaban, sino
también, retumbaron en la sala contigua. Los dos estaban en el más absoluto de
los éxtasis, gritando a la par, con sus corazones golpeándole el pecho y la
garganta. Trowa se movía, sin control
dentro, y fuera de su querido muchacho,
tratando de llegar con cada estocada más al fondo, porque Quatre era de
él, sólo de él.
Finalmente, era de él...
- ¡Trowaaaa!¡Trowaaaaaaaa!- gritaba
lleno de placer con lágrimas en sus ojos.
El aludido sentía una fuerza
desconocida que se posicionaba de él cuando escuchaba su nombre salido de su
deseado chiquillo. Así, seguía dando y recibiendo placer con más fuerzas.
Fuerzas salidas del interior de su alma y proyectadas a su cuerpo.
El calor los cegaba. Gotas de sudor
comenzaron a bañar la cubierta del piano. El cabello de ambos estaba húmedo.
Trowa movido por la visión borrosa de su amor gritando, llorando de placer, se
abalanzó hacia a él y lo abrazó.
- ¡¡¡QUATREEEEE!!! HAAA, HAAA-
seguía delirando.
Quatre reaccionó y se colgó a su
cuello. Su cara húmeda por las lágrimas y sudor se perdió en su hombro.
- ¡Trowa mi amor! Ha, ha, ha...
Sentían que no había tiempo, sólo
estaban vagando en un universo de placer. Sus cuerpos palpitaban juntos. Sus
almas aclamaban juntas. Todo estaba dado y sucedió.
Sus cuerpos se estremecieron,
recibiendo el orgasmo final y sin límites. Trowa cayó sobre Quatre sin aliento.
Permaneció así hasta normalizar la respiración. Luego quedaron abrazados
juntos.
Sentados desnudos sobre el piano,
miraban el hermoso paisaje.
- Esa Torre es como tú Quatre- Trowa seguía con la vista al
frente, pese a sentir la mirada de su amor en su rostro- es fuerte y hermosa.
Posee tú misma blancura. A la vista, su belleza opaca sus demás cualidades,
pero si te fijas, ella sostiene a toda esta Colonia, ¿ves?- dirige su índice
hasta el último extremo- Así eres tú.
- Trowa...- sus pupilas comenzaron a
juguetear.
Otro beso coronó el momento.
Mientras esto sucedía, un tambaleante joven huía por los pasillos del tercer
piso. Este venía del salón de música, de la sala contigua de los ensayos.
Aquella, sala al otro lado del panel,
donde estaban las aulas y el escritorio del profesor. Ahí, oculto por la pared
corrediza, vio a los apasionados amantes.