CONSEJO DE INQUISICIÓN

Una vez consolidado el poder de la Iglesia Católica sobre Europa al principio de la Edad Media, los herejes pasaron  a ser considerados enemigos de la sociedad. El crimen de la herejía fue definido como un acto deliberado de negación a los artículos de la Fe Católica y su pública y obstinada persistencia en el supuesto error.  

Originalmente la represión de las herejías fueron organizadas como Cruzadas  hasta la llegada del Papa Gregorio en el año 123 quien instituyó la Inquisición para el arresto y juicio de los herejes. La palabra  "inquisición" deriva del verbo latín (inquirir). Los Inquisidores no esperaron por las denuncias y se abalanzaron sobre los pueblos para buscar y cazar a personas para acusarlas de herejía. Aunque la Inquisición fue creada para combatir a las herejías Cátara y Waldense, la  Inquisición mas tarde extendió sus actividades para incluir brujas, adivinos, blasfemos, y otros sacrílegos.

Otra causa por la cual el Papa Gregorio IX creo la  Inquisición fue para instalar orden y legalidad al proceso de ajusticiamiento de la herejía, porque existía la tendencia de las multitudes lideradas por curas locales a quemar personas vivas sin juicio. Otra razón fue que despues de las cruzadas se exterminó toda competencia contra la Iglesia, y la Inquisición quedó como cuerpo policial/para-militar para la prevención de resurgimientos ideológicos, poniendo a su disposición todas las armas de captura, interrogación y desaparición de los subversivos. Superficialmente se dice que la intención del Papa Gregorio fue la creación de una corte de investigación  para inquirir sobre los pensamientos y creencias de las personas. Si estos pensamientos o creencias no estaban dentro de la estructura Católica entonces el librepensador o hereje era "instruido" en doctrina ortodoxa. La esperanza cristiana era que el hereje viera la falsedad de sus opiniones y que retornara obedientemente al seno de la Iglesia. Si él  continuaba con sus ideas, el Papa Gregorio,  creía necesario la entrega del reo a las autoridades civiles para asegurar la protección de la  comunidad católica. El hereje era entregado a las autoridades civiles debido a que  la libertad de pensamiento y culto no solo violaba la ley de la Iglesia sino también la ley de los Reyes Católicos. Las autoridades civiles aplicaban su propia pena por el crimen de la libre expresión, el cual incluía la quema en la hoguera.

Los Inquisidores o jueces de esta Inquisición Medieval eran reclutados exclusivamente de las ordenes Franciscanas y Dominicanas. Al principio de la creación de esta institución, los Inquisidores recorrían la campiña en busca de herejes, pero esta práctica no duró mucho. Al poco tiempo los Inquisidores adquirieron el derecho de emplazar a los sospechosos  de su casa directamente a la corte Inquisidora. La organización medieval funcionó limitadamente en el norte de Europa, pero fue en Francia y en el norte de Italia donde encontró su centro de trabajo. Esto corresponde a los centros de cultura y pensamiento de la época.

A través de la historia de la Inquisición existió la rivalidad entre las jurisdicciones eclesiásticas y seculares. Pero la Iglesia, siendo el poder absoluto, dictó en cuestión de fe y manipuló a los reyes a su gusto estableciendo así su control sobre la vida civil. Un rey por no obedecer podía quedar en condición de pordiosero con  el simple acto de ser excomulgado y de esta forma manipulaban a toda Europa mediante el terror. No solo a pobres viejas parteras y curanderas, filósofos y científicos sino también al mismo rey. 

LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA

La segunda variedad de Inquisición fue la infame Inquisición Española, autorizada por el Papa Sixto IV en 1478. El Papa trato de mantener la armonía entre los inquisidores y los ordenados pero le fue muy dificíl manipular a los Reyes Católicos Fernando V e Isabel. Debido a esto, Sixto reconoció la independencia de la Inquisición Española. Esta institución sobrevivió hasta el siglo XIX y fue permanentemente abolida por decreto el 15 de Julio de 1834.

Causas

Explicada brevemente la compleja trama que se teje en este período, superando los simplismos unilaterales, las causas principales que adicionalmente aparecen ante nuestros ojos son las siguientes:

El Peligro Judío

Indiscutiblemente la causa más importante que directamente motivó la creación del Tribunal hispano fue el denominado "peligro o amenaza judía". Las graves crisis económicas que sacudieron Europa durante los siglos XIV y XV, a las cuales contribuyeron las pestes y epidemias que fueron sobrevividas por los judíos debido a su régimen de limpieza muy diferente al cristiano que consideraba la limpieza como pecado. Se conoce de casos donde se daba como pena un baño (o el caso del Rey Felipe que murió comido por los piojos y hecho santo por su fe.) A su ver, ésto originó una caída demográfica sin precedentes, condujeron al empobrecimiento masivo de la población y a restricciones económicas de la corona. En medio de la crisis, los únicos que consolidaban sus posiciones económicas eran los prestamistas y los arrendatarios de los tributos reales, oficios virtualmente monopolizados por los judíos debido a que la Iglesia prohibía estas profesiones a cristianos. Éstos se habían convertido en dueños de las finanzas hispanas. Una de las razones de tal situación era el hecho de que los préstamos con intereses se consideraban moralmente cuestionables por estar incursos en el pecado de usura, mientras que los judíos los consideraban perfectamente lícitos.  Por si fuera poco, los judíos eran vistos como un Estado dentro del Estado pues, antes que buenos y leales súbditos de la corona eran, por sobre todo, judíos: una nación sin territorio y, por ende, en busca de uno  propio.

Estas razones y la intolerancia religiosa cristiana alimentaron el antisemitismo,  En ese contexto, se produjeron diversos sucesos y protestas anti-judías que echaban la culpa de todos los males de la época a la benevolencia de las autoridades para con el "pueblo asesino de Cristo" por lo cual supuestamente Dios castigaba a la población.

Al ser establecida la Inquisición, durante los primeros años de su existencia se encargó principalmente de controlar a los judeo-conversos ya que, para ser procesado por el Tribunal, el judío tenía que haberse hecho, libre y voluntariamente, católico. Sin embargo, la situación de los conversos se complicó pues se veían presionados por sus familiares y allegados judíos para que retornasen a su antigua religión y, al hacerlo, incurrían en apostasía y, por ende, se sujetaban al control de la Inquisición. Después de haber fracasado todos los intentos de los monarcas por asimilar a los judíos pacíficamente, terminaron por decretar la expulsión de todos aquellos que no se convirtiesen al cristianismo. Antes que de España, los judíos habían sido expulsados de Inglaterra, Francia y otros reinos; además, habían sido víctimas de crueles matanzas y persecuciones en Alemania.

Por otro lado, en la etapa de reconquista de los territorios ocupados por los musulmanes se formaron dos grandes reinos católicos: Castilla y Aragón. Isabel de Castilla se casó con Fernando, príncipe heredero de la corona de Aragón; cinco años después, Isabel se convirtió en Reina de Castilla y, en otro lapso igual, Fernando fue coronado como Rey de Aragón. El matrimonio de ambos no originó la unificación de España porque ambos reinos seguían siendo independientes el uno del otro. Isabel y Fernando concibieron el proyecto de centralizar en ellos el poder político, anteriormente disperso en la nobleza, llevando a la unión de sus coronas en un solo Estado. Para ello, entre sus primeras medidas, procedieron a crear cinco Consejos Reales, uno de los cuales fue el Consejo de la Suprema y General Inquisición. Esta es la primera institución que con un solo jefe común -el Inquisidor General- para ambos reinos, tuvo bajo su poder toda España y sus colonias. Así, los reyes emplearon la unificación espiritual con una finalidad claramente política: la unidad española. De esta manera nació España, forjada en la milenaria lucha contra los infieles, consolidada en las pugnas contra los judaizantes, alimentada en las guerras con los protestantes, confirmada en la vasta tarea de evangelizar todo un nuevo mundo; baluarte de la Fe Católica; siempre defensora de la cristiandad y de la fidelidad a la Iglesia, siempre devota.

Procedimientos

Cuando una persona era denunciada ante el Santo Oficio por algún delito que estuviera comprendido en sus competencias, era investigada por los inquisidores. Así, el Tribunal tenía competencia sobre los siguientes tipos de delitos:

Contra la fe y la religión: herejía, apostasía, judaísmo, blasfemia, etc.

Contra la moral y las buenas costumbres: bigamia, lectura, comercio y posesión de libros e imágenes prohibidas por obscenas, etc.

Contra la dignidad del sacerdocio y de los votos sagrados: decir misa sin estar ordenado; hacerse pasar como religioso o sacerdote sin serlo; solicitar favores sexuales a las devotas en confesión, etc.

Contra el orden público: lectura, comercio y posesión de libros de autores subversivos -sobre todo de los revolucionarios franceses-; lectura, comercio y posesión de libros de autores contrarios a la corona, a España o a la Iglesia, etc.

Contra el Santo Oficio: en este rubro se consideraba toda actividad que en alguna forma impidiese o dificultase las labores del tribunal así como aquellas que atentasen contra sus integrantes.

El Tribunal tenía, entre sus atribuciones, la capacidad de confiscar las propiedades de los acusados. El secuestro de bienes era dispuesto por los inquisidores y, en los casos en que se demostrase la culpabilidad del reo, se le solían expropiar definitivamente. Esto llevó al interés creciente en hallar herejes entre los conversos de fortuna cuantiosa como una fuente de recursos económicos adicionales para una siempre sedienta Iglesia.. En España, durante los primeros años de su funcionamiento, este Tribunal tuvo una ingente cantidad de recursos; pero, al menos desde el siglo XVIII, no eran suficientes para cubrir sus propios gastos; entonces, el Tribunal debía recurrir al apoyo de la corona, la que aseguraba la continuidad de sus funciones.

INQUISIDORES GENERALES

Tomás de Torquemada, prior de Santa Cruz.

 

 

 

 

 

 

1483-1498

Diego de Deza Tavera, prior de Santo Domingo.

1499-1506

Diego Ramírez de Guzmán, obispo de Catanea y Lugo.

1506-1507

Francisco Ximénez de Cisneros, arzobispo de Toledo (en Castilla)

1507-1517

Joan de Enguera, obispo de Lleida y Tortosa (en Aragón)

1507-1513

Luis Mercader Escolano, obispo de Tortosa (en Aragón)

1513-1516

Adriano de Traiecto (Utrecht) (en Aragón)

1516-1518

Adriano de Traiecto (Utrecht)

1518-1522

Alonso Manrique de Lara, arzobispo de Sevilla.

1523-1538

Juan Pardo de Tavera, arzobispo de Toledo.

1539-1545

Juan García de Loaysa y Mendoza, arzobispo de Sevilla.

1546-1546

Fernando de Valdés y Salas

1547-1566

Diego de Espinosa, obispo de Sigüenza y Cuenca.

1566-1572

Pedro Ponce de León, obispo de Ciudad Rodrigo y Plasencia (no ejerció)

1572-1572

Gaspar de Quiroga y Sandoval, arzobispo de Toledo.

1573-1594

Jerónimo Manrique de Lara, obispo de Cartagena y Ávila.

1595-1595

Pedro de Portocarrero, obispo de Calahorra y Cuenca.

1596-1599

Hernando Niño de Guevara, arzobispo de Philipis y Sevilla.

1599-1602

Juan de Zúñiga Flores, obispo de Cartagena.

1602-1602

Juan Bautista de Acevedo, obispo de Valladolid y Patriarca de las Indias

1603-1608

Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo.

1608-1618

Luis de Aliaga Martínez

1619-1621

Andrés Pacheco, obispo de Cuenca y patriarca de las Indias.

1622-1626

Antonio de Zapata Cisneros y Mendoza, arzobispo de Burgos.

1627-1632

Antonio de Sotomayor, prior de Santo Domingo.

1632-1643

Diego de Arce y Reinoso, obispo de Tuy, Ávila y Plasencia.

1643-1665

Pascual de Aragón y Fernández de Córdoba, arzobispo de Toledo (no ejerció)

1665-1665

Juan Everardo Nittard

1666-1669

Diego Sarmiento de Valladares, obispo de Oviedo y Plasencia.

1669-1695

Juan Tomás de Rocaberti, prior de Santo Domingo y arzobispo de Valencia

1695-1699

Alonso Fernández de Córdoba y Aguilar (no ejerció)

1699-1699

Baltasar de Mendoza y Sandoval, obispo de Segovia.

1699-1705

Vidal Martín

1705-1709

Antonio Ibáñez de Riva Herrera, arzobispo de Zaragoza y Toledo.

1709-1710

Antonio Judice, arzobispo de Monreal.

1711-1717

José Molines

1717-1717

Felipe de Arcemendi (no ejerció)

1718-1718

Diego de Astorga y Céspedes, arzobispo de Toledo.

1720-1720

Juan de Camargo y Angulo y Pasquer, obispo de Pamplona.

1720-1733

Andrés de Orbe y Larreátegui, arzobispo de Valencia.

1733-1740

Manuel Isidro Orozco Manrique de Lara, arzobispo de Santiago.

1742-1745

Francisco Pérez de Prado y Cuesta, obispo de Teruel.

1746-1755

Manuel Quintano Bonifaz, arzobispo de Farsalia.

1755-1774

Felipe Beltrán Serrano, obispo de Salamanca.

1775-1783

Agustín Rubin de Ceballos, obispo de Jaén.

1784-1793

Manuel Abad y Lasierra, arzobispo de Selimbria.

1793-1794

Francisco Antonio Lorenzana y Butrón, arzobispo de Toledo.

1794-1797

Ramón José de Arce y Rebollar, arzobispo de Amida, Burgos y Zaragoza.

1797-1798

Francisco Javier Mier y Campillo, obispo de Almería.

1814-1818

Jerónimo Castillón y Salas, obispo de Tarazona.

1818-1820

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