Origen de los planetas

Los planetas, según se cree, se formaron hace unos 4,6 billones de años a partir de un disco de gas y de polvo que rodeaba al Sol recién formado. Mientras que el Sol se densificaba y comenzaba a desprender energía, fragmentos de esa nube iniciaban un movimiento orbital a su alrededor. Como conclusión al proceso evolutivo de estos fragmentos y a una serie de avatares posteriores –fundamentalmente gravitacionales- hoy tenemos un sistema presidido por la estrella Sol, en torno a la que giran nueve planetas, más uno que se desintegró.

Algunos de esos planetas tienen, a su vez, pequeños astros girando a su alrededor: son los satélites, muchos de los cuales no son más que restos del mencionado planeta disgregado -asteroides- que han sido captados por la fuerza de la gravedad de los planetas más masivos, satelizándolos.

Características de los planetas

El sistema solar describe una órbita en torno al centro de la Galaxia. Los planetas, a su vez, están en órbita alrededor del Sol y todos ellos se desplazan en sentido contrario al de las agujas del reloj cuando se ven por encima del Sol desde el polo norte. Cada planeta también gira en tono a su propio eje de rotación. Los cuatro planetas más interiores –Mercurio, Venus, la Tierra y Marte- son cuerpos pequeños y rocosos que a veces reciben el nombre de planetas terrestres. Más allá de Marte está el cinturón de asteroides y luego los gigantes gaseosos: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, así llamados porque son mucho mayores que la Tierra y están compuestos principalmente por hidrógeno y helio. Plutón es una pequeña rareza helada.

Movimientos de los planetas

Todos los planetas siguen órbitas elípticas en torno al Sol, el cual ocupa uno de los dos focos de cada elipse. Las excentricidades son mínimas, por lo que las órbitas pueden considerarse casi circulares. Los planetas más cercanos al Sol emplean mucho menos tiempo en recorrer una órbita que los lejanos; así, mientras Mercurio tiene una revolución cada 88 días (terrestres), Plutón emplea 90 800 días en dar una sola vuelta. La tierra, como es sabido, da una vuelta cada 365,26 días.

Las órbitas se encuentran orientadas en planos muy próximos entre sí. Con respecto al plano de la órbita terrestre, las inclinaciones varían entre 0º 46’ (Urano) y 3º 24’ (Venus) a excepción de Mercurio y Plutón. El primero de ellos tiene un plano orbital inclinado 7º 0’ con respecto al nuestro y Plutón lo tiene 17º 9’. Es lógico que sean casi coincidentes los planos de las órbitas de todos los planetas si hemos de admitir que han tenido un origen común. La excepción siempre corre a cargo de Plutón, cuya presencia en el Sistema Solar aún no está muy bien definida. ¿Se trata de un astro extraño captado por la gravedad solar o es un satélite de Neptuno que “escapó” de su casa por causa de alguna perturbación desconocida?

El hecho de que los planos orbitales sean casi coincidentes hace que la proyección de sus recorridos en la bóveda celeste también lo sea. Por ello vemos desplazarse los planetas por entre las estrellas siempre dentro de una misma zona. Al eje de esta zona lo denominamos eclíptica y coincide con la proyección del plano orbital terrestre, es decir, con el camino aparente que recorre el Sol.

Si situamos al Sol y a los planetas ante el firmamento, advertimos que los planetas de órbitas interiores a la de la Tierra (Mercurio y Venus) sólo se desplazan unos pocos grados a ambos lados del Sol. Estos ángulos corresponden al tamaño aparente de sus órbitas vistas desde la Tierra. En el caso de Mercurio la separación máxima del Sol a que puede llegar (elongación) es de 28º, y en el caso de Venus, 47º. Por el contrario, los planetas externos a la Tierra (Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón) dan la vuelta completa a la bóveda celeste alcanzando, por tanto, ángulos de 180º con respecto al Sol. Precisamente las épocas de mejor visibilidad son cuando se hallan en oposición al Sol, que es cuando pueden ser observados durante toda la noche (al ponerse el Sol, sale el planeta por el horizonte opuesto) y cuando se hallan más próximos a la Tierra.

Como sea que los movimientos de los planetas son independientes de los de las estrellas, no aparecen dibujados en ningún mapa del firmamento, siendo preciso conocer en cada momento su posición en la bóveda del cielo para localizarlos, a excepción de los más brillantes, que se distinguen por sí solos. A este respecto son muy útiles las informaciones que regularmente aparecen en algunas publicaciones periódicas explicando la situación del firmamento para un determinado mes. Esta información, por lo general más completa, también se obtiene a través de las asociaciones de aficionados a la astronomía, que la facilitan de forma sistemática, o bien mediante programas informáticos.

Venus, Marte, Júpiter y Saturno son astros muy brillantes, que pueden verse perfectamente a simple vista. Venus es, después de la Luna, el más destacado del firmamento; le siguen Júpiter y Marte. Mercurio, aunque puede llegar a tener un brillo considerable, presenta la dificultad de que su elongación es muy pequeña, de modo que siempre se halla cerca del Sol y sólo puede ser visto a simple vista entre los resplandores crepusculares. Urano está en el límite de visión a simple vista; en consecuencia, unos simples prismáticos son suficientes para distinguirlo. En cambio, Neptuno, situado muy lejos, requiere, cuando menos, un telescopio pequeño. Por último, Plutón solo es visible con telescopios medianamente potentes.

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