Los cronistas del Siglo XVI...

Circunstancia histórica

El hecho de la Conquista de México está limitado por dos fechas: 1519 y 1521. Entre ellas ocurren acontecimientos fundamentales, históricamente, que serán la base para la creación de un mundo nuevo, una Nueva España, y el arranque de una literatura también nueva, en lengua española, tesminio humano de lo que fue en sí misma la aventura de la Conquista. Los hombres que la realizaron vivían bajo el signo del Renacimiento, en lo que se refiere al inaplazable impulso de acción que los encamina por terrenos desconocidos en la geografía, en el arte o en la concepción astronómica y filosófica del mundo. El espíritu renacentista devuelve al hombre su confianza en sus propias aptitudes, fortalece su individualidad y lo lanza a extraordinarias hazañas que prolonguen su vida terrena en obras inmortales que lo mantengan vivo al paso del tiempo.

Cartas de Relación de Hernán Cortés

Las Cartas de Relación de Hernán Cortés son cinco y se hallan, en un códice, en la Biblioteca Imperial de Viena (¿Qué hacen allí? Paradojas de la historia). La primera está fechada en 1519 y la última en 1526. Estas relaciones o informes tienen interés múltimple: histórico, político, literario y humano. A más de que se trata de un documento en el que por primera vez cobran vida las cosas de México para el mundo europeo, se fija el establecimiento de un nuevo y rico dominio español, se perfila la figura de un capitán de capacidad extraordinaria, acicateado por la fama (como buen renacentista) que, en su afán de comprender el misterio de las tierras de Moctezuma, se arroja a la más apasionante aventura.

Son notables en este documento los encontrados sentimientos que provocan en el ánimo del conquistador las maravillas naturales desde su llegada a Cozumel; lo extraño de las costumbres de los habitantes; los golpes de audacia con que logró sus mayores victorias; su desazón por las derrotas; su preocupación legalista por justificar su conducta; sus reacciones de violencia; sus concesiones al enemigo, y, posteriormente, la organización y establecimiento de la nueva colonia llamada a ser la "más noble y populosa" y su infortunada expedición a las Hibueras.

Además del valor testimonial de estos documentos con caracteres renacentistas, que son por cierto lo único que escribió Cortés, es evidente el interés literario que se transparenta en sus años de latinidad en Salamanca y denuncia a un excelente narrador, minucioso y llano, familiar a veces, que escribe con grandeza y sobriedad la epopeya que lo inmortalizó.

Las Cartas de Relación inauguran un género que será muy frecuentado en el siglo XVI porque coincide con las necesidades del tiempo: la crónica. La parcialidad es probablemente la nota más característica en este género y también su mayor interés, porque permite conocer los más variados puntos de vista en la búsqueda de una opinión totalizadora de lo que fue la Conquista, en sus variados aspectos.

Primera Carta de Relación

Cronistas de Indias

Los cronistas de Indias pueden dividirse en cuatro grupos: peninsulares, testimoniales, hisoriadores religiosos e historiadores indios.

Cronistas peninsulares

Aunque, como dice Alfonso Reyes, los historiadores peninsulares son, en concepto, anteriores y, en sustancia, ajenos a la literatura mexicana, se mencionana para completar el cuadro de cronistas que de alguna manera están conectados con nuestra historia literaria. Son ellos: Pedro Mártir de Anglería (1457-1526), que escribió una Historia del Nuevo Mundo, publicada en 1530 y considerada como la primera en su género; Francisco López de Gómara (1511-1566), capellán de Cortés, el cual, apoyado principalmente en las relaciones de éste, escribió su Historia General de las Indias (1522); Antonio de Herrera (1549-1625), que en su Historia General de Indias (1601) utilizó como base la Crónica de la Nueva españa de Cervantes de Salazar, y Antonio de Solís (1610-1686), que escribe su Historia de la conquista de México (1684) con el deseo de aclarar algunas ideas que "andaban oscurecidas y maltratadas en diferentes autores".

Humanistas, cronistas oficiales algunos de ellos, escritores valiosos por más de un concepto, carecen de la emoción que rebosa la historia de los testigos presenciales. En la mayoría de los casos tienden a ensalzar la figura de Cortés; esta circunstancia seguramente estimuló la aparición de muchas de las obras de los cronistas testimoniales que escribieron posteriormente al conquistador.

Cronistas testimoniales

Entre estos llamados cronistas testimoniales hay que mencionar a Juan Suárez de Peralta (1535 a 1540?), hijo de uno de los conquistadores y autor del Tratado del descubrimiento de las Indias y su conquista (1589); a Baltasar de Obregón, autor de la Histora de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nueva España (1584); a Andrés de Tapia, capitán del ejército de Cortés, con su objetiva Relación, recogida por García Icazbalceta en el tomo II de la Colección de Documentos para la Historia de México; a Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), que redactó su Historia general y natural de las Indias, no publicada completa hasta 1581-55, y cuyo interés radica en el conocimiento de la naturaleza y de las hazañas de los conquistadores.

Bernal Díaz del Castillo (1492-1580?), capitán de Cortés, fue miembro de las expediciones de Fernández de Córdoba y de Juan de Grijalva. Participó en triunfos y derrotas de la Conquista y, finalmente, se radica en Guatemala, como regidor de la Villa del Espíritu Santo, a descansar de las fatigas de años de lucha y dificultades. Preocupado por obtener el favor real para sus hijos y nietos, escribe la histoira verdadera de la Conquista de la Nueva España, editada por primera vez en 1632. El valor de esta obra ha aumentado con el tiempo. No sólo busca el reconocimiento al esfuerzo que para lograr la conquista desarrollaron todos los soldados de Cortés; tampoco es solamente obra de rectificación a Historias como la de López de Gómara o de Pablo Jovío; es, en primer lugar, "una fuente autorizada e imprescindible para el estudio de la historia de México", por el acopio de datos que ofrece; pero, sobre todo, es el trasunto más real, más emocionado, más revelador de lo que fue la gesta de la Conquista. La relación de Bernal fue hecha a larga distancia, con la perspectiva de conjunto e imparcialidad que da la lejanía de los sucesos, con la espontenidad que proporciona el desconocimiento de la retórica y la ausencia de vanidad literaria, pero impregnada, en cambio, tansida, por las inquietudes culturales de un medio ambiente renacentista, capaz de darle, aun al lenguaje áspero de un soldado, un valor expresivo permanente. Con perspicacia lo observó Ramírez Cabañas y lo rarificó Yáñez: estas crónicas de la Conquista, y en especial la Historia Verdadera, contienen todos los elementos para ser consideradas como nuestra auténtica epopeya: unidad, variedad, interés colectivo, personajes extraordinarios, intervención de lo maravilloso, tema grandioso, conjugados en un relato que anima un mundo snsospechado en el que chocan dos culturas, dos voluntades y dos destinos.

Historiadores religiosos

El siglo XVI es el siglo de la conquista, la evangelización y las fundaciones. Al terminar la primera fase de la Conquista con la caída de Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521, Cortés enfrentó graves problemas en todos los órdenes, desde aquellos elementales de salubridad pública desdpués del prolongado sitio; la ubicación de la capital de la Nueva España; la organización y distribución de sus hombres en los núcleos fuertes de población indígena y lugares estratégicos a lo largo del territorio conquistado, hasta los más delicados relacionados con la evangelización y educación de los grupos de indios, en la religión y cultura del pueblo conquistador.

Se ha dicho con verdad que fueron la fe y la ambición los principales móviles de la conquista. Cor´tes tuvo como finalidad primaria y justificación de sus expediciones "la extirpación de la idolatría y la conversión de los indígenas a la fe cristiana". Es conocida impaciencia del conquistador por imponer la religión católica y su celo por hacer venir a los misioneros que habían de encargarse de la evangelización metódica de los indígenas. Después del P. Olmedo, acompañante de Cortés, llegaron a la Nueva españa tres religiosos franciscanos: fray Juan de Ayora, fray Juan de Tecto y fray Pedro de Gante. Más tarde, en 1524, desembarcaron en San Juan de Ulúa los doce frailes franciscanos que inician la tarea sistemática de la evangelización, al mando de fran Martín de Valencia. Entre 1526 y 1528 llegaron los dominicos, y en 1533, los agustinos. Hacia 1559, suman alrededor de 800 frailes de estas tres órdenes monástica, consagrados a llevar al cabo la conquista espiritual de México.

En medio de las duras tareas de su ejército apostólico, algunos de los misioneros aprovecharon, para conformar la historia antigua y contemporánea, el precioso material que obtuvieron de los indígenas, en su convivencia con los naturales, mediante testimonios orales y jeroglíficos y con la ayuda directa que les proporcionaron estos mismos, ya en posesión de la lengua española, para redactar documentos referentes al pasado de sus pueblos.

Este grupo de historiadores se preocupa, sobre todo, por acercarse y desentrañar el pasado indígena, con preferencia a su atención por los problemas contemporáneos. Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566) es, probablemente, la excepción. Decidido defensor de los indios, se consagró incansablemente a su protección y defensa. Tanto en su obra escrita: la Historia de las Indias y la Brevísima relación de la distribución de las Indias, como en su vida, su tarea fue un alegato constante en favor de los derechos humanos del indio.

Acabado ejemplo del misionero español del siglo XVI, fue fray Toribio de Benavente, mejor conocido como Motolinía, llegado a México con fray Martín de Valencia en 1524. Ardiente e infatigable en su misión; protector de los indios contra las arbitrariedades de la autoridad española; fundador de ciudades y conventos; conocedor de lenguas aborígenes; caminante incansable en el cumplimiento de sus tareas apostólicas, murio en 1568. Entre su bibliografía, que es muy amplia, pero no totalmente conocida, se distingue la Historia de los indios de la Nueva España, considerada como la más antigua, puesto que se empezó a escribir en 1536, y muy valiosa desde el punto de vista de la información documental.

Con objeto de escudriñar el concepto divino y humano de los indígenas, llegando hasta la raíz de sus costumbres idolátricas, para imponer un remedio efectivo a estas prácticas tan contrarias a la religión cristiana, fray Bernardino de Sahagún (1499-1590) llegó a México en 1529 con otros diecinueve frailes franciscanos encabezados por fran Antonio de Ciudad Rodrigo. Su primera preocupación fue el conocimiento de la lengua náhuatl, y después, el más minucioso estudio de la historia, las costumbres y las tradiciones indígenas. La mayor parte de su vida la pasa en el convento de Santa Cruz de Tlatelolco. Ahí emprende, después de sus trabajos, iniciales llevados a cabo en Tepepulco, la revisión del material acumulado durante años. La redacción definitiva de la Historia fue hecha en México en 1566. En esta obra monumental contribuyeron hábiles y experimentados informadores indígenas en toda clase de asuntos y algunos jóvenes alumnos de gramática de Sahagún del Colegio de Santa Cruz, para redactar en lengua náhuatl los doce libros que la componen. Esta obre pretende ser una enciclopedia de la civilización mexicana. Los primeros cinco libros están dedicacos a la religión y supersticiones; los dos siguientes, a la vida intelectual, el octavo, a la vida social; el noveno, a la economía, y el décimo y undécimo, a vicios y virtudes de los indios y a plantas, animales y minerales del país. El duodécimo resume la historia de la Conquista. El valor de la Historia de Sahagún puede encontrarse tanto en el material que ofrece como en el método con que fue realizada. Fecunda labor de años de rigor, sometida a la viginalncia directa de especialistas, trabajada con un plan y sujeta a revisiones sucesivas, es la primera obra de tipo sistemático que presenta interés histórico, literario y enológico acerca del pasado prehistórico. Aunque la bibliografía se Sahagún comprende cincuenta años de labor intensa, es desconocida su mayor parte, y parece milagroso que, al menos, la Historia general de las cosas de la Nueva España haya al fin llegado a la posteridad, después de las vicisitudes por las que pasó el manuscrito: olvido de siglos, imcomprensión de las autoridades coloniales, copias defectuosas del original e intentos frustrados de algunos historiadores por sacarla a la luz.

Historiadores indios

Documentos de inapreciable valor humano para conocer el completo significado de lo que fue la Conquista son los textos en lengua mexicana como el llamado Códice de Aubin o el Manuscrito de Tlatelolco, que, a más de ser un punto de partida para comparar los hechos que ahí se mencionan con los de otras relaciones, fijan, con la vehemencia del vencido, los horrores de una hora aciaga y hacen una intensa y angustiada exposición de la causa que perdieron. Sirvieron estos escritos también como base para que historiadores de ascendencia indígena consagraran su esfuerzo a dar a conocer en lengua española la historia de sus antepasados. Entre los principales historiadores indígenas están: Fernando de Alvarado Tezozómoc y Fernando de Alva Ixlilxóchitl. Fernando de Alvarado Tezozómoc era sobrino de Moctezuma Xocoyotzin y cuñado de Antonio Valeriano, el primero y más sabio de los ayudantes de Sahagún. Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, nacido en Teotihuacan, fue colegial en Tlatelolco. En 1612 era gobernador de Tezcoco, y en 1617, de Tlanmanalco. Fue descendiente de Nezahualcóyotl, de sangre mestiza y autor de la famosa Historia chichimeca terminada hacia 1648.

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Literatura mexicana

José C. Martínez Nava
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