La
educación del siglo XXI (Informe Delors)
11 de
diciembre de 2000
Pere Darder
Vidal, profesor
de la Universidad Autónoma de Barcelona
El Informe Delors
fue elaborado por una comisión internacional para la educación del siglo XXI, a
petición de la Unesco. Su nombre obedece a que estuvo
presidida por Jacques Delors.
Querría destacar que al contrario de
otros informes sobre educación, el Informe Delors
está hecho por personas del mundo de la educación y de otros «mundos», pero
además estuvo compuesta no sólo por personas del mundo occidental, sino de todo
el universo. Esto es muy importante, porque ciertamente hay grandes diferencias
culturales entre unos y otros.
Me referiré a dos partes
importantes: la primera la introducción del informe y la segunda la educación,
una utopía necesaria. El informe es interesante porque dedica la menor parte a
las previsiones hacia el futuro, y la mayor parte a intentar soluciones y
alternativas para la educación del próximo siglo. En el primer párrafo se
intenta dar las líneas que definen la orientación del trabajo. Aquí destacaré
tres elementos: la educación es un factor indispensable para conseguir la paz;
es fundamental en el desarrollo más humano de las personas y de la sociedad; y,
aunque hay otros medios para lograrlo, la educación es el más importante.
En el primer apartado, analiza
cuáles son las tensiones –no las plantea como problemas–. Asegura que el siglo
XXI planteará diversas alternativas ante las cuales habrá que elegir, pero,
frente a esta realidad, ¿qué debo hacer para que la tensión no me engulla?
Algunas de estas divergencias son
globalización versus localización, universalización versus individualización:
la sociedad actual tiende a que todos seamos cortados por el mismo patrón o lo
que algunos han denominado el pensamiento único. El Informe Delors
defiende que cada persona debe ser ella y que la única forma de superar
tensiones es que cada uno sea como es.
Otra divergencia es tradición y
modernidad: con esta modernidad que transmiten los medios de comunicación,
muchas veces podremos perder aquellas cosas más humanizadoras.
Una tercera divergencia es la de las
soluciones a largo y corto plazo: actualmente todo se debe resolver de hoy para
mañana. Muchas veces, antes de conocer la propuesta, ya la estamos criticando.
Este es un tema de importancia capital para la educación, porque en la
educación de la persona se debe trabajar durante mucho tiempo; de un día para
otro no cambian las cosas.
Una más es la competitividad versus
la igualdad de oportunidades: debemos defender la igualdad de oportunidades.
La cuarta divergencia es la
expansión del conocimiento contra la capacidad de asimilar: es imposible
asimilar todo el conocimiento de que disponemos. En este sentido, creo que no
se toman medidas serias, porque la verdad es que cada vez más, necesitamos el
conocimiento.
Otra de las divergencias es la de
las dimensiones materiales y espirituales: incluso se dice que precisamente en
este punto nos jugamos la continuidad de la humanidad. Mientras nos sigamos
decantando por las realidades materiales, agotaremos la naturaleza.
En el Informe Delors
se habla de que todas estas divergencias tienen como principio los cambios en
los estilos de vida, que van generando tensiones, cambios culturales, cambios
en la estructura familiar, que vive el mundo contemporáneo.
Tras aconsejar que debemos superar
estas tensiones, en la segunda parte el Informe Delors
dice textualmente (pág. 76, cap.
4): «Eso que proponemos supone trascender la visión puramente instrumental de
la educación considerada como la vía necesaria para obtener resultados (dinero,
carreras, etc.) y supone cambiar para considerar la función que tiene en su
globalidad la educación. La realización de la persona, que toda entera debe
aprender a ser.» En esta parte explica los conocidos
cuatro pilares de la educación.
1) Aprender a conocer: dominar los instrumentos del
conocimiento, vivir dignamente y hacer mi propio aporte a la sociedad. Hace
énfasis en los métodos que se deben utilizar para conocer –porque no todos los
métodos que se utilizan sirven para aprender a conocer– y asegura que, en el
fondo, debe haber el placer de conocer, comprender y descubrir.
2) Aprender a hacer: aprendemos para hacer cosas y nos
preparamos para hacer una aportación a la sociedad. Las personas se forman para
hacer un trabajo, aunque muchas veces no puedan ejercerlo. En lugar de
conseguir una cualificación personal (habilidades),
cada vez es más necesario adquirir competencias personales, como trabajar en
grupo, tomar decisiones, relacionarse, crear sinergias, etc. Aquí importa el
grado de creatividad que aportamos.
3) Aprender a convivir y a trabajar en proyectos comunes:
en el Informe se asegura que este es uno de los retos más importantes del siglo
XXI. Nunca en la historia de la humanidad se había llegado a tener tanto poder
destructivo como actualmente. Ante tal situación, debemos aprender a descubrir
progresivamente al otro; debemos ver que tenemos diferencias con los otros,
pero sobre todo tenemos interdependencias, dependemos los unos de los otros. Y
para descubrir al otro, debemos conocernos a nosotros mismos: cuando sepa quién
soy yo, sabré plantearme la cuestión de la empatía, entenderé que el otro
piense diferente de mí y que tiene razones tan justas como las mías para
discrepar.
El Informe Delors
propone que se favorezcan los trabajos en común, que se preste atención al
individualismo –que no está en contra de la individualidad–, y que destaque la
diversidad, como elemento necesario y creador. Tengo la sensación de que cuando
se habla de la atención a la diversidad, se intenta romper la diversidad; pero
no se trata de eso, no es acabar con la riqueza de la diferencia, sino tratarla
adecuadamente para igualar a todos y así evitar conflictos. Este tercer pilar
está muy influido por la actitud del maestro y por su relación con los alumnos.
4) Aprender a ser: es el desarrollo total y máximo
posible de cada persona. La educación integral de la que se viene hablando
desde finales del siglo XIX y comienzos del XX; aquella del pensamiento autónomo.
Creo que estos pilares son
fundamentales si consideramos globalmente los cuatro, no de dos en dos, es
decir, no poner por un lado el conocimiento (la ciencia), y por el otro, el
hecho (la tecnología); esto no sólo en el sentido material sino también en el
sentido humanístico.
En tercer lugar, este Informe
también destaca el papel de las emociones. Nuestro sistema educativo ha dado
prioridad a las dimensiones cognitivas, a las que están relacionadas con el
conocimiento, y ha olvidado las dimensiones afectivas; ésta es una palabra que
paulatinamente ha ido saliendo del ámbito escolar desde finales del siglo XIX e
inicios del XX. Incluso, si nos paramos a pensar, vemos que la escuela acoge
muy bien a los niños más pequeños y los satisfacen emocionalmente. Pero una vez
terminada la primaria –no sé si esto es demasiado traumático– acompañamos a los
niños para que aprendan a leer y escribir y los empezamos a preparar para los
conocimientos de la secundaria. Damos por sentado que la madurez emocional ya
se ha consolidado cuando tienen 8 y 9 años; cuando la verdad es que ninguno de
los adultos ha acabado su educación emocional. Después, cuando llegan a la
universidad –claro, este es el templo de la ciencia–, no podemos ocuparnos de
los problemas emocionales de los jóvenes.
Creo que si tenemos en cuenta las
tensiones de angustia a las que se refiere el Informe Delors,
estamos absolutamente obligados a hacer un tratamiento sistemático de las
emociones de los estudiantes. Pero esto sólo es posible con una educación
emocional de los padres y de los profesores. En el mundo occidental, se ha
hecho una división: por un lado, todo lo que es el conocimiento, la ciencia, el
saber y el poder; y por el otro, todo lo que son las emociones, la vida
familiar, las amistades, la vida privada, la ausencia de poder.