CONSENSO Y P0DER EN NICARAGUA

 

(VERSION PRELIMINAR)

 

 

Por Freddy Quezada y Aurora Suárez

 

  1. INTRODUCCION
  2. Debemos confesar que el tema "Consenso y Poder" es inexpresivo y aburrido. Uno debiera morderlo para que grite, al menos. O pintarle las uñas, para hacerlo atractivo, o teñirle el pelo, por Dios, para enamorarse de algo. Tatuar, por último, los pechos de la Chica de Ipanema que nos brinda la bienvenida en la página web (http://www.geocities.com/Athens/Pantheon/4255/) llamando "consenso" al seno izquierdo y "poder" al derecho. Así, al avanzar con sus movimientos felinos, veremos acercarse a nosotros las dos lechosas opciones de la modelo que nos hará morir de sed, si no decidimos nunca donde beber primero.

    Elijamos, entonces, el consenso.

     

    Consenso es la sumatoria de un criterio dominante de un sector de las capas ilustradas que logra convencer a amplias sectores populares sobre un tópico de alcance medio (y se convierte en un consenso político) o de largo alcance (y se convierte en un consenso cultural) Digámoslo con una fórmula brutal: consenso = clases ilustradas + clases populares.

    El consenso lo popularizó, como se sabe, Gramsci y fue heredándose según los contextos y el espíritu de la época en partidos políticos tolerantes y movimientos sociales abiertos. Teóricamente el consenso es un arma para agotar las discusiones y evitar que las votaciones de las mayorías derroten el criterio de las minorías. Los demócratas cimarrones lo acusan de máscara del unanimismo y de coartadas del despotismo ilustrado. Digamos que es la forma operativa de los diálogos. Pero son más bien desde un punto de vista de realismo político imposiciones amables, seductoras, fascinante e ilusorias de las ideas de pequeños grupos con poder y potenciación de lucha para imponer sus ideas a un buen número de sectores y convertir el fenómeno en un imaginario de poder muy fuerte. Vinculado a la legitimidad el poder del consenso se mide por la amplitud de los sectores que lo sostienen (el número), en la medida que disminuye puede producir en el camino legalidades y por último despotismos.

    Lo esencial sin embargo es tener claro que el consenso es un arma profundamente política que necesita escenarios de diálogos e intercambios pero como arenas de lucha. El adversario de los consensos suele ser en algunas situaciones los mecanismos democráticos más clásicos como las votaciones que resuelven situaciones sin salida o rompen los agotamientos discursivos. Al imponerse cobran una fuerza que según la flecha de sus dirigentes y la amplitud de los sectores vivos de una sociedad pueden codificarse en términos jurídicos (legalidades legítimas, regímenes sólo legales, autoritarismos delegativos, dictaduras simples, etc.) o permanecer en la cultura como ethos y horizonte que condicione el sentido general de los actos más comunes del ciudadano/a.. Estos últimos son consensos de onda larga que determinan los valores más profundos de las capas más decisorias de la sociedad. Cuando se quiebran se desploma el tejido que brinda sentido a los actos de más largo aliento de los ciudadanos/as.

    El consenso más profundo de la modernidad, a nuestro juicio, es habernos hecho creer que no hay nada más fecundo que saber leer y escribir. Pero, quizás, ha servido más para domesticarnos que para liberarnos. Y, más que eso, las evidencias de la modernidad parecen decirnos que es la ilustración la que ha producido ese placer por la crueldad de nuestra cultura.

    El sueño de toda sociedad moderna es educar al máximo posible de sus ciudadanos. Pero está sucediendo lo contrario, al menos en nuestros países, donde según el PNUD "estamos perdiendo la batalla por la educación primaria". Los ilustrados se reducen aún más en nuestros países, hasta el grado que uno se pregunta si no será mejor que los alfabetizados empiecen a olvidar lo que aprendieron, como en aquel célebre cuento de Suskind, Amnesia in litteris, donde el personaje revisa su biblioteca y ya no recuerda nada de todo lo leído, preguntándose por el sentido inútil de las cosas y de la vida. żSerá cierto, entonces, que la ignorancia es la mayor fuente de la felicidad?

    Los tamaños de los sectores ilustrados, pues, contra los no ilustrados determinarán en mucho los perfiles de las sociedades contemporáneas. En aquellas sociedades donde la clase media es muy pequeña y abrumador el peso de los sectores no ilustrados se establecerá una ósmosis en la que dominarán en los imaginarios nacionales, por el puro poder del número, aspectos que nada tienen que ver con la ilustración clásica europea y norteamericana, como por ejemplo, la magia, las leyendas agrarias, la ruralización de las ciudades, los modos herbolarios de curarnos, las formas en que dividimos nuestras habitaciones, los chismes, la suciedad, el caudillismo, la lealtad a las familias y el desprecio hacia las instituciones, las leyes y el orden.

    La bisagra espiritual de ambos sectores serán las clases medias. Según la magnitud física y la densidad de estas, así como las ligaduras que establezcan con los sectores "por encima" de ella en términos económicos y políticos o "por debajo", así será la profundidad de sus legitimidades. "La modernidad trajo consigo el nacimiento de algo que podemos denominar cultura moderna, una nueva sensibilidad moral que, irradiando desde la clase media inglesa, norteamericana y, desde varios puntos de vista, francesa, se difundió hacia el exterior y hacia abajo" (Wagner, 1997:113).

    A veces pueden derivarse con facilidad de estos escenarios los escabrosos y fugitivos problemas de identidad de los estados nacionales y de ciertos sectores sociales particulares que hoy han cobrado relieve en los nuevos movimientos sociales.

     

     

     

     

    I. VARIEDADES DE CONSENSO

    1. Escuelas Marxistas Clásicas
    2. El consenso en la escuela marxista clásica pre-gramsciana giraba alrededor de las alianzas políticas de clases. Los objetivos eran estrictamente políticos. El equivalente del consenso no era más que la conciencia revolucionaria llegada desde afuera, desde los sectores lúcidos de vanguardia (debate Luxemburgo /Lenin), impuesto a la mayoría de la población por medio de la prensa revolucionaria y el trabajo organizativo de conspiradores profesionales. Era más bien un trabajo simple basado en el efecto pedagógico de los educadores y en la experiencia de los oprimidos y explotados. El secreto de obtener el consenso (más bien la obediencia) de las masas estaba en conocer el porvenir que sólo a los miembros de la vanguardia podía confiársele. Este consenso simple y autoritario estaba en algún lugar entre el partido, las clases sociales explotadas y el futuro que sólo los vanguardistas podían conocer.

      Los sectores obreros, campesinos y pequeños burgueses, así como sectores populares misceláneos urbanos (Marx hizo un recuento de ellos en el 18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte donde incluía desde delincuentes menores hasta saltimbanquis, algo que hoy llamaríamos sector informal y que él bautizó con un nombre que hizo fortuna "lumpenproletariado") y agrarios (Kautsky y Lenin empezaron a diferenciar a los actores agrarios, en particular al campesinado, en fracciones más específicas) eran vistos por este paradigma como masas explotadas y oprimidas que sólo se volverían activas, dinámicas y conscientes alrededor del programa socialista de los partidos socialdemócratas, comunistas y trotskystas de la II, III y IV Internacional respectivamente. El consenso pues era abrazar un programa político emancipador.

    3. Gramsciana
    4. Es hasta con Gramsci que se introduce en el marxismo la noción de consenso vinculado a una onda más larga, más compleja y más lenta, pero más duradera, de obtener la credibilidad de las masas y conformarlas, siempre dentro del escenario emancipador, en un bloque histórico de las clases subalternas con una hegemonía deseable. Esta forma de obtener los consensos descansará sobre efectos culturales de largo alcance y sobre las capacidades demostrativas que los intelectuales orgánicos de las clases en lucha presentarán a las masas. El anterior paradigma mesiánico y redentor del marxismo más primitivo dará paso a estas nuevas formas más seculares y basadas en sus virtudes seductoras de imponerse sin dejar de lado los horizontes prometeicos pero debilitándolos a su vez por concentrarse más en los medios de imponer la hegemonía.

      Los intelectuales y el papel de la cultura (más bien su forma de construir los núcleos

      duros de sus imaginarios más identitivos) cobrarán un nuevo significado dentro de la obtención de los acuerdos en una sociedad civil que empezará a concebirse como escenario de estrategias de guerras de posiciones o de movimientos para asaltar al Estado con el concurso más amplio de capas que se pueda. La ilustración más célebre que recuerda esta tradición es la forma en que la burguesía europea le arrebató lentamente a la religión y sus iglesias, por medio de la ciencia y la secularización, el apoyo de los ciudadanos, desembocando casi de forma natural las revoluciones políticas de la burguesía, que contaba ya con una retaguardia consensual convertida en sentido común de la época. La primera generación de la escuela culturalista de Birmingham con Raymond Williams, Edward Thompson y Richard Hoggart, sacará buena partida de estas lecciones que en manos de algunos, como Benedic Anderson, convertirán en comunidades imaginadas aplicada a los Estados - naciones. Faltará que llegue Foucault con sus conceptos de poder y Maxwell McCombs, con la fijación de agendas de los medios de comunicación, para redondear toda una nueva idea sobre el consenso y el poder en nuestra época. Pero no nos adelantemos.

    5. Pragmático
    6. Al desmoronarse los metarrelatos y liberarse del corsé de homogeneidad los distintos grupos sociales reclamando su diferencia con el otro o la otra, incluido sus antiguos profetas, empezaron los intelectuales y las élites ilustradas, a perseguir el nuevo sentido de la negociación de las diferencias visto que los unos no podían imponerse a los otros u otras.

      La Escuela de Frankfurt, probablemente el último intento creativo del marxismo en retirada, creyó comprender la realidad no a partir de lo que debía ser como el optimismo kantiano y el hegeliano suponían (incluido Gramsci por la vía del idealismo de Croce) sino de lo que no era con una dialéctica negativa que muchos confundieron con el pesimismo, siendo no más que una esperanza ilustrada que se renovaría cuando se controlaran los excesos del racionalismo instrumental que jamás comprendieron que lo generaba precisamente el racionalismo sustantivo, siguiendo en esto a Weber, en quien confiaban. Era proponer más de lo mismo, con la esperanza que, esta vez sí, no vendrían los excesos. Pues bien, esta negatividad la convirtieron en positiva, por medio de la diferencia, los postmodernos en general y los pragmáticos en particular. El racionalismo instrumental produjo sus propias reglas y sus cinismos como la falsa conciencia ilustrada (Sloterdijk, 2003) que tanto temieron los frankfurtianos. Se nos hizo creer que el ser se reconcilió con el deber ser hic et nunc. El presente se hizo eterno, se acabó la historia y empezamos a obtener todos por medio de la publicidad el pedacito de cielo que nos correspondía en derecho.

      La diferencia pasó a ser digamos el nuevo modo de conseguir los nuevos consensos halagando la individualidad y el derecho. żPero es digno de celebrarse o sólo es una nueva estrategia para obtener la confianza de los sectores emergentes y de punta?. Negri y Hardt, dos neomarxistas que creen estar a la altura de los nuevos tiempos, imaginan que los postmodernos y postcolonialistas cayeron en una trampa:

      "Sospechamos que las teorías posmodernistas y poscolonialistas pueden terminar en

      un camino sin salida, pues fallan en reconocer adecuadamente al objeto

      contemporáneo de la crítica, es decir, se equivocan sobre el enemigo real actual. żY si

      las formas modernas de poder que estos críticos (y nosotros mismos) han descrito y

      respondido con tanto esfuerzo ya no poseen influencia en nuestra sociedad? żY si

      estos teóricos están tan preocupados combatiendo los remanentes de una forma

      pasada de dominación que no pueden reconocer la nueva forma que se cierne sobre

      ellos en este momento? żY si los poderes dominantes que constituyen el futuro objeto

      de crítica han mutado de modo tal de despotencializar cualquier desafío

      posmodernista? En suma, ży si un nuevo paradigma de poder, una soberanía

      posmoderna, ha venido a reemplazar al paradigma y mando moderno mediante

      jerarquías diferenciales de las subjetividades fragmentarias e híbridas que estos

      teóricos celebran? En este caso, las formas modernas de la soberanía ya no estarían en

      disputa, y las estrategias posmodernistas y poscolonialistas que aparecen para ser liberadoras no desafiarían sino, Ąde hecho coincidirían y eventualmente reforzarían

      inconscientemente las nuevas estrategias de mando!

      Cuando comenzamos a considerar las ideologías del capital corporativo y el mercado

      mundial, se evidenció que los teóricos posmodernistas y poscolonialistas que

      abogaron por una política de diferencias, fluidez e hibridez a fin de desafiar al

      esencialismo y la binariedad de la soberanía moderna fueron flanqueados por las

      estrategias del poder. El poder ha evacuado el bastión que ellos atacaban, y los ha

      rodeado por detrás para unírsele en el asalto, en nombre de la diferencia. Así estos

      teóricos se han encontrado empujando contra una puerta abierta". (Negri y Hardt, 2000: 120-121)

      II. EL PODER

      2.1 Qué es poder y sus fuentes?

      El poder, ese concepto gaseoso y global, indefinible y opaco, apenumbrado y ubicuo, es probablemente el vellocino de oro de nuestros tiempos. Una de las aproximaciones a él que se puede ensayar es decir que es la capacidad de hacerse obedecer por parte de un sector como si el otro creyera que lo hace de modo propio. Hay definiciones más planas y francamente escolástica como las de Toffler (poder de la fuerza, la espada; poder de la riqueza, la joya; y poder del conocimiento, el espejo), las más específicas de los nuevos teóricos de la comunicación como A. Mattelard, I. Ramonet y M. Castells (cuarto poder que en realidad es el primero, poder de las megafusiones, la nueva visión de las sociedades a través de los flujos como negocio, etc) y las más complejas como las de Castoriadis (imaginarios instituyentes) que, como no tenemos el espacio suficiente, la subsumiremos en la combinación que hemos elegido entre Foucault (poder como red), Anderson (comunidades imaginadas) y Mc Combs (agenda setting) para presentarlo como paradigma.

      2.2 Escuela leninista.

      Maquiavelo descubrió el secreto del poder que lo abrió para todos, como cuando un relámpago en una noche de tormentas nos revela, por un instante, al verdugo retirando sus guantes después de las faenas del día y sorprendemos su puño de hierro desnudo, sólo para enguantarlo al día siguiente con las nuevas ideologías emergentes como el liberalismo, el nacionalismo, el anarquismo, el marxismo y sus reactores conservadores y monárquicos.

      Y es que el poder moderno está unido indisolublemente a la naturaleza de acción de los occidentales cuyo deseo máximo es la conquista del poder en cualquier ámbito, acción que ni siquiera se detiene al coronar o ver derrotadas sus aspiraciones, teniendo en aquel caso que prepararse para defenderlo y, en este, intentar de nuevo arrebatarlo, o para los resignados, padecerlo y burlarse de él simulando obedecerlo.

      En el marxismo leninista, el concepto y la praxis del poder se redujo al Estado como su asiento y fuente fundamental. Fue visto como un instrumento codiciado por las clases sociales en lucha. La fascinación de el Estado-Nación siempre se ha visto estimulada por los sistemas de partidos que le son consustanciales y ha derivado la idea que bastaba con tomar el poder del Estado para desde ahí iniciar las transformaciones de más largo alcance en la economía fundamentalmente y sólo después en el ámbito de unos valores ya poseídos, como garantía suficiente, por una vanguardia lúcida y a cubierto de cualquier descomposición.

    7. Escuela weberiana
    8. Con Weber, precisamente más o menos para la misma época de Lenin, se cobró otra dimensión del poder que se articulaba directamente con la legitimidad burocrático legal del Estado moderno, derivado del racionalismo dominante e impersonal y de su dirección hacia la "jaula de hierro", así como la definición de otros tipos de poderes como el carismático y el tradicional. Sin empacho, Weber definió a los partidos políticos como buscadores vulgares de poder y al poder mismo como algo más complicado, más lleno de sentido y con mucho más complejidades culturales que las que le brindaba el leninismo. En América Latina, sólo Medina Echeverría, uno de los primeros dirigentes de la CEPAL, intentó conjugar esta visión con nuestras características agrarias y tradicionales y terminó brindando un escenario digno de ser retomado nuevamente para considerar el papel de la cultura latinoamericana en la mentalidad y sentido de poder de sus actores.

    9. Escuela foucaultiana

    Pero es Michel Foucault quien brindó una concepción del poder más fecunda, al menos para lo que tiene de interés este trabajo nuestro. Pese a que sus críticos, con justicia, le señalan la sacralización, ubicuidad y ahistoricidad del concepto, Foucault comprendió el poder más o menos como una lógica opuesta y complementaria: el poder, que cubre todos los ámbitos de la vida, genera su propia resistencia como una red, se presente donde se presente. Pero además, le agregó algo que los anteriores teóricos no lograron ver, el poder, o el contrapoder que genera, son placenteros y creativos. En este sentido rompió con la verticalidad pasiva y receptora de los anteriores paradigmas, dotando de movilidad a los actores en una red de definiciones de poder.

    Pese a que en sus últimos años Foucault empezó a retroceder en algunos de sus descubrimientos más atrevidos, las feministas, los antropólogos y los historiadores empezaron a beneficiarse del esquema. Muchos empezaron a ver la fuerza que el poder, o el contrapoder, que es lo mismo y no, tenía para construir imaginarios del otro o de la otra. El poder de la mirada de las personas mayores hace al niño y este les devuelve el imaginario haciendo al adulto. Sucederá lo mismo entre hombres y mujeres, cultura occidental y orientalismos, tradición y modernidad, etc.

    La crítica literaria, los estudios culturales, la filosofía del lenguaje y la sociología urbana, también emprenderán sus propios caminos para terminar descubriendo el poder de las narraciones y la capacidad de los estados nacionales de imponerla por medio de rituales patrios. El paradigma de "comunidades imaginadas" de Anderson como definición de las nacionalidades frente al otro, que hace lo mismo, vendrá a densificar más la capacidad instituyente que uno cree tener sin enterarnos de la posibilidad de ser el vehículo de una narración nacional que nos constituye desde que nacemos. El poder de las narrativas nacionales se aplicarán también a otros ámbitos públicos, privados, íntimos e individuales (los metarrelatos emancipadores, el patriarcado, las iniciativas e imaginación sexuales y las construcciones alter/ego). Sin embargo, para que estas narrativas no sólo las hagan suyas gran parte de los actores sociales y crean animarla y reproducirla, necesita ser fijada como prioridad a través de medios más potentes que la universalicen y la diferencien de los otros/as.

    Es con el paradigma de la agenda setting, es decir la capacidad que tienen los medios de comunicación de decidir que es lo importante o no para los demás, que terminaremos esta rápida introducción teórica, diciendo que poder en nuestra época es más o menos, la capacidad que tienen los que detentan todo tipo de poder (económico, de género, ilustrado, militar, político, mediático, estamental, etc) de imponer mediante los medios de comunicación los imaginarios que tienen de los demás que a su vez en condiciones de subalternidad las devuelven recreadas. Es el poder de definir.

  3. CONSENSO Y PODER EN LA NICARAGUA MODERNA (SOMOCISMO)
  4.  

    1. Somoza padre y el consenso partir de la derrota de Sandino

    El consenso obtenido por los Somozas puede ser distinguido en dos fases: una primera que, sobre la derrota de Sandino, sus guerrillas y sus cooperativas agrarias, lo prepara y construye con el apoyo de la embajada norteamericana, una pujante clase media agraria y urbana (que halagó con medidas populistas) y una astucia política que lo lleva a derrocar a su tío político, el presidente Sacasa y a hacerse nombrar general del ejército.

    El terror en el campo, por medio de matanzas campesinas, más un código del Trabajo cedido por él o arrancado por los trabajadores urbanos (aquí los historiadores nicaragüenses se dividen), más la cobertura que le permitió la segunda guerra mundial al declararse aliado de EEUU ( justificación que le permitió confiscar a los ciudadanos de origen alemán e iniciar su acumulación originaria de capital), le permitió a Somoza sr. cierta estabilidad que le aseguró una buena retaguardia para asegurar su permanencia en el poder por medio de un pacto con el caudillo conservador. El consenso populista basado en las clase medias agrarias y en ciertos sectores urbanos, incluso de algunos obreros, lo llevó a instituir un poder en constante juego por medio de pactos, reformas y zancadillas legales.

    3.2 Somozas hijos y la forma de estabilidad que obtuvieron

    Una segunda fase la complementarán sus dos hijos, el primero de los cuales, Luis Somoza, será testigo de la rebelión social de los sesentas que se expresarán en protestas estudiantiles, descontento de las clases medias urbanas y agrarias que alimentarán los caudillismos conservadores urbanos (con Agüero) que exigían un respeto claro a la letra de la constitución y a elecciones limpias y transparentes. Pese a ello, este gobierno ganó consenso en las ciudades por el boom industrializador de los sesenta, descuidando su flanco agrario, donde empiezan a gestarse movimientos radicales de estudiantes universitarios alentados por la revolución cubana. El poder intenta aumentar su cuota de legitimidad, aunque brevemente, durante el período del Dr. René Schick. Muerto el Dr. Schick Gutiérrez, reaparece de nuevo el despotismo franco con la elección de Anastasio Somoza Debayle como fruto de un fraude evidente. Este último disfruta de una economía boyante como producto de buenos años económicos en el café, algodón, azúcar y carnes, pero en el aspecto político empieza perder consenso entre las clases empresariales y el sector estudiantil y profesional que lo empiezan a abandonar, acelerado por el terremoto y el debilitamiento del pacto con los conservadores. El campesinado en general, primero, y las ciudades después, pasan a ser los escenarios insurreccionales donde el somocismo presenta su caída.

    Todo el somocismo hizo descansar su consenso, de grado o por fuerza, sobre la modernización que efectivamente impulsó, lo que hizo cómplice durante muchos años a las clases empresarias agrarias e industriales que se beneficiaron del esquema por la vía del silencio y la acumulación. Los sectores librepensantes, muy pequeños por cierto, pero aguerridos, terminaron quebrando el consenso al obligar distancia de los empresarios del régimen, al campesinado a una neutralidad activa y al estudiantado en general a posiciones beligerantes. Los medios de comunicación nacionales e internacionales, las vacilaciones y tibiezas de la embajada norteamericana en la época de Carter, fueron factores extraordinarios que contribuyeron a la caída y prepararon el ascenso de la última revolución occidental del siglo XX. En otro lado, y al mismo tiempo, en Irán, triunfaba, por su parte, la primera revolución conservadora, que anunció un nuevo tipo de sacudidas sociales y políticas que marcarían los nuevos rumbos de los paradigmas del siglo XXI.

     

  5. CONSENSO Y PODER EN LA NICARAGUA MODERNA (SANDINISMO)
    1. El consenso sandinista en su primera etapa (1979-1984)
    2. Las ilusiones colectivas típicas de las revoluciones clásicas, dirigidas por vanguardias ilustradas y seguidas por masas plebeyas entusiastas, siempre ofrecen en términos de consensos, legitimidades y poder tres cosas que fueron las que se dieron en la primera etapa de la revolución sandinista : a) si son radicales por la base, y su dirección no las detiene por la fuerza, terminan imponiendo un programa político diferente al negociado, como ocurrió con el Programa de la Junta de Gobierno y Reconstrucción Nacional que se hizo añicos y obligó al FSLN a convertirse en un régimen bonapartista de izquierda concentrando un exceso de poder en todas las ramas; b) en el primer momento de la curva, se aseguran lealtades, con dosis sanas de escepticismos, de los empresarios y al mismo tiempo se detienen con discursos y medidas de bajo corte, a los campesinos sin tierra y a los desempleados de las ciudades que encontrarán salida en la expansión del Estado; c) en términos estrictamente políticos y jurídicos, esta etapa al verse atrapada entre dos presiones, cumplir la letra de los acuerdos (fecha de elecciones, constituyente, reforma del Estado) y responder a las demandas populares (tierras, salarios, educación y salud gratuitas, etc) se vio obligada a desmantelar estructuras corporativas que canalizaban algunas demandas en su primer momento (Consejo de Estado) y a reformar ya para las elecciones de 1984, su estilo de gobernar por medio de decretos-leyes y ordenanzas del ejecutivo. Se abre la polémica: żlas revoluciones son fuentes de derecho o de poder? Si respondemos que son de poder autorizamos las formas más inimaginables de despotismo y de arbitrariedad de los tenientes del poder y nos abandonaríamos a sus humores y discreción sin más control que el cheque en blanco otorgados a sí mismos por sus atributos de vanguardia preclara y lúcida; si respondemos que es de derecho, ordenamos a las revoluciones respetar una serie de procedimientos y garantías que le reducirán su espontaneidad brutal, su radicalidad salvaje y la oportunidad de autoorganizarse dándose a sí mismas sus reglas y normas.

      La legitimidad de este etapa descansó sobre la excepcionalidad y una nebulosa de valores típicos de las lunas de miel de las revoluciones (solidaridad viva, esperanzas altas de futuro, credibilidad fuerte en la dirección, moral sana, participación ciudadana masiva, etc) que justificó el marco legal excepcional que improvisó primero la JGRN y en lo sucesivo, el FSLN y que empezó a romperse con la participación más clara de la administración norteamericana (apoyo manifiesto a partidos políticos antisistema, financiamiento a actividades encubiertas, publicidad internacional fuerte contra el régimen sandinista, etc) y los propios errores de la administración sandinista que cometió en las políticas públicas en general, pero en particular en la agropecuaria (políticas de cooperativización forzosa, excesos en las confiscaciones, proyectos faraónicos modernizantes del APP, militarización del campo, etc).

      Las clases medias urbanas y las agrarias, así como profesionales, trabajadores y estudiantes constituyeron la base del consenso de esta etapa de la revolución que sostuvo un régimen legal excepcional que gobernaba bajo un manto de legitimidad que le llegaba del dramatismo y heroicidad por medio de los cuales había llegado a un poder que ejerció dentro de la más pura tradición jacobina. Los medios de comunicación, nacionales e internacionales, a favor o en contra, potenciaron estas imágenes con tanta fuerza que llegaron a fijar imaginarios nada inocentes de "lo nicaragüense" en el escenario internacional.

    3. Declive del consenso sandinista en su segunda etapa (1985-1990)

    Después de las elecciones de 1984 en la que obtiene el triunfo Daniel Ortega, se aumenta la cuota de agresividad de la administración norteamericana y el régimen nicaragüense responde con la implementación del servicio militar obligatorio y el estrechamiento de lazos con el bloque soviético, que terminará de recortar el consenso que ya venía siendo disminuido por la división del campesinado en el agro y el descontento de los profesionales y las capas medias urbanas que sufrían el rigor del racionamiento alimentario y la drástica caída del consumo.

    Pese a respetar formalmente un esquema democrático al separar los poderes, preparar una Asamblea Constituyente, respetar las formas de propiedad y prepararse para las siguientes elecciones donde la puja por la presencia de partidos antisistema empezó a ocupar la agenda, el régimen sandinista perdía rápidamente el favor de gran parte del campesinado y el descontento en las ciudades era ostensible. La iglesia, la embajada norteamericana, los partidos antisistema, y la presión de los gobiernos moderados de Europa y América Latina (Contadora, Esquipulas, Sapoá) prepararon el escenario de un clima distensivo para las elecciones de 1990, en el que casi todos los partidos pequeños forman una gran alianza opositora: la UNO. La legitimidad del régimen, a esta altura, se había derrochado y el consenso estaba hecho pedazos en medio de una terrible crisis económica y una legalidad precaria.. El poder sin guantes será sorprendido en el siguiente período. Entonces, alguien dirá, "perdimos el gobierno pero no el poder, porque este no se rifa".

  6. CONSENSO Y PODER EN LA NICARAGUA BAJO LOS PLANES DE ESTABILIZACIÓN Y AJUSTE
    1. De cómo Doña Violeta obtuvo apoyo de los sectores políticos
    2. El triunfo de la UNO en 1990, sólo se dio un poco después de la caída del muro de Berlín, del reto del postmodernismo en las ciencias sociales y la filosofía del lenguaje, del desafío de las teorías del caos al establishment de las ciencias naturales, del desconcierto y soledad del único imperio que se creyó vencedor sin haber empezado ninguna batalla.

      La sociedad nicaragüense entró de nuevo a la altura del concierto mundial, y para bien o para mal, se enganchó fácilmente al carro del mercado y de la democracia triunfadores, pues venía de vivir en una burbuja de aire debajo del océano, mientras por encima de ella pasaban todos los acontecimientos enumerados en el párrafo anterior.

      Doña Violeta, primera gobernante que rompió con el lenguaje político de las élites ilustradas, llevando el lenguaje doméstico nicaragüense a rango de discurso público, oxigenando las formalidades e hipocresías del oficio, consiguió un consenso tanto o más grande que el logrado por los sandinistas en los primeros años de la revolución. Era la esperanza pública por el encanto del metarrelato liberador en este caso y la fascinación por la modestia e inmediatez de la privacidad en aquel.

      Si bien el gabinete económico de la UNO aplicó sin anestesia las políticas de estabilidad y ajuste estructural, como primer efecto adelgazó al Estado desregulando todas sus funciones productivas, redujo la brecha fiscal, eliminó la hiperinflación, privatizó algunos bienes y servicios y sinceró los precios. Con la resistencia de los sandinistas que le impidió desde abajo avanzar con sus políticas públicas, hasta que se produjo el Protocolo de Transición, Doña Violeta construyó un consenso a base de diálogos, concertaciones, desarmes pacíficos, pactos y reformas constitucionales legítimas y legales, flanqueadas por una libertad de pensamiento y expresión francamente extraordinarias. Probablemente Nicaragua nunca estuvo tan cerca de conseguir una estabilidad política, o gobernabilidad como se le llamó después, basada en un conjunto de valores democráticos y participativos que anidaron en el corazón y las mentes de miles ciudadanos nicaragüenses que votaron por un régimen democrático. La legitimidad si no existió de manera categórica, al menos estuvieron dadas "las condiciones objetivas y subjetivas" como gustaban decir los marxistas. La evidencia empírica que puede alegarse como demostración de lo que decimos es la reforma a la constitución mediante la Ley 192 aparecida en la Gaceta No 124 del 4/07/1995 que buscaba en espíritu reducir las sobre atribuciones del ejecutivo y redistribuir las facultades entre todos los poderes buscando el reequilibrio y los contrapesos clásicos de la democracia a la Montesquieu. Estas tímidas iniciativas de independencia de los poderes contó con un fabuloso consenso de las clases medias y de los medios de comunicación sólo entorpecido por la ambición de algunos dirigentes de la UNO que ya empezaba a deshacerse y dar paso a la reconcentración de otros partidos como el liberal y el conservador.

    3. La estabilidad y crecimiento producido por el Doctor Alemán
    4. En los términos que interesan en este ensayo, el triunfo liberal del Dr. Arnoldo Alemán no es más que la continuación de las líneas de Doña Violeta, sólo que situado en la segunda parte de la curva, es decir, en la recaída en los pactos y viejas fórmulas caudillescas aparentemente superadas. En su primera parte del gobierno la continuidad con el gobierno de la UNO parecía darse con el estímulo al diálogo nacional impulsado en 1997 con todos los sectores de la sociedad nicaragüenses. Sin embargo, la conciencia de su propio peso como caudillo y las cartas de su adversario sandinista lo llevaron a un juego que sumado a las dificultades heredadas por Doña Violeta y a su propia sobrestimación logró hacer retroceder todo el orden jurídico con la reformas a la constitución, a través de la ley 330, que culminó con los pactos y la partidarización de todas las instancias y poderes del Estado, además de cerrar la oportunidad de otros partidos políticos en un intento por bipartidizar la ley electoral.

      Un régimen legal, sin duda, pero dentro de un marco de comprensión de las leyes huérfanas de consensos ciudadanos (durante su administración se dio la supresión de las asociaciones de suscripción popular para participar en los comicios municipales) y donde su uso, abuso y discreción estuvo reservada como arma política descentrando la poca institucionalidad que se venía observando desde el gobierno de Doña Violeta.

      El consenso, el poder y la legitimidad, en Nicaragua, con el Dr. Alemán, cobró a ojos de los analistas, un nuevo rumbo con el cuestionamiento del Estado-nación en tiempos de la globalización (con fenómenos como el peso de las IFI -- BM, FM y OMC --, el terrorismo internacional, la pobreza mundial, el medio ambiente, la migración, el narcotráfico, las tecnologías de punta y las industrias culturales en general) y a partir de él se hablará de los condicionantes culturales que sufren y explican los regímenes en los Estados nacionales. El poder de los medios de comunicación nacionales e internacionales de imponer las agendas, le añadirá una dimensión nueva a los exámenes.

      Nicaragua figurará, ante el mundo y ante sí misma, como consecuencia de tales presencias, como un país pobrísimo, con desastres ecológicos inminentes, en sala de espera de los países altamente endeudados, con tasas altas de inmigración, desestructurado laboralmente, cruzado por una corrupción pública inaguantable, usado por los narcotraficantes como tránsito, con índices de analfabetismo y deserción escolar más allá de los conos de tolerancia permitidos por la modernización.

      Las ciudades nicaragüenses empiezan a poblarse de jóvenes (los que no logran emigrar) que no estudian ni trabajan, conformando tribus postmodernas agresivas, fenómeno que, sumado a la ruralización de las ciudades con la llegada de campesinos, pero también a unas clases medias desencantadas y a la búsqueda de nuevos sentidos, alimentan todo tipo de espiritualidades que se ofrecen a través de los medios de comunicación en la radio, en la tv por cable y en Internet. Así se constituye un comercio de sentidos que brinda un espectáculo de bricollage, antes que un problema donde todos somos diferentes de todos y con esta paradoja (porque todos pensamos lo mismo: todos somos distintos) los conceptos de consenso se hacen extraños y el poder se impone agradándonos con la diferencia, haciendo de la legitimidad una opción más en el menú. Pasa que el racionalismo instrumental del mercado y el consumo devoran al racionalismo sustantivo al que pertenece el reino de la legitimidad y los valores. En manos de los medios esta dispersión, diferencia e indiferencia, de la que somos vehículo, se multiplican hasta el vértigo. Llegados a este punto, el poder se nos vuelve tan cerca y tan lejos que lo vemos, lo gozamos y lo padecemos en todos los puntos de la red social, tal como lo pronosticó Foucault.

      Con un consenso hecho trizas de nuevo, con una legalidad como máscara de un poder caudillista y moviéndose en las viejas coordenadas culturales de la política nicaragüense, el Dr. Alemán le entregará la banda presidencial al ingeniero Enrique Bolaños, su antiguo vicepresidente.

    5. Algunas proyecciones en términos de poder y consenso de lo que lleva la administración del Ing. Bolaños.

    Para recuperar la legitimidad perdida, la administración Bolaños en su primera parte se enfrascó en combatir la corrupción que encabezó su antiguo compañero de fórmula en la elección anterior. Pero desde la caída de las torres gemelas, el recambio de las políticas de algunas IFI, como el BM, la elevación de la emigración, el problema de la corrupción, los pactos regionales y la postguerra en Irak, han llevado a los estados nacionales débiles a gobernar desde ficciones jurídicas donde los jóvenes prefieren emigrar a otro país, las políticas agropecuarias no existen, en los tratados regionales no somos competitivos y sólo llevamos desventajas comparativas, las compañías transnacionales presionan para que las leyes de autor se apliquen en su beneficio, ya hay señales de recibir con obediencia los nuevos giros de las políticas del BM, para impulsar programas en contra de la misma pobreza que ellos produjeron, etc. Con un gobierno que no arranca y ha quedado congelado en sus promesas, en especial la del empleo, y donde amenaza de nuevo el pacto de los caudillos para profundizar la legalidad perversa, el consenso no existe, ni aún en el sentido estrecho que le hemos indicado, el de consensos políticos. El poder corre a cuenta de un ejecutivo sin sostén en medio de una sociedad civil dispersa e inexpresiva, con unas clases medias cada vez más pequeñas y desesperadas, unos campesinos hambrientos, una Costa Atlántica narcotizada, y una inmensa masa de "lumpens" en plena descomposición que amenaza con la catástrofe. De los trabajadores urbanos formales, se puede decir poco, han sido eliminados de los escenarios sociales porque prácticamente ser uno de ellos ya no es una esclavitud, como en la época marxista, sino un milagro. Muchos desempleados bromean diciendo que pedirían a gritos ser explotados.

    Hay un buen caldo de cultivo para que en medio de este quebranto se precipiten salidas radicales tanto por la izquierda (regreso de agentes populistas con sus viejos discursos reencantadores apoyados en la anomia plebeya) o por la derecha (espadones bonapartistas imponiendo el orden y la disciplina social apoyados en la clase media más cobarde y desesperada junto a campesinos ilusionados por las nuevas promesas de la oligarquía agroindustrial) o por el centro (acceso al poder del Estado de figuras públicas con apoyo de empleados públicos y partidos menores de signos variopintos).

    Como conclusión de todo este ensayo, podemos decir que el consenso en Nicaragua no es cultural, sólido y de gran profundidad, sino que por el tamaño de su clase media (pequeña y muy abierta a la presión de las amplísimas capas no ilustradas que la rodean, al mismo tiempo que los modelos de consumo que el sistema globalizado les presenta como deseable a través de los medios de comunicación) así como por la naturaleza histórica del poder en Nicaragua, con una legitimidad que no le llega de los valores europeos y norteamericanos, el consenso es político, mudable, cambiante y muy frágil. Para los últimos tiempos tal identidad se ha cubierto con una legalidad que más bien es un instrumento en manos de las élites políticas, el estrato más astuto de los sectores educados. El poder, en consecuencia, se hace más delegativo y se preocupa más por rivalizar en la agenda de los medios de comunicación que responsabilizarse ante los electores. En el eje de este perfil se encuentra la pregunta central que debe animar todo debate contemporáneo: żel Estado-Nación ya no resuelve problemas porque él ha pasado a ser uno más o todavía existe la posibilidad real de recomponerlo? O buscamos otras maneras de hacernos representar y participar, ignorando al Estado, o luchamos con energía para reconstruirlo. Tal es el dilema.

  7. EL ROL DEL GOBIERNO NORTEAMERICANO EN EL NUEVO

ESCENARIO DE CONSENSO Y PODER EN NICARAGUA

Después de la caída de las torres gemelas, se abrió una época diferente en la geopolítica mundial. Ya en términos de consenso, como lo concibió Gramsci, EEUU impuso su cultura en el mundo y le ha sido relativamente fácil presentarse ahora como el guardián de las libertades que, según ese país, es el mejor defensor. Algo así como Superman, con sus ridículos calcetines rojos y sus nalguitas apretadas en el vuelo, vigila el planeta.

Ahora el mundo va a padecer algo que algunos países latinoamericanos, en particular Nicaragua, ya conocemos: la vigilancia, la imitación y la obediencia al Imperio, como le llaman ya algunos autores. Por supuesto con las respectivas rebeldías de los casos más extremos, donde asistiremos a un extraño espectáculo de resistencias culturales presenciando versiones de Sandinos mediáticos e intelectualizados, cuando no de dirigentes de otras culturas radicales e integristas.

EEUU ha sido la quinta frontera de Nicaragua. Su sombra siempre ha estado gravitando sobre nosotros para bien o para mal. Su embajada, junto a la iglesia católica, el ejército y los caudillos, de cualquier signo, han sido secularmente las verdaderas fuentes de poder en este país. Las autoridades resultantes de elecciones, los dictadores o los dirigentes antiimperialistas, o le consultan cualquier decisión política o no se pueden dar el lujo de ignorarla. Es nuestro gran vigilante de culito duro. Y, como los mexicanos, sólo nos queda decir: "Tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU".

 

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Negri, T. Hardt, M. (2000) Imperio. Harvard University Press. Cambridge. Massachussets. Traducción: Eduardo Sadier.

Sloterdijk, P. (2003) Crítica de la Razón Cínica. Ed. Siruela. Barcelona.

Wagner, P. (1997) Sociología de la modernidad. Edit. Herder. Barcelona.

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