LA HIPNOSIS DE LA NUEVA
ECONOMIA Y EL PROGRESO
Armand Mattelard
El
sistema democrático peligra en la sociedad de la información. Uno de los
principales teóricos de la Comunicación, nos alerta de este riesgo provocado
por la sumisión a las tecnologías y al mercado más allá de cualquier proyecto
social y político, y realiza una revisión crítica de los mitos de la sociedad
global de la información. Concretamente el déficit democrático en la
comunicación está relacionado con el problema de la transformación de los
sistemas de comunicación e información, tanto de los Medios como la emergencia
de las nuevas tecnologías. El desafío que suponen para la humanidad no está
siendo discutido en el seno de la sociedad civil organizada, sino que, por el
contrario, está al margen de la mirada de esa sociedad civil.
Un
ejemplo es la fascinación que nos produce Internet, que logra abstraernos de
toda mirada crítica y agrava la concepción darwinista de la bondad de las
tecnologías que se ha instalado en nuestra sociedad. Mientras los lobbys, los
grupos de presión trabajan presionando a los políticos no hay respuestas de la
sociedad. De esa manera todo se convierte en un problema técnico. En realidad,
eso es el pensamiento único, no existen problemas políticos ni sociales desde
los que abordar este mundo. En las directivas europeas sobre la TV sin
fronteras, La Sociedad global de la Información y la Convergencia se abordan
esos temas desde la negación de lo político, sin debate social y ese es uno de
los mayores déficit democráticos.
Además,
hay una ofensiva ideológica con el concepto de democracia del mercado. Los
lobbys empresariales usan siempre el argumento de que cualquier regulación en
el ámbito de la comunicación es censura. En la defensa de sus intereses, sostienen
que el consumidor debe ser el único juez. Esa concepción liquida la política
pública. Y para mi tanto la comunicación, como la educación, la salud o el
medioambiente son derechos públicos inalienables.
Es
curioso, por eso, cómo un documento del Departamento de Estado de EEUU
expresaba su temor a que las regulaciones y la excepción cultural que se ha
debatido en Europa frente a la invasión y el dominio del mercado de contenidos
por EEUU, se extendiera a los países del Este y a otras partes del mundo y
acabe poniendo en peligro su hegemonía.
La hipnosis de la nueva economía y el progreso
Esta
situación se explica por el descalabro de la ideología del progreso que ha sido
sustituida por una ideología de la técnica y del mercado. Hoy la ideología del
progreso es la ideología de la comunicación. La idea de progreso ha sido
reivindicada desde el siglo XIX tanto por los liberales como por los
reformadores sociales o utopistas. Hasta hace poco todos los sectores sociales
estaban de acuerdo en que el progreso permitiría zanjar las desigualdades
sociales y suprimir las injusticias sociales. Pero esta noción ha fracasado.
Los años setenta son la constatación de que la vieja ideología del progreso
infinito ha fracasado porque todas las estrategias, tanto capitalistas como
socialistas, no han logrado zanjar las desigualdades sociales. Y es a partir de
esa época, cuando se empieza a producir lo que los norteamericanos llaman la
revolución de las comunicaciones que, en una metamorfosis progresiva, lleva a abandonar
la ideología del progreso en provecho de la ideología de la comunicación que,
curiosamente, retoma los mismo mitos. Su discurso es difundir que para
progresar todos debemos comunicar. Todos debemos comunicar, aunque poco importa
que detrás no haya ningún proyecto social.
Tengo
que decir que la ideología de la comunicación es una ideología de cínicos. Si
usted mira los tratados de marketing global, observará que los publicistas
trabajan solamente para el 20% de la población mundial y que ignoran absolutamente
al resto de la humanidad. Es una ruptura tremenda en relación con la ideología
progresista que se ha olvidado. El progreso técnico, por el momento y tal como
está desarrollándose, sólo aprovechará a aquellas clases medias que están
incluidas en el plan de beneficios de la globalización. El gran drama es que la
humanidad está aceptando mayoritariamente una ideología que piensa que integrar
al 80% de la población mundial es imposible. Eso explica, por otro lado, las
rebeliones y estallidos sociales que están surgiendo en muchas partes del
mundo. Mucha gente se da cuenta que con este modelo no se puede sino ir hacia
atrás.
¿Nostalgia?
Yo no
soy nostálgico, los nostálgicos son conservadores. Cuando hacemos un análisis
crítico es para avanzar. La nostalgia es una capitulación frente a la realidad.
Se trata de analizar que, en nombre del progreso, se construye un discurso
sobre la sociedad de la información carente de todo contenido social y donde
sólo hay mercado y desregulación. Es significativo que en todos los documentos
de la Unión Europea, en todos los discursos políticos se hable de la sociedad
de la información, pero en ningún sitio se dice qué es la información. El libro
blanco de la Comunicación que la Unión Europea tiene comprometido desde 1992
sigue paralizado. Mientras tanto, las empresas de la comunicación siguen
creciendo y ocupando espacios públicos y privados, y los ciudadanos se
encuentran con una especia de " fraude legal" porque no hay medidas
que protejan sus derechos colectivos.
A
menudo nos encontramos con la perplejidad, la confusión y con el hecho de que
el lenguaje que se ha utilizado para analizar y definir la sociedad civil y
democrática ha sufrido una cierta perversión semántica.
Todo se vuelve natural. Los cambios se presentan a partir una mirada
darwinista. Un anuncio sobre solidaridad sirve para vender un coche. Esta
subversión del lenguaje se ha venido produciendo progresivamente desde 1970.
Los sectores críticos de la sociedad han sido descompaginados porque han debido
pasar de una concepción de la Comunicación que tenía como único punto de vista
su crítica como si fuera demoníaca, para plantearse cual debe ser la
alternativa democrática a la Comunicación y los Medios actuales.
La
comunicación ya no es sólo los medios, el campo de la comunicación abarca todos
los intersticios de la sociedad, lo que para los ciudadanos es difícil de
entender. La llegada, la penetración de un modo de pensar único sobre la
comunicación ha llegado de manera sutil, clandestina sin que nos diéramos
cuenta de que socavaba las bases de la sociedad. Hay fuentes de emisión de esta
ideología de la Comunicación que es múltiple como por ejemplo el lenguaje, los
conceptos y nociones que utiliza la Unión Europea en sus directivas.
En ese
sentido, merece la pena recordar que la primera directiva que dictó la
Comunidad Europea relacionada con la Comunicación fue sobre publicidad. Es muy
revelador de cómo se han producido las cosas y también que fuese la primera
cuestión en la que bajamos la guardia. Los únicos actores que participaron en
la discusión eran las asociaciones de consumidores que nunca habían
reflexionado sobre un problema filosófico, el papel de los Medios y de la
Comunicación. La discusión se centró sobre la veracidad o no de los mensajes
publicitarios y sobre la competencia. Progresivamente se fueron formando
lobbys. Después de esta directiva se fueron aprobando otras sobre la Televisión
sin Fronteras, La sociedad Global de la Información y la Directiva sobre la
Convergencia. Todas con un denominador común: la ausencia de reflexión política
y la reducción de todo el debate a los problemas técnicos. Ahí se ve la deriva
del lenguaje de los políticos europeos en la negación de lo político, el
ciudadano es consumidor o usuario.
Por
otra parte, en los años setenta como consecuencia de las investigaciones que se
realizaron en el campo de la electrónica militar y de la fuerza aérea
norteamericana Strategic AIR Command, llegan nuevos métodos al campo civil para
predecir el futuro. De repente, un conjunto de fábricas de ideas se pone a
producir discursos y escenarios de anticipación de la técnica y se pone en
marcha un verdadero dispositivo de producción de representaciones en favor de
la tecnología. Es la época de los grandes informes en Japón, EEUU y cuando
piensan sus sistemas de Comunicación y surgen conceptos que ahora se usan
cotidianamente como sociedad postindustrial, sociedad de la información, etc.
De la
misma manera que en el siglo XIX los reformadores sociales y hasta los años
veinte las utopías de los reformadores sociales acompañaron un modo de
desarrollo y la lucha de clases en el ámbito nacional e internacional. Yo creo
que a partir de la segunda guerra mundial progresivamente la utopía- no debería
llamarse así-, se ha trasformado en la construcción de representaciones para
hacer desear una sociedad electrónica que es en sí misma una sociedad de
mercado. La Democratic Market
Plays. Paralelamente, en vez de suscitar una reflexión de las
clases intelectuales sobre técnica, sociedad y democracia, se produjo
progresivamente una transformación radical de posición de éstas sobre la noción
de democracia. Saturados, desencantados frente a los fracasos reiterados, los
intelectuales se han separado de una reflexión crítica de la sociedad. Y esto
sí que es un problema mayor.
La sociedad de la información
La
llamada sociedad de la información, en mi opinión, implica la necesidad de
integración de los productores de la materia prima, de la materia del
conocimiento a la lógica del sistema. Hoy en día hay una lógica estructural que
lleva a los productores del saber a colaborar con un tipo de sociedad sobre la
que a lo mejor no se interrogan. Es duro decirlo, yo estoy en una Universidad
en la que hay sectores con un pensamiento crítico pero hay otros que ya no
siguen pensando, que ya han dejado de pensar en la misión de la Universidad y
del servicio público frente a los retos de esta lógica de integración.
Cuando se dice que triunfa la idea de democracia mercantil, el triunfo de la
democracia de mercado no es un lema general tiene actores muy concretos que se
resisten a unas ideas y hacen avanzar otras, etc. Yo creo que tanto la creación
de representaciones como la resistencia a otras no existen si no están
integradas en un tejido social y no al margen de él.
Partidos políticos, gobiernos y Estados
Cuando
hablamos de los déficit de la democracia, de estas crisis que envuelven al
Estado de Derecho deberíamos plantearnos hasta qué punto estamos defendiendo la
democracia con instrumentos anticuados. A nuevos tiempos, a la desregulación, a
un tiempo de crecimiento de las nuevas plutocracias se hace necesario dotar a
la sociedad civil de nuevos instrumentos que garanticen el ejercicio de sus
derechos colectivos. La comunicación es mucho más que los medios, participa en
la producción, en el ocio, etc. Hay una invasión y, a la vez, una cesión de los
Estados de su propia soberanía. La expansión de la comunicación se hace a costa
de la privatización de espacios previamente públicos y esa desregulación
alcanza en ocasiones la privatización de derechos fundamentales, se pone en
juego la libertad de expresión, el derecho a la información de los ciudadanos y
muchos valores que están en la médula de lo cívico.
Los
partidos políticos, incluso la izquierda, los progresistas, por ese alejamiento
histórico de los problemas de la comunicación, han participado en la entrega de
estos derechos a las grandes corporaciones o consorcios transnacionales.
Ese es el problema mayor. Yo creo que donde el neoliberalismo ha logrado su
meta por el momento es sobre la idea de la desaparición del Estado y del
Estado-nación. La gran ofensiva que empezó en los setenta ha dado frutos. Basta
leer los textos de Anthony Gidenss, el teórico de la tercera vía, para darse
cuenta de los fallos de la izquierda y de los que pretenden su renovación. En
su último libro habla de la llegada de la edad global, que no sé lo que quiere
decir. Para él, la era global, la llegada de las sociedades desarrolladas a la
edad global implica revisar las concepciones clásicas que tenía la izquierda
sobre el Estado y la sociedad civil.
De
hecho en su reflexión elimina como actor al Estado, se olvida del Estado, lo
que para mí es una necedad. El Estado es el ámbito del interés general, aunque
sea necesaria la reflexión sobre su papel. En los textos de Giddens sólo
aparecen dos actores, una sociedad civil internacional, global y del otro lado
las grandes empresas. Lo que no se plantea es cómo en la situación actual, el
Estado y el Estado-Nación pueden reformularse para enfrentar los desafíos a que
nos enfrentamos. Hoy el mayor esfuerzo de reflexión deber centrarse en la
transformación del Estado y su articulación con la sociedad civil. Y ahí está
la novedad. Hoy en día es imposible pensar el Estado como antes, pero la única
manera de repensarlo es en función de cómo la sociedad civil puede apropiarse
de temas que le conciernen como pueden ser el campo tecnológico, la legislación
frente a los alimentos, la salud, el medio ambiente y otros muchos. El gran
error de la izquierda es pensar que sólo existía un concepto de Estado. El
francés es diferente del español, o el inglés .Como la teoría de Giddens se
entiende muy bien a partir de la época Thatcher. El pensamiento local muestra
la experiencia local.
La regulación de la sociedad de la información
La
regulación de la sociedad de la información es un problema político esencial.
Hay dos posiciones enfrentadas: la autorregulación empresarial, a través de la
autodisciplina y la regulación desde el Estado, desde las instituciones
políticas. Pero también hay gobiernos como el francés que se plantean la
coregulación que, en mi opinión, es la solución más interesante. Es decir,
tratar de reunir alrededor de los problemas que plantean la sociedad de la
información y la llegada de las nuevas tecnologías a los distintos sectores que
representan a la sociedad civil, a los empresarios y al Estado. Sin embargo,
hasta el momento, se impone sólo la autorregulación empresarial que es la que
más se hace entender por medio de los lobbys en la Unión Europea. Sorprende en
cualquier caso que el debate no se refleje en la sociedad civil y ésta siga
todavía al margen. Hay que subrayar que todas las luchas en el mundo que
reflejan una nueva manera de resistir a un orden llamado global nunca toman en
cuenta los sistemas de información y comunicación. Toman en cuenta los sistemas
de agricultura, de salud, el medio ambiente, etc.
Debemos
reflexionar sobre las razones de que todo lo que atañe a los sistemas de información,
a los retos que plantean la implantación de las nuevas tecnologías, rara vez
forman parte de un objetivo de las luchas sociales. Los protagonistas de
Seattle, las ONG utilizan las tecnologías de información y comunicación, pero
digamos que las grandes luchas que muestran la emergencia de nuevos actores
sociales en el mundo, no llevan directamente a plantear el uso de las
tecnologías y, precisamente, ahí es donde está el marco de desarrollo de la
democracia del futuro. La diversidad de medios de información, la invasión de
miles de productos informativos se confunde fácilmente con la pluralidad de
contenidos.
Desde luego la palabra diversidad ha sido desvirtuada, el problema de la
diversidad hoy es más bien diversidad de ofertas en el mercado, es un término
económico que se utiliza en los textos políticos. La diversidad pertenece tanto
al campo de la filosofía como de la antropología. Todas las discusiones sobre
la excepción cultural reclaman una verdadera diversidad cultural que remita a
un respeto por diversas voces y por diversas culturas.
El peligro de un monopolio de la información
El
monopolio es un riesgo evidente. En todos los sectores hay concentración. Un
solo grupo publicitario percibe el 40% del sector por no hablar de la concentración
entre AOL y TIME WARNER y el grupo Turner que se han convertido en un gigante
mundial. Por el momento, las únicas respuestas que encuentran los gobiernos
nacionales son favorecer a las empresas que aparecen como los campeones
nacionales, aunque estas empresas al final también entran en la lucha por la
mega fusión, como en el caso de Telefónica aquí en España. La presencia masiva
de Medios y el aluvión de informaciones hace que nos preguntemos si estamos
realmente informados o, por el contrario, producen desinformación y un cierto
grado de alineación.
Es
preocupante. La saturación impide la toma de conciencia, porque la velocidad de
la información ya no te deja tiempo de procesar esa información desde la
inteligencia política y de lo que pasa en el mundo. Conduce al impresionismo al
tiempo que aumenta el umbral de nuestra tolerancia. Uno llega a admitir cosas
cada vez más terribles. En los sesenta y setenta la sociedad no hubiera
permitido lo que hoy se llega a aceptar delante de las pantallas de la televisión.
Un ejemplo es la guerra de Vietnam Allí los medios estaban en la oposición e
hicieron mucho para que ésta se extendiera. Hoy las estrategias de manipulación
de la opinión pública se han perfeccionado en la guerra del Golfo y de Kosovo.
Contenidos de la información
El
futuro se va a jugar en parte no sólo en el déficit cualitativo sino incluso en
el cuantitativo de los contenidos. Hasta ahora existía un tabique que
salvaguardaba la educación, aunque es verdad esa afirmación de que la televisión
destruye por la noche lo que la escuela enseña por el día.
Pero
progresivamente con la presión tecnológica y para amueblar estas tecnologías
con contenidos se empieza a producir una ofensiva de los fabricantes de
tecnología frente al campo de la educación. Esto es debido a la necesidad de
las empresas de tener nuevos campos de explotación. Por primera vez en la
historia se acaba de celebrar una feria del mercado de la educación en
Vancouver, donde se han reunido todos los fabricantes de productos educativos
junto a las universidades y representantes del mundo educativo. Cuando lees las
declaraciones de los participantes se te ponen los pelo de punta al ver como
avanza la idea de industrializar, de tomar el campo de la educación para
someterlo a lo que llaman las transacciones comerciales. Eso no quiere decir
que la lógica del mercado no haya llegado antes a las escuelas. He leído un
artículo sobre la publicidad en las escuelas norteamericanas, donde ahora
utilizan spot financiados por empresas para enseñar a los niños.
La idea
de política pública de comunicación está desvalorizada por todas partes porque
nos intentan convencer de que el único juez del contenido es el consumidor y,
si éste es soberano en su juicio y no está afectado por los determinantes
sociales y económicos, ya no se necesitan políticas públicas. El gran problema
hoy es revalidar la noción de políticas públicas, sin ello llegaremos a
situaciones extremas.
El autor es uno
de los principales teóricos de la comunicación, profesor de Ciencias de la
Información y de la Comunicación en la Universidad de París VIII y autor de
numerosos libros. Publicado en Bitácora, La República, Montevideo, 1
abril 2001. Subtitulado por Bitácora.
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de mayo de 2004