Mario Kaplún: La Comunicación como actitud de vida

Virginia SILVA PINTOS

 

(Universidad ORT, Uruguay)

Este trabajo se inscribe en el marco de los perfiles bio-bibliográficos que, desde el Mercosur, han contribuido a enriquecer la reflexión comunicacional latinoamericana. El perfil elegido en este caso es el de Mario Kaplún, no sólo porque su obra constituye un aporte innovador y creativo en favor de un encuentro entre Comunicación y Educación, sino, y fundamentalmente, por la singularidad de su manera de pensar y de vivir: por la coherencia - teórica y empírica - entre su producción y su vida.

La obra científica de Mario Kaplún es el resultado de una modalidad comprometida y militante de vivir la comunicación: un reflejo notable de sus convicciones firmes, deseos profundos y acciones concretas al servicio de la construcción de un mundo mejor. Y en este sentido, para conocer su producción es indispensable conocer el desarrollo de sus búsquedas; para hablar de su obra hay que hablar de él. Por otra parte, la densidad y riqueza de su trabajo radican en su acción; la interesante bibliografía que produjo no es otra cosa que una sistematización de esa empiria que supo plasmar en guiones, programas radiales, programas televisivos y en métodos prácticos de trabajo grupal, de ahí también la decisión de centrar este artículo en la vida de Mario y de conferirle un estilo narrativo.

Y es también por ello que este texto se apoya no sólo en los libros y artículos publicados por Kaplún, en sus guiones y algunas de sus grabaciones, sino también –y particularmente- en el testimonio recogido en entrevistas con personas involucradas en su trayectoria. Muy significativa ha sido la colaboración de la señora Ana Hirsz de Kaplún y del sacerdote jesuita Manuel Olivera, dos comunicadores excepcionales que protagonizaron con Mario los recorridos de vida que serán presentados a continuación como aportes sustantivos al pensamiento comunicacional latinoamericano.

Conviene aclarar que sólo por cuestiones metodológicas se separarán conceptos como "religión", "praxis comunicacional", "investigación" y "educación", porque en Mario Kaplún todas estas fueron dimensiones vitales que no estuvieron ni por un instante separadas del resto. Y por cuestiones de formato se evitará abarcar la totalidad de los hechos relevantes de su trayectoria; se desarrollarán en cambio los aspectos y momentos de su vida más significativos, a criterio de la autora, para la comprensión de su desarrollo como comunicador. Existen algunos trabajos publicados sobre Mario Kaplún, que han sido consultados; el que aquí se presenta pretende sumarse a ellos bajo la consigna antes mencionada: partir de su vida para llegar a su obra.

FE Y PRAXIS COMUNICACIONAL

Mario Kaplún nació en Argentina en 1923. De antepasados judíos rusos, pasó su niñez y juventud en Buenos Aires, y su vida adulta, con algunos intervalos, en Uruguay. Su padre, Lázaro, fue un artesano grabador de metales. Su madre, Paula, intentó ser maestra: "Diversas circunstancias frustraron su vocación, pero la inoculó en Mario, su hijo mayor", cuenta Gabriel Kaplún. "Igual que hoy, eran pocos los maestros hombres y había una solitaria escuela normal mixta, a la que aquel adolescente llegaba cada mañana tras una larga hora de viaje en tranvía, levantándose muy temprano para aprovechar el boleto obrero a mitad de precio".[1]

Así, a los diecisiete años, Mario se recibió de maestro. Su condición docente quedó en evidencia desde el inicio de su carrera profesional, aunque nunca ejerciera formalmente como tal. El profesorado de Psicología y Filosofía, en cambio, nunca lo terminó, y a la Comunicación se acercó desde la praxis, más concretamente: desde el radioteatro.

Cuentan sus familiares que su pasión por el medio radiofónico nació como oyente en la Argentina de las fonoplateas. Su primera experiencia radial, propiamente, ocurrió hacia el año ’40, cuando los responsables de Platea Club permitieron que Mario usara el programa para convocar jóvenes a los foros del Club del Libre Debate que él organizaba en una sala del periódico Crítica. En ese contexto Mario conoció a Ana Hirsz, una actriz polaca radicada en Argentina desde los nueve años, que lo acompañaría por el resto de su vida. "Yo integraba un grupo de jóvenes intelectuales que compartíamos un ámbito de lectura comentada. Allí, en una reunión en Radio Splendid, nos conocimos y, al cabo del tiempo, me hizo proposiciones amorosas; teníamos diecisiete".[2] Dos años más tarde Ana y Mario se casarían, y entre el ’50 y el ’61 tendrían a sus tres hijos.

Mario trabajó durante un tiempo en un estudio donde se transmitían radioteatros; esta experiencia le permitió adquirir el herramental necesario para guionar y realizar programas. A los diecinueve, en el marco de un servicio radial llamado "Escuela del Aire", emitió su primer programa educativo, a través de una cadena estatal -Radio del Estado- y otra privada de alcance nacional -Red Splendid-; era un ciclo sobre historia argentina en formato de radioteatro. Su vinculación temprana a un servicio radiofónico con tal nombre ("Escuela del Aire") denotaba ya su interés en la educación de tipo no-formal que pudiera ser ampliada con la potencia de un medio masivo.

El radioteatro era el género popular del momento. "En ese entonces no hablábamos de comunicación sino que nos comunicábamos", explica el sacerdote jesuita Manuel Olivera, con quien Mario establecería más tarde una relación muy significativa tanto en el plano de su vida personal como profesional. La innovación consistió en poner contenido sustancioso en el radioteatro, sin dejar de lado el carácter entretenido del género. "Mario sabía utilizar todos los recursos del teatro para transmitir contenidos serios. Tenía la dramatización en el alma; sabía contar, provocar interés, atrapar a la audiencia. Sabía comunicarse. Pero mientras otros hacían relatos de suspenso, de misterio o de hadas, él se ocupaba de lo que preocupaba a la gente".[3]

Kaplún vivió esos tres primeros años de radio como una "aventura fascinante" y un aprendizaje intenso del oficio, pues en un contexto de transmisiones en vivo y posibilidades técnicas básicas, debía escribir dos guiones por semana, dirigir actores, coordinar técnicos, ensayar, ambientar y salir al aire. "Ya estaba inoculado con el virus de la comunicación. Ya era mi profesión, mi oficio, lo que sabía y me gustaba hacer".[4] Desde el inicio de su carrera cuestionó el modelo de comunicación unidireccional privilegiado por los mass-media, pero no lo hizo teorizando sino generando procesos que, desde los propios medios, potenciaran al destinatario al punto de transformarlo en emisor. Más tarde haría uso del término "emirec" -del neologismo francés acuñado por Jean Cloutier, "émeréc"- para reforzar la idea de que todo ser humano tiene la condición y aptitud necesaria para ser emisor y receptor en un mismo proceso.[5]

Sin embargo no todo era radio educativa en la vida de Mario en los ‘40. Junto con Galina Tomacheva -actriz rusa, profesora de teatro y amiga de Ana-, tradujo el Teatro Completo de Anton P. Chéjov (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1950). Y junto al marido de Galina, el pianista Konstantin Gaymar, seleccionó y transcribió 20 canciones populares rusas para canto y piano (Buenos Aires: Ricordi Americana). "Mario no sabía ruso y Galina hablaba algo de español; ella traducía la idea literalmente y Mario le daba forma",[6] explica Ana, que también participaba en estas traducciones.

Cuando el gobierno argentino cerró la Escuela del Aire, que entonces había pasado a ser Radioescuela Argentina, Kaplún fue contratado por una emisora comercial. Pero en 1951, en pleno gobierno peronista, comenzó a sufrir el control. Aunque era una censura "muy fuerte y estricta", a Mario no le tocó tan directamente porque en ese momento se dedicaba a obras musicales. "Pero un día fue a cobrar a Argentores y le dijeron: ‘Mire, salga por esa puerta porque allí está Evita Perón obligando a todo el mundo a afiliarse’. Entonces se fue por la puerta que le indicó el amigo, y dejamos definitivamente la Argentina", recuerda Ana.[7] A pesar de una oferta laboral interesante en Chile, la pareja eligió el Uruguay como destino.

 

Los pilares de su pensamiento/acción

En 1952, con su esposa y su hijo Daniel, Mario se radicó en Montevideo. Se incorporó en Radio Carve con Buenas Noticias. También en este caso el nombre del programa es significativo: "Mario no era el profesional neutro que daba informaciones periodísticas, sino el maestro que ayudaba a vivir, transmitía entusiasmo, ponía corazón y buscaba buenas noticias. De hecho, tocaba la campana ante una noticia positiva".[8] Pero su trabajo en la radio no alcanzaba para el sustento familiar, por eso entró en Gallardo Propaganda, una agencia publicitaria nacional de la que llegó a ser socio. Esta actividad, que sostuvo con profesionalismo y eficiencia durante veinte años, despertaba en él sentimientos contradictorios, al punto de que años después de dejarla escribiría: "No reniego de esa experiencia: me hizo conocer la publicidad por dentro, haciéndola y viviéndola. Mi lectura crítica de la publicidad no es de segunda mano".[9]

 

Esta etapa de la vida de Mario coincidió con experiencias de religiosidad profundas que lo marcaron para siempre como comunicador y como hombre. Según su hijo Gabriel, el Uruguay laico fue propicio para que sus padres pasaran "de un judaísmo heredado a un cristianismo asumido con convicción y reflexión".[10] Comenzaron por encontrarse con el padre Justo Assiaín, "un hombre que profundizaba cosas interesantes en un lenguaje cotidiano; que en lugar de traer un dogma preestablecido, hablaba franco sobre cosas de la vida; una persona que rimaba con la manera de ser de Mario y Ana".[11] Con Assiaín trabajaron durante un tiempo hasta que un día dieron el paso decisivo y se convirtieron. "A mí me impulsó la idea de estar con los otros; sentía que el judaísmo no iba a darme lo que buscaba y que el cristianismo iba a darme cosas que en realidad después no me dio... Yo no sé si tengo fe, en cambio Mario la tuvo siempre, hasta último momento", explica Ana.[12]

 

A Mario le preocupó desde un principio el encuentro -la comunión- con el otro: "Sintió en algún sentido la separación que implicaba ser judío y buscó la manera de abrirse a los demás".[13]

Descubrió que, como judío, Cristo tuvo que enfrentar un problema parecido al suyo, el del encuentro con el otro. Mario reconoció en Jesús, en ese judío marginal de la época, la capacidad de hablar hasta con el enemigo, sin imponer sus normas. Un día encontró la parábola del juicio final en el capítulo 25 del Evangelio escrito por Mateo, y vio en ella la clave de todo. Allí Jesús explica que cualquier atención a quien la necesita, incluso ofrecer un mínimo vaso de agua, es bien apreciada por Dios: "En verdad os digo que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis". Dicho de otra forma, la religiosidad se muestra en el servicio a los demás. Esa parábola tocó profundamente a Mario; él encontró en ella el resumen de toda la religión y un asidero para abrirse a los otros. Me dijo: "Desde ese momento se me abrió un mundo". Fue impactado por la idea de que todo lo que se hace de bueno, se conozca o no a Cristo, se invoque o no su nombre, es un servicio a Dios. A Mario le conmovió la idea de construir un mundo mejor, y trató de concretarla primero a través de la radio, luego de la televisión y finalmente a través de la docencia.[14]

El sentido de búsqueda religiosa llevó a Mario y Ana en 1958 a Francia, a vivir en la comunidad no-violenta El Arca, dirigida por Lanza del Vasto, el "mensajero de la paz" de Gandhi en Europa. Pasaron casi un año en esta comunidad sin luz eléctrica, que tenía por misión propagar la paz en el mundo, pero al saber que esperaban el segundo hijo decidieron regresar.

Al llegar a Uruguay buscaron profundizar en el cristianismo; se vincularon al Centro Pedro Fabro[15] y esto fue determinante de muchas de las experiencias de vida -profesional y religiosa- que seguirían. "Allí se dictaban cursos dialógicos, abiertos al intercambio de reflexiones entre personas intelectualmente inquietas. Era un ambiente rico de gente en búsqueda, donde se podía opinar y crear nuevos caminos",[16] explica Olivera.

Formaba parte de ese Centro el teólogo, pensador y humanista Juan Luis Segundo,[17] que a partir del Concilio Vaticano II propuso una teología basada en la libertad del hombre -el hombre como creador de sí mismo y co-creador del mundo-, alejada del fundamentalismo de algunos dogmas y enfrentada a la teología meramente intelectual. Desarrolló su propuesta inspirándose en San Pablo, quien adaptaba la fe cristiana a los lugares donde predicaba, liberando al hombre de las ataduras de las verdades anquilosadas, la predestinación segura y los castigos eternos, -"y que fue el primer judío-cristiano que ensayó caminos distintos (inculturados) para llegar a los demás". Sobre esas bases Segundo proponía pensar y preguntarse sobre la realidad que acontecía, en una apertura activa al mundo. "Fue un pensador profundo, muy original y renovador; probablemente el filósofo religioso más fuerte de toda América Latina", comenta Olivera.[18]

Más tarde, cuando la dictadura violentó hasta acabar el centro Pedro Fabro, Segundo continuó su actividad de estudio trabajando con grupos de adultos que se reunían semanalmente para reflexionar sobre temas puntuales. En el ámbito de uno de ellos -al que se mantuvieron vinculados por más de veinticinco años- Mario y Ana estudiaron el cristianismo más profundamente y dudaron mucho más, en especial de las actitudes dogmáticas de las iglesias. En estos grupos, que eran una suerte de cátedra universitaria para Segundo y la base de sus libros, adquirieron un particular sistema de pensamiento –innovador y serio- que no admitía esquivar preguntas ni aceptar las cosas tal como se presentaban. Cuando más tarde Ana y Mario tuvieron que dejar el país, formaron un grupo en el exterior y continuaron estudiando a partir de los textos de Juan Luis.

Además del centro Pedro Fabro, el núcleo ideológico fundamental que inspiró el trabajo desarrollado por Kaplún fue Paulo Freire.[19] "Nos fascinó desde el principio con sus formas prácticas de trabajar",[20] explica Olivera. Las ideas de Freire sobre la educación liberadora o transformadora iluminaron como antorchas los programas radiales y televisivos que Mario y sus colegas empezaban a realizar, así como las actividades de comunicación popular que iniciaron más tarde. Tomar en cuenta estas teorías implicaba crear un mecanismo de trabajo distinto, basado más en preguntas que en respuestas: el énfasis de la comunicación estaba puesto en el proceso mismo, y no en los contenidos o en los efectos.

Por otra parte, favoreció este sistema dialógico y grupal de trabajo la preponderancia de los regímenes militares de América Latina. En esas circunstancias, la única posibilidad que teníamos de hablar claro era en los grupos, y a los grupos no se podía ir con conferencias, sino con dinámicas dialógicas. Nosotros no queríamos el profesor que enseña y el grupo que aprende, queríamos que cada integrante fuera activo; necesitábamos crear líderes.[21]

Por otra parte, Célestin Freinet constituyó también una fuente de inspiración pedagógica temprana para Mario. El maestro francés de educación popular cuestionó en la década del ’20 el modelo de enseñanza memorística y mecánica, mediante el desarrollo de una pedagogía que tomaba en cuenta la realidad socio-económica y cultural del educando y promovía el aprendizaje como construcción colectiva. Con la introducción de la imprenta en el aula, estableció como eje del proceso de enseñanza/aprendizaje la producción de un periódico: una estrategia pedagógica innovadora que generaba el involucramiento obligado y entusiasta de todos sus alumnos, así como el compromiso con sus realidades más inmediatas. Mario admiró mucho esta iniciativa.[22]

Cabe señalar que hacia el final de su carrera como educador y comunicador, Mario verificaría su afinidad con las corrientes pedagógicas constructivistas, y más concretamente con el psicólogo suizo Jean Piaget y su idea de aprendizaje como proceso autónomo de descubrimiento personal; con el psicopedagogo estadounidense Jerome Bruner que, inspirado a su vez en Piaget, promovió la idea de aprendizaje como proceso que se construye mediante la exploración y la praxis; y con el psicólogo y lingüista ruso Lev Vygotsky, que profundizó el concepto de aprendizaje como proceso social en tanto el sujeto aprende en la interacción con los otros.[23]

Educar desde los medios

Así fue que, partiendo de estos núcleos de inspiración fundamentales –El Centro Fabro con Segundo, Freire con su sistema educativo liberador y Freinet con su idea del saber como construcción social-, Mario empezó a sistematizar la educación desde los medios, manteniendo siempre como uno de los ejes fundamentales de su desarrollo la búsqueda religiosa. (Conviene aclarar que "religión" en el caso de Mario Kaplún no es la religión del dogma o el templo, sino de la acción, de la vida).

El cruce entre la búsqueda religiosa de Mario y su desarrollo práctico como comunicador se estableció de manera más visible cuando a finales de los ‘50 Manuel Olivera le propuso armar un programa en el espacio que tenía asignado para rezar la misa. Le propuso ofrecer un panorama de lo que estaba sucediendo con el catolicismo en el mundo. Y lo hicieron. Era una propuesta de canciones, noticias, entrevistas y un espacio de catequesis que generaba polémica y diálogo. "Mario no imponía sino que ofrecía un ámbito para que la gente pudiera motivarse y decidir por sí misma". Poco después, junto con Olivera y el jesuita Roberto Viola, Kaplún hizo en Canal 10 Cristianos sin censura, un programa periodístico sobre temas cotidianos. "Tuvimos mucho apoyo, pero también alguna oposición en la prensa", recuerda Olivera.[24] Ana Hirsz era la secretaria de producción del programa que, por otra parte, se autofinanció y mantuvo en el aire durante cuatro años.

En el ’62 Kaplún empezó a producir y conducir programas de debate periodístico que alcanzaron verdaderos éxitos de audiencia. Con el seudónimo que traía de la Argentina -Mario César- estrenó en Canal 12 Sala de audiencias, un programa sobre temas de actualidad -sociales y políticos- que, según el propio autor, se convirtió en "una gran tribuna nacional".[25] El éxito fue tal que se mantuvo en el aire durante seis años y ganó dos veces el premio Ariel de la Asociación Uruguaya de Críticos de Televisión. Luego Mario lo llevó a Canal 10 con algunas variaciones y bajo el nombre Las dos campanas. El semanario Marcha lo eligió mejor programa y reconoció a Mario como el presentador del año. Sin embargo, en casa de los Kaplún no hubo televisor sino hasta el ’78; Mario producía pero no veía televisión; prefería ir al cine y al teatro.

En 1968 el país entró en una etapa muy difícil. "El presidente Pacheco Areco implantó las medidas de excepción, la suspensión de las garantías constitucionales y la censura de prensa... En ese contexto, ya no era posible seguir haciendo un programa de libre opinión".[26] Mario dejó la televisión y volvió a la radio.

Mientras tanto, después de una gira por América Latina con la misión de crear la Asociación Católica Latinoamericana para la Radiodifusión y la Televisión, UNDA/AL, Manuel Olivera entendió que no era posible competir con la industria televisiva de Estados Unidos; en cambio reconocía que había un campo abierto, el de los radioteatros, y le propuso a Mario lanzarse con series de radiodramas educativos. "No fue fácil convencerlo; al principio se negó por creer que el género no habilitaba pensamientos profundos como los que veníamos trabajando desde el Centro Pedro Fabro. Tuve que explicarle lo que él sabía por intuición: que a través de este tipo de formato podía vehiculizar contenidos serios; le demostré que había profundidad en lo que escribía, aunque fuera puesto en lenguaje sencillo. Finalmente se entusiasmó".[27]

Así, con Olivera como productor y la financiación y distribución del Servicio Radiofónico para América Latina (SERPAL), con sede en Munich,[28] a finales de los ‘60 Mario Kaplún pudo realizar series de programas radiales para toda América Latina. Empezó por El Padre Vicente –Diario de un cura de barrio (1969-1973), siguió por Jurado No.13 (1971-1973) y, más tarde, hizo Tierra de Muchos. Sin duda, las dos primeras fueron sus más exitosas propuestas de radio educativa. En el primer caso, como el objetivo era abarcar toda América Latina buscaron un personaje común a las regiones, y concluyeron que el único que podía servir era un cura, y un cura más bien tradicional. "Pusimos su casa lejos de la Iglesia, de modo que tuviera que atravesar el barrio cada día para ir de su casa a la misa y pellizcar así las cosas que sucedían a la gente".[29] Cada programa planteaba una pregunta interesante sobre la vida y en repetidas ocasiones el personaje -el cura- tomaba una posición absolutamente fuera de lo tradicional. Se trataban temas cotidianos y profundos en el lenguaje vivencial propio del radioteatro.

Todo lo que este equipo de comunicadores estaba viendo con Juan Luis Segundo en un lenguaje inteligible nada más que para intelectuales, era bajado al registro sencillo del radioteatro. "A nivel popular y sin solemnidades, aquel cura de barrio encarnaba el mensaje liberador de Medellín",[30] escribió Mario. El Centro Fabro y Segundo habían dado sin duda la tónica de renovación a lo que hacían, pero más tarde, en el ’68, la Conferencia Episcopal de Medellín reafirmó esa tónica retomando el concepto de "puertas abiertas" de Juan XXIII. "Al volver volcamos Medellín en nuestros programas",[31] comenta Olivera, que además fue el encargado de prensa en dicho evento. En todos los programas de Mario Kaplún primaba su inquietud por habilitar a la gente para que pensara por sí misma. Iba montando un método dialógico de progreso que exigía una manera de exposición muy especial.

Según cuentan quienes trabajaron con Mario, el rigor y el cuidado que aplicaba en la realización eran sumamente estrictos. Era meticuloso, obsesivo y en extremo ordenado. "Había que verlo ensayar", recuerda Jorge Luis Ornstein, locutor y presentador de las series. "Era muy exigente, con él mismo y con los demás. Hacía repetir la grabación tantas veces como fuera necesario; le veías la cara, no más, y te dabas cuenta. Tenía carácter fuerte y no era delicado para decir las cosas".[32] Mario creyó desde un principio en la posibilidad de insertar programas educativos en los circuitos regulares de los medios masivos, pero sabía que una de las premisas fundamentales para lograrlo era el cuidado en la realización y en las decisiones estéticas.

Dicen que grabar un bloque de quince minutos les tomaba cuatro o cinco horas, y que no salía nadie del estudio hasta que la grabación no fuese escuchada por todos y todos quedaran complacidos. En estos radiodramas trabajaban los actores de teatro uruguayos del momento: Roberto Fontana, Marisa Paz, Estela Medina, China Zorrilla y Alberto Candeau, entre otros. Y tal fue el reconocimiento adquirido por las series, que un día de huelga, en plena dictadura militar, grabaron con protección sindical en la puerta: no hubo que interrumpir porque la serie era considerada de valor para el sindicato. El Padre Vicente ganó el premio mundial UNDA-Sevilla. Los ochenta programas unitarios fueron emitidos no sólo en América Latina, sino también en Filipinas y Estados Unidos, y fueron traducidos al portugués, al quechua y al aymara.

Pero de todos los proyectos radiofónicos, Jurado No.13 obtuvo el mayor éxito. El punto de partida fue el primer premio ganado en un concurso organizado por la fundación Humanum. Producciones SERPAL de Munich se entusiasmó con la idea y propuso a Mario -y a su compañera y colega Ana- viajar por América Latina para documentar las diversas realidades del continente; ese registro sería la materia prima del programa. La serie, que incluía veinte temas repartidos en sesenta programas, acabó siendo emitida en más de seiscientas emisoras y traducida a varias lenguas; en algunos países fue incluso estrenada muchos años después de su realización y en otros fue repuesta varias veces. En 1973 ganó el premio mundial UNDA-Sevilla y el Tulipán de Plata del certamen "Kom Over de Brug" (holandés) para producciones del tercer mundo. Mario Kaplún se convirtió en el único comunicador radiofónico que tuvo sus radioteatros en toda América Latina.

Jurado No.13 funcionaba de modo tal que el mismo tema se trataba en tres capítulos; se presentaba una cara de la moneda el lunes, otra cara de la moneda el miércoles, y la solución del autor el viernes; y el domingo se podía repasar y escuchar todos los capítulos con la intervención de la gente. En Colombia se lanzó en una cadena de radio con setenticinco repetidoras; la gente intervenía escribiendo en la página de un periódico que se había puesto a disposición del público, porque en esa época no era posible abrir el micrófono a la audiencia, no estábamos tan adelantados...[33]

Siempre inspirado en Paulo Freire, Mario introdujo en sus programas la comunicación dialógica participativa. Pensado desde la praxis y elevado luego a la teoría, el método de Jurado No.13 fue una de las claves de su trabajo, no sólo en relación con la praxis comunicacional, sino en relación con la fe: "La fe es dialógica; la fe va creciendo; la fe es hecha junto a un equipo de gente", explica Manuel.[34]

"Mario tuvo la audacia de incorporar el lenguaje caliente del radioteatro a los programas educativos", comenta José Ignacio López Vigil, uno de los fundadores de la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC):

Los programas, que se venían haciendo en América Latina desde hacia años, adoptaban un tono discursivo, moralista, vertical, aburrido. Con la producción de El Padre Vicente y Jurado No.13, Mario rompe con esos esquemas convencionales y demuestra que se puede aplicar el pensamiento educativo de Paulo Freire -la educación liberadora- a los programas de radio. Estos programas creo que no han sido superados todavía por otros radialistas.[35]

Al tiempo que documentaba las realidades de los diversos países para Jurado No.13, Mario inició su primer proyecto formal de investigación, con el apoyo de SERPAL y su red de colaboradores. "Una semana en la televisión latinoamericana" fue el resultado del análisis de la programación de más de cincuenta canales de quince países, preparado para un seminario sobre Comunicación Social y Educación celebrado en México en el ‘71. De allí surgió el primer libro de Mario: La Comunicación de masas en América Latina (Bogotá, 1973), uno de los primeros diagnósticos iniciales sobre el panorama de los medios masivos en América Latina.

 

EL DESCUBRIMIENTO DE LOS GRUPOS

 

A partir de las experiencias radiofónicas de esos años, Kaplún y Olivera decidieron concentrarse en la creación de pequeños focos de productores que aprendiesen a producir programas con el mismo sistema que aplicaban ellos. Para lograrlo, sumaron fuerzas con la Unión Católica Internacional de Cine (OCIC), la Unión Católica Latinoamericana de Prensa y el Departamento de Comunicación Social del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM),[36] y se lanzaron a promover un tipo de comunicación dialógica, alternativa a los medios masivos, que tomaba al grupo como célula básica de aprendizaje.[37] Pero no tenían dónde enseñar; a las universidades no les interesaba el tema y no existían aún carreras de Comunicación. Decidieron entonces que en lugar de traer alumnos al encuentro de profesores, llevarían profesores a los sitios donde estaban los posibles alumnos, para que éstos pudiesen aprender en su ambiente. De este modo, tuvieron que trasladarse tanto a zonas urbanas como selváticas.

Además de los métodos de trabajo, en estos talleres enseñaban a armar emisoras con no más de quinientos dólares, para que los indígenas de las selvas y las montañas también pudiesen emitir programas para su gente en su propio idioma. "En Costa Rica llegamos a tener doce emisoras". Y el sistema fue haciendo escuela. Era una época en que la comunicación alternativa -el trabajo dialógico y grupal- era popular. "El gran descubrimiento que hicimos fue el grupo: que los grupos pesan, que tienen una determinada manera de ser y que precisamente porque son activos crean tensiones políticas".[38]

Kaplún consideró sus series radiofónicas como un impulso a lo que entendía como nueva forma comunicacional: la grupal, y no dejó de insistir en la importancia de conocer las comunidades involucradas en los procesos de comunicación, para lograr que los mensajes las reflejasen. Más tarde referiría a este componente de la comunicación como "pre-alimentación".[39] Los avances tecnológicos facilitaron estos procesos. En formato de disco, primero, y de casete, después, las series fueron distribuidas a grupos populares como material de discusión. Más de ciento veinte mil discos y trescientos mil casetes de Jurado No.13 circularon entre estudiantes, sindicalistas y maestros.

Paralelamente, la preocupación por volver emisores a los receptores de mensajes llevó a Mario a diseñar y aplicar en el ‘77 el método Casete-Foro, un "programa de investigación-acción"[40] cuyo objetivo principal era hacer del proceso comunicacional un diálogo intergrupal -un proceso real de ida y vuelta-, y volver a los receptores más críticos y participativos. El modelo permitía al destinatario no sólo recibir el mensaje sino también responder y dialogar, e implicaba además una dimensión de intercambio intergrupal que favorecía la condición de co-emisores de todos los participantes: El grupo recibía material sobre un tema puntual en un lado de la cinta; en el otro lado grababa su propio aporte; al final recibía una nueva grabación con la síntesis de los aportes de todos los grupos. La primera experimentación fue hecha con agricultores uruguayos. Estas prácticas con grupos populares permitieron a Mario diseñar también el método Lectura Crítica de Medios, que aplicaría formalmente más adelante.

 

Pero no todo era alegría. Cuando Jurado No.13 pasó a ser difundido por CX30 Radio Nacional (Montevideo), fue censurado. "Los milicos dijeron que no se podía seguir emitiendo el programa", cuenta Ana. "Un día llamaron a Mario de Inteligencia y Enlace, y yo me enloquecí pensando que no volvería. Le mostraron Jurado No.13 y le dijeron ‘esto es subversivo’; él dijo ‘no, hombre, esto no es subversivo, además no se hizo para este país sino para América Latina’; y aunque se mantuvieron en la misma postura, ese mismo día lo dejaron ir. Llamé a Manuel, desesperada; fue entonces cuando decidimos irnos".[41] La pareja tuvo que marcharse sola. Fue la primera separación familiar. Según Ana, Pablo -el menor- tenía que terminar el bachillerato, Gabriel -el del medio- no quiso ir a Venezuela y a Daniel lo retuvo el hecho de estar casado y con hijos. Al año Daniel se fue a España con su familia, Pablo se radicó en Venezuela y Gabriel -el que siguió los pasos del padre en materia profesional- eligió quedarse en Uruguay. Desde entonces la familia Kaplún vivió separada, aunque encontró siempre la manera de reunirse. "Fue duro, pero lo aceptamos", comenta Ana.[42]

 

EXILIO Y DOCENCIA

Entre 1978 y 1985 Mario Kaplún y su esposa Ana vivieron en situación de exilio en Venezuela. Eligieron ese país por tener una oportunidad laboral concreta en la Universidad de Trabajadores de América Latina (Utal). Su amigo uruguayo, Jorge Luis Ornstein, propuso a Mario dirigir el Centro de Comunicación que acababan de armar en el seno de esa institución. Aceptó y asumió entonces la tarea de coordinar cursos de comunicación para dirigentes sindicales. En esta etapa tomó la docencia como uno de los ejes más importantes de su desarrollo. Pero antes del año dejó esa institución, -"no le entusiasmaba del todo; él estaba más en lo religioso que en lo político",[43] comenta Ornstein.

En ese tiempo Mario publicó Producción de programas de radio: el guión, la realización (Venezuela, 1978), un texto que aborda de manera exhaustiva el proceso de producción de mensajes radiofónicos en los diversos formatos, con la particularidad de presentar al comunicador radiofónico como un educador no-formal con una gran responsabilidad en los procesos de desarrollo. El texto focaliza no solo el cómo hacer radio, sino también el para qué, en el marco de una pedagogía del medio radial que resalta la potencialidad educativa del medio.

 

En 1980 ingresó en el Centro de Servicio de la Acción Popular (CESAP), una institución no-gubernamental en cuyo marco organizó la División de Comunicación y Cultura Popular. Desde allí, y junto a Ana, dictó cursos a grupos de base venezolanos sobre comunicación fotográfica, audiovisual y periodística, y también sobre teatro, aplicando una metodología de capacitación de comunicadores/educadores populares. Al poco tiempo la división puso en marcha los Talleres Latinoamericanos de Comunicación Popular, un proyecto que se sostuvo durante cuatro años y en cuyo seno se formaron más de cien comunicadores/educadores populares de dieciséis países de América Latina. Y en este sentido fue muy significativa fue la fundación de la Escuela Andina de Comunicadores Mario Kaplún, que por iniciativa de grupos egresados de los talleres de comunicación popular de esos años, ocurriera en Mérida a los pocos años, para sorpresa de Mario.

 

En el marco de estos talleres Mario pudo aplicar formalmente el método de Lectura Crítica que venía ensayando desde hacía un tiempo: "De productor de mensajes, pasé a ser capacitador y potenciador de emisores".[44] El método se sustenta en la idea de que, para potenciar nuevos emisores hay que ejercitar la capacidad crítica en ellos, lo que implica enseñarles a decodificar cultural e ideológicamente los mensajes para que puedan analizarlos y tomar una postura. Paralelamente UNESCO encargó a Mario un estudio de las tendencias y estrategias de comunicación en la educación de adultos latinoamericanos, cuyos resultados fueron publicados en el texto Hacia nuevas estrategias de comunicación en la educación de adultos (Chile, 1983).

Cabe destacar que en esta etapa de su vida Mario empezó a viajar más frecuentemente como profesor invitado a diversas universidades de América Latina, además de dictar talleres para Radio Nederland Training Center y para CIESPAL, en Quito. Y en el ‘85 publicó El Comunicador Popular (Quito, 1985), donde partiendo de los distintos tipos de pedagogías, analiza los modelos comunicacionales que de ellos se desprenden, en lo que el mismo autor denominó "primer intento de construir una pedagogía y una metodología de la comunicación popular". Kaplún refiere al concepto "comunicación" retomando sus dimensiones más primarias: parte de su raíz latina -"communis"- y propone recuperar el sentido más original, el que implica intercambio, diálogo, reciprocidad. "Definir qué entendemos por comunicación, equivale a decir en qué clase de sociedad queremos vivir".[45]

EL REGRESO

 

Junto con la democracia, en 1985 Mario Kaplún regresó a Uruguay. Dedicó sus últimos trece años de vida por entero a la investigación, gestión académica y docencia, en una suerte de retorno a sus orígenes más fundantes desde el punto de vista formativo: la pedagogía. Su participación en la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación, que la Universidad de la República acababa de inaugurar, fue clave. Junto con Ornstein y varios colegas más, participó en la elaboración de un nuevo plan de estudios, trabajando concretamente en la formalización del área Educativa que más tarde pasaría a coordinar.

"Su trabajo académico, como todo lo que hacía, estuvo caracterizado por la seriedad, la observación y la innovación: trajo cosas muy importantes porque como intelectual y comunicador era un creador. Era muy persistente, empecinado, a veces, en sacar las cosas adelante", explica Ornstein, que en ese entonces era el Director de la Licenciatura. Sin embargo, los primeros años de vida para esta carrera no fueron fáciles. "No nos daban dinero, no teníamos local... Los conflictos con el gremio estudiantil, por un lado, y con el rectorado, por otro, fueron insoportables", agrega Ornstein.[46] Junto con varios de sus colegas, Mario acabó renunciando.

En esta etapa de su vida con base en Uruguay Mario no dejó de desarrollar actividades a nivel latinoamericano; entre otras, coordinó el Programa Latinoamericano de Comunicación Popular del Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL) y fundó el boletín latinoamericano de comunicación popular: Pregonero. En 1987 realizó un estudio sobre la democratización de las comunicaciones en la perspectiva del año 2000, para UNESCO, que tomó por eje las condiciones socio-culturales de la recepción. "Desde entonces, el problema de la recepción constituye para mí uno de los desafíos más movilizadores".[47] Con María Elena Hermosilla publicó La educación para los medios en la formación social (Montevideo, 1987). Y al poco tiempo organizó en Montevideo el Encuentro Latinoamericano Monte Video ‘88 sobre video en la Educación Popular.

Antes de dejar la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, Kaplún empezó a trabar junto a colegas de otras facultades de la Universidad en la fundación y puesta en marcha del programa universitario Aprendizaje y Experiencia -Apex-, con base en el barrio montevideano El Cerro, al que se mantuvo vinculado hasta el final de su vida. Una vez más combinó la actividad pedagógica con la investigación-acción en contextos comunitarios. Desde sus inicios Apex postula que la Universidad debe generar conocimiento mediante su proyección en el medio social, y en tal sentido propone aplicar modelos de enseñanza/aprendizaje multidisciplinarios que reúnan aprendizaje y acción en una interacción fluida entre la comunidad y los universitarios. La consigna es "aprender haciendo".

"El programa pretende conjuntar la actividad de extensión, aprendizaje, investigación y servicio en una única práctica universitaria", explica el Prof. Ruben Cassina, director de Apex. Mario trabajó concretamente en el desarrollo de lo que el programa denomina "unidad de metodología del trabajo comunitario", así como en la generación de una unidad de comunicación encargada de crear las herramientas necesarias para trabajar con la comunidad. "Era un hombre de acción, muy capaz y con mucha experiencia. Tenía ideas y convicciones muy fuertes. Su aporte fue muy significativo".[48]

Paralelamente y también a pedido de UNESCO, siguió profundizando en el cruce de la Comunicación y la Educación, en la praxis. En 1990 llevó a cabo un estudio de casos de veinte programas de varios países latinoamericanos, cuyo resultado fue publicado más tarde bajo el título A la educación por la comunicación: La práctica de la Comunicación Educativa (Santiago de Chile: 1992). Allí propone pensar la educación desde la óptica de la comunicación -refiere a una "educación comunicante"-, articulando las teorías del aprendizaje a los procesos y modelos comunicacionales. Retoma el pensamiento de Freinet e insiste en el carácter social del saber. Y a partir del relato de sus propias experiencias, propone estrategias de uso de los medios masivos en favor de la educación de adultos, y en especial de grupos marginales. "Puesto que educarse es involucrarse en un proceso de múltiples interacciones comunicativas, un sistema será tanto más educativo cuanto más rica sea la trama de flujos de comunicación que sepa abrir y poner a disposición de los educandos".[49]

Mario Kaplún murió el 10 de noviembre de 1998. Había estado en España poco tiempo antes; sabía que tenía una enfermedad seria y quiso viajar para ver a su hijo mayor. "Yo le dije ‘estás loco’ y me contestó ‘sí, pero si no me lanzo ahora, no lo hago más’", relata Manuel Olivera, que venía de una larga gira por los países andinos. Finalmente Mario viajó con Ana, su compañera y colega de casi sesenta años, y estando allá sufrió el primer golpe; tuvieron que volver. "Fui a verlo al hospital y, antes de que entrara en la sala quirúrgica, lo agarré de la mano y le dije: ‘Mario tengo una buena noticia; el trabajo que hemos hecho no ha sido en vano’. Y él me contestó, ‘sí, yo también tengo esa sensación: no ha sido en vano’".[50]

FUENTES CONSULTADAS

Entrevistas:

· Cassina, Ruben. Entrevista de la autora, grabación, Montevideo, 4 de abril de 2001.

· Hirsz, Ana. Entrevista de la autora, grabación, Montevideo, 23 de marzo, 2 y 6 de abril de 2001.

· Kaplún, Gabriel. Entrevista de la autora, notas, Montevideo, febrero y marzo de 2001.

· López Vigil, José Ignacio. Entrevista de la autora, correo electrónico, Montevideo marzo 2001.

· Olivera, Manuel P.J. Entrevista de la autora, grabación, Montevideo, 29 de marzo y 4 de abril de 2001.

· Ornstein, Jorge Luis. Entrevista de la autora, grabación, Montevideo, 27 de marzo 2001.

Libros:

· Kaplún, Mario. La comunicación de masas en América Latina. Bogotá: Ed. Educación Hoy, 1973.

· ________. Producción de programas de radio: el guión, la realización. Quito: CIESPAL, 1978.

· ________. Hacia nuevas estrategias de comunicación en la educación de adultos. Santiago de Chile: UNESCO, 1983.

· ________. Comunicación entre grupos: El método del casete-foro. Ottawa: IDRC, 1984.

· ________. El comunicador popular. Quito: CIESPAL, 1985.

· ________. Un taller de radiodrama: Su metodología, su proceso. Quito: CIESPAL, 1985.

· ________. La educación para los medios en la formación del comunicador social. En colaboración con María Helena Hermosilla. Montevideo: FCU, 1987.

· ________. A la educación por la comunicación. La práctica de la comunicación educativa. Santiago de Chile: UNESCO, 1992.

· ________. Los materiales de autoaprendizaje. Marco para su elaboración. Santiago de

· Chile: UNESCO, 1996.

Artículos:

· Bortoliero, Simone. "Mario Kaplún: a recepção como cidadania na América Latina", en

· Comunicação & Sociedade No.25, Instituto Metodista de Ensino Superior (IMS), UMESP, San Pablo, 1996.

· Caracristi, Maria de Fátima A. "As idéias de Mario Kaplún: fenômeno latino da comunicação

· Educativa", en Pensamento Comunicacional Latinomericano, Revista Científica Digital, Cátedra Unesco de Comunicação, Vol.1, No.4, julio, agosto, setiembre de 2000.

· Kaplún, Gabriel. "Mario Kaplún: el viajero", en Chasqui Nº 64, Quito, 1999.

· Kaplún, Mario. "TV Uruguay: Agenda para un debate necesario", en Temas de Comunicación.

· Revista de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de la República, Montevideo, 1992.

· ________. "Ni impuesta ni amada, la recepción televisiva y sus tierras incógnitas", en Miradas latinoamericanas a la televisión, Guillermo Orozco Coord., Universidad Iberoamericana, México, 1996.

· ________. "Procesos educativos y canales de comunicación", en Chasqui Nº 64, Quito 1988.

· López Vigil, José Ignacio. "Diez consejos de Mario Kaplún", en Chasqui Nº 64, Quito, 1998.

· Melo, José Marques de (coordinador). "Mis (primeros) cincuenta años de aprendiz de comunicador. Mini auto-biografía profesional. Mario Kaplún, en Boletín ALAIC No.7-8, San Pablo, 1992.

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