UNA VISION DE LA POSMODERNIDAD, PENSANDO EN LA MODERNIDAD

 

 

                                                        Fernando Vallejos Suárez

 

 

“-Sólo se conocen la cosas que se domestican-dijo el zorro-.Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!

 

                                                    Antoine de Saint-Exupéry

                                                   

                                                

 

                                   A mi hijo Darwing Fernando, nacido en una época

                                   Signada de cambios que anticipan un siglo XXI

                                   desafiante.

 

 

 

El proverbio bíblico “No presumas del día de mañana, pues no sabes lo que el mañana traerá”(1), pareciera un apotegma posmodernista, pero es tan sólo un atisbo. Los nuevos profetas de esa especie de fascinación que congrega a muchos, tan sólo confiere a la existencia, pequeños chispazos que se desvanecen al instante. El aquí y el ahora, gobierna los deseos y las frustraciones.

 

Desde el momento en que descubrí, que Greseel y Frineé, las dos hijas  de mi profesora Enea Zeas, eran tan parecidas sin ser gemelas, resolví penetrar en el mundo de las afinidades y los comportamientos humanos, creo que allí empezó el interés por cuestionar y buscar respuestas.

 

Y es que lo cotidiano te sorprende con sus complejidades. No es preciso tener un basamento teórico, cuando tenés a la vista un material variado que te proporciona la realidad circundante.

 

Cuando me llega el momento de definir las opciones para ingresar a la educación superior, busco además del periodismo, que era una obsesión desde aquella vez que pulsé una máquina de escribir y atrevido intenté hacer una crónica deportiva, la  carrera de Filosofía y me dicen que ya no se imparte.

 

 

 

 

 

 

 

Era 1987, y el auge revolucionario en nuestro país parecía que no brindaba espacio para filosofar académicamente.

 

 

 

No obstante esa  verdad, el inconsciente me traiciona, cuando una vez caminando por los pasillos del RURMA(Recinto Universitario Ricardo Morales Avilés), sitio donde quedaba la Escuela de periodismo antes de los 90, pregunté en una oficina desconocida si allí era el Departamento de Filosofía, lo que motivó ser objeto de burlas de parte de mis compañeros de clase.

 

Al año siguiente, Guillermo Rothschuh Villanueva, más interesado en ser orientador de discípulos que un profesor investido de autoridad, trataba de que fijáramos nuestro norte en el reino de la inconformidad y de la irreverencia. Eramos un puñado de jóvenes venidos del interior del país a estudiar comunicación a la capital.

 

Su  lógica de enseñar buscando incógnitas a cada paso, permitió develar misterios y hacer calistenia mental para intentar adquirir conocimientos teniendo como insumo el entorno y estar atentos a la realidad inmediata.

 

Fue en esa clase donde tuve la oportunidad de ponerme en contacto-al menos en el sentido teórico- con la magia de las nuevas tecnologías de la información y su desenfrenada carrera por conquistar no sé que estadio de superación humana y también por primera vez escuché el término postmoderno-en su significado filosófico y cultural- una nueva ola pulverizando paradigmas, asesino sin piedad del raciocinio y un constructor de una atmósfera cercana a lo lúdico y al goce del momento.

 

Hago estas referencias para tratar de buscar un hilo conductor que propicie el enlace de una serie de reflexiones que me provocaron el reciente curso que impartió el Dr. Serrano Caldera torno a esta temática y otras más que desembocan en asuntos claves de la vida contemporánea.

 

No hace mucho tiempo, quizás unos tres meses, hojeando desprevenidamente un diario local me encontré con una fábula de esas que sólo se pueden escribir en al Sección de Lectores, un espacio donde la gente expone sus criterios sin respaldo de una firma conocida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se refería a que en la repartición del mundo, Dios creador destinó a Nicaragua la posesión de unos recursos naturales que envidiarían a cualquiera, eso estaba formidable, el problema surgió cuando escogió a las personas que lo habitarían. Ese es el punto trágico: Serían estigmatizados por el dolor y el sufrimiento contínuo.

 

Uno quisiera que las premoniciones o los signos fatales de los tiempos no nos cobijaran, pero muchas veces hasta las fábulas resultan verídicas.

 

Yo he pensado que lo que nos ocurre, tiene una raíz biológica, tantos sinsabores que hemos padecido. Los tramos de nuestra historia que hemos tenido un suspiro para soñar en la construcción de una nación sin rasgaduras han sido pocos.

 

El nivel de violencia que hemos internizado brota a borbotones en cualquier momento sin dique de contención.

 

No obstante, el panorama desolador, el Dr. Serrano Caldera hace un vehemente llamado al segmento de población que podría revertir este estado de cosas: La juventud.

 

“Tenemos que reflexionar, y los jóvenes tienen en esto la palabra. Querámoslo o no, hemos entrado en una etapa diferente de nuestra sociedad, que exige de nosotros una búsqueda de valores sobre los cuales sustentar nuestra existencia. Confío mucho en la juventud...”(2)

 

El poeta José Coronel Urtecho nos legó algunas reflexiones sobre el devenir histórico, apuntando algunos motivos del descontento permanente de la juventud “Hay una infinidad de causas secundarias del antiguo y perenne malestar que yo señalo aquí en la juventud de Nicaragua, porque para ella escribo, pero que es un malestar de todas las clases y las generaciones. Esas causas segundas se originan de una causa primera que todos deberíamos descubrir y exterminar como foco infeccioso. Por desgracia la abandonada juventud se resiste a pensar vive de las ideas venenosas que han infectado un siglo y medio de nuestra vida. De esas nació la política mortal que desde 1821 tiene perpetrando día a día el lento asesinato de la patria”.(3)

 

Esto me lleva a compartir lo que el Dr. Serrano anota “la crisis de nuestro tiempo es esencialmente una crisis ética. Después como consecuencia, es una crisis política, económica y social.(4)

 

 

 

 

 

La otra vez que visité a Juan Herrera Salazar, me llamó la atención el juramento hipocrático que tiene impreso en la oficina de su consultorio. A mediodía mientras otros buscan hacer una siesta para descansar de la jornada de la mañana, él convierte donde cura asmáticos y enfermos de la piel, en un espacio de intercambios de opiniones sobre la realidad y el compromiso profesional teniendo como fondo las melodías del canto gregoriano. Habla y discute sobre el imperativo de una nueva ética que defina nuestra participación activa en la sociedad de forma positiva para la buena salud de la nación.

 

Pienso que debemos involucrarnos en un plan emergente de toma de conciencia para la formulación de una nueva ética con un código de valores que incluya la honestidad, el respeto a los derechos humanos, velar por los sagrados intereses de la patria, la aplicación de la justicia sin apellidos y sobre todo el impulso de una nueva actitud ante la vida.

 

Si resolvemos eso, el proceso de sanación en los aspectos políticos, económicos y de otra índole se producirá paulatinamente y aunque esto nos cueste un poco de sacrificio, la rectificación a tiempo nos traerá incalculables beneficios.

 

Los conquistadores españoles creyeron arribar a la India cuando llegaron a nuestras tierras, ¿no será que esa equivocación primigenia influyó en el destino

del continente de forma negativa?

 

Desde ahí empezamos mal. Abruptamente interrumpieron el desarrollo de una lógica ascendente del contenido indígena. Se insertaron violentamente fragmentándonos y no dando lugar a lo que con certeza apunta el Dr. Serrano Calera: La síntesis de la cultura autóctona.

 

“Al igual que los otros pueblos de América Latina participamos del drama común que consiste en la ausencia de una pasado entendido y realizado como síntesis”.(5)

 

Recuerdo que en noviembre de 1979, yo era un ferviente apasionado por la revolución, no hacían falta fundamentos teóricos para justificarla, el entusiasmo y el deseo de cambios uno lo palpaba en la gente a cada paso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una vez me fui con mi amigo José Ramón Torres los dos éramos  miembros de Juventud Sandinista, a una reunión de cuadros. En la entrada del local había una frase impresa en una cartulina del fallecido Carlos Núñez Téllez o de Ricardo Morales que más o menos decía “ Hay que estudiar el marxismo con ojos nicaragüenses” y eso me llamó la atención por la posibilidad de recrear el pensamiento teórico con matices propios.

 

Lo que oímos un poco más tarde desmentía las buenas intenciones de la frase aludida. Bienvenido Vásquez, que actuaba como coordinador dijo que no había discusión “Las líneas vienen de arriba y hay que acatarlas”. Quisimos tener acceso a documentos y libros que estaban en una mesa y otra vez sentenció “esas cuestiones son profundas y no hay que tocarlas.”

 

 

Desde aquel instante, decidimos retirarnos de una organización que ya estaba contaminada del veneno mortal del verticalismo que tantos errores y desaciertos trajo.

José Ramón se iría  un año después a estudiar Ingeniería Hidráulica a Bulgaria y tuvo la oportunidad de presenciar con sus propios ojos-como consecuencia de la caída del muro de Berlín-ver las estatuas de Marx y Lenin esparcidas en suelo europeo  y el desmoronamiento de un sistema social que se hizo en nombre de ellos y que colapsó estrepitosamente.

 

Ahora Bienvenido Vásquez, ha cambiado notablemente luego de esa amarga experiencia. Eso ha posibilitado que cultivemos una amistad animada por un trasfondo de preocupaciones comunes alrededor del redescubrimiento de la cultura autóctona como componente principal de un proyecto nacional que tome en cuenta las especificidades municipales.

 

 

Claro, también incluiría otros elementos que expresa el Dr. Serrano “... La pacificación, la reconciliación y la reunificación de la familia nicaragüense... la reconstrucción del país y el inicio de una etapa de progresivo desarrollo”. (6).

Vásquez es uno de esos tipos que no desprecian cualquier convocatoria para hablar de sus inquietudes a pulmón abierto. Tiene la cualidad de ser un estudioso del entorno y busca afanosamente las interconexiones que tienen los fenómenos.

 

Somos de ciudad Darío y hemos explorado la otra cara de ese pedazo de tierra castigado por la sequía y las piedras de pedernal: Su potencial turístico y su riqueza minera. Hemos soñado, y las utopías no son descartables con una infraestructura que embruje a los visitantes y los incite a volver de nuevo al pueblo.

 

 

 

 

 

 

La posmodernidad no cree en los ídolos ni quiere fabricarlos, eso sería negar su propia naturaleza. Pero esos puntillazos de existencia donde se decide todo y luego se disuelve instantáneamente, contiene una filosofía profunda que los postmodernos disimulan admitir: el hacer en la acción teje una telaraña de múltiples significaciones que adquieren vida propia y es muy difícil borrarlos de un plumazo. Uno es lo que en alguna medida fue y no se puede resolver todo reduciéndolo a la nada.

 

 

Ese inmediatismo  adquiere su real dimensión en algo que expresa el Dr. Serrano Caldera, como característica del nicaragüense “... la conducta del nicaragüense pareciera situarse siempre sobre la coyuntura y la visión inmediata de las cosas, ubicándose por ello en el vértice de las situaciones y caminando persistentemente sobre el filo de la navaja”. (7).

 

 

En los recesos del curso uno trataba de conversar de temas que no fueran filosóficos para descargarse de esa atmósfera envolvente que la temática impregnaba durante las sesiones, pero las pláticas tenían ese movimiento pendular hacia las mismas.

 

En los pasillos de la universidad me encontré con Mauricio Madrigal, estudiante de periodismo en esa época que al referirle el nombre del que impartía el curso, observó “es de la corriente de los renovadores”.

 

 

Yo me quedé pensando, que mientras no superemos el prisma de la identificación fragmentaria, muy poco avanzaremos en la adquisición de una cultura que vea más allá del límite de nosotros mismos.

 

 

 

BIBLIOGRAFIA

 

1.   Proverbio 27, versículo 1

LA BIBLIA DE ESTUDIO

Dios Habla Hoy

Sociedad Bíblicas Unidas, 1994.

 

2.   Serrano Caldera, Alejandro

El doble rostro de la posmodernidad:

Reflexiones sobre la ética, la política y los derechos humanos.

San José Costa Rica: El amanecer, 1994.

p.14

 

      

3.   Revista “Encuentro” #9 (abril-septiembre 1976)

UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA

P.103

 

4.   Serrano Caldera, Alejandro

El doble rostro de la posmodernidad:

Reflexiones sobre ética, la política y los derechos humanos.

San José Costa Rica: El amanecer, 1994.

p.14

 

 

5.   Serrano Caldera, Alejandro

La unidad en la diversidad:

Hacia una cultura del consenso.

Editorial San Rafael

Managua, 1993.

p.111

 

6.   Idem

p.115

 

7.   Idem

p.112

                                                                 Managua, julio 1994   

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