Reflexiones
sobre la universidad en la era de la información
Dr.
Raymond Colle ©
Coordinador
académico
Escuela
de Comunicación Multimedial
Universidad
Diego Portales
Santiago
de Chile
Resumen
La
“Era de la Información” – que, según algunos, ya se está transformando en
“Era
del Conocimiento”- plantea a las universidades un nuevo desafío: repensar
su
estructura y su planes de estudio para ponerse “en sintonía” con el aumento
de
la velocidad de renovación del conocimiento que podemos observar en casi
todas
las disciplinas como consecuencia del uso masivo del ordenador y de las
comunicaciones
entre pares. Si las autoridades universitarias no estudian este
nuevo
contexto para tomar medidas que permitan proyectar sus instituciones como
medios
de permanente actualización , pronto podrían encontrarse dirigiendo
instituciones
obsoletas.
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1.
Diagnóstico contextual
El
Siglo XX será sin duda reconocido por el enorme desarrollo tecnológico que lo
caracteriza.
También se lo ha señalado como el inicio de la "era de la
información"
o el de la aparición de la "sociedad de la información", aunque
este
último concepto se presta a diversas interpretaciones, no es universalmente
aceptado
y podría no ser realmente el más adecuado.
Es
innegable, sin embargo, que la industria de la información se ha extendido
mucho
más allá de los medios de comunicación y que la problemática del adecuado
manejo
de información se ha infiltrado en todas las profesiones y actividades
humanas.
Con ello ha surgido y se ha desarrollado una creciente "economía de la
información",
la que ha pasado ya por dos etapas y está iniciando claramente una
tercera.
Cuando las actividades relacionadas con la información aparecieron por
primera
vez como un sector relevante de la economía, en los años 50 y 60, los
primeros
ordenadores permitían recopilar, acumular y procesar grandes cantidades
de
"datos": números, palabras, sonidos, imágenes. Lo que se podía hacer
con
ellos
en el mundo de los negocios determinaba el valor de los mismos. Cuando los
microprocesadores
permitieron, en los años 80, que los datos pudieran ser
procesados
y utilizados prácticamente en cualquier empresa, también apareció que
el
acceso al significado de estos datos podía ser más importante que cualquier
otro
aspecto de una empresa. Desde entonces, los "datos" siguen siendo los
"ladrillos"
de la nueva economía, pero es ahora la información la que importa,
entendiéndose
por información "datos arreglados en patrones significantes"
(Davis
y Botkin, p.166). Las aplicaciones computacionales orientadas a procesar
datos
en el sentido de "manejar información", como las más simples
planillas de
cálculo
y bases de datos, permiten optimizar el rendimiento de las empresas a
partir
del registro de algunas informaciones claves, y - con ello - hacer nuevos
y
mejores negocios. Ésta es la segunda etapa.
Pero
hoy estamos transitando hacia una tercera etapa: la de la transformación de
la
economía de la información en economía del conocimiento, es decir de la
substitución
del producto "información" por el producto "conocimiento" y
de
"sistemas
que permiten procesar información" por sistemas que generan o entregan
conocimientos,
es decir que aseguren el uso productivo de la información, que
guíen
una toma de decisión óptima. La experiencia en el manejo de información
lleva
a las empresas - igual que a las personas - a desarrollar nuevos
conocimientos
y, con ello, a descubrir y explotar nuevos negocios. Se está
tomando
conciencia cada vez más, en el mundo de los negocios, del valor
comercial
del conocimiento. Pero esta toma de conciencia excede la capacidad de
muchas
empresas para extraer y utilizar todo el conocimiento asociado a sus
operaciones.
Y, aquí, surge a su vez un nuevo negocio: el de ayudar a formalizar
este
conocimiento. Será la tarea de expertos investigadores y también un área de
desarrollo
de nuevas aplicaciones informáticas: los "sistemas basados en
conocimientos"
("knowledge based systems"), que permitirán explorar, registrar y
utilizar
de una nueva manera la información. (Davis y Botkin, p.167)
Paralelamente,
las nuevas tecnologías de comunicación – y particularmente el
explosivo
crecimiento de la World Wide Web – están poniendo todo tipo de
información
al alcance de cualquier persona que cuente con una conexión. Pero no
hay
ninguna seguridad de que Internet se transforme en una fuente de
conocimiento
si los actores no adoptan un modo de operar adecuado para ello.
Por
otra parte, debido también a la omnipresencia de los ordenadores y su poder
de
cálculo y de representación de la información cada vez mayor, la generación
de
nuevos conocimientos ha alcanzado una enorme velocidad y, sin duda, seguirá
creciendo.
Según algunos expertos, en cinco años se duplica la cantidad de
conocimiento
científico acumulado. Esta duplicación, obviamente, no se reparte
uniformemente
entre todas las disciplinas. Pero no se puede pensar que se
concentra
solamente en las “ciencias duras”. Los avances de la matemática (como
la
“matemática del caos”) están afectando muchas otras disciplinas y las
ciencias
humanas ya no son ajenas a ellas, cosa probablemente desconocida
incluso
por muchos docentes de esta área.
Este
es, brevemente resumido, el entorno en que hemos de situar una reflexión
sobre
la Universidad actual y sus proyecciones a futuro.
2.
La respuesta universitaria
2.1.
La “internet-alización” de las universidades
Una
primera respuesta visible de muchas universidades se ha expresado de tres
maneras:
a. mediante la proyección de su imagen y de
sus servicios a través de
sitios
web orientados al gran público;
b. mediante el desarrollo de sistemas de
apoyo a su labor académica: sitios
de
consulta para alumnos (que incluyen eventualmente apuntes de cursos), manejo
de
registros académicos, intranets administrativas;
c. en algunos casos, bastante más escasos,
en el desarrollo de sistemas de
docencia
a distancia.
En
este último caso podemos observar dos fenómenos que se están desarrollando en
paralelo:
c1.
Los cursos a distancia de algunas universidades de renombre se están
ofreciendo
a toda la comunidad intelectual conectada a Internet, produciéndose
de
este modo una competencia donde el renombre de la universidad es
evidentemente
un factor promocional clave;
c2. Algunas universidades están formando
alianzas estratégicas para ofrecer
cursos
conjuntamente, lo cual permite un apoyo mutuo mediante la selección de
los
mejores cursos y el “compartir imagen”.
Un
aspecto especial a tener en cuenta en la opción de la teleeducación es la
“extemporalidad”
o “asincronía” de la docencia: los alumnos se conectan en el
horario
que más les conviene y deben tener –habitualmente- plazos relativamente
amplios
para realizar las evaluaciones en línea. (No se puede hablar ni de
universidades
ni de enseñanza “virtual”, por cuanto universidades y enseñanza
son
totalmente reales, siendo “real” y “virtual” antónimos).
2.2.
Docencia por Internet
Pero
existe otro factor que pocas universidades, a mi juicio, han tenido en
cuenta:
el de la rápida evolución de los conocimientos y la correspondiente
desactualización
del conocimiento de los profesionales egresados. Si recogemos
la
afirmación señalada anteriormente de que el conocimiento se duplica cada
cinco
años, tenemos que concluir que los profesionales que no se preocupan en
forma
permanente de mantenerse al tanto de los avances en su disciplina pierden
completamente
su vigencia ya a los cinco años de egresados de la universidad. Y,
como
lo hemos señalado, este problema no afecta solamente al mundo de la
informática
y de las tecnologías de comunicación: afecta y afectará cada vez más
a
todas las disciplinas del saber.
El
remedio lo ofrecen las mismas tecnologías que potencian este avance: las
tecnologías
de comunicación, en particular Internet y la WWW, siempre que se
conciba
una adecuada estrategia de transferencia de conocimientos.
2.3.
Hacia una estrategia de actualización del conocimiento
En
la situación antes descrita, parece obvio que la Universidad ha de revisar la
forma
en que concibe su servicio a la sociedad en materia de transferencia del
conocimiento.
La estructura tradicional que plantea como elemento central los
pre-
y posgrados no está respondiendo a las necesidades reales de un mundo que
evoluciona
a la velocidad que hemos señalado. Pregrado, posgrado y extensión
(este
tercero, como “pariente pobre” de los anteriores) son un concepto ligada a
un
modelo de transferencia enraizado en el pasado. Corresponde a la concepción
de
una institución cuyo objetivo central consiste en formar a los jóvenes, para
entregar
a la sociedad nuevos profesionales (pregrado). Y a los más capaces o
los
que tienen aspiraciones mayores (o diferentes, como la investigación o la
docencia),
ofrece un complemento profundizador. Pero en el resto de la sociedad,
sólo
piensa de modo excepcional y puntual, a través de su actividades de
“extensión”.
La
Universidad del Siglo XXI, para cumplir su rol social, ha de concebirse sobre
las
nuevas bases de los requerimientos de conocimiento perpetuamente renovado.
Esto
significa que, en lugar de estructurarse en torno a pregrado, posgrado y
extensión
–asociados a períodos y plazos fijos-, ha de buscar una estructura
adecuada
para ofrecer una educación permanente. El profesional de mañana no
podrá
pensar que “sale de la universidad” en un determinado momento. Deberá
permanecer
en el sistema universitario durante toda su vida activa si quiere
evitar
la obsolescencia de sus conocimientos y la degeneración de su quehacer.
Esto
no quiere decir que abogamos por la supresión de los grados académicos:
éstos
son indicadores de calidad y de capacidad que mantendrán sin duda su
importancia.
Pero es más dudoso que ocurra lo mismo con los títulos
profesionales,
por cuanto éstos indican principalmente una habilitación para
cierto
tipo de tarea. Y dicha habilitación requerirá ser permanentemente
actualizada.
Por
ello, una Universidad “adecuada a los tiempos” debería organizar su docencia
de
tal modo que todo egresado pueda volver a tener acceso a la enseñanza en el
momento
en que el cuerpo de conocimientos de su área –o de alguna de las áreas
que
dominaba- sufra una transformación significativa. Esto significa que
múltiples
cursos, tanto de pregrado como de posgrado, deberían estar abiertos a
los
egresados que quieran o deban actualizar sus conocimientos. Obviamente, lo
más
probable es que no puedan asistir a clases presenciales, sea por el horario
sea
por la distancia. Sus conocimientos previos, además, los preparan para una
forma
diferente de autoconstrucción del conocimiento.
2.4.
Una nueva concepción de la Universidad
Esto
nos lleva, en consecuencia, a un proyecto de Universidad cuyo objetivo
fundamental
no ha cambiado pero cuya presencia y cuyo “ciclo de influencia” es
muy
diferente, siendo mucho más prolongado en el tiempo. También obliga a
considerar
el uso de las nuevas tecnologías como un componente vital y no como
un
elemento marginal o de mero “apoyo”. Los cursos a distancia ya no pueden ser
un
“apéndice”: todos los cursos que enseñen materias en rápida evolución o en
cuyo
ámbito se han producido cambios significativos en los últimos años deberían
contar
con una versión enlínea (única o en paralelo con una versión presencial),
abierta
tanto a los alumnos “regulares” como a los profesionales en ejercicio.
La
“extensión universitaria”, desde este punto de vista, ya no es un componente
secundario,
sino que pasa a ser un elemento intrínseco clave: tenemos una
“universidad
extensa”, porque se ha de considerar ahora como una “docente
permanente”,que
operaría con métodos de divulgación tanto presenciales como
remotos.
Para
los alumnos “externos”, se habrían de establecer mecanismos adecuados de
registro
y de conservación de antecedentes, permitiendo que diseñen de algún
modo
un currículum personal de actualización y cuenten (en condiciones por
determinar)
con el reconocimiento y la certificación correspondiente.
Y
nuestro planteamiento no tiene nada de fantasioso. Aunque no se basa
formalmente
sobre el análisis que hemos esbozado aquí, existe ya en Chile un
programa
que se acerca a este modo de pensar la labor universitaria: se trata de
“La
Clase®Ejecutiva”, programa de perfeccionamiento de ejecutivos desarrollado
por
la Facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica de Chile en
conjunto
con El Mercurio (con contenidos publicados en el diario y en la WWW),
conducente
a un diplomado para quienes asisten a ocho de sus cursos y aprueben
un
breve proceso final de carácter presencial. Este programa se ofrece
exclusivamente
a profesionales en ejercicio y no está ligado a cursos destinados
a
alumnos regulares. Sin embargo nos pareció conveniente citarlo por cuanto es
el
programa de teleeducación más exitoso del país, con miles de alumnos
inscritos
(superando ampliamente a Teleduc, cuya orientación, posicionamiento y
éxito
es muy diferente).
Por
todo ello, me parece que la UDP, en el replanteamiento que se está haciendo
en
la actualidad, no puede pasar por alto esta nueva realidad y podría estar en
condiciones
–buscando eventualmente alianzas con universidades extranjeras de
prestigio
– de adecuar sus sistemas de docencia para tender a ser la primera
“universidad
permanente” del país.
El
“Programa de Actualización/Perfeccionamiento a Distancia sobre Comunicación y
Cognición”
del Centro de Estudios Mediales de la Universidad Diego Portales
(Santiago
de Chile) ha sido concebido en este espíritu ya en el año 2000.
Santiago,
diciembre 2002
Revista
Latina de Comunicación
Social
La
Laguna (Tenerife) – enero-febrero de 2003 - año 6º - número 53