HABLANDO UN POCO DE RELIGION

 

Fernando Vallejos Suárez*

 

"Mientras la religión le ofrezca al hombre

la certeza de su inmortalidad, ésta jamás

desaparecerá"

 

Agnes Heller

 

El politeísmo practicado por nuestros antepasados indígenas, al rendir culto a diferentes dioses, fue una forma de manifestar su sentir religioso. Ante la falta de explicación a los fenómenos de la naturaleza que les rodeaba, adorar al sol, rendirle tributo a la luna, dar gracias a la lluvia por las buenas cosechas, era una especie de sumisión a fuerzas superiores.

Los conquistadores españoles arribaron a nuestras tierras, blandiendo en sus manos la espada y la cruz, para doblegarnos más fácilmente. Ya el sentimiento religioso estaba arraigado, impregnado en el alma indígena, muy difícilmente iba a ser borrado. Un solo Dios fue impuesto, a base de exterminio y derramamiento de sangre a lo largo de la geografía nacional. Un Dios que ofrece recompensa para quien se comporte bien en la tierra, y una condena eterna para quien desafía sus leyes.

El "más allá", es un anuncio cinematográfico a colores, vuelto blanco desde el mismo instante en que el ojo humano empieza a percibirlo. El sentimiento trágico de la vida, de que hablaba Unamuno, es un lugar común de reflexiones y meditaciones de realidades por llegar. La idea de sufrir un castigo sin final, en un infierno lleno de fuego y acoso permanente, es imaginar a Prometeo encadenado siendo devorado su abdomen por los buitres, sin esperanzas de poder defenderse, eso produce cierto estremecimiento.

Si bien es cierto que tenemos la capacidad de pensar, y de hacer uso de nuestro raciocinio para dar respuestas a muchas incógnitas, muchos misterios flotan en el ambiente: La muerte, el origen de la vida, el universo que está en expansión cada segundo, etc. Jean Paul Sartre, en su "Ser o la Nada", hace algunas elucubraciones, pero no son suficientes, muchas cosas están por descubrirse.

Me parece que nadie escapa a ese sentir religioso que nos lleva a confrontarnos a nosotros mismos. En la intimidad, muchas inquietudes nos acosan y salen a relucir a la superficie, es algo ineludible, ya Rubén Darío, refiriéndose a ese misterio del devenir humano decía: "Y no saber de donde venimos ni hacia donde vamos"

Con el ánimo de resolver ese problema existencial, recurrimos a la religión como una fórmula salvadora que disipará las angustias. Religión viene de re-ligar, juntar diferentes sentimientos que subsisten en nuestro interior, para hacer un todo armonioso que permita encontrarle un sentido a la vida.

Nada más oportuno para abordar el fenómeno religioso en Nicaragua, que partir de nuestras propias vivencias particulares. Así el enfoque tendrá mejores perspectivas, ya que proviene de las experiencias que hemos pasado cada uno de nosotros.

En el interior del cuarto, una estampa de Santa Teresa de Jesús está adornada con flores de jazmín, que expele su olor característico. Mi madre noche a noche murmurando sus oraciones, yo oyéndola en silencio, compartiendo su sentimiento. Invocando protección para nosotros, se pasa mucho tiempo frente a al altar. Es la escena típica de los católicos piadosos de línea tradicional. La presencia está llena de misas y rosarios.

Después vendría la preparación para dar la primera comunión, fase en la cuál no faltan las regañadas y coscorrones, que dan los curas cuando la enseñanza catequística no es asimilada plenamente por el niño, y más cuando éste incurre en la indisciplina.

Es la época, cuando nuestra mente es poblada de imágenes de santos, de la dulzura de la madre del redentor, de difícil que es emprender el camino del seguimiento de Jesús, cuando conquistar el cielo constituye un motivo de atracción permanente.

El pueblo nicaragüense es mayoritariamente cristiano, los aires de la reforma protestante de Martín Lutero emprendía en Europa, tuvo su resonancia en nuestro país a fines del siglo XIX, ya en los años cincuenta del siglo pasado, se da el florecimiento de denominaciones evangélicas que le quitan feligreses a la iglesia católica, actualmente con el fenómeno electrónico, usado con mucha astucia, los protestantes han atraído a su red a un porcentaje significativo-un 20%- y eso es motivo de preocupación de la iglesia católica.

Indudablemente el fervor religioso del pueblo está arraigado, es parte de nuestra cultura, ha echado raíces profundas. La presencia de miles y miles de personas en las procesiones de semana santa, en las celebraciones de la purísima cada diciembre, cuando el año muere irremediablemente, demuestra aunque sea nominalmente, que los católicos son numerosos.

Los tiempos han cambiado, las misas en latín que oficiaban los curas todavía en la década sesenta del siglo anterior, es parte del pasado. El Vaticano II, así como Medellín 68, trajeron a nuestras costas vientos de renovación y de cambios al interior de la iglesia católica, la misma Conferencia de Obispos Latinoamericanos reunido en puebla en 1978, dio pautas importantes en esa dirección.

No obstante, el espacio de infuencia en la población se ha ido reduciendo-muestra de ello-está reflejando en los últimos acontecimientos en el caso de la niña Antonia, que fue violada en por un costarricense y la iglesia, pese a que condenó el aborto terapeútico practicado a la niña e incluso excomulgó a los padres de Antonia, basándose en el Derecho Canónico, no ganó la batalla de la opinión pública, poniendo de manifiesto la beligerancia de la sociedad civil.

 

*Catedrático de Filología y Comunicación

UNAN-Managua

 

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