Por William F. Woo
Profesor visitante Lorry I. Lokey de Periodismo Profesional
en la Universidad de Stanford
La búsqueda
implacable y la presentación independiente de las noticias es la forma en que
la prensa sirve la confianza pública. Es necesario que los programas de
estudio, los departamentos y las facultades de periodismo sean los lugares
donde tales conceptos se nutran, protejan y defiendan sin cesar.
En 1892, el
visionario Joseph Pulitzer, propietario del New York World, ofreció a la
Universidad de Columbia el dinero para crear la primera escuela de periodismo
del mundo. En ese entonces, todo lo que había de educación periodística en
Estados Unidos y en otras partes consistía en que los redactores y reporteros
experimentados les pasaban a otros las reglas y las herramientas del oficio. La
idea de Pulitzer parecía improbable.
La gente se
preguntaba por qué una universidad iba a querer formar periodistas. Estos eran
simplemente unos desdichados, manchados con tinta, que practicaban lo que en el
mejor de los casos era un oficio aprendido con la práctica. La idea de que los
periodistas pertenecieran a una comunidad de humanistas y científicos parecía
risible. Los síndicos de Columbia rechazaron la oferta.
Pulitzer, cuyo nombre
hoy se asocia con el premio más importante de periodismo en Estados Unidos, el
Premio Pulitzer, perseveró. En 1904 publicó un artículo titulado "La
Facultad de Periodismo" en The North American Review, en el que
presentaba sus razones para la enseñanza del periodismo.
"Nuestra
República y su prensa se erguirán o caerán juntos", escribió Pulitzer.
"Una prensa idónea, desinteresada, con espíritu público, con inteligencias
formadas para distinguir lo que es correcto y el coraje para hacerlo, puede
preservar esa virtud pública sin la cual un gobierno popular es una farsa y una
burla. Una prensa cínica, mercenaria y demagoga con el tiempo dará origen a un
pueblo igualmente bajo. El poder para moldear el futuro de la República estará
en las manos de los periodistas de generaciones futuras".
Columbia aceptó el
dinero de Pulitzer, pero para el momento en que por fin abrió una escuela de
periodismo en 1912 y le dio el nombre de su benefactor, éste había muerto y la
Universidad de Missouri ya había comenzado la primera escuela de periodismo.
Hoy la enseñanza del periodismo se da por sentada. En Estados Unidos solamente
hay más de 450 programas, departamentos y escuelas de periodismo y medios de
difusión. En un año típico éstos producen cerca de 40.000 diplomados con grados
de bachillerato universitario y licenciatura.
En este artículo
expondré tres temas. El primero trata del desarrollo y el estado de la enseñanza
del periodismo. El segundo examina algunos cambios profundos en el periodismo
que suscitan interrogantes inquietantes acerca de su futuro. El tercero analiza
de nuevo la visión de Joseph Pulitzer y arguye que ésta es hoy de importancia
máxima, tanto para los periodistas como para la enseñanza del periodismo.
Cuando Missouri abrió
su escuela de periodismo en 1908, encontró que tenía que inventar un
profesorado. Así que desde el comienzo la universidad hizo hincapié en la
experiencia práctica. Ese sigue siendo el enfoque, aunque, al igual que la
mayoría de las escuelas de periodismo hoy, también enseña historia, teoría,
investigación y una amplia gama de otras materias. El hincapié original en la
experiencia práctica, sin embargo, llegó a ser el modelo para otras
universidades.
Con el tiempo, las
escuelas comprendieron que no era suficiente enseñar reportaje y redacción.
Necesitaban pedagogos con títulos avanzados, que pudieran hacer investigación y
desarrollar teorías de periodismo. Necesitaban un profesorado experto en
pedagogía. Progresivamente el periodismo llegó a considerarse una subdivisión
de las comunicaciones.
Los que ejercían la
profesión y los estudiosos pronto se encontraron en lados opuestos de una
creciente división contenciosa. Algunos de los periodistas profesionales
llegaron a mirar con desdén a sus colegas intelectuales, con sus doctorados y
sus métodos de ciencias sociales y su jerga, más adecuados para la torre de
marfil que para el "mundo real" del periodismo. A su vez, algunos
intelectuales llegaron a considerar a estos periodistas meros obreros artesanos
y el "mundo real" del periodismo una cruda amarra industrial de la
cual las instituciones académicas debían despojarse.
El terreno en el cual
se libró esta contienda fue el viejo interrogante de qué debería ser la
educación de periodismo. ¿Debía consistir principalmente en práctica? ¿En
teoría? ¿En una combinación de éstas? ¿Su misión debía ser producir doctores o,
como lo previera Pulitzer, generaciones futuras de reporteros y redactores?
Con el correr de los
años, la escuela de periodismo de Columbia, que había sido dotada por Pulitzer,
llegó a ser uno de los centros de formación de reporteros y redactores más
renombrados de Estados Unidos. Sus graduados podían encontrarse en las organizaciones
de información de mayor prestigio. La piedra angular de su plan de estudios
eran los rigurosos cursos obligatorios de reportaje.
Sin embargo, a
mediados de 2002, mientras la escuela buscaba un nuevo decano, el rector de
Columbia, Lee Bollinger, suspendió abruptamente la búsqueda. Se requería mayor
reflexión. "La enseñanza del periodismo es un objetivo meritorio, pero
obviamente no es suficiente en este mundo nuevo y dentro del ámbito de una gran
universidad", dijo.
Esto fue
sorprendente. Aquí, en Columbia, la ciudadela de la enseñanza del periodismo,
dedicada a la idoneidad profesional, el rector de la universidad declaraba que
la enseñanza del oficio de periodista no era suficiente.
Más de 100 años
después de que Joseph Pulitzer propusiera la creación de las escuelas de
periodismo, todavía no había un acuerdo sobre lo que debía ser su enseñanza. La
interrogante de si las universidades debían enseñar periodismo había recibido
una respuesta decisiva. Sin embargo, cuestiones como por qué debe enseñarse el
periodismo y en qué debe consistir su instrucción, estaban muy lejos de ser
resueltas.
Durante gran parte
del siglo XX los periódicos gozaron de una situación favorable. Fuera de otros
periódicos, no tenían rivales importantes. Los periódicos eran la fuente
principal y cotidiana de noticias y publicidad en el país. "Sólo sé lo que
leo en los periódicos", decía la gente.
En las décadas
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, hubo tres sucesos que
tendrían un efecto enorme en el periodismo. Inevitablemente, éstos afectaron la
enseñanza del periodismo.
El primero fue el
surgimiento de una competencia seria por la atención del pueblo y el dinero de
los anunciantes. La televisión, y mucho más adelante la Internet y la explosión
de publicaciones especializadas penetraron profundamente en la audiencia
tradicional de los periódicos y sus fuentes de ingreso. Estos competidores
ofrecían no sólo nuevas formas de obtener información; también le ofrecían al
público diferentes puntos de vista. Menos gente podía decir: "Sólo sé lo
que leo en los periódicos". Bajó así la confianza del público en el
periodismo.
El segundo efecto
sobre el periodismo fue de naturaleza demográfica. Después de la guerra,
comenzando con el regreso de muchos militares y su ingreso en las
universidades, los estadounidenses llegaron a tener mayor educación y exigían
un tipo diferente de periodismo, un periodismo mejor informado y con un interés
más amplio. Los barrios residenciales de las afueras crecieron a costa de las
ciudades. Los centros comerciales reemplazaron a las tiendas de departamentos,
con cuyos dólares de publicidad se había construido la industria periodística.
Los periódicos vespertinos, transportados en camiones que luchaban por moverse
a través del tráfico de las horas de más congestión, comenzaron a morir. Lo más
insidioso, el ritmo de la vida moderna dejó menos tiempo para los periódicos.
La gente recurrió al medio naciente de la televisión para sus noticias, y aún
más para su diversión.
Finalmente, a
comienzos de los años sesenta, algunas organizaciones de noticias descubrieron
a Wall Street como fuente de capital. En tanto que antes de la Segunda Guerra
Mundial la gran mayoría de los periódicos de Estados Unidos eran de propiedad
privada e independiente, ahora la norma era la propiedad por sociedades
anónimas y las cadenas de periódicos.
Por consiguiente, en
algunos casos, el grado de éxito de una compañía periodística lo dictaba la
bolsa de valores, que se fijaba en las ganancias trimestrales y no en la
calidad del periodismo. Las presiones del mercado llevaron a una menor
inversión en las actividades relacionadas con las noticias. Como prioridad,
dentro de estas compañías, el periodismo fue obscurecido por otras prioridades.
Cuando los ejecutivos de Gannett, la cadena de periódicos más grande de Estados
Unidos, se presentaron ante los analistas de la bolsa en Boston, hace unos
pocos años, nunca mencionaron el mundo del periodismo en su exposición formal.
Los grandes
conglomerados absorbieron a las empresas pequeñas. Para finales del siglo XX,
informó Ben Bagdikian en la última edición de su libro, The Media Monopoly,
lo que la mayoría de los estadounidenses leía en su periódicos y veía en su
televisión era el producto de sólo un puñado de sociedades comerciales gigantes.
¿Qué significa todo
esto para las empresas periodísticas y las universidades? Se puede comenzar por
recordar las palabras de Joseph Pulitzer en The North American Review:
"Nuestra República y su prensa se levantarán o caerán juntas
. . . Una prensa cínica, mercenaria y demagoga dará origen a un pueblo
igualmente bajo".
Lo que decía Pulitzer
es que el periodismo es más que una forma de hacer dinero u ofrecer diversión.
Sirve la confianza del público. Un gobierno popular eficaz, escribió, depende
de una "prensa desinteresada, con espíritu público, con inteligencias
formadas para distinguir lo que es correcto y el coraje para hacerlo".
Antes de la
televisión y la Internet, no todo el periodismo estaba infundido por el
espíritu público y era fácil encontrar cínicos y mercenarios. Sin embargo,
durante las muchas décadas en que la prensa fue de propiedad privada se creó
una ética: el periodismo existía para ser de utilidad al pueblo. A menudo se
hizo caso omiso de ello; con todo, los periodistas llegaron a creerse un Cuarto
Estado, independiente de los centros de poder públicos o privados. Su misión
era revelar; su dogma, la objetividad; su disciplina, verificar; su credo, el
derecho del pueblo a estar enterado.
Todos estos
principios están sujetos a un análisis crítico, pero por largo tiempo los
periodistas han estado de acuerdo con ellos. Las escuelas de periodismo los
promulgaron. Más que todo, estos ideales tenían su base en una industria
estable que entendía su cometido.
Sin embargo, si hoy
se pregunta en una redacción o en un salón de clase: ¿Qué es el periodismo? ¿En
qué tipo de actividad comercial trabajan los periodistas o para qué se les
capacita? No hay consenso. Algunos dirán que trabajan en el negocio de la
información; otros que en el de la diversión o en el negocio de las noticias o
en el de producir ganancias.
Una respuesta mejor,
como dije recientemente en The Nieman Reports, la revista trimestral
sobre periodismo publicada por la Universidad de Harvard, nos exige volver a
los primeros principios y formular la pregunta ¿Cuál es el propósito del
periodismo y de su enseñanza?
En ese artículo, del
que me serviré para mis conclusiones, yo decía que el propósito del periodismo
no es hacer periodismo, como no lo es en cirugía simplemente el hacer cirugía, es
decir, abrir un cuerpo y luego coserlo para devolverlo a su estado original. El
propósito de la cirugía es sanar.
De forma análoga, el
propósito del periodismo es más que reportar y escribir crónicas, aunque, como
en el caso de la cirugía, la habilidad y la competencia son esenciales. Su
propósito tiene que ver con algo más fundamental, que, para mí es servir la
confianza del público.
La búsqueda
implacable y la presentación independiente de las noticias es la forma en que
la prensa sirve la confianza pública, concepto que trasciende los sistemas
políticos. Estos sistemas, después de todo, son sólo medios para un fin. Para
los estadounidenses la democracia es el medio político para la libertad.
De igual manera, el
periodismo no es un fin en sí mismo sino únicamente los medios profesionales
por los cuales los reporteros y los redactores sirven la confianza del público.
Lo hacen suministrando las noticias y la información que requieren los pueblos
libres para tomar sus decisiones políticas, económicas, sociales y personales.
Cuando Bollinger, el
rector de Columbia, declaró que la enseñanza "del periodismo es un
objetivo meritorio, pero obviamente no suficiente", argüía un punto útil.
Los periodistas jóvenes que ignoran el contexto social, histórico y teórico de
su profesión están condenados a vivir en la superficialidad. Los periodistas
que comprenden sólo la teoría, la historia, la ética y el código de la prensa
son igualmente inútiles. Ninguno puede servir la confianza del público.
La pregunta de si el
oficio o un amplio alcance académico es una meta útil y suficiente para
"una gran universidad" me parece tan fuera de lugar como preguntar si
es mejor que los jóvenes ingresen al ejército o a la marina, en un momento en
que las fuerzas militares ya han sido secuestradas por una media docena de
jefes militares.
Uso la frase
"una media docena" deliberadamente. Ese es el número de sociedades
comerciales que según Ben Bagdikian "domina todos los medios de
difusión" y suministra "las noticias, los comentarios y la diversión
más difundidos del país".
¿Cuáles son las
implicaciones de ello para la enseñanza del periodismo? Algunas instituciones
podrán producir excelentes profesionales del oficio. Otras podrán producir
graduados con una profunda comprensión histórica, social y teórica. ¿Sin
embargo, qué importancia tiene esto si los propietarios de los medios de
difusión estadounidenses son indiferentes a esas cualidades?
La gran tarea de los
profesores de periodismo, además de ofrecer capacitación práctica y un amplio
alcance académico, es equipar a sus estudiantes con una buena comprensión de lo
que es la confianza del público, cómo se adquiere, qué significa en Estados
Unidos, cómo se manifiesta o se traiciona en la labor del periodista y de las
empresas periodísticas. Es necesario que los programas de estudio, los
departamentos y las facultades de periodismo sean los lugares donde tales
conceptos se nutran, protejan y defiendan sin cesar.
Como dije en The
Nieman Reports, "Una prensa que es rehén de sus inversionistas no es
una prensa más libre que la que es rehén del gobierno. Seguramente las grandes
universidades, e incluso las menos grandes, pueden entender esto". Joseph
Pulitzer lo habría entendido.
William F. Woo es
profesor visitante Lorry I. Lokey de Periodismo Profesional en la Universidad
de Stanford, donde ha enseñado desde 1996. Con anterioridad a este cargo fue
reportero y redactor durante 39 años, los últimos 10 fue jefe de redacción del
St. Louis Post-Dispatch.