Preludio de
La que Camina Descalza


 

    Soy de raza india, una nativa americana según dicen ahora, soy una de las ultimas de mi pueblo soy una Iroquesa. Me crié en una reserva, uno de los pocos lugares que el hombre blanco no nos ha arrebatado. A mi pueblo, le pusieron cercas de alambre y espino alrededor, para que creciéramos encarcelados, pero el espíritu de los míos es fuerte y pese a todo crecemos libres.

     Cuando nací me separaron de mi madre, ella no estaba preparada para criarme. Y me llevaron con La que habla con espíritus, la chaman de mi tribu, una mujer sabia y mística que me crió en el conocimiento de realidades que escapan al conocimiento del hombre blanco. Me instruyo sobre los espíritus y sobre los ancestros, me enseño que ellos nos guían en nuestro camino y que debemos aprender a escucharles. Me mostró como curar enfermedades y fomentó mi curiosidad invitándome a explorar el mundo. Me inculcó el hecho de que lo más importante no se puede ver a simple vista.

     Otros niños se criaron conmigo al cuidado de La que habla con espíritus, pero nunca fuimos una familia, jugábamos juntos y separados, éramos demasiado solitarios, demasiado independientes... mirábamos a los otros niños siempre riendo... nosotros éramos distintos, ahora sé porque.

     Habitualmente visitaba a mi madre, que vivía en nuestra reserva, y ella me hablaba de mi padre Camina por el hielo. Me contaba que era un gran guerrero y que su porte y sus actos eran los de los grandes héroes.

     Cuando cumplí 10 años La que habla con espíritus me llevo a los pies de la cueva de la valía. Allí los que superaban las pruebas de madurez imponen su marca. Observé atentamente las manos de hombres adultos comparándolas con mis diminutas manos, y pese a ser una mujer, desee imponer allí mi marca.

     Nos adentramos en la cueva, los dibujos iban cambiando... las figuras representadas ya no eran hombres, cada vez eran más grandes y fieros, cada vez tenían más pelo, garras mas grandes, colmillos más afilados... Llegamos a una abertura en la roca, un lugar por donde llegaba la luz del día, observé de nuevo la pared cuando mis ojos se acostumbraron a la nueva luz... había marcas de garras gigantes en la pared dibujadas igual que las de los hombres... Mi corazón estaba sobrecogido y las palabras se clavaron en mi garganta, cuando un ser de enormes dimensiones apareció por una da las cuevas... La que habla con espíritus le sonrió, me sujetó por los hombros y dijo: - Está es tu hija, Camina por el hielo, deberías sentirte orgulloso.

    Se acercó a mi mientras su cuerpo cambiaba dando paso a un hombre que me sonreía. Aquella fue la única vez que he visto a mi padre. Me habló de los garou, de una raza de guerreros protectores de Gaia. Me dijo que algún día tendría que luchar junto a él para combatir al Wrym. Me dijo que me hiciera sabia y fuerte, que la batalla final estaba cercana y que los garou no podían fallar. Me habló de otros seres sobrenaturales: vampiros, magos, hadas, siervos del wrym. Me dijo que tuviera cuidado pues algunos de los nuestros habían sido corrompidos y se habían transformado en los danzantes de la espiral negra.

     Me hablo de la organización de nuestra sociedad... de los galliard, los philodox, los ahorum, los ragabas y theurges, me dijo que yo pertenecería a estos últimos, que ese era mi auspicio. Me habló de las tribus: los colmillos plateados, los señores de las sombras, los contemplaestrellas, los hijos de gaia, los wendigos,  los camada de fenrris, los garras rojas, las furias negras, los caminantes silenciosos y los utkena. El pertenecía a estos últimos.

     Me hablo durante horas y al llegar el alba se despidió de mi, fue cambiando lentamente hasta convertirse en un lobo y salio de la cueva.

     Cuando llegue al lado de La que habla con espíritus siguió instruyéndome sobre la cultura garou, en los años siguientes me hablo de muchas cosas, de la letanía y los consejos... Antes de acostarme, cada noche, recordaba el porte de mi padre la primera vez que le ví y sonreía.

     Cuando cumplí 15 años, La que habla con espíritus me llevó ante un consejo, estaban preocupados por que pronto tendría mi primer cambio. Había otros como yo, así que organizaron un ritual para provocárnoslo. Los ancianos lo llamaron Despertar a la verdadera forma. Debían realizarlo bajo el auspicio de cada uno, bajo la luna creciente nos situaron en el centro de un circulo rodeado por una crepitante hoguera, un cántaro de agua, una gran roca y plumas ligeras como el viento. Comenzaron a cantar cinco garous: uno homínido, un glabro, un crinos, un hispo y un lobo, aullaban y cantaban alrededor nuestro.

     Mi cuerpo empezó a cambiar, mis músculos y huesos empezaron a crecer, mi ropa se desgarró bajo la presión del momento, cuando el homínido se detuvo y detuvo su canto mi cuerpo era igual al del glabro. Siguieron cantando y gruñendo mientras mi cuerpo seguía creciendo, el pelo me crecía por todo el cuerpo y el hocico se me formó, las garras se apoderaron de mis manos y piernas y el glabro se detuvo y dejo de cantar. Mi cuerpo ahora, era el de un crinos... El cántico continuo, mi cuerpo menguaba y mi columna se torcía poniéndome a cuatro patas, mis garras se hicieron más pequeñas, pero no mis colmillos, cuando mi cuerpo era como el del hispo, este se detuvo, ceso su aullido y solo quedaba un lupus que corría aullando alrededor nuestro... mi cuerpo seguía encogiéndose y mis rasgos haciéndose mas caninos... cuando el lupus se detuvo era un lobo. Todos alzaron su cabeza hacia nosotros y nos miraron... aullaron a la vez y nosotros nos unimos al aullido sin poder remediarlo... Antes de que me diera cuenta, estaba allí, de nuevo con mi cuerpo homínido, y cada uno de ellos se acercó a nosotros nos cubrió con una manta y nos aceptaron entre ellos.

     He oído decir a otros que sus cambios fueron dolorosos, que mataron la primera noche... nosotros por primera vez en años sentimos que pertenecíamos a un sitio, que teníamos un hogar y unos hermanos.

     Semanas después tuve mi Rito de iniciación, mi prueba de madurez, para demostrar mi valía tuve que escalar la gran montaña helada y hacerlo en mi forma natural: homínido. Recurrí al consejo de mis ancestros y una gran fuerza interior se apodero de mi, de pronto podía escalar mejor de lo que nunca lo había hecho, como si siempre hubiera sido así de fácil para mi, aun así notaba que no estaba sola y que otra fuerza interior me empujaba y me indicaba como realizar el ascenso... Cuando lo complete, pude ir a la cueva de la valía me transforme en crinos y dejé allí mi marca, junto a la de mi padre... para que pudiera sentirse orgulloso de mi.

     Los utkena me aceptaron como miembro de su tribu, como a mi padre, seguía sus pasos y me sentía orgullosa. Desde mi rito de iniciación, los ancestros de mis antepasados acudían a visitarme en mis sueños, recordaba sus vidas como si las hubiera vivido yo misma y eso me daba fuerza para comenzar en mi camino como protector de gaia, mi camino como garou.

     Lo más difícil que he hecho en mi vida, ha sido despedirme de La que habla con espíritus, aun sabiendo que nos volveríamos a ver, la despedida fue dura. Pero la guerra estaba allí y había llegado mi momento, había llegado el momento de unirme a ella, de seguir los pasos de mi padre y de hacer que mi linaje se sintiera orgulloso de mi.

     Mi primer viaje a la gran ciudad fue algo que sobrecogió mi corazón. Yo supuestamente encerrada me había criado libre correteando entre los bosques y viviendo con los animales, siendo el amor de gaia por nosotros... Aquellos que se consideraban libres vivían encerrados en pequeñas casas... con el corazón acelerado y el manto de la tejedora sobre ellos. Sus celdas de metal y cemento no les permitían ver el cielo por las noches, las estrellas eran remplazadas por farolas, los animales por coches y el olor a corrupción era palpable en aquel aire sucio y contaminado. Algo en mi corazón se rompió en aquel momento, cuando aquella noche salio la luna me separe de los míos y aullé con el corazón destrozado. Me juré acabar con todo aquello, la rabia creció en mi seno y por mis ojos caían lágrimas de tristeza... Me habían hablado del wrym y los estragos que había causado, pero aquello era más de lo que nunca pude imaginar.

     Aunque con el corazón en mi reserva, me quedé en la ciudad para defender el túmulo de aquella obscenidad creciente. Conocí a otros Cliath como yo, conocí a El que aúlla versos en la noche, a El que gruñe de rabia y a Aullido del acero, formamos una manada con la finalidad de destrozar al wrym... Aun luchamos contra él y lo haremos hasta el final, hasta las noches finales, hasta la batalla final.
 


  

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