AGUA O MUERTE, ¿VENCEREMOS?

Roberto LASERNA

En Cochabamba existe una asociación muy estrecha entre la disponibilidad de agua potable y la mortalidad infantil.

En las zonas del Casco Viejo y el Nor Este de la ciudad, donde la cobertura del sistema de agua potable alcanza a más del 80% de los hogares, la tasa de mortalidad infantil es relativamente baja: 45 de cada mil niños nacidos mueren antes de cumplir un año. En el otro extremo se encuentra la zona sur, donde la cobertura del servicio de agua potable alcanza a menos de la mitad de los hogares, existiendo zonas totalmente carentes del servicio. En esa zona mueren tres veces más niños antes de cumplir el año de vida, la tasa de mortalidad infantil alcanza en el sur a 145.7 por mil (ver cuadro adjunto obtenido de los estudios realizados por Carmen Ledo entre 1993 y 1997).

Zona

Cobertura de agua (1992) porcentaje

Tasa de Mortalidad Infantil (1992) (por 1000)

Casco Viejo

96.7

45.4

Nor Este

78.6

45.3

Nor Oeste

54.4

101.6

Cancha y alred.

50.0

108.5

Sur

47.8

145.7

Las cifras, sin embargo, no dicen mucho. Pero hay que pensar que esa tasa significa que por cada mes que demora en llegar el servicio de agua a esos barrios, en unos 40 hogares se siente la impotencia, la rabia y el dolor de un niño que muere por una infección que pudo haberse evitado si la familia hubiera contado con mejores condiciones higiénicas.

Esto es, en el fondo, lo que está en juego en todo este conflicto. Más allá del contrato, de las tarifas, del nacionalismo, de los anhelos imaginados en 30 años, lo que está en juego es la vida. Y si a alguien quiere multiplicar puede calcular cuántos niños ya murieron desde mediados de 1997, cuando por disputas de poder se logró bloquear la concesión de SEMAPA o, peor, cuántos más morirán en el futuro mientras tratamos de lograr que Misicuni salte los obstáculos del túnel, del financiamiento, de la construcción de la represa, y siempre que ese esfuerzo no termine absorbiendo la inversión que más necesitamos, que es la de ampliar la red y llevar agua limpia a cada hogar.

En esto debieran pensar el Gobierno y la Superintendencia, e incluso el Comité Cívico, cuando teniendo la oportunidad de recuperar el tiempo perdido parecen más dispuestos a aferrarse a un contrato de concesión cuyas metas están signadas por la incertidumbre. Y también la Coordinadora del Agua, que con sus cambiantes objetivos y propuestas añade cada vez más incertidumbre a un proceso de transformación del sistema de agua que todos deberíamos apoyar.

Si Aguas del Tunari se va, ya sea porque lo exija un grupo de presión o lo decida la empresa ¿cuánto tiempo más estarán los niños del sur condenados a muerte prematura? Y si se queda, ¿cuánto tiempo representa obligar a la empresa a construir Misicuni? ¿Estamos todos dispuestos a cumplir un anhelo "cueste lo que cueste" y tarde lo que tarde? ¿Quién dijo que no hay muertos en este conflicto?

"Agua o muerte" no es una consigna. Es una marca de la vida cotidiana en muchos barrios de nuestra ciudad. Debido en gran parte a la falta de agua y saneamiento básico en esta ciudad puede estar muriendo un niño cada 9 horas. Es urgente encontrar pronto una solución práctica y viable que nos permita alcanzar, al plazo más breve, metas de cobertura y calidad del servicio que demuestren que, en efecto, "agua es vida".

 

(Publicado en Los Tiempos, Cochabamba, 10 de marzo del 2000)

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