OPORTUNIDADES QUE SE DISUELVEN

Roberto Laserna

Las oportunidades, por definición, son momentos de ventaja. No duran indefinidamente. No esperan. Se las aprovecha o se pierden.

La votación alcanzada por el MAS y la vigorosa presencia parlamentaria de Evo Morales pusieron en sus manos una extraordinaria oportunidad política. La de concertar acuerdos programáticos como fundamento de una nueva política democrática. El tema más obvio para hacerlo era, justamente, el de la política hacia la coca, que a pesar de su enorme importancia no estuvo presente en el debate electoral salvo en la intervención del Embajador de los Estados Unidos, con los inesperados efectos que se le atribuyen.

Le hubiera bastado al MAS un acuerdo político viabilizando la elección de Sánchez de Lozada para obtener compromisos de largo plazo, incluso sin asumir responsabilidades en otros ámbitos o en la gestión misma del gobierno.

No aprovechó esa oportunidad y le será cada vez más difícil hacerlo. El MNR ya no necesita de sus votos y el MIR no volverá a arriesgarse planteando políticas flexibles hacia el Chapare cocalero.

La noción heroica de la política, que la entiende como espacio de confrontación y aniquilación del adversario, primó en los dirigentes del MAS, conduciéndolos a la autoexclusión y el aislamiento. Incluso Felipe Quispe, que gusta proyectar una imagen agresiva e intolerante, los criticó por esa reticencia a la negociación.

Es probable que el MAS recurra en el futuro a la presión social para abrir nuevos momentos de concertación a partir del conflicto. De hecho, varios de sus dirigentes ya anunciaron que ese será el camino que intenten transitar. Tal vez lo logren, pero no será fácil y el costo será probablemente más alto para todos.

La dificultad está en que tendrán al frente un gobierno fuerte, con una visión concreta de lo que tiene que hacer y que está formado por dos partidos sólidos en organización y militancia, que cuenta con operadores políticos experimentados y con el apoyo del sistema institucional –incluidas las Fuerzas Armadas- y de la comunidad internacional –incluidos los Estados Unidos.

La oportunidad de un cambio concertado en la política hacia la coca ha empezado a disolverse.

No es la primera vez que los dirigentes del MAS desprecian este tipo de ocasiones. Durante la "guerra contra el agua" y cuando la mayor parte de ellos formada la dirigencia de la "Coordinadora", tuvieron la oportunidad de cambiar el desventajoso contrato con Aguas del Tunari para mejorar la calidad y la cobertura del servicio de agua en Cochabamba, pero prefirieron una victoria simbólica –la de romper el contrato y expulsar a la empresa- y acabaron postergando la solución del problema por el que supuestamente luchaban.

Esas dos lecciones no parecen ser suficientes para los dirigentes del MAS, que se han embarcado ya en una lucha que podría contribuir a disolver una oportunidad más, la de la venta del gas.

Como en otros casos, en relación a las posibilidades de exportación de gas exponen argumentos interesantes y con fuerte contenido ideológico pero carentes de realismo y de visión práctica. En efecto, plantean una serie de condiciones ideales pero que sólo sería posible alcanzar si tuviéramos el monopolio del gas en el mundo y el mundo no tuviera con quién más negociar, salvo con Bolivia.

Lo cierto es que tenemos gas en abundancia, pero hay otros que también lo tienen y necesitan venderlo, incluyendo el Perú que, en este caso, es más un competidor que un aliado. Y lo cierto es que necesitamos venderlo porque en el subsuelo no nos sirve y requerimos con urgencia recursos que nos permitan mejorar las condiciones de vida y las oportunidades de trabajo de la población. Y, además, es un recurso que no se podrá vender si no se realizan inversiones que exceden en mucho nuestra capacidad como país y si no se establece un sistema jurídico de alcance internacional que haga viables esas inversiones. Es un negocio de muchos actores cuyos intereses, recursos, opciones y necesidades son diferentes y será siempre complicado armonizar. En este caso se trata además de un negocio particularmente complicado, no sólo por su magnitud en lo económico sino también por sus dificultades en lo jurídico, ya que intervienen empresas y países.

Es fácil apelar al sentimentalismo y movilizar al pueblo "en defensa del gas" y por el "retorno al mar con soberanía", pero corremos nuevamente el riesgo de perder una oportunidad y pagarla con más pobreza.

Hasta la vendedora más humilde de naranjas sabe que no basta su voluntad y su decisión de venderlas si no encuentra quien las quiera comprar. Y para eso camina, consulta, negocia y calcula.

 

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