Cuando la marmota ríe

Enrique Mariscal

"Cuentos para regalar a personas originales"

Hay que tomarse un tiempo para ver. Necesitamos una pausa para reaccionar, para comprender, una distancia para "darnos cuenta". A veces estos lapsos suelen ser muy prolongados, otras no tanto; dependen las respuestas, de la disponibilidad interna para lo nuevo, de la capacidad de  asombro y de la libertad mental que tenga el observador.
En cierta ocasión los animales se pusieron de acuerdo en que no debían traicionar a la alegría. Sólo permitirían vivir a las especies alegres; los ejemplares tristes tenían que desaparecer, morir aplastados por la pesadumbre.
Para ello todas las especies debían someterse a un examen terminante: hacer reír a la marmota. El recurso adoptado era utilizar un chiste o historia divertida. Si conseguían que la marmota riese, era evidente que el relator disponía de  una alegría contagiosa y, por lo tanto, tenía derecho a vivir, sencillamente, por su euforia y bonhomía.
El primer turno le correspondió a la tortuga que se esmeró para que la marmota apreciase una anécdota festiva.
La evaluadora no se rió; ninguna gracias le proporcionó el lento y longevo quelonio y por consiguiente su mutismo expresivo sentenció la muerte inexorable.
Luego, le tocó en suerte a la liebre, quien contó lo suyo con entusiasmo y confianza: la marmota no rió. Y la simpática corredora sufrió la indiferencia fatal. Luego el pavo, más tarde el oso, después el gallo, la cebra. Todos fracasaron...
De pronto se presentó la lechuza. Con voz firme y en frases cortas, narró una desopilante historia de enredos... Todos miraron ansiosos a la marmota que comenzó a reir y reir cada vez en forma más estruendosa, incontenible. El león, admirado preguntó:
-¿Te gustó el cuento de la lechuza?
-No, ¡qué bueno el de la tortuga!
 
Cuando la marmota ríe, hay que remontarse a las causas primeras, remotas, porque tarda en festejar.
Algunos lectores a quienes quiero mucho me escriben celebrando algunos de mis cuentos del libro anterior... Por suerte no estoy sometido a ningún juicio fatal...
Salvando la distancia, peor le fue a Galileo, a Giordano Bruno y al médico Miguel Servet, quien fue el primero en decir que la sangre corría por el sistema circulatorio y describir la función que tiene la respiración en la transformación de la corriente venosa en arterial: y fue quemado en la hoguera. Sus cuentos no gustaron nada...

 

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