Ella y yo... |
Fernando del Paso |
Ella y yo hacíamos
el amor diariamente.
En otras palabras, los lunes, los martes y los miércoles hacíamos el amor invariablemente... Los jueves, los viernes y los sábados, hacíamos el amor igualmente... Por último los domingos
hacíamos el amor
religiosamente...
Hacíamos el amor
compulsivamente.
Lo hacíamos
deliberadamente.
Lo hacíamos
espontáneamente.
Hacíamos el amor
por compatibilidad de caracteres,
por favor, por
supuesto, por teléfono,
de primera intención
y en última instancia,
por no dejar y por
si acaso,
como primera
medida y como último recurso.
Hicimos el amor
por ósmosis y por simbiosis:
y a eso le llamábamos
hacer el amor científicamente.
Pero también
hicimos el amor yo a ella y ella a mí,
es decir, recíprocamente.
Y cuando ella se
quedaba a la mitad de un orgasmo
y yo con el
miembro convertido en un músculo fláccido no podía llenarla,
entonces hacíamos
el amor lastimosamente.
Lo cual no tiene
nada que ver con las veces en que
yo me imaginaba
que no iba a poder y no podía,
y ella pensaba que
no iba a sentir y no sentía,
o bien estábamos
tan cansados y tan preocupados
que ninguno de los
dos alcanzaba el orgasmo.
Decíamos
entonces,
que habáimos
hecho el amor aproximadamente.
O bien a Estefanía
le daba por recordar las ardillas
que el tío
Esteban le trajo de Wisconsin
que daban vueltas
como locas en sus jaulas olorosas a creolina,
y yo por mi parte
recordaba la sala de la casa de los abuelos
con sus sillas
vienesas y sus macetas de rosas
esperando la
eclosión de las cuatro de la tarde...
así era como hacíamos
el amor nostálgicamente,
viniéndonos
mientras nos íbamos tras viejos recuerdos.
Muchas veces
hicimos el amor contra natura,
a favor de natura,
ignorando a
natura.
O de noche con la
luz encendida,
o de día con los
ojos cerrados.
O con el cuerpo
limpio y la conciencia sucia.
O viceversa.
Contentos,
felices, dolientes, amargados.
Con remordimiento
y sin sentido.
Con sueño y con
frío.
Y cuando estábamos
concientes de lo absurdo de la vida
y de que un día
nos olvidaríamos el uno del otro,
entonces hacíamos
el amor inútilmente.
Para envidia de
nuestros amigos y enemigos
hacíamos el amor
ilimitadamente, magistralmente, legendariamente.
Para honra de
nuestros padres, hacíamos el amor moralmente,
Para escándalo de
la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente.
Para alegría de
los psiquiatras hacíamos el amor sintomáticamente
Hacíamos el amor
físicamente,
de pie y cantando,
de rodillas y
rezando,
acostados y soñando.
Y sobre todo,
y por la simple
razón
de que yo lo quería
así
y ella también
hacíamos el amor
voluntariamente...
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