Vayamos a recoger
las uvas de los viñedos para el lagar
y guardemos el vino en antiguas vasijas
así como el espíritu guarda la Sabiduría
de las eras en eternas vasijas.
Regresemos a nuestra morada, que el viento
ha arrancado las hojas cenicientas y amortajado las
mustias flores que susurran elegías al verano.
Ven a casa, eterna amada, que las aves en peregrinaciòn
emigraron hacia la calidez y abandonaron
las escalofriantes praderas solitarias.
El jazmín y el mirto se quedaron sin lágrimas.
Retirémonos, que el fatigado arroyo
ha cesado de cantar y las burbujeantes vertientes
desbordan de copiosos gemidos
y las cautelosas montañas antiguas
han ocultado sus vívidas vestiduras.
Ven, amada mía; la naturaleza está ya fatigada
y dice adiós al entusiasmo
con su apacible melodía satisfecha.
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