La sociedad de
consumo ofrece fugacidades. Cosas, personas; las cosas fabricadas para
durar, mueren al nacer, y hay cada vez más personas arrojadas a la basura
desde que se asoman a la vida. Los niños abandonados en las calles de
Colombia, que antes se llamaban gamines y ahora se llaman desechables, y
están marcados para morir. Los numerosos nadies, los fuera de lugar, son
"económicamente inviables", según el lenguaje técnico. La ley
del mercado los expulsa por superabundancia de mano de obra barata. El
Norte del mundo genera basuras en cantidades asombrosas. El Sur del mundo
genera marginados.
¿Qué destino tienen los sobrantes humanos?. El sistema los invita a
desaparecer; les dice: "Ustedes no existen".
¿Qué hace el Norte del mundo con sus inmensidades de basura venenosa
para la naturaleza y la gente? Las envía a los grandes espacios del Sur y
del Este, de la mano de sus banqueros, que exigen libertad para la basura
a cambio de sus créditos, y de la mano de sus Gobiernos, que ofrecen
sobornos.
Los 24 países desarrollados que forman la Organización para la Cooperación
en el Desarrollo Económico del Tercer Mundo produce el 98% de los
desechos venenosos de todo el planeta. Ellos cooperan con el desarrollo
regalando al Tercer Mundo su mierda radioactiva y la otra basura tóxica
que no saben dónde meter. Prohíben la importación de sustancias
contaminantes, pero las derraman generosamente sobre los países pobres.
Hacen con la basura lo mismo que con los pesticidas y abonos químicos
prohibidos en casa: los exportan al Sur bajo otros nombres.
En el reino de lo efímero, todo se convierte inmediatamente en chatarra
para que bien se multipliquen la demanda, las deudas y las ganancias, las
cosas se agotan en un santiamén, como las imágenes que dispa ra la
ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la
publicidad lanza al mercado.
El Sur, basurero del Norte, hace todo lo posible por convertirse en su
caricatura. Pero la sociedad de consumo -dime cuánto consumes y te diré
cuánto vales- invita a una fiesta prohibida para el 80% de la humanidad.
Las fulgurantes burbujas se estrellan contra los altos muros de la
realidad. La poca naturaleza que le queda al mundo, maltrecha y al borde
del agotamiento, no podría sustentar el delirio del supermercado
universal, y al fin y al cabo, la gran mayoría de la gente consume poco,
poquito y nadanecesariamente, para garantizar el equilibrio de la economía
mundial mediante sus brazos baratos y sus productos a precio de ganga. En
un mundo unificado por el dinero, la modernización expulsa mucha más
gente que la que integra.
Para un innumerable cantidad de niños y jóvenes latinoamericanos, la
invitación al consumo es una invitación al delito. La televisión te
hace agua la boca y la policía te echa de la mesa. El sistema niega lo
que ofrece; y no hay valium que pueda dormir esa ansiedad ni prozac capaz
de apagar ese tormento. La lucha social aparece en las páginas políticas
y sindicales.
El mundo de fin de siglo viaja con más náufragos que navegantes, y los técnicos
denuncian los "excedentes de población" en el Sur, donde las
masas ignorantes no saben hacer otra cosa que violar el sexto mandamiento
día y noche. ¿"Excedentes de población" en Brasil, donde hay
17 habitantes por kilómetro cuadrado, o en Colombia, donde hay 29?
Holanda tiene 400 habitantes por kilómetro cuadrado y ningún holandés
se muere de hambre; pero en Brasil y en Colombia, un puñado de voraces se
queda con todos los panes y peces.
Cada vez son más los niños marginados que, según sospechan ciertos
expertos, "nacen con tendencia al crimen y la prostitución".
Ellos integran el sector más peligroso de los "excedentes de población".
El niño como amenaza pública, la conducta antisocial del menor en América,
es el tema recurrente de los Congresos Panamericanos del Niño desde 1993.
A principios de siglo, el científico inglés Cyril Burt propuso eliminar
a los pobres muy pobres "impidiendo la propagación de su
especie". Al fin de siglo el Pentágono anuncia la renovación de sus
arsenales, adaptados a las guerras del futuro, que tendrán por objetivo
los motines callejeros y los saqueos; y en algunas ciudades
latinoamericanas, como Santiago de Chile, ya hay cámaras de televisión
vigilando las calles.
El sistema está en guerra con los pobres que fabrica, y a los pobres más
pobres los trata como si fueran basura tóxica. Pero el Sur no puede
exportar al Norte estos residuos peligrosos, que se multiplican cada día.
No hay manera de "impedir la propagación de su especie", aunque
según al arzobispo de San Pablo, cinco niños caen asesinados cada día
en las calles de las ciudades brasileñas, y, según la organización
Justicia y Paz, son niños buena parte de los 40 desechables que cada mes
caen asesinados en las calles de las ciudades colombianas.
Tampoco se puede mantenerlos escondidos, aunque los desechables no existen
en la realidad oficial: la población marginal que más ha crecido en
Buenos Aires se llama Ciudad Oculta y se llaman ciudades perdidas los
barrios de lata y cartón que brotan en los barrancos y basurales de los
suburbios de laciudad de México.
No hace mucho, los desechables colombianos emergieron de debajo de las
piedras y se juntaron para gritar. La manifestación estalló cuando se
supo que los escuadrones parapoliciales, "los grupos de limpieza
social", mataban indigentes para venderlos a los estudiantes que
aprenden anatomía en la Universidad Libre de Baranquilla.
Y entonces Buenaventura Vidal, contador de cuentos, les contó la
verdadera historia de la Creación. Ante los vomitados del sistema,
Buenaventura contó que a Dios le sobraban pedacitos de todo lo que
creaba. Mientras nacían de su mano el sol y la luna, el tiempo, el mundo,
los mares y las selvas, Dios iba arrojando al abismo los desechos que le
sobraban, pero Dios, distraído, se había olvidado de la mujer y del
hombre, que esperaban allá en el fondo del abismo, queriendo existir. Y
ante los hijos de la basura, Buenaventura contó que la mujer y el hombre
no habían tenido más remedio que hacerse a sí mismos, y se habían
creado con aquellas sobras de Dios. Y por eso nosotros, nacidos de la
basura, tenemos todos algo de día y algo de noche, y somos un poco tierra
y un poco agua y un poco viento.
|