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Marlen Haushofer
La puerta secreta
Trad. de María Esperanza Romero y Richard Gross,
Siruela, Madrid, 2003
"Dying is an art, like everything else.
I do it exceptionally well."
Sylvia Plath
Cuando
se habla de Marlen Haushofer (Frauenstein, Austria, 1920-Viena,
1970) suelen recordarse las últimas palabras que
anotó en su diario un mes antes de morir y que han
servido como su testamento biográfico y literario:
"No te preocupes. Has visto demasiado y demasiado poco,
como todas las personas que existieron antes que tú.
Has llorado demasiado, o quizá demasiado poco, como
todas las personas que existieron antes que tú. [...]
No te preocupes, todo habrá sido en vano, como en
el caso de todos los que existieron antes que tú.
Una historia absolutamente normal". Son éstas
unas palabras que no nos sorprendería encontrar escritas
por alguna de las protagonistas femeninas de su obra. Historias
normales, en apariencia banales, vividas, o dejadas vivir,
por personajes femeninos que quedan anulados por la falsedad
de unos valores burgueses tradicionales capaces de asfixiar
cualquier tentativa de acercamiento a lo ajeno si ésta
no está regida por sus mandamientos.
Una
historia absolutamente normal es la que parece vivir Annette,
la protagonista de La puerta secreta, segunda novela de
Haushofer, escrita en 1957. Annette es una bibliotecaria
de unos treinta años, independiente, culta e inteligente,
que fue arrancada de su infancia y fue educada, de acuerdo
con los valores burgueses de la época, para ser útil,
para ser sujeto pasivo de una realidad que no ha sido creada
para ella. Inmersa en un mundo cuyos rasgos de humanidad
se van desdibujando, vivirá la frialdad de relaciones
amorosas intrascendentes y amistades que le harán
tomar plena conciencia de la falsedad de un mundo que sólo
cabe disfrazar. Pero Annette conocerá el amor y se
entregará, se casará y será llevada
a una casa ajena. Y empujada por su marido dejará
su trabajo, y quedará embarazada. Y en esa casa extraña,
en una realidad reducida al espacio físico, sufrirá
la espera, la soledad y la infidelidad, que aceptará.
Y su vida quedará ya marcada por el sentimiento de
culpa, el temor y la renuncia. Annette intenta renunciar
a su individualidad para no fracasar como esposa, madre:
"y observo a Gregor con atención para hacerme
una idea de cómo se imagina que ha de ser su mujer",
pero la trágica conciencia de esta amputación
le producirá un gran dolor al que decidirá
definitivamente amar, pues ¿qué no podría
soportar una mujer?: "Y también quiso amar el
dolor y guardarlo en su corazón. Todos lo rehuían
y todos lo odiaban; en ella habría de encontrar su
cuna y su hogar".
Así
pues, tenemos la renuncia como sacrificio, como otra forma
de morir quizá menos convencional, pero sí
más común de lo deseado; otra forma de dar
muerte al yo femenino que indefectiblemente nos lleva a
las novelas de su contemporánea Ingeborg Bachmann.
Queda
así plasmado uno de los temas más importantes
de la obra de Marlen Haushofer, la distancia insalvable
entre géneros, el imposible acercamiento que siempre
es frustrado por un poder superior normalmente representado
por figuras masculinas. Pero, a pesar de su indudable carácter
femenino, La puerta secreta es algo más. Manifestación
de la literatura europea de posguerra, trata el despojamiento
del ser humano, doble para la mujer, en un mundo que se
ha vuelto cruel y hostil. Y junto a ello, la incomunicación,
inherente al extrañamiento y heredera, a su vez,
del malestar de fin de siglo vienés.
La
incomunicación, la soledad y la problemática
existencial desde el punto de vista de la mujer está
presente en toda la obra de Haushofer. Este año que
acabamos de dejar la editorial Siruela ha vuelto a publicar,
en edición de bolsillo, la que fue su mejor novela
y le proporcionó mayor reconocimiento. Hablamos de
El muro. Novela tildada de robinsonada femenina, en ella
la protagonista, cuyo nombre nunca sabremos, se encuentra
inesperadamente aislada por una especie de muro que no es
más que la materialización de su aislamiento
interior. Al otro lado queda la paralización de toda
forma de vida, una muerte pétrea, el adiós
a un pasado deshumanizado. Los personajes de Marlen Haushofer
intentarán diversos modos de huida: el primero, la
escritura que permitirá la supervivencia (de ahí
que Annette y las protagonistas de El muro y La buhardilla
escriban diarios); el segundo, la creación de paraísos
a los que escapar, como esa puerta que Annette traspasará
en sueños y que nos recuerda a la grieta por la que
desaparece la Malina de Ingeborg Bachmann. Sin embargo,
estos paraísos no serán completos, estarán
ensombrecidos por el temor, por la conciencia de esa forma
de vida amenazante de la que se intenta escapar.
Estamos,
pues, ante una autora que, mal entendida en su tiempo, dio
prioridad al contenido frente a la forma (quizá el
punto más negativo de su segunda novela) para tratar
algunos de los temas más importantes de la literatura
europea de posguerra. Una autora que, a pesar de los premios
recibidos en vida, como el Premio Nacional de Literatura
en 1968, no obtuvo el reconocimiento merecido hasta después
de su muerte. Porque, no lo olvidemos, no hay historias
normales; porque siempre hay que buscar el resquicio, normalmente
visible, por el que escapar. Sólo hay que tener la
valentía de tender la mano y traspasarlo. Marlen
Haushofer lo hizo con su obra. J.A.
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