Estos son los autores que hemos trabajado hasta ahora en el club de lectura Eliseo Vidal: simone de beauvoir, thomas bernard, tracy chevalier, d.h. lawrence, eduardo mendoza.

 
Marlen Haushofer-----------

 

Marlen Haushofer
La puerta secreta
Trad. de María Esperanza Romero y Richard Gross,
Siruela, Madrid, 2003

"Dying is an art, like everything else.
I do it exceptionally well."
Sylvia Plath

Cuando se habla de Marlen Haushofer (Frauenstein, Austria, 1920-Viena, 1970) suelen recordarse las últimas palabras que anotó en su diario un mes antes de morir y que han servido como su testamento biográfico y literario: "No te preocupes. Has visto demasiado y demasiado poco, como todas las personas que existieron antes que tú. Has llorado demasiado, o quizá demasiado poco, como todas las personas que existieron antes que tú. [...] No te preocupes, todo habrá sido en vano, como en el caso de todos los que existieron antes que tú. Una historia absolutamente normal". Son éstas unas palabras que no nos sorprendería encontrar escritas por alguna de las protagonistas femeninas de su obra. Historias normales, en apariencia banales, vividas, o dejadas vivir, por personajes femeninos que quedan anulados por la falsedad de unos valores burgueses tradicionales capaces de asfixiar cualquier tentativa de acercamiento a lo ajeno si ésta no está regida por sus mandamientos.

Una historia absolutamente normal es la que parece vivir Annette, la protagonista de La puerta secreta, segunda novela de Haushofer, escrita en 1957. Annette es una bibliotecaria de unos treinta años, independiente, culta e inteligente, que fue arrancada de su infancia y fue educada, de acuerdo con los valores burgueses de la época, para ser útil, para ser sujeto pasivo de una realidad que no ha sido creada para ella. Inmersa en un mundo cuyos rasgos de humanidad se van desdibujando, vivirá la frialdad de relaciones amorosas intrascendentes y amistades que le harán tomar plena conciencia de la falsedad de un mundo que sólo cabe disfrazar. Pero Annette conocerá el amor y se entregará, se casará y será llevada a una casa ajena. Y empujada por su marido dejará su trabajo, y quedará embarazada. Y en esa casa extraña, en una realidad reducida al espacio físico, sufrirá la espera, la soledad y la infidelidad, que aceptará. Y su vida quedará ya marcada por el sentimiento de culpa, el temor y la renuncia. Annette intenta renunciar a su individualidad para no fracasar como esposa, madre: "y observo a Gregor con atención para hacerme una idea de cómo se imagina que ha de ser su mujer", pero la trágica conciencia de esta amputación le producirá un gran dolor al que decidirá definitivamente amar, pues ¿qué no podría soportar una mujer?: "Y también quiso amar el dolor y guardarlo en su corazón. Todos lo rehuían y todos lo odiaban; en ella habría de encontrar su cuna y su hogar".

Así pues, tenemos la renuncia como sacrificio, como otra forma de morir quizá menos convencional, pero sí más común de lo deseado; otra forma de dar muerte al yo femenino que indefectiblemente nos lleva a las novelas de su contemporánea Ingeborg Bachmann.

Queda así plasmado uno de los temas más importantes de la obra de Marlen Haushofer, la distancia insalvable entre géneros, el imposible acercamiento que siempre es frustrado por un poder superior normalmente representado por figuras masculinas. Pero, a pesar de su indudable carácter femenino, La puerta secreta es algo más. Manifestación de la literatura europea de posguerra, trata el despojamiento del ser humano, doble para la mujer, en un mundo que se ha vuelto cruel y hostil. Y junto a ello, la incomunicación, inherente al extrañamiento y heredera, a su vez, del malestar de fin de siglo vienés.

La incomunicación, la soledad y la problemática existencial desde el punto de vista de la mujer está presente en toda la obra de Haushofer. Este año que acabamos de dejar la editorial Siruela ha vuelto a publicar, en edición de bolsillo, la que fue su mejor novela y le proporcionó mayor reconocimiento. Hablamos de El muro. Novela tildada de robinsonada femenina, en ella la protagonista, cuyo nombre nunca sabremos, se encuentra inesperadamente aislada por una especie de muro que no es más que la materialización de su aislamiento interior. Al otro lado queda la paralización de toda forma de vida, una muerte pétrea, el adiós a un pasado deshumanizado. Los personajes de Marlen Haushofer intentarán diversos modos de huida: el primero, la escritura que permitirá la supervivencia (de ahí que Annette y las protagonistas de El muro y La buhardilla escriban diarios); el segundo, la creación de paraísos a los que escapar, como esa puerta que Annette traspasará en sueños y que nos recuerda a la grieta por la que desaparece la Malina de Ingeborg Bachmann. Sin embargo, estos paraísos no serán completos, estarán ensombrecidos por el temor, por la conciencia de esa forma de vida amenazante de la que se intenta escapar.

Estamos, pues, ante una autora que, mal entendida en su tiempo, dio prioridad al contenido frente a la forma (quizá el punto más negativo de su segunda novela) para tratar algunos de los temas más importantes de la literatura europea de posguerra. Una autora que, a pesar de los premios recibidos en vida, como el Premio Nacional de Literatura en 1968, no obtuvo el reconocimiento merecido hasta después de su muerte. Porque, no lo olvidemos, no hay historias normales; porque siempre hay que buscar el resquicio, normalmente visible, por el que escapar. Sólo hay que tener la valentía de tender la mano y traspasarlo. Marlen Haushofer lo hizo con su obra. J.A.

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