¿Son los músicos más
propensos a ciertas enfermedades, que el común de los mortales?
Hay trastornos y condiciones comunes a los músicos, alteraciones
o trastornos derivados de su actividad (tecnopatías), pero eso
no quiere decir que el instrumento o la música sean peligrosos.
Por eso desde hace algún tiempo, en algunos países, se viene
hablando de la necesidad de crear una especialidad en medicina musical.
Existe un precedente en el médico Bernardino Ramazzini
(1633 - 1714), que escribió un tratado que menciona varios trastornos
padecidos por músicos o artistas como consecuencia de su trabajo.
Y es reciente el libro del médico español Luis Orozco
y del profesor de música Joaquín Solé, Tecnopatías
del músico, que se suma a estudios realizados en EE.UU., donde
existen cerca de 20 clínicas dedicadas al tratamiento de las llamadas
enfermedades musicales.
¿Cuáles son estos trastornos o alteraciones más
comunes entre los músicos? La historia ofrece casos de músicos
que debieron dejar su profesión por problemas de salud relacionados
con su actividad. Schumann, por ejemplo, debió abandonar
la interpretación, para dedicarse a la composición, debido
a una parálisis de los dedos anular y meñique de la mano
derecha, producida por el exceso de ensayos. La Asociación de Orquestas
Británicas asegura que más de 15% de los especialistas en
música clásica se incapacitan un mes al año por trastornos
relacionados con su profesión, y en EE.UU. una encuesta realizada
entre 22.000 miembros de la Asociación Nacional de Profesores de
Música concluye que el 29% de los encuestados ha sufrido alguna
lesión como consecuencia de su actividad. En Francia, un grupo
que estudia las enfermedades de los músicos realizó un sondeo
con 302 músicos de bandas de jazz, salsa y rock (excluyó
las orquestas sinfónicas), y el resultado fue: 65,5% no sufrió
lesión alguna y 34,6 % experimentó problemas derivados de
la actividad.
Las llamadas enfermedades de los músicos ocupan a especialistas
que van desde la odontología y la oftalmología, pasando
por la medicina interna y la otología, hasta la danza y la docencia,
porque la música compromete la totalidad de la persona. Como dice
el profesor Solé, "el verdadero instrumento no es el violín,
la batería o la guitarra, sino nuestro cuerpo, que debemos controlar
y preparar para una tarea que exige muchas horas de trabajo y dedicación".
El túnel carpiano
En cuanto a los llamados atrapamientos nerviosos, se destaca el del túnel
carpian o, una opresión de los nervios cubital y radial en su paso
por el desfiladero de la muñeca por donde se cruzan los tendones
flexores de los dedos y el nervio mediano. Es un espacio en el centro
de la palma de la muñeca, que puede reducirse cuando se inflaman
las capas que cubren los tendones de los dedos, y el nervio queda oprimido
al realizar la máxima flexión. Esto se produce a menudo
en la mano izquierda de los contrabajistas, los violinistas y los guitarristas.
Los síntomas más comunes son hormigueo, trastornos de sensibilidad,
quemazón o dolor en la zona, que se intensifican en la noche y
se irradian al antebrazo, al codo o al hombro. Si la compresión
es muy prolongada, el proceso puede ser irreversible. La mejoría
se logra a base de reposo, con el uso de férulas y la aplicación
de frío. Los antiinflamatorios y las inyecciones de corticoides
completan el tratamiento. Si fracasa, la alternativa es la cirugía,
que implica la consecuente sección del ligamento del dedo anular.
Pánico escénico
Aparece antes de una actuación y se caracteriza por ansiedad, temblor,
pulso acelerado, sequedad en la boca, irritabilidad y miedo al escenario.
Está condicionado por factores como el tipo de actuación
(solista o conjunto), el ambiente, el grado de protagonismo y la personalidad
del músico. La concentración disminuye, la tensión
muscular aumenta, y a veces se presentan náuseas y vómitos.
Un estudio realizado en la Escuela de Música de la Universidad
de Iowa, EE. UU., indica que el 16% de los encuestados presentaba problemas
en la interpretación por causa de la ansiedad, y que más
del 21% sufría estrés de tanto en tanto. El trastorno se
presenta con más frecuencia en los solistas (35%), que en el resto
de los músicos (17%). Los más perjudicados son trompetistas,
arpistas, oboístas y violinistas.
Algunos consideran que cierta dosis de pánico escénico
es positiva. El gran Caruso decía que el artista
que hace alarde de que nunca está nervioso, "no es un artista,
es un loco o un mentiroso". El trastorno produce alteraciones
hormonales y puede llevar a hipertiroidismo, relacionado con cuadros de
ansiedad. Algunos presentan trastornos respiratorios y cardiovasculares,
y problemas maxilofaciales, auditivos y de los ojos. Un estudio entre
los integrantes no cardiópatas de la orquesta de la BBC de Londres
muestra un 2% de alteraciones en el electrocardiograma, sobre todo en
los estrenos, cuya intensidad aumenta al interpretar a Rachmaninoff
y Tchaikovski, y decrece tocando a Strauss y a Mozart.
Muchos intentan resolver el problema con drogas: el 20% de los integrantes
de orquestas sinfónicas toma fármacos contra el estrés.
Pero los especialistas aconsejan otro tipo de terapia, como la cognitiva,
sin olvidar que ejercicio, masajes y buenos hábitos alimenticios
también ayudan. No controlar el trastorno conducirá a más
ansiedad y a depresión.
Sobrecarga muscular
Se produce por la repetición prolongada de movimientos que comprometen
determinado grupo muscular. La constitución anatómica, el
modo de transportar los instrumentos, su peso y su diseño, son
determinantes en la aparición de la dolencia. Los grupos musculares
más afectados pertenecen a las extremidades superiores, el cuello
y los hombros. Los síntomas van desde pequeñas molestias
hasta la inmovilidad, y surgen al reanudar el trabajo después de
un período de descanso o ante un cambio de técnica o de
repertorio. Los más afectados son flautistas, violoncelistas y
clarinetistas.
Su origen es múltiple y depende de la intensidad de los ensayos,
más que del exceso de d edicación. El problema se ha detectado
en pianistas que tocan con los dedos planos, como propugnaba Horowitz,
o con la muñeca más baja que el teclado, como impusieron
los franceses.
El tratamiento pasa por el diagnóstico precoz. El reposo moderado
es conveniente, pero sin llegar a la inactividad porque esta conduce a
la atrofia y a la pérdida de flexibilidad de los músculos.
La reincorporación laboral debe ser gradual e ir acompañada
de una tonificación de los grupos musculares que estabilizan la
columna vertebral. Entre 70% y 90% de los afectados pueden seguir ejerciendo
su profesión.
Distonías
Cerca del 50% de los músicos sufre problemas del sistema músculo-esquelético
en algún momento de su vida como consecuencia de una excesiva actividad
o de la utilización de una técnica inadecuada. Se presentan
tanto en diestros como e n zurdos y aparecen con mayor frecuencia entre
los 10 y los 20 años de práctica. Las distonías -calambres
que se mantienen durante un tiempo variable e impiden realizar determinadas
funciones- afectan los brazos y, en especial, las manos, lo cual dificulta
la interpretación. Los dedos más perjudicados son el anular
y el meñique de la mano derecha de los pianistas, que es la que
normalmente interpreta la melodía. Las mujeres se ven más
afectadas que los hombres, por la sobrecarga muscular que causa la intensidad
de los ensayos. Las distonías también afectan los músculos
de la lengua y de la boca en los instrumentistas de viento, que tienen
dificultades para llegar a algunas notas o cambiar con rapidez. Según
las investigaciones, los artistas tienen entre 10% y 30% de probabilidades
de sufrir diferentes problemas síquicos. Pero no se ha demostrado
aún la relación que hay entre las distonías y las
lesiones cerebrales, y aún no se ha aclarado por qué persiste
el calambre años de spués de que remite la alteración
de la extremidad. Cuando se presentan, no suelen recuperarse de manera
espontánea.
Hay terapias como la hipnosis y el biofeedback (control de algunas funciones
y de la tensión muscular mediante el empleo de distintos aparatos)
que dan buenos resultados, aunque parciales. También se emplea
botox en los músculos, al comenzar el tratamiento y se aumenta
la dosis cada dos semanas, para reducir los calambres. Las benzodiacepinas,
de efecto relajante, disminuyen la distonía, aunque coexisten fases
de remisión y retroceso. La asistencia integral con neurólogos,
fisioterapeutas y sicólogos, completa la terapia.
Publicado en ¿?
Panamá. Domingo, enero 25 de 2004.
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