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Carpe Diem

¡Peligro en las aulas!

Luis Figueroa
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Estoy revisando periódicos viejos (recuerde usted que no hay nada más viejo que las noticias de ayer); y encuentro dos comentarios y un reportaje que me llaman la atención.

El primero es una columna de Luis Enrique Pérez que dice: “Hay dos notables subproductos de los Acuerdos de Paz.  El primero es un ejercito humillado, avergonzado de él mismo, e inútil hasta merecer una implacable extinción.  El segundo es una ex guerrilla bufonesca que, en sus primeros intentos por ganar el voto de los ciudadanos, no ha logrado que por lo menos una millonésima parte de los pobres vote por ella.”

El segundo es un artículo de Francisco Pérez de Antón en el que leo: “Nos quedó la versión Groucho, vale decir, la de ese marxismo latinoamericano con olor a naftalina que aún pretende amaestrar la opinión con una llave oxidada y caduca.  Habrá que sufrirlo con paciencia, supongo.”

El tercero es un reportaje de Claudia Vásquez, titulado Currículo nuevo para primaria,  que cambia toda la perspectiva y es muy preocupante.  De él deduzco que si bien es cierto que la ex guerrilla como tal es bufonesca, que huele a naftalina y que los pobres no le tiran chibola, su influencia va más allá de tener que padecerla en foros, bares y mesas redondas.   Su llave oxidada está por penetrar donde más importa: en las mentes de los niños.

Habiendo entendido que la lucha de clases era un concepto insostenible e incoherente, el marxismo buscó cobijo en el posmodernismo.   De ahí que haya mutado y que haya redirigido su discurso hacia temas bastante más digeribles para la juventud y la intelectualidad de nuestros días. Algunos de estos son el etnicismo, el feminismo y el ecologismo.

En aquellos tres temas, la clásica igualdad ante la ley y el respeto a los derechos individuales han sido sustituidos por tratos preferenciales y privilegios colectivos para etnias y por género por ejemplo.   Y en algunos casos, las viejas ideas luditas que comparten algunos socialistas han sido revividas por los ecohistéricos.

Si prospera el nuevo currículo para los niños de primaria, usted verá a sus hijos indoctrinados en el nuevo socialismo por medio de cursos sobre equidad de género y ya los oirá clamando por cuotas de poder repartidas según el porcentaje de hombres y mujeres en la población, y otros disparates.   En cursos como el de paz y desarrollo los verá concluir en que "las causas del conflicto no han sido erradicadas", como dice Tom Koenings, el director de la Minugua; y sus patojos andarán por ahí con playeras del Che Guevara.   En temas como los de ecología y tecnología, que no le extrañe si sus chicos, con caites y morral, pero con celular al cinto, marchen gritando ¡Selvas sí, petróleo no!

¿No me cree?  Hable con los maestros de sus hijos, lea las guías curriculares que les dan a los profesores, asista a escuchar los cursos de capacitación.   Usted será afortunado si sus hijos no son indoctrinados así; pero ¿qué pasará en las aulas de Ixcán, El Estor, Coatepeque, Asunción Mita, o Senahú?  ¿Qué pasará dentro de 20 años?


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